Jesús sabía lo que iba a enfrentar: “Sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado” (Mateo 26:2).
Justo antes de su juicio y crucifixión, Jesús les pidió a sus discípulos que prepararan su última Pascua (Mateo 26:18-20). Esta tarde, conmemorada desde la época del Éxodo de Egipto, requería el sacrificio de un cordero sin defecto cuya sangre protegió a los israelitas en tanto que los primogénitos de los egipcios murieron (Éxodo 12:5-7; 12-14). El Nuevo Testamento aclara que este cordero representaba a Jesucristo. Como Juan el Bautista anunciara acerca de Jesús, “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Esta última Pascua era algo especial y Jesús les enseñó a sus discípulos nuevos símbolos que se convertirían en la base del servicio de la Pascua del Nuevo Testamento.
Primero, Jesús dio un ejemplo de amor y servicio al lavar los pies de sus discípulos (Juan 13:4-13). Luego les dijo: “Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:14-15).
Los símbolos del pan y del vino
Después del lavamiento de los pies, Jesús instituyó dos símbolos de gran importancia en la Pascua del Nuevo Testamento.
“Y mientras comían, tomó Jesús el pan, y bendijo, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo. Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:26-28).
Jesús dijo que el pan representaba su cuerpo. Él estuvo voluntariamente dispuesto a sufrir para llevar nuestras enfermedades y dolencias (Mateo 8:16-17; Isaías 53:3-5). Jesús es también el pan que hace posible la vida eterna a medida que le permitimos que viva en nosotros (Gálatas 2:20).
El vino representa su sangre derramada, dada para el perdón de nuestros pecados.
El apóstol Pablo repitió estas instrucciones de la Pascua acerca del pan y del vino en 1 Corintios 11:23-26. Él le recordó a la Iglesia, tanto a los judíos como a los gentiles, acerca de la vital importancia de este memorial que representa la muerte de Cristo y la renovación del compromiso que hicimos con Dios en el bautismo.
¿Por qué Cristo tenía que morir?
¿Por qué Jesús vino a la tierra como ser humano para morir? A causa del pecado—los pensamientos y acciones destructivas que van en contra de la voluntad de Dios (1 Juan 3:4).
Dios revela su forma de pensar y su forma de vida por medio de la Biblia, y especialmente por medio de los 10 mandamientos y de sus positivas y benéficas leyes que nos muestran cómo quiere que vivamos. Cuando quebrantamos sus leyes, automáticamente nos acarreamos castigos, y especialmente la pena de muerte—la muerte eterna. Todos merecemos esta pena (Romanos 3:23; 6:23).
Dios, en su perfecta justicia eterna, cobra esta pena; pero en su increíble misericordia, ¡Jesucristo estuvo dispuesto a pagar la pena por nuestros pecados! “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16). Cristo dio su vida para que pudiéramos arrepentirnos y ser salvos (1 Timoteo 2:4).
Este es el solemne y a la vez gozoso mensaje de la Pascua anual.
Este es el primer paso en el plan de salvación de Dios. El segundo paso está representado en la segunda fiesta, la Fiesta de Panes Sin Levadura.