No tenemos que vivir mucho tiempo en este planeta para ver la injusticia, la opresión y la más abyecta maldad.
Vemos a personas ricas explotando a las más pobres, escuchamos de entrenadores y sacerdotes que abusan de los niños, nos enteramos acerca de hombres perversos que trafican con fugitivos.
Con demasiada frecuencia pareciera que los culpables de esa gran maldad se salen con la suya, en tanto que aquellos que tratan de hacer lo mejor que pueden, no corren con la mejor suerte. Aún más perturbador es el hecho de que la injusticia prevalece hasta la muerte. ¿Por qué algunos de los impíos disfrutan la vida hasta el final, en tanto que algunos inocentes mueren jóvenes o están en agonía, o ambos?
Y tenemos también el dilema del misionero. ¿Qué sucede con todas las personas alrededor del mundo que aún en la actualidad nunca han entendido el evangelio de Jesucristo? ¿Terminarán todos en el lago de fuego? ¿Ha permitido Dios que la salvación sólo esté disponible para una minoría pequeñísima de todos los que han vivido alguna vez? ¿Cómo podría un Dios justo permitir algo así?
La vida no es justa —pero, ¿por qué?
Para tratar de entender nuestro mundo de injusticia, remontémonos al principio. Dios nos dice que Él creó al hombre y a la mujer y los puso en un jardín precioso. La vida entonces era algo sencillo. Dios claramente les explicó las reglas de causa-efecto que debían conocer. Él quería que ellos disfrutaran el maravilloso mundo que les había dado gratuitamente, pero era necesario que le obedecieran y no comieran del fruto de un árbol que no era bueno para ellos (Génesis 2:15-17).
Sin embargo, pronto un vendedor muy hábil (el diablo, que se apareció como una serpiente) trató de convencerlos de que Dios les estaba mintiendo. Al tomar el fruto del árbol prohibido, ellos no sólo se acarrearon las destructivas consecuencias que Dios les había advertido que tendrían, sino que también rechazaron efectivamente el camino de vida benéfico y justo de Dios. Ellos escogieron el camino de Satanás, que produce injusticia, opresión y maldad (lea más acerca de esto en nuestros artículos de Vida, Esperanza y Verdad: “Adán y Eva y los dos árboles” y “El árbol de la vida”).
La Biblia nos dice que actualmente el mundo entero está “bajo el maligno” (1 Juan 5:19). Satanás continúa mintiendo, matando y promoviendo los estilos de vida autodestructivos, pecaminosos, para luego tratar de convencernos de que Dios es quien es injusto.
Perspectiva y paciencia
La vida no es justa, pero esto es obra de Satanás y nuestra propia elección. Satanás ha deformado todo el sistema y algunas veces el sistema recompensa temporalmente al impío y castiga al inocente.
Desde la perspectiva de Dios, la causa y el efecto prevalecerán. Las demoras temporales terminarán. A aquellos que claman a Dios en su sufrimiento, se les dice que deben esperar pacientemente por la intervención de Dios (Salmo 37:7-9). Será hecha justicia.
Excepto en algo.
Dios tenía una razón para crearnos, y Él no quiere que recibamos exactamente lo que nos merecemos. La justicia demanda la pena de muerte por el pecado —y todos hemos pecado (Romanos 3:23; 6:23). Así que en vez de destruirnos a todos, Dios ha planeado otra manera de hacer las cosas.
¿Qué queremos realmente: justicia o misericordia?
Naturalmente odiamos la injusticia. Pero nuestro sentido de justicia puede ser fácilmente distorsionado. Es fácil ver la injusticia y el pecado en otros. Justificamos muy rápidamente nuestros propios pecados e injusticias.
Pero si pudiéramos verlo todo claramente desde la perspectiva de Dios, ¿seguiríamos buscando la perfecta justicia de Dios? O, ¿suplicaríamos por misericordia?
La más grande injusticia
Cuando entendemos que nuestros pecados (nuestra desobediencia a las leyes perfectas de Dios) nos han acarreado la pena de muerte, entendemos que nuestra única alternativa es pedir misericordia. ¿Pero cómo puede un Dios perfectamente justo perdonar el pecado? Su justicia requiere sangre —muerte— como pago por el pecado. Sin ello ningún ser humano podría recibir la vida eterna.
Pero: “de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).
Jesucristo estuvo dispuesto a morir en lugar nuestro —pagar la pena de muerte por usted y por mí. Él no hizo nada que mereciera la muerte. Él nunca pecó. Como Hijo de Dios, su vida es mucho más valiosa que todas las vidas humanas juntas.
Cuando usted analiza estos hechos, ¿no es la muerte de Jesús el castigo más injusto de todos? Sin embargo, Él voluntariamente se dio a sí mismo para hacer posible que nosotros nos arrepintiéramos y fuéramos perdonados. Su sacrificio hizo posible su misericordia.
Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, nos comprometemos a darle un giro radical a nuestra vida. Reconocemos la necesidad de dejar de pecar y empezar a obedecer las buenas leyes de Dios.
El apóstol Pedro hizo un bosquejo del proceso: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Dios borra por completo la lista de nuestros pecados y nos da las arras de la vida eterna como sus hijos.
Podemos estar eternamente agradecidos porque en el plan de Dios “la misericordia triunfa sobre el juicio” (Santiago 2:13).
¿Qué hay acerca de los miles de millones que nunca han creído en Cristo, y los miles de millones que han muerto sin haber oído acerca de nuestro único Salvador?
El deseo de Dios
Pablo escribió que Dios nuestro Salvador: “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
¿Se refiere esto sólo a las personas que nacieron en naciones cristianas? Él no está limitado por la geografía, barreras del idioma o aun la muerte. En muchos pasajes con frecuencia malentendidos, Él muestra cómo todo aquel que haya vivido tendrá una oportunidad de salvación. No es una segunda oportunidad, como algunos piensan. La Biblia describe la segunda resurrección como una primera oportunidad.
Antes de examinar estos pasajes acerca del día bíblico del juicio, veamos lo que en la Biblia significa la palabra juicio.
¿Qué quiere decir la Biblia con juicio?
¿Sabía usted que actualmente la Iglesia está siendo juzgada por Dios? Pedro escribió acerca del juicio que comenzaba con nosotros: “Porque es tiempo de que el juicio comience con la casa de Dios” (1 Pedro 4:17). Este juicio puede significar más que simplemente dictar sentencia —en este caso se refiere a que toda la vida cristiana está siendo evaluada por Dios a medida que la vivimos. El juicio, tal como Dios lo considera, puede ser en realidad una oportunidad de salvación.
Apocalipsis 20:12 habla acerca de un juicio futuro, después del reinado de mil años de Cristo en la Tierra (v. 4). Ya que la resurrección al comienzo de los mil años es llamada “la primera resurrección”, este juicio inmenso del “resto de los muertos” (v. 5), podría ser llamado la segunda resurrección.
Juan escribió: “Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros según sus obras” (v. 12).
¿Cómo será este tiempo de juicio, especialmente para aquellos que nunca han tenido entendimiento del significado de los libros de la Biblia por los cuales están siendo juzgados? ¿Acaso nuestro amoroso Dios, quien “desea que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad”, no les dará también la oportunidad de arrepentirse y un período de evaluación tal como Él lo está dando a la Iglesia en la actualidad?
¿Cómo será el día del juicio más tolerable para Sodoma?
Podemos aprender más acerca de este tiempo en las palabras de Jesús mismo. En varios pasajes Él habló acerca de cómo las personas paganas e impías encontrarían más tolerable este día de juicio que las personas que habían rechazado las mismísimas enseñanzas de Jesús. Veamos un ejemplo de esto:
“¡Ay de ti Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta hoy. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti” (Mateo 11:21-24).
Las personas de las ciudades perversas de Tiro, Sidón y Sodoma, todas se han acarreado la pena de muerte, al igual que todos los seres humanos. Pero Jesús dijo que debido a que ellos no habían tenido la misma oportunidad de arrepentirse que las personas a las cuales Él sí les predicó, las cosas serían “más tolerables” para ellos en el día del juicio.
A menos que usted piense que es una broma cruel de nuestro Creador —el que amó y murió por todas las personas— esto no puede significar que todos ellos ya habían sido sentenciados al infierno (lo que la Biblia llama el lago de fuego). La implicación aquí, tal como en Apocalipsis 20, es que las personas serán resucitadas, se les permitirá entender la Biblia y arrepentirse de sus pecados y según Ezequiel 37, recibir el Espíritu Santo:
“Y sabréis que yo soy el Eterno, cuando abra vuestros sepulcros, y os saque de vuestras sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi Espíritu en vosotros, y viviréis” (vv. 13-14).
Cuando todo haya sido dicho y hecho, será claro que Dios es totalmente justo y equitativo, y aún más importante para todos nosotros, ¡su misericordia permanece para siempre!
Lea más acerca de esta enseñanza tan poco comprendida de la Biblia en nuestro artículo “¿Está la mayoría de las personas perdida para siempre?”.