Alma inmortal: ¿qué es el alma?

Tal vez usted se sorprenda cuando sepa que la creencia popular de que el hombre tiene un alma inmortal no es una enseñanza proveniente de la Biblia.

La muerte es una realidad de la vida, aunque nunca sea placentero pensar en ella. La muerte puede ser algo devastador, que nos separa de la familia y los amigos. Quisiéramos creer que al ser amado que ha muerto le espera algo mejor—que se ha ido a “un lugar mejor”.

Lo que sucede después de la muerte es un misterio, agravado por la creencia que tiene la mayoría de las personas, de que la muerte no significa realmente el fin de la vida. La mayoría de los cristianos y no cristianos asumen que cuando muere una buena persona su alma se va inmediatamente para el cielo (o alguna recompensa eterna) y que cuando una persona mala muere, se va al fuego del infierno (o algún lugar de castigo eterno), para ser atormentado por toda la eternidad.

Esta creencia está basada en la falsa premisa de que cada uno de nosotros tiene un alma inmortal que vive en un cuerpo físico, y que cuando el cuerpo físico muere, el alma continúa viviendo. Si esto fuera cierto, entonces el alma necesitaría ir a algún lugar cuando el cuerpo muere—lo cual nos conduce a las ideas populares del cielo y el infierno.

La verdad es algo completamente diferente. Cuando entendemos de qué se trata la vida y la muerte, sabemos que algo infinitamente mejor es lo que les espera a aquellos que han muerto—pero probablemente no es lo que usted espera. La Biblia nos revela que el alma no es inmortal y que cuando una persona muere no va ni al cielo ni al infierno.

El don de la vida y la advertencia de la muerte

En Génesis 2:7 leemos: “Entonces el Eterno Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.

Notemos que en éste pasaje no dice que a Adán se le dio un alma o alguna forma de vida llamada “alma” dentro de él. Dice que él se convirtió en un ser viviente (en hebreo nephesh).

Las personas son seres vivientes, a los cuales Dios les ha dado milagrosamente vida por medio de la creación. La experiencia y las Escrituras nos dicen que la vida de todo ser humano se termina con la muerte. ¿Pero, qué sucede luego?

Poco después de haber sido creado, a Adán le advirtieron que su vida sería quitada si desobedecía a Dios y tomaba de un árbol específico que había en el jardín del Edén. “Más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:17).

¿Qué quiso decir Dios cuando le advirtió a Adán que él “moriría”?

Poco después de ser advertidos, Adán y Eva comieron de ése árbol, y entonces les dijeron: “con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). No hay ninguna indicación de que sus cuerpos morirían, pero “ellos” (almas inmortales) continuarían viviendo en otra forma, lugar o dimensión.

Origen de la enseñanza de la inmortalidad

De hecho, fue Satanás (representado por la serpiente) quien mintió a Eva, diciéndole que si ella comía de ese árbol no moriría: “Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:4-5).

Al engañar a Eva, Satanás trató de minimizar la autoridad de Dios al afirmar que la desobediencia a su instrucción no iba a resultar en muerte, sino que ella, como Dios, tendría la capacidad de decidir lo que era bueno y lo que era malo. Satanás también dio a entender que ella, como Dios, no moriría. En otras palabras, Satanás introdujo el concepto del alma inmortal.

El engaño de Satanás se convirtió en la enseñanza más representativa del cristianismo, basándose en las antiguas creencias paganas. La edición online de la Enciclopedia Católica afirma:

“Egipto ofrece en una fecha muy antigua, una abundante evidencia de una creencia vívida y arraigada en una vida futura. Las ofrendas y provisiones de todo tipo a los espíritus que habían partido, las elaboradas ceremonias fúnebres, y la asombrosa y talentosa momificación de los muertos, dan testimonio de la fortaleza de las convicciones de los “egipcios” acerca de la realidad de la vida futura” (artículo: inmortalidad).

El mismo artículo también dice que en el siglo 4 a.C., el filósofo griego Platón popularizó la enseñanza de la inmortalidad del alma:

“Es sin embargo, en las manos de su gran pupilo (de Sócrates), Platón, que la doctrina alcanzó su más elaborada exposición filosófica y defensa…para Platón, el alma es algo específicamente diferente del cuerpo, como lo es el piloto de la barca, el conductor del carro. El alma racional es la verdadera alma del hombre. Es un elemento divino, y es el que es inmortal”.

En Fedón, Platón afirmó: “El alma, cuyo atributo inseparable es la vida, nunca va a admitir el opuesto de la vida, la muerte. Por esto el alma se muestra como algo inmortal y ya que es inmortal, indestructible” (Platón el maestro: Apartes seleccionados de la Apología, Eutidemo, Protágoras, Simposio, Fedro, la República y Fedón de Platón, p. 449). Al escribir acerca de la muerte, más tarde razonó: “¿Es esta [muerte] algo diferente a la separación del alma y el cuerpo?... Estar muerto es alcanzar esta separación en que el alma existe en sí misma y ha partido del cuerpo” (pp. 425-426).

Ninguna otra fuente aparte de la propia lógica de Platón se cita para apoyar esta creencia. Lo que es casi universalmente creído y enseñado no es de la Biblia sino que está basado en el razonamiento de este filósofo griego pagano que vivió cientos de años antes del nacimiento de Jesucristo.

El alma que pecare morirá

En el mensaje profético dado en Ezequiel 18, Dios hace énfasis en que Él va a bendecir y preservar a quien viva justamente (vv. 5-9). Y en el versículo 4 Él declara enfáticamente: “He aquí, que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá”.

La palabra traducida “alma” en cuatro ocasiones en este versículo es la misma palabra hebrea (nephesh) traducida como “ser viviente” en Génesis 2:17. Cuando Dios quita la vida, el “ser viviente” se convierte en el “ser muerto”, tal como Dios le advirtió a Adán.

También podemos ver en la Biblia la condición del alma que ya no está viviendo. Salomón declaró en Eclesiastés 9:5: “Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben”. En el mismo contexto Salomón afirmó: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10). En otras palabras, Salomón nos urge a que hagamos lo máximo posible con nuestra vida porque después de la muerte no hay conciencia, conocimiento o productividad.

Jesús se refirió a la muerte como una clase de sueño. Veamos el diálogo entre Jesús y los discípulos en Juan 11:11-14: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, sanará”. Sin embargo, Jesús estaba hablando de su muerte, pero ellos pensaron que Él estaba hablando de descansar en el sueño. Luego Jesús les dijo claramente: “Lázaro ha muerto”.

El sueño se utiliza para describir la muerte porque una persona que está durmiendo profundamente es como una persona que está en la tumba: no tiene conciencia, es improductiva y no sabe que está pasando el tiempo.

Hebreos 9:27 establece: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio”. Al analizar este versículo en el contexto de los otros que hemos estudiado, vemos una secuencia de eventos. Después de que la persona muere está en la tumba esperando la resurrección. Cuando una persona es resucitada, habrá un momento de juicio.

Jesús habló de una época en la cual aquellos que han muerto recibirán la vida y también describe una época de juicio: “No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:28-29).

El apóstol Pablo dice que vendrá una época en la cual nosotros mortales seremos revestidos de inmortalidad: “…porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad” (1 Corintios 15:52-53).

El punto aquí es que nosotros no tenemos inmortalidad todavía. Debe operarse un cambio para que podamos ser “revestidos” de inmortalidad.

¿Por qué es necesario todo esto si ya somos almas inmortales? ¿Qué sentido tiene la resurrección si la persona nunca muere realmente? ¿Por qué sería necesario un futuro día de juicio si nosotros vamos a tener nuestra recompensa en el momento de la muerte? ¿Por qué es necesario “revestirnos” de inmortalidad si ya somos inmortales?

La respuesta obvia a todos estos interrogantes es que la enseñanza acerca del alma inmortal es errónea. Una persona que muere está en la tumba—inconsciente y no se da cuenta del paso del tiempo—esperando la resurrección. Si sus seres amados no se van a “un lugar mejor” cuando se mueren, ¿no hay consuelo para el destino de los muertos?

Algo mejor que vendrá

Una de las escrituras más conocidas de la Biblia dice que el propósito que Dios tiene con la humanidad es darle algo que todavía no tenemos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16, énfasis añadido).

De hecho, en Tito 1:2 Pablo escribe que él ha vivido: “en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos”.

Ninguno de nosotros tiene vida eterna todavía, es el regalo que Dios está preparando para darnos. Si esta vida es mortal y temporal, ¿cuándo y cómo hará Él que recibamos este don? Para aprender más acerca del propósito de Dios y el plan que Él tiene para usted, lea los artículos relacionados en esta sección.

La falsa enseñanza de la inmortalidad del alma oscurece el entendimiento del impresionante e increíble plan para darnos el regalo de la vida eterna. Cuando nosotros nos desprendemos de ella, podemos descubrir que la verdad de la Biblia revela la esperanza real que tenemos en esta vida y más allá.

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