¿Por qué nació usted? Todos queremos que nuestra vida tenga sentido, aunque la mayoría todavía está buscando el propósito de la vida. ¿Qué quiere Dios de nosotros?
La mayoría de nosotros nos mantenemos tan ocupados entre el trabajo, las responsabilidades y nuestras actividades de descanso que hay poco tiempo para pensar profundamente acerca del significado de la vida.
Pero, ocasionalmente, algo dentro de nosotros nos hace sentir vagamente que debe haber algo más. Debe haber un propósito para nuestra vida—algo de significado o que necesita ser alcanzado.
Pensamientos como estos pueden venir a nuestra mente en esos momentos de transición emocional de nuestra vida: cuando nos vamos de la casa, obtenemos nuestro primer trabajo, nos casamos, tenemos hijos, o nos jubilamos.
Aun más, las preguntas acerca del propósito de la vida llegan cuando perdemos a un ser amado o a un amigo. Cuando se nos recuerda nuestra propia mortalidad puede llevarnos a analizar nuestra vida y buscar un significado más profundo de todo.
Es la pregunta filosófica más importante; sin embargo, al mismo tiempo, es profundamente práctica. Saber acerca de nuestro propósito le da dirección a nuestra vida. Una vida llena de propósito es una vida de vitalidad, energía y finalmente, éxito.
Entonces, ¿cuál es el propósito de la vida—de su vida?
Un gran experimento
¿Es el propósito de la vida buscar la felicidad—por medio de la comedia, música y otros entretenimientos? ¿Por medio de sustancias que alteran el estado de ánimo? ¿Por medio de la comida deliciosa y otras prerrogativas de los ricos y famosos?
¿O qué hay acerca de los grandes proyectos de construcción u otros grandes logros que harán que dejemos nuestra huella en el mundo y seamos recordados en el futuro?
Muchos han tratado con estos y otros medios similares, en su afán por encontrar el propósito de la vida. Un hombre rico experimentó especialmente con todas estas cosas y más, y sin embargo llegó a una conclusión desconcertante:
“No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo; y esta fue mi parte de toda mi faena. Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol” (Eclesiastés 2:10-11).
Dios le había dado al rey Salomón gran riqueza y sabiduría. Sus experimentos al buscar su propósito en la vida no los hizo a medias. Y el encontró alguna satisfacción en las cosas que el buscó.
Pero él, al igual que el resto de nosotros en momentos de reflexión, todavía se preguntaba: ¿es esto todo? ¿Son estas cosas físicas y temporales la razón por la que yo nací? Es algo tan vano y temporal—¡como tratar de atrapar el viento!
Si todo el dinero del mundo no puede comprar una vida significativa o aún darnos propósito, ¿qué nos enseña la pobreza?
Una honda perspectiva
Victor E. Frankl experimentó las profundidades de la miseria humana en el campo de concentración de Auschwitz, durante la Segunda Guerra Mundial. Poco después de la guerra, él escribió El hombre en busca de sentido, y describió las condiciones degradantes e inhumanas que experimentaban los prisioneros.
Aun durante una marcha en un amanecer congelado, después de haber sido golpeado con las culatas de los rifles, su mente luchaba por encontrar el sentido, por medio de vívidos pensamientos acerca de su esposa: “Un pensamiento estaba fijo en mí: Por primera vez en mi vida vi la verdad que es cantada en las canciones por muchos poetas, proclamada como la sabiduría final por tantos pensadores. La verdad—que el amor es la meta final y más alta a la cual puede aspirar el hombre. Luego entendí el significado del secreto más grande que la poesía y el pensamiento humanos pueden impartir: La salvación del hombre es a través del amor y en amor. Entendí cómo un hombre que no tiene nada en este mundo todavía puede conocer la felicidad, aunque sólo por un breve momento, en la contemplación de su amada. En una situación de total desolación, cuando el hombre no se puede expresar a sí mismo a través de una acción positiva, cuando su único logro puede ser en perseverar en sus sufrimientos de una forma positiva—una forma honorable—en semejante situación, un hombre puede, a través de la contemplación amorosa de la imagen que el guarda de su amada, alcanzar la realización” (pp. 56-57).
Que pensamiento tan hermoso y a la vez trágico. La esposa de Victor Frankl murió en el campo, y nunca tuvo la oportunidad de volver a verla.
El amor y la familia
El Dr. Frankl y los poetas estaban de acuerdo en algo. El amor y la familia son elementos esenciales del verdadero propósito de la vida. Pero hay mucho más de lo que el Dr. Frankl experimentó en aquellos breves momentos de felicidad. De hecho, hay mucho más en el propósito de la vida de todo ser humano, de lo que cada uno, aun en las mejores circunstancias, ha podido experimentar en su corta vida.
Todos nosotros, ya sea en un campo de concentración, un castillo hermoso o en una sala para enfermos de cáncer, nos enfrentamos a un mortal enemigo que nos roba la vida y el propósito. Ese enemigo es la muerte.
Pero el propósito que Dios tiene para nuestra vida va más allá de nuestros cuerpos físicos y nuestra vida temporal. Dios les ofrece a los seres humanos la oportunidad de prepararse ahora para tener una vida llena de propósito y significado—¡para siempre! Dios ha puesto “eternidad en el corazón de ellos” (Eclesiastés 3:11). Él no nos creó para ser consumidos como una vela en corto tiempo, sino para—si aceptamos la increíble misión y el propósito que tiene para nosotros—brillar “como las estrellas a perpetua eternidad” (Daniel 12:3).
La característica fundamental de Dios es amor (1 Juan 4:8). Él nos ha creado y nos ha dado propósito en la vida porque Él nos ama. ¡Y Él quiere que aprendamos el gozo eterno de su amor perfecto y completo! Y a medida que exploramos la Biblia, justo cuando pensamos que ya no puede ser mejor, ¡Sí lo es! Dios no sólo quiere amarnos y amarnos para siempre—Él quiere que seamos sus hijos. No sólo siervos, ni siquiera sólo amigos de Dios—sino literalmente sus hijos.
Hijos de Dios
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados Hijos de Dios” (1 Juan 3:1). Jesucristo no se avergüenza de llamar a sus fieles seguidores “hermanos” y su plan y nuestro propósito incluye ayudar a “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10-11).
Dios está expandiendo su familia, y el propósito de la vida es llegar a ser parte de esa familia. Él quiere que nosotros seamos sus hijos y herederos para siempre, ayudándolo a Él en su obra.
Inspirados por el propósito de la vida
Algunos han criticado a los cristianos por estar tan enfocados en las cosas celestiales que no le hacían ningún bien al mundo. Pero el verdadero cristianismo y el verdadero entendimiento del propósito de la vida son algo muy práctico y beneficioso para esta vida.
La Biblia enseña que esta vida es la preparación para la eternidad. Debemos aprender a tratar a otros como queremos ser tratados—por la eternidad. Nosotros cumplimos nuestras responsabilidades y crecemos en el carácter justo, divino, que nos va a permitir ser como nuestro padre, para siempre.
Ahora estamos siendo entrenados para una herencia increíble más allá de nuestra comprensión. Las cosas que ahora sufrimos nos preparan para este propósito. Las pruebas y dificultades son todas parte del proceso de entrenamiento para ayudarnos a estar listos para vivir y reinar con Cristo durante mil años, y más allá (Apocalipsis 20:4).
Al mirar atrás, consideraremos, como dijera el apóstol Pablo: “que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).
Explore en su propia Biblia este asombroso propósito de su vida. Esperamos que este sitio en la red, le ayude a entender y actuar según el propósito que Dios tiene para usted.