En 1624, el poeta inglés John Donne acuñó estas palabras: “ningún hombre es una isla entera por sí mismo; cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo”. El punto de Donne era que nadie podía sobrevivir por sí mismo, cortado de los demás. Los seres humanos son criaturas sociales. Necesitamos sentirnos conectados con otros.
Ésta es una verdad que encuentra eco en la Biblia. En el principio Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). Eclesiastés 4:9-12 nos dice que podemos lograr más con otros que por nosotros mismos, y que los amigos pueden ofrecer consuelo y respaldo cuando estamos mal. Dios nos diseñó para que deseemos compañía en vez de aislamiento, e intimidad y no soledad.
El distanciamiento
Pero por mucho que necesitemos una relación cercana con otras personas, los expertos están consternados y han estado haciendo sonar la alarma de que la soledad crónica ha alcanzado niveles epidémicos en nuestra moderna sociedad occidental. Una de ellos es Jacqueline Olds, M.D.; profesora asociada de siquiatría en la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. Ella es coautora del libro The Lonely American: Drifting Apart in the Twenty-first Century [El americano solitario: el distanciamiento en el siglo XXI], 2010.
“Los americanos están mucho más aislados y solitarios que nunca antes, a pesar de que parecen tener infinitas formas de mantenerse en contacto por medio de la tecnología en las comunicaciones y en las redes sociales”, afirma Olds. “La mayoría de nosotros no conoce a sus vecinos. Frecuentemente cambiamos de trabajo y nos trasladamos, a menudo dejando atrás a la familia y los amigos. Nos sentimos culpables de tomar el teléfono para hablar con un amigo, cuando pudiéramos estar trabajando. Nuestra cultura es una cultura transitoria, que se mueve rápidamente, en donde es fácil estar socialmente desconectado”.
Varios grupos de investigación han hecho estudios en años recientes, mostrando la prevalencia progresiva de la soledad. El sicólogo de la Universidad de Chicago, John Cacioppo, informó en 2013 que 40 por ciento de los adultos se sentía solo, en comparación con un 20 por ciento en 1980.
Resultados similares se hallaron en un estudio en 2010 llevado a cabo por la Asociación Americana de Personas Jubiladas: 35 por ciento de los adultos mayores de 45 años estaban crónicamente solos, comparados con un 20 por ciento en la década anterior. Los estudios también se han hecho en Canadá, Australia y Europa, con estadísticas semejantes.
Soledad vs. estar solo
Por supuesto, estar solo no significa necesariamente sentirse solo, ni es siempre algo negativo. Algunas personas, especialmente los introvertidos, disfrutan genuinamente del tiempo en que están consigo mismos y se sienten bastante cómodos con la soledad. Aun los extrovertidos pueden desear un tiempo para estar solos cada día para reflexionar y recargarse.
La soledad es diferente. Cuando nos sentimos solitarios lo estamos no por nuestra decisión, y nos sentimos tristes o vacíos por ello. Tal vez nos sintamos apartados, alienados o desconectados de otras personas, y no tenemos a nadie con quien hablar realmente. Aun cuando estemos rodeados por otros, podemos sentirnos solitarios si no tenemos una conexión con ellos.
Casi todos nos sentimos solitarios en algunos momentos y cuando es así usualmente es circunstancial (a corto plazo). Esto sucede o por los cambios en nuestra vida personal que dañan o afectan las relaciones íntimas tales como la muerte de la persona amada, o una ruptura en la relación, un cambio de ciudad o el hecho de que buenos amigos se trasladen a otra parte.
Si bien estas circunstancias no son agradables, esta clase de soledad es temporal.
Si no se forman nuevas relaciones duraderas, la soledad circunstancial puede volverse crónica (a largo plazo). Tener un débil círculo de apoyo o la falta de habilidades sociales también puede predisponer a las personas a la soledad crónica. La soledad crónica puede persistir durante muchos años. Puede contribuir a varias enfermedades físicas y mentales, incluyendo ansiedad, depresión, hipertensión arterial, colesterol alto, problemas cardiovasculares, desórdenes del sueño y declive cognitivo.
¿Estamos volviéndonos más solitarios?
Aparte de los cambios comunes en la vida que están asociados con la soledad circunstancial, nuestra sociedad está experimentando algunos cambios más grandes a largo plazo. Se cree que estos cambios en nuestra forma moderna de vivir son la raíz de la actual epidemia de soledad.
Veamos la forma en que la mayoría de nosotros se comunica. Everett Painter, un consejero en el Colegio de la Comunidad del Estado de Walters en Morristown, Tennessee, anota: “Es raro que hable por teléfono con alguien. En vez de esto nosotros usamos las redes sociales, que en verdad pueden ser una buena forma para conectarse con otros. El problema es que algunas personas utilizan sólo las redes sociales para comunicarse”.
Él dice que cuando dependemos de la comunicación en línea en vez de la comunicación cara a cara o aun la comunicación telefónica, “nuestras relaciones se vuelven más superficiales, lo cual puede hacernos sentir aislados”.
La forma más profunda de conexión es cara a cara. Según Nadine Kaslow, Ph.D; profesora de siquiatría y ciencias del comportamiento en la Escuela de Medicina de la Universidad Emory en Atlanta, Georgia: “cuando usted se comunica en línea, usted no puede leer el lenguaje corporal de la otra persona, lo único que puede es escuchar el tono de la voz y solamente puede ver lo que el otro quiere mostrarle. Por lo tanto usted no está viendo ‘toda la persona’ y está perdiendo mucho de la profundidad y el contexto emocional”.
Una segunda tendencia social importante ha sido el incremento de la carga laboral. Los científicos sociales estiman que en promedio los padres americanos trabajan cada uno cerca de 15 horas diarias combinando el trabajo remunerado y las responsabilidades en el hogar. Esto es el doble de la carga laboral de las generaciones anteriores, cuando las madres y padres sólo tenían un trabajo de tiempo completo cada uno.
Pero no sólo los padres están más ocupados. Olds dice: “Casi todos estamos trabajando más horas. Al final de la jornada llevamos trabajo para hacer en casa; trabajamos los fines de semana; y prácticamente todos se quejan de lo ocupados que están”.
Con tanto por hacer, “muchas personas deciden que no tienen tiempo para dedicar a las amistades, lo que aumenta los sentimientos de desconexión”, dice Olds. “Aun si usted está libre, tal vez dude en llamar a sus amigos para ver si quieren reunirse, porque usted supone que están ocupados”.
Nuestros frenéticos estilos de vida han contribuido a un tercer cambio en la sociedad: estamos perdiendo nuestro sentido de comunidad. Atrás han quedado los días en que las personas hablaban relajadamente por encima de la cerca con sus vecinos o sólo pasaban a la casa de sus vecinos para visitarlos. Muchas personas no tienen ninguna interacción con sus vecinos.
Sin embargo, Kaslow dice que esto no pasa únicamente porque la gente no tiene tiempo. “Nos hemos convencido de que no podemos confiar en nadie. Hemos sido obligados a volvernos insulares y aislados de otros en nuestra comunidad, debido al miedo y a la ansiedad por sentirnos a salvo”.
No sólo tenemos menos conexiones con otros en nuestras comunidades, sino que muchos de nosotros vivimos lejos de nuestros padres, abuelos, hermanos y otros parientes. Según Kaslow, esto aumenta nuestros sentimientos de soledad.
Olds dice: “Hace cien años, no era usual que las personas vivieran solas porque muchas personas no lo podían costear. Ahora, con el aumento de la prosperidad, más personas pueden costear los gastos y vivir solas, y esto es lo que hacen”. Ella cree que éste es un reflejo de la cultura americana, que hace énfasis en el individualismo y la independencia.
Continua diciendo Olds: “Pareciera que mientras más prósperos nos volvemos, más independientemente queremos vivir nuestra vida, aunque esto en realidad no es tan bueno para nosotros”. Los estudios han mostrado consistentemente que los que viven solos están más predispuestos a sentirse crónicamente solitarios que aquellos que viven con otros.
Cómo combatir la soledad
Si bien la soledad es una tendencia creciente en nuestra sociedad, no tenemos que ser una de sus víctimas. Kaslow dice que uno de los mejores remedios para la soledad es buscar intencionalmente interacciones de calidad con otros. Ella sugiere: “Aparte un tiempo en su calendario para reunirse con la familia y los amigos, así como usted programa cualquier otra cita. Cuando ya lo tenga en el calendario, es más fácil que sí suceda”.
Estar un tiempo juntos puede ser salir a comer, tomar café con un amigo, invitar a las personas a su casa, planear una excursión o programar una cita para hablar con un amigo que está lejos.
Painters dice: “Tal vez usted necesite fijar las prioridades en sus compromisos de tiempo y hacer malabares con su horario un poco para encontrar tiempo para compartir con otros, pero recuérdese que esto es algo realmente necesario. Usted está construyendo relaciones. Son estas conexiones las que previenen la soledad, ofrecen respaldo y enriquecen la vida de muchas formas”.
Si usted usa las redes sociales, esto puede ayudarlo a mantenerse conectado a cierto nivel, pero no dependa de ello para alimentar sus relaciones. Darle un “me gusta” al post de un amigo o actualizar su estatus no es algo significativo a nivel de interacción social. Painter afirma que “el mejor uso de la comunicación digital es como un suplemento para la comunicación interpersonal, no un reemplazo. Si usted se da cuenta de que la mayoría de sus ‘interacciones’ son por redes sociales, o si usted consistentemente está utilizando Facebook o mensajes de texto para comunicarse con alguien cuando usted podría hacerlo cara a cara, es tiempo de desconectarse”.
Otro antídoto para la soledad es animar a otras personas. La Biblia nos muestra que debemos proveer para las necesidades de otros además de las nuestras (Filipenses 2:4). Si usted conoce a alguien que está pasando por una situación difícil y tal vez se está sintiendo solo, envíele una tarjeta animadora o llame a la persona para saludarla. Pregúntele a su pastor los nombres de los que están incapacitados, para hacerles una visita y animarlos (Santiago 1:27). Puede ir como voluntario a un refugio para personas sin hogar, a una casa de ancianos o a un hospicio. Cuando usted vuelva su atención a las necesidades de otros, su soledad disminuirá.
Póngase en situaciones en las cuales pueda conocer a otras personas. Sea voluntario como guía en el museo de arte o de historia de su ciudad. Únase a un equipo de deportes, a un grupo de ejercicio o al club de jardinería. Anótese a un grupo de discusión de libros en la biblioteca. Olds dice: “Si usted está involucrado con un grupo de personas que tienen los mismos intereses que usted y los ve regularmente, con el tiempo hará amigos”.
Los placeres sencillos también pueden marcar la diferencia. Sonría y dígale “hola” al vecino que se encuentra en su camino al trabajo o a los compañeros estudiantes a los que nunca se les ha presentado cuando los ve en la biblioteca. Proverbios 18:24 dice: “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano”. Este proverbio señala un punto fundamental acerca de la amistad. Una sonrisa es excelente para romper el hielo y hacer amigos.
La soledad es rampante en nuestro mundo actual. Muchas personas se sienten apartadas y aisladas de otras. Sin embargo, Dios no pretendía que nos sintiéramos solos. Él quiere que vivamos una vida llena de relaciones significativas.
Si se siente solitario, pídale a Dios ayuda para acercarse a otros y aparte tiempo para las personas. Pídale a Él que le provea oportunidades para reunirse con otros y para servir. Si usted sigue su guía, usted desarrollará amistades que no sólo le ayudarán a sentirse más conectado, sino que le permitirán ofrecer apoyo a sus amigos —los antiguos y los nuevos.