Una de las palabras más difíciles de decir es “perdón”. Pero es una parte fundamental a la hora de reconstruir y fortalecer las relaciones. ¿Cómo debemos utilizarlas?
Fue un momento conmovedor para mí. Mi hijo adolecente necesitaba ser corregido. Tuvimos una discusión, pero las cosas no salieron bien. Él simplemente no entendía por qué yo había tomado la decisión que tomé. La decepción se convirtió en ira y fue expresada a través de las palabras. Finalmente se fue para su habitación.
Mientras cerraba su habitación, tuve ese sentimiento de “vacío en el estómago” que todo padre siente en algún momento. Mi hijo estaba bravo… conmigo.
Con el corazón apesadumbrado, empecé a llevar a cabo mis actividades diarias, mientras daba vueltas en mi cabeza qué pude haber hecho diferente, qué pude haber expresado diferente, qué pude haber planeado diferente.
Entonces, sin haberle dicho nada, mi hijo entró a mi habitación, me dio un abrazo y me dijo, “Perdón. Cometí un error y no debí reaccionar de esa manera”.
Mi corazón se quería salir. Mi hijo, en la transición a convertirse en adulto, reconoció su error y pidió perdón. ¡Que regalo me había dado!
¿Qué significa decir “perdón”?
Pedir “perdón” es una de las cosas más difíciles para un ser humano. Es el reconocimiento de un error personal en una relación con otra persona. Incluso, es una de las habilidades más críticas de desarrollar, para tener buenas relaciones con los demás, y aún más importante, para estar bien en nuestra relación con Dios.
De hecho, es tan importante para Dios, que Él dice: “Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24).
La otra cara de esta ecuación es que si una persona no perdona a su hermano, Dios no le va a perdonar sus pecados tampoco (Mateo 6:15). Si hemos ofendido a una persona —si necesitamos ser perdonados— una de nuestras responsabilidades es hacer más fácil que la otra persona nos perdone. Cuando mi hijo se disculpó, se me quitó un peso de encima. Yo quería que la relación se restableciera tanto como él quería. Fue fácil perdonarlo.
La importancia de la humildad
¿Por qué es tan difícil ofrecer una disculpa genuina? Como humanos, es difícil aceptar que estamos equivocados. Se necesita bastante humildad para ir delante de otra persona y sentir esa vulnerabilidad al pedir perdón. Debo preguntarme a mí mismo, ¿tengo la humildad suficiente para reconocer mis errores? ¿Soy lo suficientemente humilde para quedar vulnerable frente a otra persona?
Pedir “perdón” es una de las cosas más difíciles para un ser humano. Es el reconocimiento de un error personal en una relación con otra persona. Incluso, es una de las habilidades más críticas de desarrollar, para tener buenas relaciones con los demás, y aún más importante, para estar bien en nuestra relación con Dios.
A todos se nos pide que nos vistamos de humildad unos con otros (1 Pedro 5:5). La palabra que Pedro usó para “revestíos” se refiere a un delantal o manta que un criado debe ponerse para cubrir todas sus ropas. Debemos tener humildad según Dios cubriendo todo lo que hagamos.
Eso no es una disculpa
Cuando pedimos perdón sinceramente, es porque estamos arrepentidos de nuestras acciones. La disculpa sincera no es simplemente “siento mucho que te hayas molestado”. Una frase como ésa no asume una responsabilidad personal. En vez de eso, deberíamos decir “siento mucho que mis palabras te hayan herido”. Esto deja muy clara la situación por la cual nos estamos disculpando.
La verdadera disculpa no es una mentira tampoco. Pregúntese si usted debería pedir disculpas. ¿La acción en cuestión amerita una disculpa? Habrá momentos en los que alguien se va a molestar u ofender con usted por hacer algo que era totalmente apropiado o incluso su responsabilidad (un ejemplo podría ser una oficial de policía poniéndole una multa por exceso de velocidad). Podemos ser tranquilos y amables, pero pedir disculpas por ese tipo de acciones estaría en desacuerdo con el cumplimiento de nuestra responsabilidad.
Por supuesto, aunque usted sienta que no hizo nada malo, es sabio responder de una manera amable y amorosa. Decir compasivamente: “siento mucho que esta experiencia te haya molestado tanto” puede que no sea una disculpa, pero puede ayudar a reconstruir una relación. Y existen otras formas de expresar eso sin utilizar las palabras “lo siento”.
El proceso del arrepentimiento
Cuando ofendemos a otra persona, también podemos haber pecado contra Dios. Si es así, debemos arrepentirnos delante de Dios y arreglar nuestra relación con él. (Aprenda más en el artículo “¿Cómo debemos arrepentirnos?”.)
Con una verdadera disculpa, pasamos por un proceso que es similar al arrepentimiento ante Dios. La diferencia es que estamos reparando nuestra relación con otra persona en vez de con nuestro Creador.
La primera parte del proceso es reconocer que hemos cometido un error. Ésta es la parte de “lo siento, estuve mal” del proceso. No es sólo la tristeza por haber cometido el error. No es tristeza de que alguien haya reaccionado mal por algo que hicimos. No hay excusa. Es el hecho de reconocer que cometimos un error y ofendimos o herimos a alguien más. Aceptamos nuestra propia falta.
La segunda parte es pedir perdón —es la parte “¿me perdonas?” del proceso. Esto se describe en Mateo 5:23-24 cuando vamos donde nuestro hermano y buscamos restablecer la relación. Tenemos que estar seguros que la persona sabe por qué nos estamos disculpando —reconocemos nuestra falta ante la persona ofendida.
La tercera parte del proceso es cambiar. Debemos tomar medidas para asegurarnos de no cometer esta ofensa otra vez.
Tristemente, podemos pasar por este proceso y en algunas ocasiones no reconciliarnos con la persona a la cual ofendimos. La reconciliación no siempre es posible. Podemos haber causado tanto dolor que la relación se daña para siempre. O simplemente la persona no desea perdonarnos y restablecer la relación. Pero eso no nos quita la responsabilidad de seguir estos pasos.
La parte ofendida
¿Qué pasa si se invierten los papeles y nosotros somos los ofendidos —la persona que resultó herida por las acciones de otro? ¿Cuál es nuestra responsabilidad en ese caso?
En Mateo 18:15 dice: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos”. La parte ofendida tiene la responsabilidad de tratar de que la relación esté bien otra vez. Sin embargo, hay dos cosas que debemos preguntarnos antes de poner en práctica este principio.
La primera es si de verdad a este asunto se le debe dar trascendencia. En Proverbios 10:12 vemos que “El odio despierta rencillas; Pero el amor cubrirá todas las faltas”. Hay circunstancias que son muy serias y ameritan que vayamos a habar con nuestro hermano, pero también hay momentos en los que simplemente debemos perdonar a la otra persona y no preocuparnos más (Lucas 6:36).
En muchas ocasiones la persona que ofende no se da cuenta que nos hirió, así como nos puede haber pasado a nosotros al decir algo sin darnos cuenta del efecto que tuvo en otra persona. ¡Es bueno recordar que todos los demás son tan humanos como nosotros!
La segunda cosa que debemos preguntarnos es si vamos delante de nuestro hermano en humildad y con una actitud pacificadora. Recuerde lo que significa revestirse de humildad. Ni la ira ni la arrogancia tienen un efecto positivo. Es a través de un acercamiento humilde según Dios que se tiene la mejor oportunidad de éxito.
La meta de este proceso no es “ganar” la guerra ni demostrar nuestra propia justicia, es tener una relación correcta entre nuestro hermano cristiano y nosotros.
Cómo responder
¿Cómo debemos responder cuando recibimos una disculpa? Por supuesto la respuesta es perdonar. Según el Diccionario Universitario de Merriam-Webster, perdonar significa “Renunciar al resentimiento o reclamar compensación por; Conceder exención del pago de; Para dejar de sentir resentimiento en contra:.
Algunas veces esto puede ser relativamente fácil, pero algunas veces es muy, pero muy difícil. Sin embargo no existe otra opción. Recuerde que si nosotros no perdonamos, Dios tampoco nos va a perdonar (Mateo 6:14-15). Hay momentos en los que es sólo con la ayuda de Dios que podemos perdonar realmente.
Siempre debemos estar dispuestos a perdonar. Cristo dijo en Mateo 18:21-22 que deberíamos estar dispuestos a perdonar “setenta veces siete”. Esto no significa que debemos contar literalmente 490 veces y después “nos enloquecemos”. Esto se refiere a una actitud conciliatoria —un corazón que está buscando un camino y una razón para sanar una relación dañada.
Hay otro aspecto en esta escritura que debemos entender. Habrá momentos en los que después de haber perdonado a alguien, algo suceda después y se reabra la herida, y resultamos heridos otra vez. Puede que el ofensor no haya hecho nada más, pero el dolor y de pronto la ira y el resentimiento resurgen en nuestras mentes. Debemos estar dispuestos a perdonar de nuevo y de pronto más adelante otra vez —la misma ofensa.
Con sabiduría
Es importante entender que perdonar a alguien por una ofensa no significa que siempre tengamos que volver a exponernos a la misma situación. Podemos y debemos aprender de nuestras experiencias de vida.
Por ejemplo, digamos que nuestro amigo nos pide prestado el carro y lo estrella. Nos damos cuenta que el amigo estaba manejando por encima del límite de velocidad permitido y se pasó un semáforo en rojo y alguien estrelló el carro. Viene a nosotros y se disculpa sinceramente, y perdonamos a la persona. El hecho de haber perdonado a nuestro amigo no significa que debamos prestarle nuestro nuevo carro. ¡El acto de perdonar no impide el uso de la sabiduría en otras decisiones que tomemos!
Una característica escasa y admirable
Hoy en día mi hijo es un señor con su propia familia. Pero todavía tiene la habilidad de ir y pedir disculpas cuando debe hacerlo. Es una característica rara, pero admirable.
Esto se debe a que el proceso de pedir disculpas y perdonar es uno de los más difíciles de todas las relaciones humanas.
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Buscar el perdón significa que estamos conscientes de cómo nuestras acciones afectan a los demás. Aceptamos la responsabilidad, y tratamos de corregir la situación.
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Perdonar significa que liberamos la deuda que alguien “tenia” con nosotros. Trabajamos con las emociones asociadas —incluso varias veces si es necesario
Los dos lados de la ecuación son fundamentales para relaciones sanas y fuertes. Y ambos lados necesitan la humildad según Dios y el amor genuino por nuestros semejantes. ¿Qué tal lo estamos haciendo?
Aprenda más acerca de cómo aplicar estos principios fundamentales en nuestros artículos “Resentimientos” y “¿Cómo perdonar?”.