El chisme es una práctica común y atrayente para muchos. Pero, ¿es malo chismear? ¿Qué dice la Biblia acerca del chisme y el dominio de la lengua?
El chisme no sólo se ha convertido en algo rutinario, ¡también hay personas que incluso lo consideran provechoso! En Psychology Today, Robin Western explica que, tras haber investigado el tema, algunos sociólogos concluyen que: “En la mayoría de los casos... es beneficioso. El chisme cumple importantes funciones sociales y sicológicas: es una fuerza unificadora que manifiesta el código moral de un grupo. Es el aglutinante social que nos mantiene juntos” (“The Real Slant on Gossip” [“La verdad acerca del chisme”], 1 de julio de 1996).
Pero, ¿es esto cierto? ¿Es el chisme una fuerza unificadora y beneficiosa en la mayoría de los casos? ¿Justifica esta “verdad” sobre el chisme a quienes suelen hacer comentarios destructivos de los demás?
Adictos al chisme
Algunas personas están tan interesadas en saber y contar cosas sobre otros que literalmente se ganan el título de chismosas. Basta con verlas acercarse o escuchar su voz para saber que un chisme viene en camino.
Un adicto al chisme también tiende a usar cierto tono de voz y palabras para insinuar que la persona implicada es inferior e imperfecta o que simplemente no merece respeto. Consciente o inconscientemente, se muestra a sí mismo como el modelo insuperable de conocimiento y juicio, y siempre tiende a buscar y hablar de los defectos y fallas de los demás.
¿Qué es el chisme?
Si bien esta pregunta puede parecer innecesaria, la existencia de artículos como el citado arriba comprueba que no lo es. Según el Diccionario de la Real Academia Española, un chisme es una “noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna” y un chismoso, “alguien que chismea o es dado a chismear”.
Con una opinión totalmente opuesta a la de los científicos modernos, el filósofo francés del siglo VII, Blaise Pascal, decía que “si todos supiéramos lo que otros han dicho de nosotros, nadie tendría ni siquiera cuatro amigos en el mundo”.
¿Qué opina Dios acerca del chisme y el dominio de la lengua?
Dios y el chisme
La orden que Dios le dio al pueblo de Israel en Levítico 19:16 deja muy en claro que el chisme no es un acto social inofensivo para Él: “No andarás chismeando entre tu pueblo”. De hecho, la palabra hebrea traducida como “chismeando”, râkìyl, “se refiere al acto de difundir rumores o mentiras sobre alguien y su connotación es siempre negativa” (Spiros Zodhiates, Complete Word Study Dictionaries [Léxicos filológicos completos], 2003). Además, el Enhanced Strong’s Dictionary [Diccionario de Strong mejorado] define a un chismoso como “alguien que se dedica a armar escándalo (llevándolo de un lugar a otro): —calumnia, cuentos, chismes” (2011).
A un chismoso le encanta revelar detalles vergonzosos de los demás en secreto, aun si son sus amigos. Su deseo es tal que siente una “llama de fuego” en la boca y ¡simplemente tiene que correr la voz! Pero ¿qué dice Dios al respecto? Para Él, un chismoso es un “hombre perverso [que] cava en busca del mal, y en sus labios hay como llama de fuego” (Proverbios 16:27).
El chisme es dañino
No es necesario hacer una gran encuesta para saber que el chisme es dañino. Todos aquellos cuya reputación o relaciones han sido perjudicadas por un chisme sin duda darán cuenta de ello, y es claro que Dios también lo considera perjudicial. Tal como leemos en Proverbios 18:8, las palabras del chismoso “penetran hasta las entrañas”.
Santiago (medio hermano de Jesucristo) además describe la verdadera causa del chisme: “ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal” (Santiago 3:8). Todo ser humano tiende a chismear por naturaleza y tal parece que, lamentablemente, todos escucharemos un chisme y nos sentiremos tentados a divulgarlo en alguna ocasión. Nadie puede domar su lengua sin la ayuda de Dios.
¿Qué tan dañino es el chisme? Más de lo que pensamos. Santiago 1:26 de hecho revela que “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (énfasis añadido). Fuertes palabras, ¿no? Pero sí, si somos chismosos, nuestra religión es vana a los ojos de Dios.
Los chismosos recibirán su merecido
¿Qué sucedería si le dijeran que deberá responder por cada chisme que haya divulgado? Pues en realidad, chismear es algo tan grave que si no nos arrepentimos y buscamos la ayuda de Dios para domar nuestra lengua, eso es justo lo que tendremos que hacer: “de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado” (Mateo 12:36-37, énfasis añadido).
Tanto lo que oímos como lo que sale de nuestra boca es prueba de lo que hay en nuestro interior, pues “de la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34). En otras palabras, la manera en que nos comunicamos es un tema muy serio para Dios y nuestros chismes le enojan muchísimo —¡tanto como a un padre le enoja que sus hijos se lastiman entre sí!
Algo que enfada a Dios
¿Es pecado el chisme? Aunque no hemos leído todas las Escrituras que tratan el tema, es obvio que la respuesta es sí, el chisme es pecado y, como todo pecado, merece la pena de muerte (Romanos 6:23). Algunos querrán pensar que sólo se trata de un pecado pequeño y sin importancia, pero debemos recordar que hasta el pecado más “pequeño” puede resultar en muerte espiritual si no nos arrepentimos.
No en vano el apóstol Pablo menciona el chisme como un de las cosas que más enfadan Dios: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó...
“Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores” (Romanos 1:18-19, 28-30, énfasis añadido).
Aquí, la palabra griega traducida como murmurador es psithurités que, según los Complete Word Study Dictionaries [Diccionarios de estudio completo de palabras] también se refiere a un “difamador en secreto” (Spiros Zodhiates) y, según el Strong’s Greek Dictionary [Diccionario griego de Strong], puede traducirse como “calumniador” (una persona que dice cosas falsas o maliciosas sobre otro conscientemente, un acusador falso).
Probablemente nadie pensaría que un chismoso es comparable a una persona injusta, sexualmente inmoral, perversa, malvada u homicida, pero para Dios obviamente lo es. Y esto sin duda demuestra que el chisme es tan pecaminoso como todos estos males evidentes y que aprender a domar nuestra lengua es muy importante.
El carácter de quienes entrarán al Reino de Dios
El Salmo 15 describe el carácter que debemos desarrollar para morar con Dios. En el versículo 1, alguien pregunta cuáles son los requisitos para tener una relación con Él diciendo: “Eterno, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo?”. En otras palabras, “¿quién es un verdadero miembro de la Iglesia de Dios y quién morará con Él en su reino por la eternidad?”
David responde mencionando tres características positivas que debemos desarrollar y tres negativas que debemos sacar de nuestras vidas —y todas las negativas están relacionadas con el chisme: “El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino” (Salmos 15:2-3).
Como vimos antes, “calumniar” es lo mismo que “chismear”, “difamar”, hacerle daño al prójimo o “criticar” (“menospreciar” o “avergonzar”) a un amigo (Enhanced Strong’s Dictionary [Diccionario de Strong mejorado] y Complete Word Study Dictionaries [Diccionarios de estudio completo de palabras]).
Además, Albert Barnes’ Notes on the Bible [Comentario bíblico de Albert Barnes] agrega que “‘Calumniar’ significa censurar, difamar, criticar, hablar mal de. La palabra hebrea râgal, verbo derivado de ‘pie’, significa ‘pisar’ y luego ‘seguir andando’, lo cual implica andar chismeando o divulgando; propagar comentarios desfavorables” (comentarios sobre Salmos 15:3).
Entonces... ¿es pecado chismear?
Una vez más, el Salmo de David responde la pregunta: sí, chismear es pecado. Santiago también lo resume cuando dice que “la lengua [desenfrenada] es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 3:6).
Afortunadamente, el apóstol Pablo nos dice que es posible usar nuestra lengua para el bien y nos exhorta a que “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes... Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efesios 4:29, 31-32).
¿Le sorprende que el chisme sea un tema tan importante para Dios? ¡Tenemos más artículos al respecto en esta sección acerca de la “Comunicación”!