¿No sería grandioso que nuestras celebraciones nos ayudaran a entender el propósito de la vida y nos dieran esperanza para el futuro? ¡Pues en la Biblia encontramos fiestas que están diseñadas justamente para esto!
Hoy en día, el común de los cristianos espera con ansias las “grandes” celebraciones del año—la Navidad y la Domingo de Pascua encabezan la lista, y luego siguen el día de San Valentín y Halloween.
Pero ¿qué relación tienen estas fiestas con el propósito de la vida y nuestro diario vivir? ¿Y qué conexión tienen la una con la otra? ¿Describen algún tipo de plan o camino hacia una meta específica? Y, si es así, ¿cuál es esta meta?
Por lo menos la Navidad y el Domingo de Pascua son fiestas que supuestamente se enfocan en la figura de Jesucristo, nuestro Salvador. Supuestamente, tienen el propósito de conmemorar su nacimiento y resurrección respectivamente. Que cumplan o no este propósito es otra cosa (vea nuestra sección “Días santos vs. días festivos”).
Pero, ¿qué hay del plan?
Lamentablemente, las fiestas que la mayoría del mundo celebra—en especial aquellas como el día de San Valentín y Halloween—no corresponden a ningún tipo de plan u orden. Más bien, son fiestas arbitrarias, sin conexión entre sí y que no proporcionan ninguna guía para el diario vivir de un cristiano.
Aun en Navidad, Cristo es siempre representado como un bebé, condición en la cual no podría habernos instruido algo. Y, si bien el Domingo de Pascua supuestamente conmemora la resurrección de Cristo, quienes celebran esta fiesta se enfocan más en los conejos y huevos de Pascua que no tienen relación alguna con el cristianismo—de hecho, es bien sabido que son símbolos de fertilidad, comúnmente encontrados en tradiciones paganas provenientes de Roma y otras culturas.
¿Será este el mensaje que Dios quiere dar a sus hijos? ¿O hay algo más allá de esto?
¡Claro que hay algo más allá! Lo que estas fiestas no pueden darnos es la esperanza que proviene de comprender el plan de salvación que Dios tiene para la humanidad. Como bien sabía el apóstol Pablo, la presencia de Cristo en nuestro interior (a través del Espíritu Santo; Juan 14:16-17) sí nos guía hacia una futura esperanza—¡la esperanza de gloria! (Colosenses 1:26-27). Siempre ha habido—y aún hay—una esperanza cierta para nuestro futuro.
¿Dónde buscar?
Pero, ¿dónde podemos encontrar el anticipo de este porvenir? ¿Dónde encontramos los pasos de ese plan para nuestras vidas? ¿Dónde revela Dios la manera en que llevará a cabo su propósito de “llevar muchos hijos a la gloria” (Hebreos 2:10)?
Mucho tiempo atrás, Dios dio a su pueblo una serie de días apartados para ser celebrados y observados con un propósito. Estas son los mismos días que Jesucristo guardó durante su vida, y que los apóstoles y la Iglesia del Nuevo Testamento siguieron guardando después de su muerte. Pero estas celebraciones distan mucho de ser simples días de descanso, vacaciones y fiesta.
Para conocer el significado de estas fiestas, antes debemos comprender la importancia de la vida y muerte de Jesucristo. Como leemos en Hebreos 2, Cristo vino a la tierra como ser humano y pasó por los sufrimientos y pruebas que ello conlleva (vv. 10, 14, 18). Pero vino con el propósito de mostrarnos el camino a la salvación, siendo el primero en recorrerlo. Y comprender la razón de su sufrimiento y el sacrificio que hizo por nuestros pecados es el primer paso para entender el plan de Dios por la humanidad.
De hecho, esto es de tal importancia que, mientras Dios no nos pide que recordemos su nacimiento (del cual es imposible saber la fecha exacta) ni su resurrección, sí nos pide que conmemoremos su muerte (1 Corintios 11:23-26). Y como escribe el apóstol Pablo en 1 Corintios 11, los verdaderos elementos fundamentales para hacerlo, en la Pascua del Nuevo Testamento, son el pan y el vino. Esta es la Pascua del Nuevo Testamento de la cual Jesús habló a sus discípulos antes de ser arrestado, juzgado y crucificado (Lucas 22:14-20).
Pero ese es sólo el primer paso.
¿Fiestas santas en el Nuevo Testamento?
Más de 20 años después de la muerte y resurrección de Cristo, Pablo escribió una carta dirigida a la Iglesia en Corinto (una de las congregaciones gentiles a su cargo) donde no sólo menciona la fiesta de la Pascua, sino que además hace una clara referencia la fiesta de Panes Sin Levadura, que al parecer estaban celebrando en ese momento (1 Corintios 5:6-8; Levítico 23:5-7).
Estas dos primeras fiestas se centran en una de las lecciones fundamentales para la vida cristiana: la necesidad de vencer nuestra tendencia humana hacia la maldad y reemplazarla con cualidades piadosas, como la sinceridad y la verdad. En su carta, el apóstol Pablo estaba explicando el significado simbólico de la levadura—así como la levadura se extiende a lo largo de la masa, el pecado también se propaga en nuestras vidas si no lo impedimos con la ayuda de la naturaleza de Dios, su Espíritu.
Además de este, existen otros pasajes del Nuevo Testamento que indican que estaban familiarizados con estas celebraciones (Hechos 20:6; 12:4).
De la misma manera, una rápida mirada al Nuevo Testamento nos permitirá descubrir el siguiente paso en el plan de Dios, representado por el día de Pentecostés (conocido en el Antiguo Testamento como “Fiesta de las primicias” o “Fiesta de las semanas”—si desea más detalles, consulte Levítico 23:9-16).
En Hechos 2 encontramos una impactante historia que ocurrió en este día tan importante. Fue en un día de Pentecostés cuando Dios envió el Espíritu Santo a la Iglesia del Nuevo Testamento, proveyéndoles de un poder para hacer el bien que había sido inalcanzable para el ser humano hasta entonces. Más adelante, Hechos 2 también nos habla de la necesidad de arrepentirnos, sujetarnos a Jesucristo y recibir el don del Espíritu Santo (v. 38).
La cuarta fiesta santa—la fiesta de Trompetas (Levítico 23:23-25)—no es la excepción. Le invitamos a estudiar las referencias a “la última trompeta” y “la séptima trompeta” que encontrará en el Nuevo Testamento y descubrir su relación con la profecía del regreso de Cristo como Rey de reyes y Señor de señores—consulte Mateo 24:31; 1 Corintios 15:52; Apocalipsis 8:2; 11:15-18; 19:11-16. Al celebrar la fiesta de Trompetas, aprendemos que todo el que haya permanecido fiel a Jesucristo en esta vida será resucitado a vida eterna cuando Él regrese a la tierra para reclamar su justo lugar como administrador del reino de su Padre, que Él mismo establecerá.
Asimismo, el resto de los días mencionados en Levítico 23—donde se enumeran todas las fiestas santas de Dios—también fueron reconocidos por la Iglesia del Nuevo Testamento.
La mayoría de los eruditos e investigadores bíblicos concuerdan en que “el ayuno” mencionado en Hechos 27:9 es una referencia al día de Expiación (Levítico 23:26-32). Este día especial representa el tiempo de arrepentimiento que vendrá luego de que Cristo regrese a la tierra y Satanás sea atado para evitar que continúe engañando al mundo (Apocalipsis 20:1-3; Levítico 16:29, 21-22).
Además, Juan 7:2 indica claramente que el mismo Jesucristo celebró la Fiesta de Tabernáculos (mencionada en Levítico 23:39), de lo cual leemos más detalles a lo largo de este crucial capítulo (vv. 8, 11, 37). La referencia que encontramos del “gran día” de la Fiesta probablemente alude al séptimo y último día de esta celebración, después del cual Jesucristo se presentó y predicó en el templo, seguramente debido a la celebración del Octavo Día (Juan 8:1-2; Levítico 23:39).
La Fiesta de Tabernáculos y el Octavo Día (comúnmente conocido como “Último Gran Día”) anticipan el momento en que, tras el regreso de Cristo a la tierra, toda la humanidad tendrá la oportunidad de recibir el regalo de la salvación.
¡Esperanza para el futuro!
La clave es: estas fiestas se relacionan entre sí dando un bosquejo que ilustra el plan de Dios para sus hijos. Como escribió Pablo a los colosenses: “para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:25-27).
Usted puede conocer este misterio. Las fiestas bíblicas son días de verdadero y valioso regocijo, adoración y celebración; no días sin sentido escogidos al azar y llenos de símbolos y tradiciones paganas.
Afortunadamente, hay mucho más allá de esta vida física y temporal que podemos esperar. Como dijo Pablo a los corintios al hacer énfasis en la verdad de la resurrección: “Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1 Corintios 15:19). En el resto de este capítulo, el apóstol da más detalles acerca de esa esperanza futura, hasta llegar a la resurrección de los muertos en Cristo (vv. 50-55).
La extraordinaria verdad detrás de todo esto es que las fiestas que Dios reveló inicialmente al antiguo pueblo de Israel también tienen implicaciones importantísimas para los discípulos de Jesús del Nuevo Testamento—¡anticipan lo que nos espera en el futuro!
¿Le gustaría saber más sobre esto? Le invitamos a explorar los links de cada una de estas fiestas que se encuentran a la derecha de esta página. ¡Y a mantener encendida la llama de esperanza del futuro que le espera, estudiando y celebrando el maravilloso plan de salvación de Dios!