De la edición Julio/Agosto 2016 de la revista Discernir

El hijo pródigo: Una parábola con un significado que se pasa por alto

La historia es una de las más famosas y queridas de todas las enseñanzas de Cristo, y nos ofrece una lección descuidada que sigue estando vigente para nosotros en la actualidad.

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De todas las parábolas que Jesús relató, la que representa el hijo pródigo tal vez sea la más conmovedora y recordada. Descrita en el Expositor´s Bible Commentary [Comentario Bíblico del Expositor] como: “tal vez la corona y flor de todas las parábolas”, esta historia sólo aparece una vez en la Biblia —sólo se encuentra en el Evangelio de Lucas. A medida que leemos el relato, no podemos menos que sentirnos extasiados por la historia del amor del padre por su hijo rebelde.

La historia es muy corta. Un padre tenía dos hijos, y cuando el menor llegó a la mayoría de edad, le pidió que le diera su parte de la herencia. El padre le concede su petición y pronto su hijo se va para otro país, donde malgasta su riqueza con una forma de vida suntuosa en la que desperdicia y hace toda clase de gastos innecesarios.

Después de que ha malbaratado todo su dinero, escasamente logra sobrevivir con un empleo en el que cuidaba cerdos. Hambriento y sin dinero, él empieza a recapacitar. Decide volver donde su padre y pedirle perdón por su necia conducta. Espera que su padre lo acepte tan solo como uno de sus siervos. Para su sorpresa, y el disgusto de su hermano mayor, su padre le da la bienvenida a su hijo menor, con una gran celebración (Lucas 15:11-32).

Cuando entendemos que esta parábola es una historia imaginaria para ilustrar un punto espiritual, podemos percibir rápidamente que Jesús está usando este relato para enseñarnos del amor que Dios el Padre tiene por cada uno de nosotros. Y, si bien todos hemos sido pecadores, como lo fue el hijo pródigo, es consolador, reconfortante, y sí, es casi incomprensible que Dios el Padre esté dispuesto a aceptarnos de regreso, dados los errores que hemos cometido.

Este resumen de la parábola es muy conocido y nos sentimos muy conmovidos al entenderlo. Pero ahora, analicemos lo que no es tan comúnmente percibido acerca de esta historia y lo que este conocimiento nos debiera motivar a hacer.

El contexto

Tener en cuenta el contexto del pasaje bíblico con frecuencia nos ayuda a entender mejor su significado, y éste es el caso con la parábola del hijo pródigo. El escenario de esta parábola lo encontramos en Lucas 15:1-2, donde vemos a los fariseos y a los escribas criticando a Jesús por compartir y comer con pecadores. Estos líderes religiosos judíos del primer siglo no pensaban que fuera apropiado para una persona de Dios interactuar de esta manera con aquellos que no eran justos.

La acusación de los fariseos y los escribas preparó el escenario para tres parábolas (la tercera de ellas fue la del hijo pródigo), en las que Jesús les enseña a estas autoridades judías y a nosotros en la actualidad, cómo trata Dios con los pecadores.

 Algunas veces los principios importantes son repetidos en la Biblia para hacer énfasis. Éste es el caso cuando Jesús le pidió tres veces a Pedro que apacentara sus ovejas (Juan 21:17). Para responder a la reprensión de los fariseos y escribas, registrada en Lucas 15:1-2, Jesús mencionó tres parábolas que le dieron énfasis a su respuesta.

La primera parábola es acerca de la oveja perdida (Lucas 15:4-7). En esta historia, el pastor tiene 100 ovejas. Cuando se le pierde una de ellas, él deja las 99 restantes para ir a buscar la que se le ha perdido. Después de encontrarla y traerla a casa, se alegra con sus amigos y vecinos.

En la Biblia, con frecuencia el pueblo de Dios es  llamado ovejas o el rebaño de Dios (Mateo 26:31; Lucas 12:32; Juan 21:17; Hechos 20:28-29). A los pastores se les advierte que deben pastorear “el rebaño de Dios” (1 Pedro 5:2), y al referirse a Jesús, dice que es el “príncipe de los pastores” (v. 4). El punto de la parábola es que Dios desea traer a todos los que están perdidos (pecadores) a una relación con Él, y se alegra cuando ellos se arrepienten.

La segunda parábola es de una mujer que pierde una de sus 10 monedas de plata. La mujer enciende una lámpara y barre y busca cuidadosamente por toda su casa buscando la moneda perdida. Cuando la encuentra, también se regocija con sus amigos y sus vecinos (Lucas 15:8-10).

Algunos se han preguntado por qué se le da tanta importancia a la pérdida de una sola moneda. Los comentarios han sugerido que esto puede deberse a dos razones. Primero, el dueño de casa tal vez era pobre y la moneda, aunque no era mucho en sí misma, podría bajo esas circunstancias ser muy importante para la familia. Segundo, la moneda que se perdió podría haber formado parte de una banda para la frente compuesta de 10 monedas que simbolizaban un voto matrimonial —algo similar a lo que en la actualidad representa una argolla matrimonial.

Similitud de las parábolas

Veamos el tema común de las tres parábolas. Bien sea que se trate de una oveja perdida, una moneda perdida o un hijo perdido, hay gozo y regocijo cuando lo que estaba perdido es recuperado.

También hay una progresión interesante en estas parábolas desde una perspectiva numérica y su valor. El Expositor´s Bible Commentary [Comentario bíblico del expositor] anota: “no se trata únicamente de una progresión matemática, puesto que lo que se pierde se incrementa de una centésima parte a una décima, y después a una mitad del todo, sino que además el valor intrínseco de la pérdida se aumenta en las series correspondientes. En la primera parábola era una oveja perdida, una pérdida que podría reemplazarse pronto, y pronto se olvidaría también; en la segunda, era una moneda perdida y, como hemos visto, la pérdida era de algo más valioso que el oro, aun honor y carácter, en tanto que en la tercera era ‘un hijo perdido’” (comentarios acerca de Lucas 15:1-32).

Las tres parábolas de Lucas 15 también responden la pregunta planteada por las autoridades judías y era tipificada por el hermano mayor en la tercera parábola —si era apropiado o no que Jesús tuviera en cuenta o aun se mezclara con pecadores. Las parábolas muestran que a Dios sí le importan los seres humanos y se regocija cuando son rescatados de los problemas. Y así también deberíamos hacerlo nosotros.

La razón de la celebración y la aceptación

Si bien muchos han notado que la parábola del hijo pródigo y las dos parábolas que la anteceden en Lucas 15 señalan hacia el amor de Dios por la humanidad, muchos han perdido de vista la enseñanza que hay en ellas, que es la razón de la celebración de Dios.

Hablando de la parábola de la oveja perdida, Jesús explicó: “Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento” (v. 7). Y más adelante, al hablar de la parábola de la moneda perdida, dijo: “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente” (v. 10).

Al continuar con el tema del arrepentimiento, vemos lo que el hijo pródigo le dijo a su padre cuando regresó: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo” (v. 21). El regocijo de Dios el Padre y su familia espiritual, que incluye a los ángeles, es producto del arrepentimiento.

Arrepentimiento: un tema central en la enseñanza de Cristo

El énfasis de Jesús en el arrepentimiento no era un tema nuevo que estaba tocando en estas parábolas. Con frecuencia, Él hablaba de la necesidad que tenemos de arrepentirnos.

Cuando comenzó su ministerio público, Jesús dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17, énfasis añadido). Al resumir cuatro elementos clave de las enseñanzas de Cristo, Marcos lo registró cuando Jesús le dijo a las personas: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15, énfasis añadido). Y en dos ocasiones, cuando las personas murieron en sucesos inesperados, Él anotó: “…antes, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3, 5).

Ya que el arrepentimiento es un tema tan importante para todos los que quieren ser parte de la familia eterna de Dios, no debe sorprendernos que Jesús incluyera esta enseñanza en la parábola del hijo pródigo y en las dos parábolas que la preceden en Lucas 15.

El título de la parábola

Cuando se trata de los nombres que se les ha dado a las parábolas de Jesús, notamos que no necesariamente son los que Cristo les ha dado. La Biblia no nos da específicamente nombres para las parábolas. Los seres humanos les hemos dado nombres que nos ayudan a identificarlas y recordarlas.

La parábola del hijo pródigo no es un mal nombre, porque sí nos ayuda a recordar la enseñanza de Cristo. Pero esta parábola podría haberse llamado de una forma diferente. El Expositor´s Bible Commentary [Diccionario bíblico del expositor], afirma: “Llamamos la parábola del hijo pródigo, pero también podría haberse llamado, con iguales méritos, la parábola del padre desconsolado, porque la historia entera se cristaliza alrededor de este nombre, repitiéndolo, de una forma u otra, no menos de 12 veces”.

Jesús dijo que Él venía a revelar al Padre (Mateo 11:27; Lucas 10:22), y la parábola del hijo pródigo realmente lo hace. De hecho sí tenemos un Padre Celestial que desea inmensamente que cada uno de nosotros se arrepienta de sus pecados, para que podamos ser parte de su familia eterna.

La parábola del hijo pródigo es una historia maravillosa y sorprendente. Pero es más importante aun lo que se ha pasado por alto en su mensaje, y esto es que todos tenemos que arrepentirnos.

Si desea aprender más acerca de cómo quiere Dios que nos arrepintamos, vea los artículos en la sección “Arrepentimiento: ¿qué significa el arrepentimiento?”, de Vida, Esperanza y Verdad.”

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