Al final de la profecía del Monte de los Olivos, Jesús relató tres parábolas para explicar cómo sus siervos deben prepararse para su Reino. La tercera de ellas convencería a cualquiera de que a Dios —el Creador de todos los animales— le desagradan las cabras.
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará en su trono de gloria, y serán reunidas delante de él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos…
“Entonces dirá también a los de la izquierda [los cabritos]: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mateo 25:31-32, 41).
Este “fuego eterno” es lo opuesto de la “vida eterna” (v. 46). Para entender lo que la Biblia quiere decir (y no quiere decir) con esto, lea nuestros artículos en línea “¿Tormento eterno?” y “¿Cuál es el castigo de los impíos?”.
Pero tomémoslo como lo tomemos, todos estarán de acuerdo en que el destino de los cabritos no es para nada bueno.
¿Por qué cabritos?
Jesucristo no dijo exactamente por qué los cabritos eran los malos de esta parábola, pero muchos han especulado al respecto.
Adam Clarke, por ejemplo, comenta: “Las ovejas, que siempre se han considerado emblemas de bondad, sencillez, paciencia y utilidad, representan aquí a los genuinos seguidores de Cristo. Los cabritos, que son naturalmente bélicos, libidinosos y excesivamente malolientes, representan a hombres licenciosos, profanos e impuros”.
No deje de leer la experiencia de mi esposa como pastora en el recuadro “Mi experiencia personal con ovejas y cabras”.
Una parábola sobre las personas
Claramente, la lección de esta parábola tiene poco que ver con ovejas y cabras literales, cuyos comportamientos son simplemente guiados por su instinto. Tampoco se trata de si las ovejas son buenas y las cabras malas.
Lo que Jesucristo estaba haciendo fue usar las diferencias entre estos animales para enseñar una importante lección acerca de cómo Él ve a las personas: observa nuestro comportamiento y juzgará las elecciones de nuestro corazón.
El contexto
La profecía de Jesús comenzó como una respuesta a la pregunta de sus discípulos: “¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). El resto del capítulo 24 da detalles de lo que ocurrirá antes de que Cristo regrese para salvar a la humanidad de la autodestrucción. Lea más acerca de esto en nuestro artículo de VidaEsperanzayVerdad.org: “La profecía del Monte de los Olivos”.
El regreso de Jesús y el establecimiento de su gobierno perfecto son la única solución a la espiral descendiente de este mundo hacia la maldad y el desastre.
Luego, el capítulo 25 registra tres parábolas que instruyen a los seguidores de Cristo acerca de cómo ser fieles y sabios en su preparación para el regreso de nuestro Maestro.
La parábola de las vírgenes prudentes e insensatas demuestra la importancia de siempre permanecer cerca de Dios y estar preparados para su regreso. La parábola de los talentos, describe la necesidad de ser diligentes al hacer la obra de Dios y crecer espiritualmente.
Luego viene la parábola de las ovejas y los cabritos, que se enfoca en la motivación interna que deberíamos tener. Los verdaderos seguidores de Cristo son aquellos que constantemente crecen en el amor de Dios.
La lección para nosotros
Los discursos para las ovejas justas y los cabritos egoístas son básicamente opuestos. En ambos casos, Jesús enumeró las mismas necesidades humanas, con la diferencia de que las ovejas si tenían en cuenta esas necesidades y se esforzaron para satisfacerlas mientras los cabritos no.
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha [las ovejas]: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:34-36).
Las ovejas obviamente estaban confundidas. Ellas sabían que no habían hecho ninguna de estas cosas por el Rey.
Pero “respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (v. 40).
Si queremos ser contados entre las ovejas benditas y no con los cabritos malditos, debemos reconocer las necesidades de otros y trabajar para satisfacerlas. Debemos esforzarnos por tratar a todos como si estuviéramos sirviendo a Jesucristo mismo.
Si queremos ser contados entre las ovejas benditas y no con los cabritos malditos, debemos reconocer las necesidades de otros y trabajar para satisfacerlas. Debemos esforzarnos por tratar a todos como si estuviéramos sirviendo a Jesucristo mismo. ¡Y debemos hacerlo hasta que nos sea tan natural que ni siquiera nos demos cuenta de que lo hacemos!
Jesucristo busca servidores motivados por la compasión y no por las apariencias. Quiere que sirvamos a quienes no pueden devolvernos el favor (Lucas 6:32-36). Juan con razón pregunta: si no podemos amar a las personas que vemos, ¿cómo podemos amar a Dios a quien no vemos? (1 Juan 4:20).
Los cabritos pueden ver a alguien necesitando alimento y vestido y decirle: “Id en paz, calentaos y saciaos” (Santiago 2:16). Pero una oveja justa seguirá el ejemplo de Cristo, quien, aunque estaba tan ocupado que “ni aun [tenía] tiempo para comer”, fue movido a misericordia por las multitudes (Marcos 6:31, 34) y los alimentó espiritualmente con su enseñanza, y físicamente también con la multiplicación de cinco panes y dos peces (vv. 35-44).
Las ovejas de Dios deben seguir el ejemplo de su compasivo buen Pastor.
Esto sin duda es bastante que pedir. Pero vivir Mateo 25:35-36 es la manera en que podemos aprender a seguir el bondadoso y amoroso ejemplo de Cristo. Es la manera en que podemos evitar ser cabritos egoístas.
Para más información acerca de este tema vital, lea nuestro artículo en línea “Cómo ser un buen vecino”, donde se explica la parábola del buen samaritano.
Mi experiencia personal con ovejas y cabras
Por Becky Bennett
Debo confesar que no me agradan mucho las ovejas. Cuando era joven, pasé varios veranos pastoreando a regañadientes el pequeño rebaño que tenía mi familia, y las ovejas me parecían unas indefensas, caprichosas, impulsivas e ingenuas criaturas semejantes a roedores. (¡Probablemente ellas tampoco tenían la mejor opinión de mí como pastora!)
¡Pero las ovejas eran maravillosas al lado de las cabras! El hecho de que mis papás nunca esperaron que yo pastoreara a las cabras debe decir algo de ellas. Las cabras se mantenían cuidadosamente contenidas —siempre vigiladas mientras cumplían su labor de cortar el pasto, en lugar de libres para pastar en el desierto como dejábamos a las ovejas. Independientes, aventureras, tercas, persistentes, voraces y ágiles, las cabras se convertían en un problema si llegaban a soltarse de sus ataduras. ¡El maloliente macho cabrío podía ser un verdadero peligro!
Así que, si no era fanática de las ovejas, ¡las cabras realmente me desagradaban!
Pero mi mamá amaba a sus ovejas. Y conozco a otras personas que ven a las ovejas como los animales más tiernos.
Personalmente, creo que hay una buena razón por la que Cristo eligió a las cabras para representar personas egoístas y sin compasión. Sin embargo, las características de las ovejas y las cabras no saltan a la vista inmediatamente en el elogio y la reprimenda que Cristo hizo en Mateo 25. Y dado que en los sacrificios del Antiguo Testamento se aceptaban tanto ovejas como cabritos, tal vez no sea buena idea inferir demasiado de esta mención de las cabras, y sería mejor enfocarnos en las actitudes y acciones humanas que describe la parábola.
Historias de servicio abnegado
La Biblia y la Iglesia moderna están llenas de historias de servicio abnegado. Estos son sólo algunos ejemplos bíblicos para reflexionar.
- Cuando dos extranjeros llegaron a Sodoma, Lot insistió en que fueran a su casa para mostrarles hospitalidad y cuidar de ellos (Génesis 19:1-3).
- Cuando un extraño le pidió agua a Rebeca, ella le dijo: “Bebe, señor mío”. Y luego añadió: “También para tus camellos sacaré agua, hasta que acaben de beber” (Génesis 24:18-19). ¡¿Se imagina cuánta agua tomarían 10 camellos sedientos?!
- Cuando la malvada Jezabel estaba matando a los profetas de Dios, un siervo de Acab llamado Abdías escondió “a cien varones de los profetas del Eterno de cincuenta en cincuenta en cuevas, y los [mantuvo] con pan y agua” en medio de una terrible sequía (1 Reyes 18:13).
- Dorcas “abundaba en buenas obras y en limosnas”, haciendo ropa para todas las viudas (Hechos 9:36, 39).
- El autor de Hebreos elogió a quienes “de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo” (Hebreos 10:34).