Hace algún tiempo me acerqué a un grupo de niños en la Iglesia y les pregunté cómo había estado su semana. La franqueza de sus respuestas me tomó por sorpresa: “Alguien a quien consideraba un buen amigo dijo una mentira acerca de mí”. “Reprobé mi examen de álgebra”. “Mi perro murió”. “Mis padres me dijeron que venderán nuestra casa y tendré que cambiarme de escuela”.
La breve conversación me hizo reflexionar. Como adultos, a menudo vemos la niñez como una etapa libre de preocupaciones. Y es cierto, la mayoría de los niños tiene menos presiones y responsabilidades que sus padres. Pero esta etapa no es un tiempo libre de estrés en lo absoluto. Los niños a veces lidian con responsabilidades de la escuela, problemas familiares, alguien que los molesta o maltrata en el colegio, alguien que los hace sentir excluidos, la traición de sus amigos, mal desempeño en algún deporte, enfermedades o accidentes.
De una manera u otra, ellos también enfrentan dificultades, decepciones y obstáculos.
Resiliencia
Pero lo que puede ayudar a un niño a enfrentar todas estas adversidades es la misma cualidad que ayuda a los adultos: la resiliencia. La resiliencia a menudo se define como la habilidad de recuperarse o reponerse en tiempos de dificultades. Significa levantarse tras ser noqueado y seguir adelante con optimismo y confianza.
Según la psicóloga infantil Caren Baruch-Feldman, Ph.D., ser resiliente no sólo se trata de volver a nuestro estado anterior después de un problema, también puede implicar volverse más fuerte.
“Las personas resilientes entienden que al final serán fortalecidas por los problemas y desafíos que enfrentan”, explica Baruch-Feldman, autora de The Grit Guide for Teens [La guía de la valentía para los adolescentes]. “Cuando nos esforzamos y aprendemos de nuestros errores, es cuando crecemos”. La doctora también explica que la resiliencia no sólo nos ayuda a superar las dificultades, sino que se desarrolla mejor justo en medio de ellas.
Nuestra tendencia natural como padres tal vez sea tratar de proteger a nuestros hijos del dolor y la adversidad. Y hay momentos para hacerlo, claro, pero no podemos, ni debemos, hacerlo siempre. Los problemas son parte de la vida, y tanto niños como adultos debemos estar preparados para ellos.
El apóstol Pedro nos dice: “no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese” (1 Pedro 4:12). Los niños necesitan desarrollar resiliencia, no sólo para sobreponerse a los desafíos presentes, sino también en preparación para las pruebas futuras.
Aunque algunas personas son naturalmente más resilientes que otras, esta cualidad puede desarrollarse y aprenderse. Ya sea que sus hijos estén en edad preescolar o en la secundaria, nunca es demasiado pronto, o demasiado tarde, para enseñarles a ser resilientes.
Éstas son cuatro formas en las que podemos ayudarles a desarrollar esta vital cualidad:
1. Enséñeles a resolver problemas
Cuando los niños saben cómo resolver sus problemas, se vuelven más resilientes. Si cometen un error o algo no resulta como lo esperaban, serán capaces de tomarlo con calma y verlo como una oportunidad de mejorar.
La mejor manera de enseñarles esto a sus hijos es aprovechar las oportunidades de aprendizaje. Si su hijo está intranquilo por algo que sucedió, piensen juntos en varias soluciones posibles. Pregúntele cosas como: “¿Qué crees que deberías hacer al respecto?”, o “¿cómo crees que podrías mejorar la situación?”
Usted puede compartir sus ideas con él o ella, pero presénteselas como pasos a considerar en lugar de órdenes. También puede ayudarle a evaluar todas las opciones, notando el lado positivo y negativo de cada una, pero deje que sea él o ella quien decida cuál es el mejor curso de acción.
“Aunque usted siempre debería estar disponible para guiar y apoyar a sus hijos, anímelos a decidir qué hacer por ellos mismos”, aconseja la doctora Baruch-Feldman. “Esto les dice que confía en ellos para resolver sus propios problemas y los anima a hacerse cargo de la situación”.
A medida que sus hijos adquieran experiencia en resolución de problemas, aunque sean problemas pequeños, estarán más preparados para manejar obstáculos más grandes, añade Baruch-Feldman.
Obviamente, las decisiones que les permita tomar y el grado de libertad que les dé para hacerlo dependerán de la edad y madurez de sus hijos y de la gravedad del problema.
2. No los escude de la adversidad
Ningún padre quiere ver a sus hijos sufriendo o desanimados, por lo que es muy tentador tratar de solucionar todos sus problemas. Pero a menos que el problema esté más allá de sus capacidades o puedan resultar gravemente heridos, deberíamos resistir el impulso de intervenir.
“Si usted los sobreprotege, ellos se volverán dependientes de usted para resolver sus problemas y sentirán que no pueden hacer nada para arreglar la situación que enfrentan”, advierte Debbie Pierce, consejera profesional privada con sede en Texas.
Recuérdese a sí mismo que sus hijos no siempre estarán con usted y el momento para enseñarles a enfrentar las adversidades es ahora. Muy a menudo, los niños se sienten más motivados a buscar soluciones cuando están en un mal momento.
3. Incúlqueles una actitud optimista
El optimismo y la resiliencia van de la mano. “Tener una actitud positiva nos empodera; elimina algo del estrés y nos hace sentir más energizados para hacer el trabajo difícil, porque es difícil seguir adelante”, dice la doctora Baruch-Feldman.
Podemos ayudar a nuestros hijos a mantenerse optimistas recordándoles el lado bueno de las cosas cuando están desanimados —las cosas que sí van bien, lo que tienen para agradecer o las lecciones que están aprendiendo de sus pruebas. De esta manera, no se centrarán sólo en lo negativo. Si su pequeño ha estado enfrentando una situación difícil por algún tiempo, felicítelo por su tenacidad.
Otra buena práctica es la de cierta jovencita que tiene un “diario de bendiciones”. “Cada noche escribo tres cosas buenas que pasaron ese día”, explica ella. “Luego, cuando me siento mal por algo, mis padres me animan a leer mi diario de bendiciones para recordar todo lo bueno de mi vida”. Esto la ayuda a permanecer positiva.
Por otro lado, tenga cuidado de no restarle importancia a los problemas de sus hijos. El clímax de una dificultad trágica, por ejemplo, no es el momento para decirles “mantén la cabeza en alto” o “mira el lado positivo”. Frases como éstas pueden hacerles sentir que están siendo corregidos por expresar sus más profundos sentimientos de dolor. La mayoría de los niños no estarán listos para ver el lado bueno de las cosas sino hasta haber hablado de sus emociones.
Decir en cambio: “Entiendo que esto es muy difícil para ti, pero también confío en que puedes superarlo”, valida sus sentimientos y les dice que usted cree en sus habilidades para resolver el problema.
“Usted quiere hacerles saber a sus hijos que reconoce que están en una situación difícil, pero no es algo imposible de superar y confía en que ellos pueden lograrlo”, dice Pierce. Esto fomenta el optimismo y conduce a la resiliencia.
4. Diríjalos hacia Dios
Por supuesto, nuestra fuente de fortaleza número uno es nuestra relación con Dios. Al fin de cuentas, es Él quien nos conduce a través de las pruebas, quien nos da el valor y la capacidad de navegar por las tormentas de la vida, y quien nos ayuda a recuperarnos y crecer. Pero, aunque usted sepa todo esto, no debe asumir que sus hijos tienen el mismo entendimiento. Traspáseles estas hermosas verdades a ellos.
Una manera efectiva de hacerlo es compartir sus experiencias personales. Cuando haya pasado por una prueba —ya sea de salud o financiera, un problema en el trabajo o las consecuencias de su propio error— compártalo con sus hijos. Obviamente, el nivel de lo que usted comparta dependerá de sus edades, pero esté dispuesto a compartir las lecciones que haya aprendido y la manera en que Dios le ayudó.
Pueden organizar un estudio bíblico familiar acerca de cómo Dios nos fortalece en los momentos difíciles. El libro de los Salmos en un excelente lugar para comenzar —especialmente estos pasajes 18:1-2, 32; 27:1; 31:21-24; 37:39; 46:1; y 138:3— así como Efesios 6:10; Isaías 40:29; 41:10; y Filipenses 4:13.
También es bueno comentar por qué Dios permite que tengamos pruebas. Romanos 5:3-4 nos dice que la tribulación produce un carácter a la manera de Dios. Ayude a sus hijos a comprender que Dios usa las pruebas para ayudarnos a desarrollar resiliencia, valor, paciencia y otras fortalezas, y para enseñarnos a confiar en Él. Es más fácil resistir cuando ampliamos la perspectiva y nos enfocamos en lo que Dios está haciendo en nuestra vida.
Lean las historias de héroes de la fe resilientes, como Moisés, José, Gedeón, David, Ezequías, Job y Pedro —personas que cometieron errores y enfrentaron dificultades, pero que con la ayuda de Dios soportaron el sufrimiento y siguieron adelante. Recuérdeles a sus hijos que Dios también los ayudará a ellos.
Cuando sus hijos pasen por pruebas, enséñeles a orar por fortaleza, resiliencia y la guía e intervención de Dios. Además, hágales saber que usted también orará por ello.
Jesucristo nos dijo que tendríamos aflicciones en esta vida (Juan 16:33). Es importante que como padres preparemos a nuestros hijos con los problemas relativamente menores que enfrentan ahora, para las pruebas mayores que pasarán como adultos.
Recuérdeles que no están solos. Siempre tendrán su amor y apoyo, y Dios siempre estará con ellos en las buenas y en las malas.