Tan pronto como Dios puso el fundamento de nuestro pequeño planeta azul verdoso, un coro angelical prorrumpió en celebración. En ese momento, “alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios” (Job 38:7).
Presumiblemente entre estas estrellas del alba y los hijos de Dios (aquí una referencia poética a los ángeles), estaba un ángel llamado Heylel —una palabra hebrea que significa “el que brilla” o “portador de luz”.
No nos sorprende si usted no ha oído hablar de Heylel antes. La Biblia sólo menciona ese nombre una vez, y es traducido de forma diferente en las diferentes versiones de la Biblia. Pero la Biblia sí habla bastante de este ángel en particular. De hecho, probablemente sabemos más acerca de Heylel que de cualquier otro ser angélical en la creación de Dios —y por una buena razón.
Una historia para contar
Pero primero hay que hacer una advertencia. Tengo una historia que contarles, pero no es una historia feliz. De hecho, creo que es la historia más triste que conozco.
En pocas palabras es la historia de un villano. Él no es un héroe. No se convirtió en héroe. No es la víctima de una historia de portada o de una crueldad inmerecida. En vez de ello, es un monstruo maligno y distorsionado que voluntariamente se convirtió en el enemigo de todo lo bueno, justo y puro.
No es la clase de historia en la que el villano reacciona en el último acto y trata de corregir sus errores. No busca reconciliación ni encuentra redención. Nunca expresa dolor ni remordimiento por el daño que han causado sus acciones —sólo furia e ira y una rabia descontrolada por no haber causado más daño.
¿Por qué le debe importar esta historia?
Porque es una historia importante. Porque responde a dos de las preguntas más importantes que alguien se pueda hacer: “¿Por qué este mundo es un desastre?” y “¿qué podemos hacer al respecto?”.
Silencio en los cielos
Heylel comenzó bien.
Bueno, esto no es muy preciso. Él comenzó mejor de lo que cualquiera tuviera la esperanza de comenzar. Dios le dijo: “Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría y acabado de hermosura… Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado…” (Ezequiel 28:12, 15).
Este ser fue creado por Dios para ser perfecto. Sin fallas. Era brillante, era hermoso. Él fue ungido como “querubín grande, protector” (v. 14).
Pero esa perfección no duró. Algo se estaba fraguando dentro de Heylel, algo siniestro, que brotaba del orgullo de la grandeza que le había dado Dios: “se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura” se lamenta Dios; “corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor” (v. 17).
“Semejante al Altísimo”
Un pasaje paralelo nos da un poco más de ilustración acerca de lo que sucedió. La mayoría de las Biblias traducen la palabra hebrea Heylel como un nombre en latín que tal vez le sea más familiar: Lucero.
“¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tu que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios levantaré mi trono… sobre las alturas de las nubes subiré y seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:12-14, énfasis añadido).
Este ángel —Heylel, Lucifer, el portador de luz, el sello de perfección— se había desvirtuado. Él estaba tan centrado en sí mismo, tan orgulloso de lo que era, que empezó a creer que era más calificado para ser Dios que el mismo Dios que lo creó.
Entonces, encabezó una revuelta. La Biblia nos dice que “…arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra” (Apocalipsis 12:4). De alguna forma —probablemente utilizando una lógica distorsionada y palabras vacías— Heylel/Lucero convenció a una tercera parte de sus ángeles compañeros para que se le unieran en su intento de derrocar a su Creador.
La caída de Satanás
Las consecuencias de esta situación han trascendido a través de la historia como un gong que no deja de sonar. Este ser angelical ya no era más Heylel, el portador de luz, sino Satanás, el adversario. Él y sus ángeles —demonios, como fueron después conocidos— se enfrentaron a Dios y por extensión, a todo lo que Él representaba. Amor. Gozo. Paz. Paciencia. Benignidad. Ellos estaban listos para desencadenar la guerra contra toda cosa buena que procediera del Espíritu de Dios (Gálatas 5:22-23). Su golpe de estado falló, por supuesto. En tanto que en otros versículos encontramos más detalles acerca de los hechos específicos (Ezequiel 28:16; Apocalipsis 12:7-9), Jesús resumió el evento a sus discípulos cuando les dijo: “yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lucas 10:18).
Guerra de desgaste
Quisiera poder terminar la historia aquí. Quisiera poder decir que después de su caída, Satanás aceptó su derrota y se rindió.
Pero no fue así.
Satanás aparece en las primeras páginas de la Biblia. Con forma de serpiente, convenció a Eva de que Dios le estaba reteniendo algo a ella. ¿El árbol del que Dios les había prohibido tomar de su fruto bajo pena de muerte? Satanás le dijo a Eva que no había nada malo con ese árbol. Si ella tan sólo se arriesgara y tomara del fruto prohibido “serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:5).
Eva creyó la mentira. Adán la siguió a ella. Por esta desobediencia, ellos pecaron y fueron cortados de Dios, ganándose la pena de muerte eterna (Romanos 6:23; 3:23). Los dos primeros seres humanos perdieron su sitio en el paraíso porque Satanás, el adversario, los convenció de que Dios no sabía qué era lo mejor para ellos.
Durante 6.000 años de historia humana, Satanás ha estado haciendo exactamente lo mismo —convenciendo a la gente de que Dios no tiene las respuestas; convenciendo a la gente de que el camino de vida de Dios se interpone activamente en su camino a la felicidad.
Durante 6.000 años de historia humana, Satanás ha estado haciendo exactamente lo mismo —convenciendo a la gente de que Dios no tiene las respuestas; convenciendo a la gente de que el camino de vida de Dios se interpone activamente en su camino a la felicidad.
El plan de ataque
Y esta es la realidad que enfrentamos —un campo de batalla espiritual con fuerzas espirituales dedicadas a mantener la raza humana tan lejos de Dios como sea posible. Ellos están ahí, incluso en estos momentos, haciendo todo lo que pueden para dar una falsa imagen de Dios y convencer a otros de que lo rechacen también.
¿Por qué?
Porque Dios tiene un plan para nosotros. Hemos sido creados a su imagen (Génesis 1:27), con el propósito de convertirnos en sus hijos y vivir para siempre en su familia (1 Juan 3:2; Tito 1:1-2).
Satanás odia esto. Él odia la idea de que la familia de Dios crezca, y aunque no es lo suficientemente fuerte como para derrotar a Dios, él todavía insiste en tratar de obstaculizar el crecimiento de esta familia, tanto como le sea posible.
Satanás nuevamente volverá a causar una guerra en los cielos en el futuro, y él y sus demonios volverán a ser arrojados a la Tierra (Apocalipsis 12:7-12), y en esa época perseguirá de forma denodada a la Iglesia (vv. 12-13, 17). Entretanto, debemos estar alertas. Pedro nos advierte: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quién devorar” (1 Pedro 5:8).
El arma más poderosa del arsenal de Satanás es el pecado —esto es, la desobediencia y rebelión contra Dios (1 Juan 3:4). Aunque Dios es Todopoderoso, el pecado levanta una barrera entre nosotros y nuestro Creador (Isaías 59:1-2). En otras palabras, aunque Satanás no nos puede cortar de Dios, él puede convencernos de que nos cortemos de Dios —erigiendo una pared de pecado en nuestra propia vida y dejándola allí.
Imitando la bondad
¿Cómo logra hacer esto?
De la misma forma en que él convenció a Eva de comer del fruto prohibido. De la misma forma es que convenció a un tercio de los ángeles a rebelarse contra Dios.
Son mentiras astutas. Manipulaciones sutiles de la verdad. Promesas falsas que afectan nuestros temores más oscuros y nuestros más grandes deseos. Pablo nos advierte que debemos estar en guardia contra “las asechanzas del diablo” (Efesios 6:11), explicándonos que debemos tomar precauciones “para que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Corintios 2:11).
Una de las cosas más importantes que debemos recordar en nuestra lucha contra nuestro adversario es no sólo lo que él es, sino lo que él fue. Él era un querubín elegido como protector. Él era portador de luz, lleno de sabiduría y belleza perfecta. Él recuerda cómo es la apariencia de la verdad y, más importante aún, él sabe cómo disfrazarse de ella (2 Corintios 11:14-15).
Al hacer que el pecado parezca bueno, correcto y atractivo —y haciendo parecer a Dios como represivo, injusto y voluble— Satanás y sus demonios se las han ingeniado para mantener al mundo incapaz de ver y entender las verdades de la Biblia que cambian la vida de los seres humanos.
Al hacer que el pecado parezca bueno, correcto y atractivo —y haciendo parecer a Dios como represivo, injusto y voluble— Satanás y sus demonios se las han ingeniado para mantener al mundo incapaz de ver y entender las verdades de la Biblia que cambian la vida de los seres humanos. Pablo escribe acerca de aquellos “en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2 Corintios 4:4). Mientras a Satanás se le permita continuar con su engaño, estas mentes seguirán enceguecidas.
Preguntas sin respuesta
Esto nos lleva a hacernos dos importantes preguntas: primero, si Dios realmente es más poderoso que Satanás, ¿por qué Dios no ha hecho nada para detenerlo por el bien de todos? Y segundo, si Dios va a seguir permitiendo que Satanás engañe al mundo, ¿qué podemos hacer para protegernos?
Ninguna de estas preguntas tiene una respuesta fácil ni corta, pero debemos analizarlas. En cuanto a nuestra propia protección, Dios nos ha provisto con el equipo necesario para protegernos de nuestro enemigo: “porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:4-5, énfasis añadido).
Pablo identifica estas armas como la armadura de Dios y muestra que cada pieza debería funcionar en la vida del cristiano. Es con la armadura que Dios nos ha dado, que podemos resistir “las asechanzas del diablo”. Si nos mantenemos cerca de Dios y su Palabra, y comparamos todo con las verdades reveladas en la Biblia, podemos mantenernos lejos de los engaños de Satanás y ver a través de sus mentiras y falsas promesas.
Pero todavía sigue en pie el interrogante más grande: como el Todopoderoso Creador del universo, Dios podría detener a Satanás en su labor de engaño del mundo, pero Él ha escogido no hacerlo.
¿Por qué?
Convertir las pruebas en oro
La respuesta sencilla es ésta:
Dios tiene un plan, y Satanás tiene un papel que desempeñar en él.
Desde la caída de Satanás, el objetivo del diablo ha sido arruinar el plan de Dios. Ahora Satanás quiere devorar al pueblo de Dios. Pero Dios, en su infinita sabiduría, está usando el deseo que Satanás siente por destruir, como una forma de llevar a cabo su plan y fortalecer a su pueblo.
Tal vez pueda sonar contraproducente, pero veamos en la Biblia los versículos que revelan esta verdad. Pedro les dice a sus compañeros cristianos: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 Pedro 4:12), porque las pruebas son el proceso por medio del cual “sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pedro 1:7).
Cuando Dios le permite a Satanás comenzar “una prueba de fuego” en nuestra vida, nuestro adversario ve la oportunidad de aplastar al pueblo de Dios, pero Dios lo que ve es una oportunidad de refinarnos —así como el oro en el fuego.
Santiago escribió que: “la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:3-4).
Las pruebas que Satanás espera que nos destruyan, son realmente utilizadas por Dios para perfeccionarnos. Santiago continuá: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (v. 12).
Usted puede encontrar una respuesta más completa en nuestro folleto gratuito ¿Por qué Dios permite el mal y el sufrimiento?
El fin de la historia
Actualmente, la caída de Satanás de los cielos parece más una coma que un punto. Es una sentencia que no se ha ejecutado todavía. Todavía esta libre para andar como león rugiente —pero la Biblia nos dice que esto no será para siempre.
Después de que Jesucristo regrese a la Tierra, un ángel “prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; y lo arrojó al abismo, y lo encerró… para que no engañase más a las naciones hasta que fuesen cumplidos mil años” (Apocalipsis 20:2-3; Vea “El futuro de Satanás”, si desea saber lo que ocurre después).
No más engaño. No más estratagemas astutas. No más diseños engañosos. Por mil años, Satanás no tendrá poder para influenciar la raza humana y cegarla a la verdad. Será un tiempo de prosperidad tal como el mundo nunca ha conocido antes.
Después de la caída de Satanás
Satanás cayó de los cielos hace mucho tiempo atrás, pero él nunca ha cejado en su guerra contra Dios. Lo que la mayoría de las personas no entiende es que la totalidad de la historia humana representa sólo la fracción más pequeña del plan de Dios y que la parte de Satanás en este plan está a punto de acabarse. Su destino final será “eternamente la oscuridad de las tinieblas” (Judas 1:13), donde no tendrá ningún poder para dañar a nadie ni a nada.
Un día, la caída de Satanás será definitiva y total, y la creación de Dios comenzará a descubrir lo que Satanás ha estado tratando de esconder por tanto tiempo:
El sentido de tener propósito —y tal vez algo igual de importante, un sentido de paz.
Para aprender acerca del día de fiesta que representa el eventual encarcelamiento de Satanás, vea nuestro artículo: “El Día de Expiación: se remueve el enemigo; reconciliación de todos con Dios”.