Su nombre era Goldie y era una de mis tías favoritas. Murió de cáncer en el seno a la edad de 41 años. Ella vivía en una granja cercana y era la hermana mayor de mi madre.
Cuando era niño y trabajaba en la granja, mi tía Goldie horneaba tortas pequeñas para nuestro almuerzo, mientras descansábamos un poco. Parecían más galletas que tortas y eran deliciosas con un vaso de leche.
Aunque nunca asistió a la iglesia, ella era bautista y su funeral fue conducido por el ministro local bautista. Como era típico de la época, el cuerpo fue preparado en la funeraria local y después lo trajeron a la casa. Ahí permaneció hasta el momento del funeral.
Era muy joven y no recuerdo mucho, pero sí me acuerdo de que me hacía preguntas. No podía entender cómo el ministro local podía afirmar dogmáticamente que la tía Goldie no estaba realmente muerta. Él nos aseguró que ella se había ido al cielo desde donde nos estaba mirando. ¿Verdad? Eso parecía incomprensible para mí. Yo había visto el cuerpo muerto en el ataúd, entonces, ¿cómo podría ella estar viva?
El funeral de una compañera de clase
Estas preguntas me acompañaron hasta que ocurrió algo parecido unos pocos años después, cuando tenía 12 años. Un día, una maestra del sexto grado nos anunció que a una de nuestras compañeras, Bárbara, le habían diagnosticado leucemia. Pocas semanas después nuestra profesora nos informó que Bárbara había muerto y el funeral sería llevado a cabo en una pequeña iglesia que estaba cerca de nuestra escuela.
La clase fue cancelada el día del funeral de Bárbara para que todos pudiéramos asistir. Había una gran multitud y varios de nosotros tuvimos que quedarnos en el atrio de la iglesia. No podíamos ver el funeral, pero podíamos oír al ministro predicando acerca de Bárbara y nuevamente nos dijo que: “ella no estaba realmente muerta, sino que desde el cielo nos estaba observando”.
A la edad de 12 años, tenía las mismas preguntas que tuve cuando murió la tía Goldie; pero ahora era diferente. Estaba convencido de que la tía Goldie y Bárbara estaban muertas de verdad y estaban esperando la resurrección. No estaban en el cielo, ni tampoco en el fuego del infierno. Para esta época había descubierto la maravillosa verdad de las Escrituras. Estaba convencido de que cuando morimos uno no va al cielo ni al infierno; lo entierran y está esperando la resurrección.
La idea de un alma inmortal
La idea de que tenemos inmortalidad por medio de un alma inmortal no es algo nuevo y realmente podemos rastrearla hasta las religiones paganas mucho antes de que Jesucristo anduviera por esta Tierra como un ser humano. Ésta es la explicación que encontramos de esta creencia en un sitio cristiano:
“La enseñanza inequívoca de la Biblia es que todas las personas, sean salvas o perdidas, van a existir eternamente, en el cielo o el infierno. La verdadera vida o vida espiritual no cesa cuando nuestros cuerpos terrenales fallecen y mueren. Nuestras almas vivirán para siempre, ya sea en la presencia de Dios en el cielo si son salvos, o en el castigo del infierno si rechazamos el don de Dios de la salvación”.
El origen de esta doctrina
¿Está respaldado esto en las Escrituras? ¿Dónde encontramos el origen de esta doctrina? En realidad, usted tal vez se sorprenda al saber que esto se remonta al jardín del Edén.
“Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que el Eterno Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: ¿No comáis de todo árbol del huerto? Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Génesis 3:1-5; énfasis añadido).
Dios les dijo a Adán y a Eva: “ciertamente morirás” (Génesis 2:17), si decidían comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Pero la serpiente, Satanás, les dijo a Adán y a Eva que ellos no morirían. Ambos conceptos no pueden ser verdad.
¿Qué es el hombre?
Para entender este tema, necesitamos comenzar con una pregunta aún más básica. ¿Qué es el hombre? Si podemos responder esta pregunta, podemos determinar si el hombre tiene un alma inmortal.
David se preguntó en el Salmo 8:4-5: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites? Le has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra”.
“Los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.”
El hombre fue creado mortal y sujeto a muerte, pero con el potencial de vivir eternamente en la familia de Dios.
Encontramos la creación del hombre en Génesis 2:7: “Entonces el Eterno Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.
No hay mención de un alma inmortal en esta descripción. De hecho, en hebreo, la palabra utilizada para “ser” es nephesh, que es la misma palabra usada para “alma” en todo el Antiguo Testamento.
¡La verdad es que el hombre es un alma! No tiene un alma. Y la Biblia deja claro que el “alma que pecare, esa morirá (Ezequiel 18:4, 20). En verdad, esto no suena para nada a que el hombre tenga “un alma inmortal”.
Lo que dicen las Escrituras acerca de la muerte
¿Qué pasa cuando muere un ser humano? Si confiamos en las Escrituras y no en las ideas propagadas por los seres humanos, encontramos que cuando muere alguien, su cuerpo deja de funcionar, cesa su actividad cerebral y los “muertos nada saben” (Eclesiastés 9:5).
Jesucristo afirmó enfáticamente que nadie había ascendido al cielo (Juan 3:13). En Hebreos 11:13 leemos que Abraham, Isaac, Jacob y los profetas “Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido”. Pedro afirmó que David estaba muerto y enterrado y que “su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy” (Hechos 2:29).
Jesucristo habló de una resurrección de todos los que han muerto (Juan 5:25), sin mencionar nunca a un alma llegando al cielo antes de esta resurrección. Él afirmó que en el momento de la resurrección “los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán”. Realmente están muertos y no pueden “oír” la voz del hijo de Dios hasta la resurrección.
Un espíritu en el hombre
Aunque el concepto del alma inmortal no se encuentra en la Biblia, hay una referencia al espíritu en el hombre. No es lo mismo que un alma inmortal, viviendo en el hombre. El espíritu en el hombre es mencionado en seis escrituras (Proverbios 20:27; Eclesiastés 3:21 y 12:7; Job 32:8; Zacarías 12:1; y 1 Corintios 2:11-12). Y cada una de esas escrituras se refiere a la esencia espiritual que regresa a Dios al momento de la muerte y no a un alma que existe en el hombre.
El apóstol Pablo explica el espíritu en el hombre en 1 Corintios 2:11: “Porque, ¿Quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios”.
El hombre fue hecho del polvo de la tierra. Dios sopló vida física en él y le dio una esencia espiritual que lo separa de los animales. Su cerebro tiene un elemento espiritual que no puede ser visto por rayos X o una resonancia magnética y regresa a Dios en el momento de la muerte (Hechos 7:59), y hace posible una resurrección.
Leemos en Romanos 6:23: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.
Si la vida eterna es un don, ¿cómo podemos recibirlo? Las Escrituras nos muestran que eso es algo para el futuro. Actualmente el hombre es mortal y está destinado a morir una vez y después de esto viene el juicio (Hebreos 9:27). Para enfrentar el juicio, el hombre necesitará ser resucitado (Apocalipsis 20:10-12).
La esperanza de la resurrección
Nunca olvidaré la primera vez que vi un cuerpo en un ataúd y cómo me sentí de sorprendido cuando me dijeron que “ella no está realmente muerta”. Sabía en mi interior que mi tía Goldie y mi amiga Bárbara estaban muertas. No poseían almas inmortales que pudieran vivir sin sus cuerpos en el cielo. Satanás es quien les dijo a Adán y a Eva “No moriréis”; pero Dios había declarado: “ciertamente morirás”.
La única esperanza para aquellos que han muerto y los que van a morir es la resurrección, no un alma inmortal. El entendimiento de esta verdad de que nuestros seres queridos volverán a vivir nos ofrece consuelo y ¡es la única esperanza real de la humanidad!
Puede leer más acerca de esto en nuestro folleto gratuito: El último enemigo: ¿qué sucede realmente después de la muerte?
Recuadro: La enseñanza bíblica acerca de la humanidad
Los seres humanos, tanto el hombre como la mujer, fueron creados a imagen de Dios con el potencial de compartir la naturaleza divina de Dios como hijos en su eterna familia. Los seres humanos son seres mortales que dependen de la respiración y están sujetos a la corrupción y a la decadencia. Ellos no tienen un alma inmortal ni poseen vida eterna en estos momentos. La vida eterna es un don de Dios, dado únicamente a aquellos que aceptan su llamamiento y los términos y condiciones expresados en las Escrituras. Dios les dio a Adán y Eva la oportunidad de elegir la vida eterna al obedecerlo a Él, o la muerte por el pecado. Adán y Eva sucumbieron al pecado al desobedecer a Dios. Como resultado de ello, la muerte entró en el mundo. Todos los seres humanos han pecado y por lo tanto están sujetos a la muerte. En el plan de Dios está dispuesto para todos los hombres que “mueran una vez”.
Respaldo bíblico: Génesis 1:26; 2 Pedro 1:4; Hebreos 9:27; 1 Corintios 15:22; Romanos 3:23; 5:12; 6:23; 8:16-17. (De la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial, Creencias fundamentales).