De la edición Marzo/Abril 2022 de la revista Discernir

Egipto: una historia de transformación

Egipto tiene un papel prominente en la historia y en los simbolismos bíblicos. ¡Y también se convertirá en un ejemplo de transformación!

Aunque el país moderno de Egipto está celebrando cien años desde su independencia, su historia es mucho más antigua.

De hecho, Egipto se menciona varias veces en la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis. Por ser un desarrollador informático con raíces egipcias, me llama mucho la atención el número de veces que este país se nombra en comparación a otras naciones.

En la versión Reina Valera 1960 de la Biblia:

  • “Egipto” aparece 578 veces (752 si incluimos “egipcio” y “egipcios”).
  • “Egipto” se menciona en 32 libros de la Biblia (incluyendo cinco del Nuevo Testamento).

Por otro lado, “Babilonia” se nombra 270 veces; “Moab”, 189 veces; y “Asiria” 110 veces.

Obviamente, Israel se menciona cuatro veces más que Egipto y en 47 libros de la Biblia (13 de ellos del Nuevo Testamento). Pero sin duda Egipto recibe bastante atención, considerando que la Biblia gira principalmente en torno a Israel.

La nación de Egipto desempeña varios papeles en la Biblia y nos enseña varias lecciones.

Egipto esclavizó a Israel

En los primeros libros de la Biblia, Egipto tiene una connotación negativa, y con razón.

Faraón esclavizó a los israelitas por temor de que se rebelaran contra Egipto a medida que aumentaban en número (Éxodo 1:9-11).

Y cuando el pueblo siguió creciendo, Faraón incrementó aún más su reacción tratándolos con más dureza, e incluso ordenando la muerte de todos los bebés varones (vv. 12-16, 22). Pero Dios intervino para salvar a un pequeño bebé (quien irónicamente sería criado en el propio palacio de Faraón) con el fin de liberar a los israelitas de la esclavitud. La hija de Faraón rescató al bebé de un canasto que flotaba en el río y lo llamó Moisés, porque fue sacado del agua (Éxodo 2:1-10).

Tras vivir 40 años como un príncipe egipcio, Moisés comenzó a preocuparse por la esclavitud de su pueblo y mató a un egipcio por defender a un israelita. Pero, cuando Faraón se enteró, Moisés tuvo que huir a la tierra de Madián (vv. 11-15).

40 años después, Dios envió a Moisés de regreso a Egipto para enfrentar al nuevo Faraón (Éxodo 7:7). Moisés le pidió a Faraón que liberara a los israelitas, pero él se rehusó, así que Dios envió una serie de plagas sobre Egipto (vv. 1-6).

Egipto y la Pascua

Luego de la décima plaga, la muerte de los primogénitos egipcios en la Pascua (Éxodo 12:11-14), Faraón se vio obligado a liberar a sus esclavos, ya que Dios había quebrantado el orgullo de su poder (vv. 29-31).

Moisés entonces guió a los israelitas hacia el Mar Rojo. Pero Faraón cambió de parecer y envió a su ejército tras ellos (Éxodo 14:2-9). Entonces, Dios dividió el mar para librar a su pueblo definitivamente y luego ahogó al ejército egipcio volviendo el agua a su lugar (vv. 21-31).

Egipto como símbolo del pecado

Moisés condujo a Israel hacia el Monte Sinaí (Éxodo 19:1), donde Dios les dio los Diez Mandamientos y les recordó: “Yo soy el Eterno tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” (Éxodo 20:2).

Ésta puede parecer una introducción extraña a los mandamientos imperecederos de Dios, ya que sólo se aplica literalmente a quienes salieron de Egipto. Pero, en realidad, es un enunciado que describe al pueblo de Dios en todas las épocas.

En la Biblia, Egipto es un símbolo de la sociedad pecaminosa. En Apocalipsis 11:8, la pecadora Jerusalén se describe espiritualmente como Sodoma y Egipto. Sodoma era conocida por su decadencia y depravaciones sexuales, pecados en los cuales también han caído nuestras sociedades. Y así como esclavizó a los israelitas, Egipto simboliza la esclavitud del pecado en la cual todos hemos estado.

Entonces dirá: “Bendito el pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad” (Isaías 19:25).Si bien ninguno de nosotros fue un esclavo literal de Egipto, todos hemos sido esclavos de este mundo pecador. Como dijo Jesucristo: “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34).

Es Jesucristo quien nos libra de esa esclavitud. Tal como la esclavitud en Egipto simboliza nuestro mundo de pecado, Faraón representa a Satanás, y el cordero de la Pascua que los israelitas sacrificaron fue un símbolo de Jesucristo, quien murió por nosotros y se convirtió así en nuestra Pascua (1 Corintios 5:7; Juan 1:29).

La libertad que los israelitas experimentaron tras cruzar el Mar Rojo representa el perdón de nuestros pecados a través del bautismo (1 Corintios 10:1-2; Apocalipsis 1:5). Esto es parte del proceso de conversión que debe incluir el compromiso de arrepentirnos de nuestros pecados (Lucas 3:3) y nunca volver a nuestros hábitos pecaminosos (Éxodo 13:17).

Egipto como ejemplo de falsa adoración y esperanza

A pesar de haber salido de Egipto, los israelitas regresaron al falso sistema de adoración egipcio. Se hicieron un becerro de oro (Éxodo 32:1-4), que representaba un dios pagano adorado por los egipcios, en lugar de obedecer el mandamiento de Dios que prohíbe las imágenes (Éxodo 20:4-5).

Además, cuando se desesperaron en el desierto, pensaron en regresar a Egipto en vez de tener fe en Dios (Éxodo 14:12; Números 14:3). Dejaron de confiar en Él y prefirieron buscar su salvación en los seres humanos.

Miles de años después, Jeroboam también acudió a Egipto para protegerse del rey Salomón. Luego regresó para liderar la rebelión de las diez tribus del norte cuando Salomón había muerto (1 Reyes 11:40; 12:2). Jeroboam se convirtió en rey de la casa de Israel (1 Reyes 12:19-20), y así el pueblo se separó en dos naciones. Lamentablemente, Jeroboam fue un mal rey que reinstauró el sistema de adoración falso de Egipto, erigiendo dos becerros de oro en Israel (v. 28).

Confiar en Egipto

Cerca de 300 años después, Asiria amenazó al pueblo de Israel, el cual confió en que Egipto lo iba a rescatar en lugar de confiar en Dios. Dios los reprendió diciendo: “Ay de los que descienden a Egipto por ayuda… y no miran al Santo de Israel, ni buscan al Eterno” (Isaías 31:1; compare con 30:2).

Cuando Asiria llevó cautivo a Israel, el rey asirio le advirtió a Ezequías, rey de Judá, que no confiara en Egipto, pues era un “báculo de caña frágil” (Isaías 36:6). Ezequías fue uno de los pocos reyes justos de Judá, que confió en Dios (Isaías 37:1-7, 14-20) y no en Egipto, así que Dios lo liberó de la mano de Asiria.

Años después, Judá fue amenazada por Babilonia. Pero en esa ocasión cometió el error de confiar en los egipcios. Cuando el ejército babilónico atacó a Jerusalén, el ejército egipcio salió a su rescate e hizo que los babilonios se retiraran. Sin embargo, fue sólo una liberación temporal. Como el profeta Jeremías había advertido (Jeremías 37:5-8), el ejército egipcio regresó a su tierra y entonces los babilonios regresaron para destruir la ciudad.

Dios describe a Egipto como un “báculo de caña” en alusión a la caña que crece a orillas del río Nilo. La expresión implica que no es confiable, y que confiar en él conduce a la decadencia. Dado que una vara de caña no puede soportar el peso corporal de una persona, sostenerse sobre ella la rompería y haría que nos lastimáramos (Isaías 36:6; compare con Ezequiel 29:6-7). Hasta el día de hoy, la expresión “caña frágil” se usa para describir “algo o alguien que falla cuando se espera que sirva de apoyo o ayude”.

La Biblia nos enseña a poner únicamente en Dios nuestra confianza para ser liberados y no en otros seres humanos (Jeremías 17:5, 7; Salmos 118:8; 146:3).

Egipto como ejemplo de transformación

Cuando Jesucristo regrese a la Tierra, sus pies se posarán sobre el Monte de los Olivos (Zacarías 14:4; compare con Hechos 1:11). Entonces establecerá su Reino en la Tierra y los santos resucitados reinarán con Él (Apocalipsis 5:10; Daniel 2:44; 4:3, 34; 7:14, 18, 22, 27; Isaías 9:6-7).

El centro de gobierno de su Reino será Jerusalén y desde ahí la ley de Dios será enseñada a todo el mundo (Miqueas 4:2; Isaías 2:3). Esto incluye guardar el séptimo día y las fiestas anuales de Dios, una de las cuales es la fiesta de Tabernáculos (Isaías 66:23; Éxodo 20:8-11; Levítico 23:1-44).

En este contexto, el libro de Zacarías advierte que, si cualquier país, como por ejemplo Egipto, no guarda la fiesta de Tabernáculos, será castigado y no caerá lluvia sobre él (Zacarías 14:18). Pero la lección no es sólo para Egipto; es un mensaje para todas las naciones que se rebelen contra la autoridad de Cristo (v. 19).

Los castigos continuarán hasta que las personas cambien y se transformen en “SANTIDAD AL ETERNO” (v. 20). Eventualmente, las naciones entenderán que su antiguo camino, el cual causó tanto sufrimiento y muerte, no será ya tolerado.

Egipto y los demás países aprenderán la lección. El Reino de Dios será conocido por su rectitud y justicia (Isaías 11:4-5).

Incluso los animales serán transformados; los que antes eran depredadores vivirán en paz con los animales domesticados (vv. 6-8). Esto también representa cómo las naciones del mundo serán transformadas para ya “No [hacer] mal ni [dañar]”. ¿Por qué? Porque “la tierra será llena del conocimiento del Eterno, como las aguas cubren el mar” (v. 9).

“Bendito el pueblo mío Egipto”

Dios reunirá a todos los israelitas de la dispersión y los restaurará (v. 10). Luego creará un camino entre Egipto y Asiria, los enemigos tradicionales de Israel, y los transformará en naciones justas y serán una bendición. Entonces dirá: “Bendito el pueblo mío Egipto, y el asirio obra de mis manos, e Israel mi heredad” (Isaías 19:25).

¡Qué transformación tan maravillosa! El Reino de Dios se expandirá hasta incluir a todas las naciones. Así como estos pueblos enemigos serán transformados, también lo será el mundo entero.

Lamentablemente, algunos deberán aprender de la manera difícil que sus antiguos caminos conducen a la muerte (Ezequiel 38; Proverbios 14:12). Pero nosotros podemos evitar esas dificultades y dar nuestra vida a Jesucristo ahora.

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