¿Qué es la reprensión de Dios?

Todos cometemos errores por los cuales podemos ser reprendidos por Dios, con el propósito de enderezar nuestras acciones. Sin embargo, recibir con agrado la reprensión no es fácil. ¿Qué dice la Biblia acerca de la reprensión de Dios?

Todos los seres humanos cometemos errores en nuestra vida y nos hacemos merecedores de recibir reprensión de nuestros semejantes y, sobre todo, de Dios. Obviamente, cuando decimos reprensión no nos estamos refiriendo a expresiones groseras o insultos. Esas cosas son, posiblemente, un abuso o una agresión.

Una verdad incómoda

Según el Diccionario de la Real Academia Española (RAE), la palabra reprensión significa: “Expresión o razonamiento por el cual se corrige a alguien”. Esta definición suena, hasta cierto punto, tolerante y amigable, porque se aproxima de manera genérica a su significado. Pero la reprensión en esencia es más que sólo una expresión de palabras seleccionadas.

Veamos la definición que emplea el Diccionario de Lengua de Oxford para aterrizar el tema: “Reprensión: expresión de desaprobación, hecha con autoridad y severidad, que se le hace a una persona a causa de su actuación o comportamiento”. Dicho de esa manera, suena más difícil de recibir. ¿A quién de nosotros le gustaría ser desaprobado con severidad?

Aunque muchos de nosotros preferimos no pensar ni siquiera en esa posibilidad, habrá ocasiones en que la reprensión nos alcanzará, por más intentos que hagamos de rehuirla. La única forma de eximirnos de ella es asegurarnos de nunca cometer errores. ¿Conoce usted algún ser humano en esa condición?

Las credenciales de Dios

La respuesta a esta pregunta cae por su propio peso. Todos los seres humanos cometemos errores, eso incluye también a los cristianos que se esfuerzan cada día por desarrollar el carácter de Jesucristo. Sin embargo, Dios no forma parte de ese grupo que comete errores. Él nunca se equivoca, tampoco hay en Dios mentira ni arrepentimiento por sus actos (Números 23:19, 1 Samuel 15:29). Si bien existen otros pasajes en la Biblia que describen a Dios con una actitud de arrepentimiento (Génesis 6:6, 1 Samuel 15:35, Jueces 2:18), el significado de la palabra traducida como arrepentimiento en estos casos, describe una actitud de gran pena y dolor de parte de Dios por el mal obrar del ser humano. Ninguno de estos casos apunta a un error de Dios. Por el contrario, resaltan su gran misericordia.

Todos los seres humanos cometemos errores, eso incluye también a los cristianos que se esfuerzan cada día por desarrollar el carácter de Jesucristo. Para conocer más sobre este tema, le sugerimos leer nuestro artículo “Génesis 6: ¿Se equivoca Dios?

Dios no está buscando corregir sus planes para el hombre ni para su creación, porque Él nunca se equivoca. Dios tiene en marcha un plan desde antes de la fundación del mundo (Mateo 25:34, Efesios 1:4, 1 Pedro 1:20). Él es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8). Es por ello que podemos confiar plenamente en su palabra para guiar nuestra vida y ayudarnos a entender mejor el propósito de la reprensión. Su palabra inspirada, la Biblia, contiene instrucciones claras y ejemplos consistentes que nosotros podemos seguir para crecer espiritualmente cada vez que seamos reprendidos por nuestros errores.

En este artículo compartimos una guía bíblica que nos ayudará a sacar el máximo provecho de la reprensión de Dios.

La reprensión en la Biblia

En el antiguo Israel, una de las formas de castigar a los que obraron mal era ser azotados cuarenta veces en la espalda (Deuteronomio 25:3, 2 Corintios 11:24). El sabio rey Salomón, basándose en esta práctica, fue inspirado por Dios para explicar el propósito de la reprensión. Él escribió acerca de esto en Proverbios 17:10: “Aprovecha la reprensión al hombre entendido, más que cien azotes al necio”.

Si buscamos continuamente poner en práctica la ley de Dios para corregir nuestros errores, podemos asimilar las lecciones de nuestros actos y cambiar nuestro comportamiento.

En términos espirituales, la reprensión es una magnífica inversión de tiempo para ayudarnos a regresar pronto al comportamiento que nos corresponde como hijos de Dios. En ese sentido, la reprensión es el punto de retorno más rápido para quien desee arrepentirse de su mal obrar y estar nuevamente en buenos términos con Dios. El arrepentimiento es vital para todo ello.

¿Quiénes aprovechan la reprensión?

La escritura anterior nos dice que la reprensión es mejor que cien azotes, si es que somos entendidos. ¿Quiénes son los entendidos? Dejemos que el mismo escritor de este pasaje de la Biblia lo aclare.

Salomón también escribió en Proverbios 15:32: “El que tiene en poco la disciplina, menosprecia su alma; más el que escucha la corrección, tiene entendimiento”. Aquí vemos nuevamente el caso de alguien que actúa con menosprecio por la reprensión y, por ende, también con menosprecio por su vida; en contraste con alguien que sí la escucha. El punto se reafirma: los entendidos son los que escuchan la reprensión. El necio, el inicuo o el impío, son nombres que la Biblia usa para referirse a quien no tiene en cuenta la ley de Dios en su vida y tampoco busca arrepentirse (Jeremías 5:3).

Puede que aún después de conocer estas escrituras, la represión nos parezca muy dura de recibir. Por ello, necesitamos de una guía para aprender a recibirla adecuadamente, de modo que podamos obtener el mayor provecho espiritual de ello.

La guía de David

La Biblia registra el ejemplo de David, un hombre que experimentó la reprensión, y tiempo después de escucharla se gozó. Él se refiere a ella como un excelente bálsamo que no hiere la cabeza (Salmos 141:5). David entendió que la reprensión no hiere de muerte, sino que nos ayuda a purificarnos espiritualmente.

La reprensión es una magnífica inversión de tiempo para ayudarnos a regresar pronto al comportamiento que nos corresponde como hijos de Dios. El capítulo 12 del segundo libro de Samuel puede ser considerado como el capítulo de la reprensión al rey David. Desde el versículo 1 en adelante, el profeta Natán es enviado a David para declararle su pecado con Betsabé, a través de una historia. Esta historia tiene dos personajes: un hombre rico que actuó mal y un hombre pobre que sufrió dicho mal. Antes de que el profeta le revelase a David que él era el hombre malo de la historia, el rey ya se había llenado de ira y condenado a sí mismo a muerte, sin saberlo (2 Samuel 15:5).

En este punto David ya se encontraba bastante alterado con la situación. Sin embargo, luego de que el profeta le reprende severamente, desaprobando su actuación y declarándole las consecuencias de su pecado, David respondió de una manera fabulosa. ¡David era el rey de Israel! Podría haber rechazado una reprensión tan dura en su contra. Por el contrario, él nos muestra cómo debe ser el corazón de un hombre de Dios y nos da una guía para recibir la reprensión.

Luego de la reprensión de Natán, David inmediatamente reconoce su pecado, ora y ayuna. Y aun después de sufrir las consecuencias de su pecado, adora a Dios. El profeta le había dicho a David: “Tú eres aquel hombre (malo)”. Pero luego de que David respondiera humildemente a la reprensión, la Biblia lo llama: “Un hombre conforme a mi corazón (de Dios)” (Hechos 13:22, énfasis agregado).

Reconocer y seguir adorando a Dios

David nos da una guía de lo que debemos hacer inmediatamente después de ser reprendidos por Dios: reconocer nuestras faltas, orar, ayunar y adorar a Dios por su perdón. Esta guía se mantiene aún si sufrimos las consecuencias de nuestros errores.

La reprensión es la corrección amorosa de Dios. Dios siempre nos corrige de manera justa y misericordiosa para librarnos de recibir castigos mayores por nuestros errores. Por lo tanto, debemos ser entendidos y aprovecharla. Debemos escuchar atentamente la reprensión de los siervos de Dios, porque mediante ella somos encaminados al arrepentimiento y podemos ser purificados por el perdón divino.

Aceptar con agrado la reprensión de Dios nos es de gran provecho, para llegar a ser conforme al corazón de Dios. En ocasiones cometeremos errores y Dios nos enviará a decir: “Tú eres aquella mala persona”. Cuando seamos reprendidos de esa manera, recordemos y pongamos en práctica la guía de David. Así Dios nos dirá a su debido tiempo: “Tú eres aquella persona conforme a mi corazón”.

Si desea aprender más sobre la importancia de este proceso de cambio en el cual todos nos encontramos, le invitamos a consultar nuestros artículos “Arrepentimiento” y “¿Qué es el arrepentimiento?”.

Acerca del autor

Manuel Sánchez

Manuel Sánchez

Manuel Sánchez es miembro de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial, en Perú. Casado con Annika Peters. Tiene una hija pequeña, de nombre Amedea Sophie.

Es abogado de profesión. Trabaja como vendedor de productos naturales en Trujillo, impulsando su propio negocio.

Con su familia participa en la congregación de Trujillo de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial en Perú. Le gusta la lectura, el estudio relacionado con la historia universal y escribir.

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