Hoy en día la desesperanza es un mal común. ¿Habrá algo que nos pueda librar de sus garras y nos abra paso a una vida mejor?
Todos nos hemos sentido perdidos y sin saber qué hacer con nuestra vida alguna vez. Pero a veces esa nube de incertidumbre puede convertirse en la horrible sensación de estar atrapados en un laberinto sin salida o en una casa del terror en que ninguna puerta lleva a ningún lado y la vida pasa de ser confusa a ser desalentadora y sin esperanza.
Esto fue exactamente lo que le sucedió a Chris Newell. En una entrevista con la BBC, Chris cuenta que luego de abandonar el colegio a los 14 años, se dedicó a buscar trabajo, pero aunque llegó a postularse a 10 empleos por semana, nunca lo llamaron. Decepcionado, recurrió al alcohol y las drogas hasta que a la edad de 20 años intentó suicidarse.
“Comencé a quedarme en la cama todo el día; no tenía razón para levantarme. Luego comencé a notar que mi salud mental empeoraba cada vez más e incluso llegué al punto de sentirme paranoico y nervioso cuando salía a la calle y tenía contacto con la gente.
“Creo que fue porque no tenía una rutina ni estructura, y tener eso es importante: algo por qué levantarse en las mañanas, algo por qué vivir. Me sentía muy mal”.
Chris se sentía inútil y sin rumbo. Sentía que no había salida ni esperanza y se hundió tanto que incluso trató de quitarse la vida.
Pero Chris no es el único. El mundo está lleno de personas que se sienten como él. Las situaciones que afrontan abarcan desde no tener trabajo, hasta deudas, enfermedad, soledad, adicción, sensación de impotencia o depresión; finalmente todos llegan a sentirse atrapados, desanimados y sin esperanza.
El resultado
Cuando alguien pierde la esperanza puede llegar a sentirse frustrado, desalentado, dolido, ansioso, estresado y enojado. A medida que se va hundiendo, la esperanza se va alejando cada vez más e incluso puede llegar a rendirse por completo y perder todo interés. Sigue viviendo sólo por inercia; más como un robot que como un ser humano con libre albedrío, determinación y potencial.
La desesperanza puede acabar con todo lo que nos hace humanos y despojarnos de toda la vida y resiliencia que nos queda.
Solidaridad y resiliencia humanas
Como a mí, le tranquilizará saber que la historia de Chris tuvo un final feliz. Recibió entrenamiento laboral y ayuda con su autoestima en una organización benéfica llamada Prince’s Trust y finalmente pudo conseguir un empleo que le dio estructura y propósito a su vida. Sin embargo, en el mismo artículo se cita un estudio que indica que cerca de 75.000 jóvenes en el Reino Unido se sienten tan desesperanzados como él se sintió.
Organizaciones como Prince’s Trust proporcionan una ayuda invaluable para quienes tocan fondo y les dan la oportunidad de recobrar esa inherente resiliencia humana que nos permite sobrevivir a las tormentas y giros de la vida. Sin duda son un primer recurso importante para rescatar a la gente de la desesperanza y de ninguna manera queremos desestimar sus esfuerzos.
Como todos sabemos, tener un trabajo y comodidades básicas no es suficiente para ser feliz. Podemos disfrazarlo con entretenimiento o soportarlo valientemente, pero en algún momento todos tenemos que enfrentamos con las preguntas fundamentales de la vida:
- ¿Cuál es el propósito de mi vida?
- ¿Moriré sin propósito tal como mueren los animales?
- ¿Acaso la vida es un laberinto sin salida?
Como dice Thomas Nagel en su libro What Does It All Mean? A Very Short Introduction to Philosophy [¿Qué significa todo? Una breve introducción a la filosofía]: “Si lo pensamos, todo esto parece no tener sentido. Mirándolo desde afuera, daría lo mismo si nunca hubiésemos existido, y cuando muramos dará lo mismo que lo hayamos hecho” (1987, p. 96).
No sólo los pobres y desamparados buscan significado y esperanza. Hasta el acaudalado y poderoso rey Salomón escribió: “Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 2:17). Salomón tuvo todo y lo intentó todo, pero su conclusión fue que ni el mejor de todos los seres humanos tiene un destino diferente al de un animal cuando la muerte llega (Eclesiastés 3:18-20).
¡Tiene que haber algo más!
La filosofía no puede darnos la esperanza que tanto buscamos, y como concluyó Salomón, el entretenimiento, la comida, la bebida, las propiedades, el poder, la riqueza, la música y la sabiduría humana no pueden darle sentido a la vida.
Afortunadamente la historia no termina ahí. El hecho de que el propósito de la vida no esté en las cosas físicas, no significa que la vida no tenga sentido. Nuestra vida tiene un propósito maravilloso en el Dios que nos creó y sólo Él puede darnos significado y esperanza (Eclesiastés 12:13).
Dios entiende
En la Biblia encontramos registrados muchos pensamientos y ruegos en medio de la angustia que demuestran lo bien que Dios sí entiende nuestro desaliento. Uno de ellos es la “oración del afligido que en su desesperación se queja ante Dios”, de Salmos 102:1-8.
Podemos estar seguros de que Dios escucha y “[considera] la oración de los desvalidos, y no [desecha] el ruego de ellos” (v. 17).
De hecho, tiene un mensaje y un plan para dar consuelo y esperanza al mundo entero por medio del Mesías que el profeta Isaías (otro acostumbrado a las dificultades) proclamó: “me ungió el Eterno; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad del Eterno, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados” (Isaías 61:1-2).
Jesucristo, cuya vida y muerte nos abrieron la puerta hacia una vida física con verdadero propósito y una vida abundante y llena de gozo por la eternidad.
Para Dios era tan importante darnos esta esperanza que hizo posible nuestro rescate por medio del sacrificio de su propio Hijo, cuya vida y muerte nos abrieron la puerta hacia una vida física con verdadero propósito y una vida abundante y llena de gozo por la eternidad.
Y mientras estemos en esta vida y tengamos que afrontar los problemas que se nos presentan, tenemos un “Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3-4).
Aferrándonos a la esperanza
¿Cómo hacer nuestra esta maravillosa esperanza y consuelo de Dios?
Salmos 107 describe varios tipos de personas que perdieron la esperanza por distintas razones ―como estar perdidos en el desierto, prisioneros o moribundos. Pero a pesar de sus dificultades, todos “clamaron al Eterno en su angustia, y los libró de sus aflicciones”, y esto es justamente lo que nosotros debemos hacer (vv. 4-6, 13, 19).
Dios conoce nuestros problemas, pero quiere que aprendamos a pedirle ayuda y alivio reconociéndolo como la única fuente de verdadera esperanza.
Como dice el apóstol Pablo: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:6-7).
Y cuando le hayamos pedido ayuda, también debemos tomarnos el tiempo de estudiar su Palabra para empezar a comprender su maravilloso plan: “Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4).
Podemos comenzar por leer algunas de las animadoras promesas de Dios, como la de Hebreos 13:5-6: “No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: el Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”.
Descubrir cómo Dios ha trabajado con otras personas y conocer sus promesas para el futuro nos ayudará a confiar y depender más de Él, e incluso puede inspirarnos a dar el importante paso que ordenó dar a su Iglesia desde el comienzo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).
El arrepentimiento implica dar un vuelco a nuestra vida para dejar los destructivos comportamientos que parecemos escoger tan naturalmente y comenzar a seguir el beneficioso camino que Dios ha diseñado para nosotros. El don del Espíritu Santo se encarga de transformar nuestra mente y llenar nuestro corazón del amor de Dios, que es la clave para alcanzar la segura esperanza de Dios (Romanos 5:5).
A medida que nuestra mente vaya cambiando, nuestro enfoque se irá haciendo cada vez más positivo, comenzaremos a tener una perspectiva más animadora de la vida y podremos vencer la oleada de negativismo que constantemente bombardea al mundo con más facilidad (Filipenses 4:8).
Y cuando hayamos experimentado la ayuda y la esperanza de Dios, querremos compartirlas con el resto. Es por esto que la Iglesia de Dios proclama el evangelio (buenas noticias) del plan y el futuro Reino de Dios con tanto ímpetu.
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Una esperanza cierta
Podrá parecer que el mundo no tiene rumbo y que nuestra vida no tiene esperanza, pero Dios existe y en su amor por nosotros nos ofrece una esperanza cierta. Sin Él no hay salida, pero con Él tenemos una “segura y firme ancla del alma” a qué aferrarnos (Hebreos 6:19).
Conozca más acerca del maravilloso plan de Dios para transformar su vida y el proceso que ha diseñado para que seamos cada vez más como Él en el folleto gratuito ¡Cambie su vida! Cuando Dios comience a trabajar con usted, podrá tener la firme esperanza de “que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:6).
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