¿Qué significado tiene la Pascua en el Nuevo Testamento? ¿Por qué es diferente la Pascua del Nuevo Testamento? ¿Cómo celebran la Pascua los hijos de Dios?
La Pascua se menciona 29 veces en 27 versículos del Nuevo Testamento. Jesucristo celebró la Pascua a lo largo de toda su vida, y los Evangelios se enfocan especialmente en su última Pascua, la noche antes de que fuera crucificado.
¿Pascua, Cena del Señor, Comunión o Eucaristía?
Generalmente, el tema de la Pascua del Nuevo Testamento es mal interpretado. Las iglesias cristianas con frecuencia se refieren a comer el pan y tomar el vino como la Cena del Señor, como la Comunión (compañerismo o compartir) o como la Eucaristía (dar gracias). Algunos hacen esto semanal, mensual o trimestralmente.
No obstante, la palabra Pascua es bíblica e indicada para esta conmemoración anual. Los discípulos le preguntaron a Cristo dónde debían preparar la Pascua (Mateo 26:17). Pablo también les dijo a los corintos que cuando se reunieran para seguir el ejemplo de Cristo de tomar el pan y el vino: “esto no es comer la cena del Señor” (1 Corintios 11:20). Si usted desea aprender más acerca de este tema, lo invitamos a ver “Preguntas y respuestas acerca de la Pascua bíblica”.
La Pascua y el perdón
¿Qué debemos entender acerca de la Pascua del Nuevo Testamento? Los hijos de Dios que celebran la Pascua del Nuevo Testamento recuerdan cada año que Cristo ofreció su cuerpo y su sangre para que nuestros pecados fueran perdonados.
Jesucristo pagó la pena de muerte que nosotros merecíamos por nuestros pecados y se convirtió así en nuestro sacrificio mediador para que fuéramos perdonados. Éste es un tema fundamental en toda la Biblia y en el plan de salvación de Dios.
Profecías de la Pascua
Incluso antes de que se escribieran los detalles de la Pascua del Antiguo Testamento en el libro de Éxodo, podemos leer dos profecías que nos permiten vislumbrar el significado de la Pascua del Antiguo y del Nuevo Testamento.
La primera profecía la da Dios en el Jardín del Edén. Satanás, en forma de serpiente, engañó a Eva para inducirla a pecar y la convenció para que comiera del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal (Génesis 3:1-6).
Debido a este pecado, Adán y Eva fueron expulsados del Jardín del Edén y se les impidió tomar del fruto del árbol de la vida, y a Satanás le fue pronunciada una maldición.
Siempre debemos agradecer y alabar a Dios por el sacrificio de Cristo que nos liberó del pecado y la muerte.
Ya que el pecado (desobediencia a Dios) fue el problema desde el inicio, Dios reveló la solución: la futura simiente de Eva, Jesús el Mesías, iba a herir la cabeza de aquel que originó el pecado—Satanás la serpiente (Génesis 3:15).
El apóstol Juan, básicamente definió el concepto de herir la cabeza de Satanás, resumiendo el propósito por el cual Dios envió a Jesús a la Tierra: “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8).
Cristo fue sacrificado desde la fundación del mundo. Ése era el plan que Dios tenía con el Verbo desde el principio: venir y ofrecer su vida. Jesús sí deshizo las obras del diablo, pero primero ofreció su vida.
La “obra” de Satanás es tratar de que todo el mundo peque y fracase en su intento por heredar el Reino de Dios. Pecado es infracción de la ley (1 Juan 3:4). ¿Cuál es la solución? Cristo va a destruir la obra de Satanás; las personas se van a arrepentir y van a dejar de pecar (v. 6), y aquellos que se arrepientan van a obtener el perdón de sus pecados (1 Juan 1:9).
Una segunda profecía que también nos permite entender conceptos acerca de la Pascua, la encontramos 400 años antes de la Pascua del Antiguo Testamento. Dios se le apareció a Abraham y le hizo una promesa de pacto: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Génesis 22:18, énfasis añadido).
El apóstol Pablo citó este versículo en Gálatas 3:8. La simiente es Cristo. En otras partes de las Escrituras, las bendiciones se definen como apartarse del pecado y heredar el Reino de Dios (Hechos 3:25-26; Mateo 5:3-11; 6:33).
La nación de Israel descendía de Abraham, y eventualmente Israel habitó en Egipto durante muchos años y se convirtió en una gran nación. Luego vinieron los problemas. Un faraón que no los conocía comenzó a gobernar y “amargaron su vida con dura servidumbre” (Éxodo 1:8-14, énfasis añadido).
Egipto se convertiría en un símbolo del pecado, el cual esclaviza a todos los seres humanos, así como el antiguo Egipto esclavizó a los israelitas (Hebreos 11:25-26). Dios liberó a los israelitas de su cautiverio, con todo lo que esto implica para los hijos de Dios actualmente.
La Pascua del Antiguo Testamento, un modelo de la Pascua del Nuevo Testamento
La Pascua del Éxodo era sólo un ejemplo de lo que iba a ocurrir cuando Jesucristo fuera crucificado. Por ejemplo, el sacrificio de la Pascua del Antiguo Testamento liberó a Israel de la esclavitud en Egipto; el sacrificio de Jesucristo, “el cordero de Dios” de la Pascua, liberó al mundo de la esclavitud del pecado (Juan 1:29).
Dios decidió el momento especifico en el que Israel sería liberado. Esto ocurrió justo después de que los israelitas sacrificaran corderos y pintaran el dintel de la puerta con su sangre, lo que precedió a la muerte de todos los primogénitos de las personas y bestias de Egipto (Éxodo 12).
La Pascua del Antiguo Testamento debía ser un modelo de la Pascua del Nuevo Testamento. Israel fue liberado de Egipto al comienzo del día 14 del primer mes del calendario hebreo —el día que quedó establecido para las futuras pascuas.
La primera Pascua incluyó el sacrificio de corderos pascuales, cuya sangre fue esparcida en la parte lateral y superior del marco de las puertas para que Dios pudiera “pasar sobre” los israelitas, y no destruir a sus primogénitos a la medianoche. Luego Dios comenzó a liberar a los israelitas. El libro de Éxodo relata cómo los israelitas salieron de Egipto (un símbolo del pecado). De manera milagrosa cruzaron el mar Rojo —y sus captores se ahogaron— cuando iban caminado hacia la Tierra Prometida.
Pero esto era sólo un anticipo de lo que Cristo llevaría a cabo cuando Dios, por medio de Él, hiciera posible que la humanidad se liberara del pecado.
El apóstol Pablo comparó la salida de los israelitas de Egipto a través del mar Rojo con nuestro bautismo, y comparó el milagro de que Israel bebiera agua de una roca, con nosotros beber de Cristo, nuestra roca espiritual (1 Corintios 10:1-4). Así como Dios envió a Moisés para liberar a Israel de ese ambiente pecaminoso y de la esclavitud en Egipto, Dios envió a su hijo Jesús, el Cristo, para liberar del pecado a la humanidad.
Jesucristo: nacido para liberar a la humanidad del pecado
Cuando nació Cristo, un ángel les declaró a los pastores: “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10-11). Antes de que Jesús naciera, a José le fue declarado que “él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:20-21, énfasis añadido).
Treinta años después, Juan el Bautista presenta a Jesús: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29, énfasis añadido).
¡Jesucristo vino a liberar a la humanidad de la esclavitud del pecado!
¿Cómo nos libera Cristo de la esclavitud del pecado? La respuesta la encontramos en la afirmación que Jesús hizo en la Pascua: “porque esto es mi sangre del nuevo pacto” (Mateo 26:28). Había un problema con el Antiguo Pacto que Cristo iba a solucionar con el Nuevo Pacto.
La falla del Antiguo Pacto
Recuerden, el problema de la humanidad es el pecado —quebrantar la ley de Dios. El pacto que Dios le dio a Israel se basaba en la ley de Dios, los Diez Mandamientos (Éxodo 34:28). Pero había una falla en ese pacto.
“Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto… Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo… Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades” (Hebreos 8:7-8, 10, 12, énfasis añadido).
Estos versículos nos ayudan a entender por qué es tan importante la Pascua del Nuevo Testamento.
La falla del Antiguo Pacto no estaba en las leyes como tal. El pueblo era la falla. La humanidad es carnal, vendida al pecado (Romanos 7:14).
Para solucionar el problema del pecado Dios estableció el Nuevo Pacto y, al hacerlo, prometió plasmar las leyes que habían sido trasgredidas en los corazones y mentes de aquellos que aceptan el pacto. Luego serían perdonados, recibirían el Espíritu Santo y por consiguiente contarían con la ayuda de Dios para obedecer.
Resumen de los resultados de la Pascua del Nuevo Testamento
Un resumen del apóstol Pablo evidencia el resultado de la Pascua del Nuevo Testamento: fuimos esclavos del pecado y ahora somos siervos de la justicia (Romanos 6:17-18).
Siempre debemos agradecer y alabar a Dios por el sacrificio de Cristo que nos liberó del pecado y la muerte.
Seguir el ejemplo de Cristo en la Pascua del Nuevo Testamento
Cada año, los hijos de Dios recuerdan estas cosas cuando celebran la Pascua del Nuevo Testamento. Se comprometen de nuevo con el nuevo Pacto. Recuerdan que “nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros” (1 Corintios 5:7). Cumplen con el mandato de Cristo de “lavarse los pies los unos a los otros” (Juan 13:14) y por lo tanto, aprenden a servir haciendo lo mismo que Él hizo.
Cada año los hijos de Dios guardan la Pascua del Nuevo Testamento con los símbolos del pan sin levadura partido y del vino, y siguen el resumen de las instrucciones de Cristo que el apóstol Pablo les trasmitió:
“Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo, tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” (1 Corintios 11:23-25).
Si usted tiene alguna pregunta acerca de cómo celebran la Pascua del Nuevo Testamento los hijos de Dios en la actualidad, lo invitamos a utilizar la pestaña de “Pregúntenos”.