¿Cuál es el significado de Romanos 6:23?

Romanos 6:23 es un versículo que se utiliza en ocasiones para asustar a las personas en cuanto al infierno y animarlas con respecto al cielo. Pero, ¿realmente qué dice y significa Romanos 6:23?

¿Qué dice Romanos 6:23?

“Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Hay muchos otros versículos que son más populares y se citan con más frecuencia que Romanos 6:23. Quizás sea por el impacto de la última frase: “vida eterna en Cristo Jesús” —que para algunos, parece quedar eclipsada por el mensaje desalentador y adoctrinador del “pecado” y de la “muerte” que se menciona en la primera parte del versículo.

En cualquier caso, es posible que usted haya visto Romanos 6:23 en un panfleto de la iglesia que no solicitó, en una calcomanía para el parachoques o escrito en una piedra en algún lugar de la carretera.

Pero, ¿realmente que significa este versículo?

Predicadores y teólogos han utilizado Romanos 6:23 para respaldar la falsa doctrina de que la “muerte” es “vivir por siempre en el infierno”, mientras que la “vida eterna” es “vivir para siempre en el cielo” —algo que no se puede corroborar con este versículo ni con ninguna otra escritura.

Como resultado de estas enseñanzas erradas, miles de millones de personas —sin ser culpables de ello— han sido engañadas y piensan que “cuando una persona muere, realmente no muere”. La noción de que el cielo o el infierno es el destino inmediato después de la muerte, ha engañado a muchas personas verdaderamente sinceras.

Pero analicemos esto: en este versículo no se mencionan las palabras cielo o infierno en ningún momento. Esa creencia de que las personas después de morir continúan existiendo conscientemente en el más allá es exactamente lo contrario a lo que dice Romanos 6:23.

“¿Entonces cuál es el significado de Romanos 6:23?”, se preguntarán algunos.

Romanos 6:23 se puede dividir en dos partes: las malas y las buenas noticias.

Primero vamos a hablar de las malas noticias —del pecado y su inexorable castigo. Luego vamos a concluir con las buenas noticias —la promesa de la vida eterna y cómo podemos recibirla.

“Porque la paga del pecado es muerte”

La Biblia dice que “el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4). Por supuesto, la ley en cuestión es la ley de Dios, especialmente los Diez Mandamientos.

“Paga” son las ganancias —el pago o compensación por lo que una persona hace. Es lo que la persona debería esperar recibir. En otras palabras, lo que uno recibe por haber quebrantado la ley de Dios —por quebrantar el sábado, mentir, hacer trampa, robar, etcétera —la muerte.

Lo que no dice es: “la paga del pecado es el tormento eterno en el fuego del infierno”. Dice muerte —significa que las personas van a morir o dejar de existir. El apóstol Pablo estaba ratificando una verdad que se remonta hasta Génesis 2:17: “más del árbol de la ciencia del bien y del mal”, advirtió Dios, “no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás”.

Los muertos no están ni en cielo ni en el infierno, están en el polvo de la tierra —los sepulcros— esperando a ser resucitados.Dios determinó que la pena del pecado era la muerte —desobedecer a Dios— y Pablo lo confirmó. La Biblia nunca se contradice.

La serpiente apareció, Satanás el diablo, el padre de las mentiras, promoviendo su falsa doctrina y dijo: “Ciertamente no morirás” (Génesis 3:4).

Cuando estas palabras se analizan dentro del contexto de las ideas modernas acerca del alma inmortal y la reencarnación, es claro que la mentira de Satanás continúa repercutiendo miles de años después.

Satanás le transmitió a Eva precisamente lo que se enseña hoy en día en casi todas las religiones: la idea de que las personas son intrínsecamente inmortales y no morirán realmente.

Todos conocemos el final de la historia. Adán y Eva desobedecieron y se hicieron merecedores a la pena del pecado, y debido a que todos han pecado “está establecido para los hombres que mueran una sola vez” (Hebreos 9:27).

Entonces, ¿dónde están Adán y Eva y los miles de millones de personas que han muerto a lo largo de los siglos? Cómo Dios le dijo a Adán, “pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19).

La respuesta es clara: los muertos no están ni en cielo ni en el infierno, están en el polvo de la tierra —los sepulcros— esperando a ser resucitados (Daniel 12:2). Si usted desea estudiar más acerca de este tema, lo invitamos a leer, “Alma inmortal: ¿qué es el alma?”.

No obstante, la idea principal de Romanos 6:23 es que el pecado conduce no sólo a la muerte física sino también a la muerte espiritual. Las escrituras se refieren a esto como “la segunda muerte” (Apocalipsis 2:11).

Las personas que pecan deliberadamente y rechazan a Dios y sus mandamientos después de haber tenido el conocimiento de la verdad, van a sufrir la segunda muerte. Se convertirán en cenizas bajo las plantas de los pies del justo (Malaquías 4:3).

Pero hay esperanza.

“Más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”

El problema es, como la primera parte del versículo lo señala, el pecado. Todas las personas —hombres y mujeres, jóvenes y ancianos— han pecado y por lo tanto merecen la muerte (Romanos 3:23).

Además de estar bajo la inminente pena de muerte, la humanidad ciertamente ha sido apartada de Dios. Isaías 59:1-2: “He aquí que no se ha acortado la mano del Eterno para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (énfasis añadido).

Sin una forma de intervención, la relación nunca podría haberse enmendando y la humanidad moriría en sus pecados.

Afortunadamente para los seres humanos, Dios tenía un plan para salvar a su creación.

El plan incluía el sacrificio de su propio Hijo, enviándolo a la Tierra como un ser humano de carne y hueso para que viviera una vida sin pecado y muriera por nosotros. Si usted desea aprender más acerca del sacrificio de Cristo, lo invitamos a leer “Por qué Jesús tuvo que morir”.

Sin embargo, para muchas personas éste es el momento en que la historia se detiene. Aparte de hacer conjeturas optimistas y una mención ocasional de contemplar el rostro de Dios por la eternidad (llamada visión beatífica), no dicen nada más.

La inmortalidad es algo que se concede sin tener en cuenta nuestro mérito personal —ya que ninguno sería merecedor de la misma.El conocimiento verdadero de lo que sucede a continuación —el propósito y el destino de la humanidad— prácticamente nunca se enseña desde el púlpito.

La sangre derramada de Jesús de Nazaret no sólo nos limpia de nuestros pecados, también prepara el camino para que podamos recibir lo que Romanos 6:23 se refiere como la gratuita e inmerecida “dádiva de Dios” —“vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Analicemos que lo llama dádiva —no es algo que nos hemos ganado o algo que hemos tenido siempre. La inmortalidad es algo que se concede sin tener en cuenta nuestro mérito personal —ya que ninguno sería merecedor de la misma.

No obstante, esto no significa que Dios tenga una política de recibir a todo el mundo “tal y como es” o que no existan condiciones para poder recibir esa dádiva. Al contrario, la Biblia nos muestra que si hay unas condiciones para recibir este don. La vida eterna está reservada para todos aquellos que:

  • Por sus acciones demuestran arrepentimiento (Mateo 3:8).
  • Son bautizados (Hechos 2:38).
  • Han recibido la imposición de manos de parte de un verdadero ministro de Dios (Hebreos 6:2):
  • Han sacado el pecado de sus vidas (Romanos 8:13)
  • Permanecen fieles hasta el final (Mateo 24:13).

Cuando estas condiciones se cumplen con la ayuda de Dios, un verdadero cristiano puede recibir el don misericordioso e inmerecido de la vida eterna, el cual Pablo describe como algo que Dios “prometió desde antes del principio de los siglos” (Tito 1:2).

(Si usted desea más información de lo que dice la Biblia acerca de en qué momento va a estar disponible este don, lo invitamos a leer nuestros artículos “Resurrecciones: ¿qué son?”, “La segunda resurrección: ¿una segunda oportunidad?” y “¿Qué significa nacer de nuevo?”.)

Los hijos de Dios —aquellos que aman a Dios y guardan sus mandamientos— tienen la garantía o el anticipo de la vida eterna por medio del Espíritu Santo. No van a recibir el don en su totalidad sino hasta la primera resurrección, que ocurre cuando Cristo regrese a la Tierra. Entonces los hijos de Dios van a nacer en la familia de Dios y serán transformados en seres espirituales gloriosos.

Ésa es la esperanzadora frase con la que concluye Romanos 6:23

El lado positivo de Romanos 6:23

Romanos 6:23 tiene malas noticias, pero también tiene buenas noticias —es desolador y esperanzador.

En pocas palabras, este versículo explica que todos los seres humanos nos vamos a ver enfrentados a dos posibles resultados: la muerte o la vida eterna.

Lo que ocurra con cada persona depende totalmente de las decisiones que toma.

El significado de Romanos 6:23 no debe llevarnos a levantar nuestras manos en señal de desesperación. En lugar de esto, debemos regocijarnos en la verdad de que Dios desea que todas las personas se arrepientan y eventualmente puedan recibir el don de la vida eterna (2 Pedro 3:9).

Queridos lectores, por favor analicen su vida y pregúntense: “¿En qué dirección va mi vida, hacia la primera parte de este versículo a hacia la segunda?”.

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Acerca del autor

Kendrick Diaz

Kendrick Diaz

Kendrick Diaz se graduó de Foundation Institute y es miembro de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial. Nació y creció en Los Ángeles, California.

Encontró su pasión por la enseñanza y la escritura mientras estaba en la escuela secundaria y finalmente obtuvo una licenciatura en Inglés y una maestría en educación en la Universidad de California, Riverside. Le gusta enseñar Inglés, pero su tema favorito para enseñar es la Biblia. Se complace en esforzarse por transmitir las verdades bíblicas de una manera sencilla y fácil de entender.

Sus pasatiempos favoritos sonn ir al gimnasio, jugar baloncesto, leer, escalar rocas y tener conversaciones profundas junto a una hoguera.

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