La humildad: por qué es importante

La humildad no está muy valorada hoy en día. Pero la Biblia muestra que no es sólo una característica agradable —es esencial para agradar a Dios.

La arrogancia no es ciertamente una de las características más deseables en una persona. Las personas que son arrogantes, centradas en sí mismas y que se consideran superiores a los demás ¡son tan molestas! Son altivas, egoístas, egocéntricas e indiferentes ante las necesidades de los demás.

Para muchos, la arrogancia de los demás es una molestia y una fuente de frustración, pero nada más. La mayoría preferiría que los demás no fueran arrogantes, pero la sociedad no valora realmente lo contrario: la humildad. Las personas seguras de sí mismas parecen tener éxito, mientras que los humildes son pisoteados.

Sin embargo, una mirada a la Biblia, muestra que Dios hace gran énfasis en la humildad —y condena el orgullo en todas sus manifestaciones.

Dios aborrece la soberbia

“Seis cosas aborrece el Eterno, Y aun siete abomina su alma,” comienza la lista de cosas que Dios aborrece absolutamente. No son cosas que molestan a Dios, a su mascota o algunas frustraciones menores. Ésta es la lista de cosas que Dios no tolera. La primera cosa en esta lista es “los ojos altivos” (Proverbios 6:16-17).

Dios va más allá de aborrecer el orgullo. El orgullo es tan ofensivo que en realidad “resiste a los soberbios”, mientras que, por el contrario, “da gracia a los humildes” (Santiago 4:6).

Dios también demanda humildad de aquellos que deciden seguirle (Miqueas 6:8). Es al humilde que Él va a mirar, no al arrogante (Isaías 66:2). El contraste es tan fuerte que la Biblia dice: “El Eterno asolará la casa de los soberbios; Pero afirmará la heredad de la viuda” (Proverbios 15:25). Las posesiones de los soberbios serán destruidas, mientras que Dios cuidará y protegerá a los humildes, como las viudas.

¿Por qué el orgullo y la humildad son tan importantes para Dios?

Cómo entró el orgullo en escena

Los seres humanos generalmente ven el orgullo en los demás como una molestia, pero nosotros tenemos dificultades para verlo en nosotros mismos. Dios ve el orgullo exactamente como es: un terrible instigador del mal.

El universo era originalmente ideal y lleno de paz. Todo era perfecto. No había conflictos, confusión, violencia, maldad o destrucción.

Entonces las cosas empezaron a cambiar. Poco a poco, uno de los ángeles más grandes de Dios comenzó a pensar en lo grande que era. El ángel, al que a menudo se le llama Lucero, comenzó a pensar que era aún más grande que el mismo Dios. A medida que su orgullo crecía, aparentemente corrompió a un tercio de los otros ángeles y organizó una rebelión contra el mismo Dios del cielo (Isaías 14:12-15; Ezequiel 28:11-19; Apocalipsis 12:7-9). Para más información acerca de cómo Lucero se convirtió en Satanás, lea “Satanás: un perfil”.

El orgullo y el plan de Dios

Para entender completamente por qué Dios aborrece el orgullo y estima tanto la humildad, es necesario entender lo que Dios tiene planeado para la humanidad. Esta vida física no es todo lo que hay —es un tiempo para prepararse para una vida sin límites que mora en la eternidad.

La humanidad fue hecha con un propósito: el de convertirse en hijos e hijas de Dios mismo (2 Corintios 6:18; Hebreos 2:10). A aquellos que se conviertan en hijos de Dios se les dará un poder asombroso.

Ese poder no lo puede tener cualquiera. Dios sólo lo dará a aquellos en quienes confía para que lo usen sabiamente. Si Él le diera ese poder a alguien tan arrogante como Satanás, el potencial para el mal y la destrucción sería inimaginable.

Es vital que aprendamos la lección de la humildad ahora —en esta vida física. El orgullo destruye, devasta y corrompe. Es vital que aprendamos la lección de la humildad ahora —en esta vida física. El orgullo destruye, devasta y corrompe. Ningún miembro de la familia de Dios puede tener orgullo. Dios no lo tiene, y sus Hijos tampoco lo tendrán.

Para más información acerca del propósito de la vida del hombre, lea nuestro artículo “El propósito de la vida”.

El ejemplo de Dios

Dios es superior a la humanidad en todos los aspectos imaginables. A pesar de esto, Dios nos ama lo suficiente como para tratar con nosotros y, más sorprendente aún, está dispuesto a compartir todo lo que Él es y todo lo que tiene con nosotros.

Cuando Jesucristo estaba en la Tierra, nos reveló la mente del Padre (Juan 5:19). El ejemplo que Cristo dio fue de humildad (Lucas 22:27; Juan 13:1-16). La voluntad de Cristo de hacerse humano y sacrificarse a sí mismo por su creación fue el acto supremo de amor y humildad (Filipenses 2:5-7).

Cómo destruye el orgullo

El orgullo es un sentido exagerado de autoestima, o pensar que somos más importantes de lo que realmente somos. El orgullo ocurre cuando nuestra perspectiva se distorsiona tanto que pensamos que somos superiores a los que nos rodean. Destruye las relaciones y es lo opuesto al amor según Dios.

El orgullo nos hace olvidar que las naciones son insignificantes comparadas con Dios (Isaías 40:15). El orgullo nos hace pensar que no necesitamos a Dios. A medida que el hombre se engrandece a sí mismo, Dios eventualmente es sacado del panorama por completo (Romanos 1:18-25).

Pensar que no necesitamos a Dios es uno de los errores más grandes que podamos cometer. Satanás —el ser arrogante que inició todo el mal que vemos en el mundo— sigue siendo “el gobernante de este mundo” (Juan 14:30). Su objetivo es la destrucción total de cada uno de los seres humanos que existen. La única manera en que podemos evitar que logre esa meta es: “Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:7-8).

El desagradable futuro del orgullo

En los últimos días, antes del regreso de Cristo, el orgullo llevará a la humanidad al borde de la destrucción total. El apóstol Pablo hizo una lista de las características predominantes que hombres y mujeres tendrán en los tiempos finales, y no es una lista bonita. Las descripciones van desde los traidores hasta los que no tienen autocontrol y hasta los arrogantes (2 Timoteo 3:1-5).

Estas características —incluyendo la soberbia o el orgullo— harán que la humanidad desafíe a Dios. Cuando Él haga que las plagas golpeen la Tierra con el propósito de llevar a la humanidad al arrepentimiento, muchos serán demasiado arrogantes para volverse a Él. Ellos se enojarán y blasfemarán contra Dios en vez de someterse humildemente a su voluntad (Apocalipsis 16:9, 11, 21).

Al final, los hombres orgullosos serán humillados, y Satanás será apartado.

Mientras tanto, depende de nosotros destruir el orgullo de nuestra vida y desarrollar la humildad que había en la mente de Cristo. Si hemos de ser exaltados como miembros de la familia de Dios, entonces debemos humillarnos ahora (Lucas 14, 11). Así de importante es la humildad.

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