La tribu de Judá en la Biblia

La Biblia habla de la tribu de Judá más que de cualquier otra tribu de Israel. ¿Por qué recibe tanta atención esta tribu? ¿Cuál es el futuro de Judá?

Veamos la historia de Judá en la Biblia. La historia de la tribu de Judá, que con el tiempo se convirtió en una nación, comienza en el libro de Génesis. Judá fue el cuarto hijo del patriarca Jacob y su primera esposa Lea (Génesis 29:35). Creció con sus hermanos, trabajando en el negocio familiar cuidando ganado y ovejas.

Con el tiempo, Judá y sus hermanos empezaron a sentir celos y envidia de José, su hermano menor. José era el preferido de su padre, quien le dio una túnica especial (Génesis 37:3). Pero cuando José les contó a sus hermanos acerca de sus sueños, que indicaban que él iba a ser más importante que ellos, su odio hacia él se intensificó (vv. 5-11).

El odio creció hasta tal punto que sus hermanos querían matarlo; pero Rubén, el primogénito, intervino para detenerlos. José fue dejado en una cisterna; y mientras Rubén estaba ausente, a Judá se le ocurrió la idea de vender a José a los mercaderes madianitas por 20 piezas de plata (vv. 18-22, 26-29). Los hermanos mataron una cabra y cubrieron la túnica de José con la sangre para engañar a su padre haciéndole creer que un animal salvaje lo había matado. Jacob nunca pudo superar el dolor por la pérdida de su hijo (Génesis 37:35).

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Judá tiene problemas familiares

Judá y sus hermanos pensaron que habían solucionado el problema con su hermano menor, pero Dios no permitió que ese fuera el final de la historia. Dios protegió y bendijo a José en Egipto, donde fue vendido como esclavo. Mientras tanto, la familia de Judá tuvo muchas pruebas durante los siguientes 20 años o más. Judá se casó con una mujer cananea, la hija de Súa. Tuvieron tres hijos, Er, Onán y Selá.

Judá tomó a Tamar como esposa para su hijo primogénito, Er, pero era tan malvado que Dios le quitó la vida (Génesis 38:6-7). Judá le ordenó a su segundo hijo, Onán, que se casara con Tamar y le diera un heredero a su hermano fallecido, como las leyes de Dios ordenaban en tales circunstancias. Onán hizo caso omiso de esa labor porque no iba a ser su heredero. Entonces por haberse negado a darle un heredero a su hermano, Dios le quito la vida a Onán (Génesis 38:8-10).

Un acontecimiento extraño en la vida de Judá

Después de la muerte de Onán, Judá le pidió a Tamar que no se volviera a casar, sino que esperara en casa de su padre hasta que su hijo menor, Selá, tuviera edad para casarse. Tamar cumplió los deseos de Judá. Pero pasaron muchos años y la esposa de Judá murió. Tamar se dio cuenta de que no iba a ser dada por mujer a Selá, que ya era mayor (Génesis 38:11-14).

Un día Tamar se enteró que su suegro se dirigía a esquilar sus ovejas. Se quitó los vestidos de su viudez y se vistió para parecer como una ramera y se sentó por el camino por donde iba a pasar Judá. Judá no la reconoció y le hizo una propuesta; ella le exigió su sello, su cordón y su báculo como garantía. Más adelante cuando se descubrió que estaba embarazada, Judá la amenazó de muerte por prostitución. Para salvar su vida, ella presentó los artículos que le pertenecían a Judá y dijo: “Del varón cuyas son estas cosas, estoy encinta” (Génesis 38:18, 24-26).

Tamar tuvo gemelos. Al nacer, un gemelo extendió primero su mano y la partera le ató un hilo de grana y dijo: “Este salió primero”. Pero el otro gemelo, Fares, salió inesperadamente seguido por Zara con el hilo de grana atado en su mano (Génesis 38:27-30).

Dios utilizó el inusual nacimiento de estos gemelos para establecer dos líneas genealógicas en la tribu de Judá.

La segunda gran promesa que Dios le dio a Abraham dice: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 12:3). Esta promesa vendría a través de la línea de Fares. El Rey David y los reyes de Judá iban a ser descendientes de la línea de Fares. Pero lo más importante, Jesucristo vendría a través de esta línea en la que “serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Mateo 1:3, 16).

Como escribió el apóstol Pablo: “Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16).

¿Por qué la tribu de Judá?

Al mirar la vida y el carácter de Judá, es difícil ver por qué la tribu de Judá se iba a destacar tanto entre las tribus de Israel. Por un lado, José vivió una vida de rectitud y fue bendecido con la primogenitura en lugar de Rubén, el primogénito. El nombre de “Israel” fue transmitido a sus dos hijos, Efraín y Manasés.

Sin embargo, Dios también eligió a Judá y a sus descendientes para una labor especial en su plan a través de los tiempos. La profecía que Dios le dio a Jacob al final de su vida acerca de los descendientes de sus hijos “en los días venideros” revela una bendición especial para la tribu de Judá (Génesis 49:1, 8-10).

Hablando de la tribu de Judá, Jacob dijo: “Judá, te alabarán tus hermanos; Tu mano en la cerviz de tus enemigos; Los hijos de tu padre se inclinarán a ti. Cachorro de león, Judá; De la presa subiste, hijo mío. Se encorvó, se echó como león, Así como león viejo: ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, Ni el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Siloh; Y a él se congregarán los pueblos” (Génesis 49:8-10).

En este pasaje Dios describe a Judá como un fuerte guerrero y lo compara con un cachorro de león que dormía en su cueva después de devorar a su presa. Tal vez fue ese carácter fuerte y determinación lo que Dios previó en esta tribu y lo llevó a elegirla para que fuera su legislador y la tribu de la cual más tarde nacería su hijo (Hebreos 7:14). Jesucristo es llamado “el León de la tribu de Judá” (Apocalipsis 5:5).

Hablando acerca de Génesis 49:10, el Comentario Bíblico del Expositor dice: “La palabra ‘Siloh’, que se encuentra en algunas versiones inglesas, es simplemente una forma sin traducir de la expresión hebrea que significa ‘a quien uno pertenece’”. Jesucristo es “aquel a quien pertenece” (Frank E. Gaebelein, ed.).

En los Salmos, Judá también se describe como un legislador. Dios inspiró a David para que dijera dos veces que “Judá es mi legislador [de Dios]” (Salmos 60:7; 108:8).

La tribu de Judá no sólo ha sido un legislador, sino un preservador de las leyes escritas de Dios. El apóstol Pablo dijo: “¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra [que fue dicha u ordenada] de Dios” (Romanos 3:1-2).

A través de los siglos, los judíos han preservado fielmente los libros del Antiguo Testamento y el calendario hebreo.

Judá prevalece sobre sus hermanos

El escritor postexílico de 1 Crónicas, probablemente Esdras, escribió: “bien que Judá llegó a ser el mayor sobre sus hermanos, y el príncipe de ellos; mas el derecho de primogenitura fue de José)” (1 Crónicas 5:2). ¿Cómo prevaleció Judá?

En tiempos de Moisés, la tribu de Judá se convirtió en la tribu más fuerte y “prevaleció sobre sus hermanos”. El censo de Números 1 muestra que Judá era la principal tribu en cuanto a población y en hombres que podían ir a la guerra (Números 1:2-3, 27).

Después de la muerte de Josué, Dios eligió a la tribu de Judá para que asumiera el liderazgo en la conquista de las naciones que vivían en la tierra prometida a las 12 tribus (Jueces 1:2). El primer capítulo de Jueces muestra que la tribu de Judá fue agresiva y fuerte al expulsar a los cananeos en la mitad sur de la tierra de Canaán.

La buena noticia para la tribu de Judá y este mundo es que el “León de la tribu de Judá”, Jesucristo, va a regresar para establecer el Reino de Dios, y finalmente la tribu de Judá va a aceptar a su Redentor.Una forma aún más importante en que Judá prevaleció sobre sus hermanos tuvo lugar durante la época de uno de los descendientes más famosos de Judá, el Rey David. El tabernáculo de Dios había estado durante mucho tiempo en Silo en el territorio de José. Pero David preparó el escenario para que se construyera el templo en el Monte Sión, “al cual [Dios] amó”, y que David hizo su capital (Salmos 78:67-70).

Dios eligió a David para que fuera su pastor y a Jerusalén (Monte Sión) su lugar para morar. Dios también eligió a David para que tuviera el “cetro”, un símbolo de la realeza que siempre iba a permanecer en la tribu de Judá (Génesis 49:10; Salmos 89:34-37).

La tribu de Judá es llevada en cautiverio

Después de la muerte de Salomón, la nación de Israel se dividió. El hijo de Salomón, Roboam, se negó a aligerar la carga de los impuestos que había sido impuesta por su padre. De hecho, Roboam amenazó con hacer la vida mucho peor para el pueblo de lo que su padre la había hecho.

Esto dio como resultado que 10 tribus se separaran y se convirtieran en el reino del norte de Israel con su capital en Samaria (1 Reyes 12:12-14). Las tribus de Judá, Benjamín y una parte de Leví se quedaron con Roboam y se convirtieron en el reino del sur de Judá, con Jerusalén como su capital.

Inmediatamente el reino del norte de Israel empezó a practicar la idolatría y dejó de adorar a Dios. Después de 200 años, fueron llevados cautivos por el Imperio Asirio.

El reino del sur de Judá duró más de cien años después de la caída del reino del norte de Israel. Judá también se alejó del Dios de sus padres y se fue tras los ídolos varias veces, y varias veces reyes justos instituyeron reformas.

Dios envió profetas para advertirles de su error en cuanto la idolatría, pero finalmente no los escucharon. La nación judía fue llevada en cautiverio por los babilonios en varias deportaciones que culminaron en el 586 a.C.

El fin de la tribu de Judá como nación

Después de 70 años de cautiverio en Babilonia, algunos judíos volvieron a Jerusalén para reconstruir el templo, pero no volvieron a su condición de nación soberana plenamente hasta el siglo XX.

Jesús, el Mesías, el Salvador de la humanidad, el León de la tribu de Judá, vendría a través de la tribu de Judá, pero sería rechazado por su propio pueblo. Inicialmente la Iglesia que Jesús estableció, surgió de la tribu de Judá. Pero desde mediados del primer siglo, la Iglesia de Dios ha sido conformada en su mayoría por miembros no judíos.

Cuando ya estaba cerca el siglo XX, muchos grupos judíos e iglesias cristianas abogaban por una patria en Palestina para la tribu de Judá. Los grupos judíos querían volver a Judea porque era su antiguo territorio. Los grupos cristianos vieron el establecimiento de un estado judío como una señal del cumplimiento de la profecía de los tiempos del fin que llevaría al inminente retorno de Jesucristo.

Una de estas profecías se encuentra en Daniel 12:11, que indica que los judíos van a reanudar los sacrificios de animales antes del regreso de Cristo. Se presume que van a necesitar su propia patria para hacerlo.

En 1917 por medio de la Declaración Balfour, se hizo público el apoyo por parte de Gran Bretaña a una patria judía en Palestina. Pero no se haría realidad hasta el 14 de mayo de 1948. Hoy en día, la nación llamada Israel es una gran potencia en Oriente Medio, pero ¿va a seguir siendo una potencia hasta la segunda venida de Jesucristo?

La tribulación y la restauración de la tribu de Judá

Jesús dijo en la profecía del Monte de los Olivos: “porque habrá entonces gran tribulación, cual no la ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá” (Mateo 24:21). La tribu de Judá y el Estado de Israel no se van a librar de este tiempo de angustia. En el relato de Lucas acerca de la misma profecía, Jesús dijo: “Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado” (Lucas 21:20).

El profeta Zacarías también habló acerca de este mismo tiempo: “Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será cortado de la ciudad” (Zacarías 14:2). La invasión y la guerra vendrán a Jerusalén y a la tribu de Judá.

Después de la profecía de la invasión de Israel y Jerusalén, Zacarías anunció la buena noticia de la venida de Cristo: “Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos.... Y el Eterno será rey sobre toda la tierra” (Zacarías 14:4, 9).

Jeremías habló acerca de este mismo tiempo cuando dijo: “En sus días será salvo Judá, e Israel habitará confiado; y este será su nombre con el cual le llamarán: Eterno, justicia nuestra” (Jeremías 23:6).

La buena noticia para la tribu de Judá y este mundo es que el “León de la tribu de Judá”, Jesucristo (Apocalipsis 5:5), va a regresar para establecer el Reino de Dios, y finalmente la tribu de Judá va a aceptar a su Redentor (Romanos 11:26).

Lea más acerca de este maravilloso futuro prometido en la sección del “Reino de Dios”. También puede encontrar artículos relacionados en esta sección acerca de las “Las 12 tribus de Israel” y la sección acerca de “El Medio Oriente en la profecía bíblica”.

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