Dios tenía planes para el día de reposo desde el principio, y esos planes lo involucran a usted. La Biblia nos enseña por qué el día de reposo sigue siendo relevante en la actualidad.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1).
Aquí es donde empieza nuestra historia.
El libro de Génesis describe luego una Tierra que se encontraba “desordenada y vacía” (v. 2). Las palabras hebreas que se usan aquí son tohu y bohu —un estado de confusión y caos.
A medida que el relato de la creación avanza, vemos que día tras día Dios va transformando el caos en que se hallaba la Tierra hasta crear el paraíso, gradualmente alejándola más del tohu y bohu en el que estaba.
Durante los primeros tres días, Dios se enfocó en poner límites para organizar la Tierra y hacerla hermosa. Ilumina el mundo dividiendo la luz de la oscuridad; crea la atmósfera, dividiendo el agua de las nubes del agua en la superficie; y junta las aguas de abajo para dividir la tierra seca de los océanos y los mares.
A partir del tercer día, Dios también empieza a establecer los patrones que seguirá la vida en la Tierra. Crea las plantas del mundo, cada una diseñada para reproducirse según su especie. Crea el sol, la luna y las estrellas del cielo para que señalen el paso del tiempo y dividan el día de la noche. Llena el mar, el cielo y la Tierra con una gran variedad de criaturas, cada una capaz de reproducirse según su especie.
Y luego, como su último acto de creación en el sexto día, Dios crea a la raza humana “a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (v. 27).
Todas las otras formas de vida, desde el producto de la tierra, hasta las aves del cielo, las criaturas del mar y las bestias, fueron diseñadas para multiplicarse según sus especies. Y a los humanos también se les instruye: “Fructificad y multiplicaos” (v. 28); pero Dios hizo al hombre diferente. Su especie era la especie de Dios —los seres humanos fuimos creados según la imagen misma de nuestro Creador. Dios además puso al hombre sobre toda su creación física y le dio dominio de “todas las bestias que se mueven sobre la tierra” (v. 28).
En seis días, Dios transformó la Tierra de un estado de tohu y bohu a un estado de orden y belleza. Día tras día, la Tierra se fue llenando de propósito y dirección, “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Y fue la tarde y la mañana el día sexto” (v. 31).
¿Por qué descansó Dios?
Pero en el séptimo día, Dios hizo algo extraño.
Dios descansó.
¿Por qué? No es que necesitara descansar. Los seis días de creación no lo dejaron exhausto o sin energía. Como dice Isaías: “¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es el Eterno, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio” (Isaías 40:28).
Sin embargo, en el relato de la creación leemos: “acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2:2-3).
El verbo “reposó” en español se traduce del término hebreo sabath en el texto original, que implica detenerse, terminar o parar una actividad. Aunque Dios no estaba cansado, descansó para terminar su obra de creación.
Pero… ¿por qué?
El versículo anterior nos da una pista. Luego de terminar su trabajo, “bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó”.
Dios hizo algo especial con el séptimo día
Bendito y santificado
Es fácil pasar por alto el significado de estas palabras que suenan tan religiosas. Pero ambas le agregan un énfasis excepcional a ese momento de reposo divino.
William Mounce explica que la palabra hebrea traducida como bendecir “indica la acción de pronunciar cosas buenas acerca del receptor”, notando que “cuando Dios bendice, no se trata de un deseo infructuoso, sino de una expresión poderosa y transformadora que cumple su propósito” (Mounce’s Complete Expository Dictionary of Old and New Testament Words [Diccionario expositivo completo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento de Mounce], “Bendecir”). Y cuando Dios santifica algo, lo aparta con un propósito.
Al bendecir y santificar el séptimo día de la semana, Dios no se refería a un solo período de 24 horas. Estaba pronunciando una bendición especial para ese día, y esa bendición sería para siempre.
Lecciones del mandamiento del sábado
El propósito santo del séptimo día no es obvio inmediatamente en el relato de Génesis. De hecho, en la Biblia transcurren muchos años antes de que se nos revele más acerca de este día.
Cuando Dios le dio sus Diez Mandamientos a Israel, le dijo que Él era dueño del sábado: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para el Eterno tu Dios; no hagas en él obra alguna” (Éxodo 20:8-10, énfasis añadido).
Luego Dios establece un vínculo entre la observancia del sábado con su shabat en Génesis: “Porque en seis días hizo el Eterno los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Eterno bendijo el día de reposo y lo santificó” (v. 11).
Como parte de su pacto con Dios, los israelitas debían abstenerse de trabajar en el día de reposo de Dios. De hecho, debían permitir que todo y todos los que estuvieran bajo su círculo de influencia —su familia, su ganado e incluso los extranjeros que vivieran en su territorio— pudieran descansar (v. 10).
El sábado era un componente fundamental de la identidad de Israel como el pueblo de Dios. Él les dijo: “En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy el Eterno que os santifico” (Éxodo 31:13).
Si los israelitas valoraban y honraban el día que Dios había santificado durante la semana de creación, obedeciendo todos sus mandamientos, Dios los santificaría a ellos como “especial tesoro sobre todos los pueblos” (Éxodo 19:5).
Una cerca alrededor de la Torá
Pero Israel no santificó el día de reposo de Dios. De hecho, se olvidaron constantemente de guardarlo y tampoco vivieron según los estándares perfectos de Dios.
Tras siglos de desobediencia, Dios permitió que su pueblo fuera hecho esclavo por otras naciones “porque no pusieron por obra mis decretos, sino que desecharon mis estatutos y profanaron mis días de reposo, y tras los ídolos de sus padres se les fueron los ojos” (Ezequiel 20:24, énfasis añadido).
Como una respuesta defensiva, la religión judía que sobrevivió, comenzó a elaborar “una cerca alrededor de la Torá” (tratado del Talmud Pirkei Avot 1:1; compare con Pesahim 2b:12), agregando restricciones adicionales a las instrucciones de Dios.
Por ejemplo, el Mishna judío enumera 39 categorías de trabajo que están prohibidas en el sábado (tratado Shabbat 7:2), de las cuales se derivan cientos y cientos de subcategorías prohibidas descritas en 24 capítulos. La gran mayoría de estas supuestas restricciones no fueron establecidas por Dios; son cercas bien intencionadas que se crearon para proteger la ley.
Es fácil para un pueblo que perdió su tierra debido a la desobediencia seguir ese curso de pensamiento que condujo a esa conclusión. Si los líderes religiosos ampliaban y endurecían las leyes de Dios, incluso cuando las personas violaran las restricciones adicionales, estarían muy lejos de quebrantar las verdaderas leyes de Dios.
Pero la ley de Dios no necesita protección; necesita ser obedecida. Añadirle restricciones sólo transformó “la perfecta ley, la de la libertad” (Santiago 1:25) en algo difícil y frustrante de guardar.
En el momento en que Jesucristo comenzó su ministerio, el día de reposo se había convertido más en una carga que en una bendición.
Una y otra vez, los líderes religiosos de la época acusaron (erróneamente) a Jesucristo de quebrantar la santidad del sábado. Veían la sanidad como una forma de trabajo y se ofendían cuando Jesús hacía milagros en sábado. (Cristo siempre les recordaba que ésa era una restricción creada por el hombre, no por Dios. Vea Mateo 12:10-13; Lucas 14:1-6; Juan 5:6-16; 7:21-24.)
Cuando los discípulos de Cristo arrancaron y comieron unos pocos granos del campo, “los fariseos le dijeron: Mira, ¿por qué hacen en el día de reposo lo que no es lícito?” (Marcos 2:24). Los fariseos consideraban el acto de arrancar grano (por poco que fuera) como cosechar, y cosechar en sábado estaba prohibido por Dios en Éxodo 34:21.
Cristo aprovechó esta oportunidad para demostrar que los fariseos accidentalmente habían puesto en entredicho el propósito del sábado con todas sus reglas. Les dijo: “El día de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de reposo. Por tanto, el Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo” (Marcos 2:27-28).
El día de reposo fue hecho por causa del hombre
Pero la verdadera bendición del sábado va más allá del descanso físico. Este día sagrado, que se remonta a la semana de la creación, también se extenderá hacia la eternidad.
Esta breve y sencilla respuesta debería transportarnos en el tiempo —sacarnos de los sembrados de grano del Medio Oriente en el primer siglo— y llevarnos al inicio de la creación, cuando el mundo estaba en un estado de tohu y bohu.
Esta vez, mientras observamos cómo Dios quita la confusión y el caos día a día, creando límites y patrones, organización y divisiones, podemos hacerlo desde otra perspectiva. Esta vez, podemos leer sabiendo que esa semana de creación se va llevando a cabo progresivamente con el fin de que su punto culminante sea el séptimo día. Esta vez, conocemos la razón.
“Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Génesis 2:2-4).
El séptimo día fue un regalo para la humanidad. Un regalo para nosotros.
Un regalo para usted.
Cómo sacar provecho del regalo del sábado
Desde el principio de la historia registrada, Dios bendijo y santificó el día de reposo. Lo apartó como una bendición perpetua, un período de 24 horas en el que se nos ordena que dejemos de trabajar tal como Dios lo hizo.
En lugar del trabajo que llena (y a menudo consume) el resto de los días, Dios nos ordena tomar un descanso en el séptimo día de la semana, el cual fue santificado desde el principio de la historia como el día de reposo. Éste es un día para edificar una relación más profunda y significativa con nuestro Creador, en el cual Él nos ayuda a quitar el tohu y bohu de nuestras propias vidas.
Jesús les dijo a los fariseos que Dios no creó a la raza humana sólo para que guardara el sábado. Dios creó el día de reposo como una bendición santificada para su pueblo a través de la historia.
Es cierto, hay algunas reglas para guardar el sábado, pero las reglas que importan fueron dadas por Dios, no por los hombres. Cuando “[llamemos] delicia” al día de reposo —entonces “[nos deleitaremos en el Eterno]” (Isaías 58:13-14).
Queda un reposo para el pueblo de Dios
Pero la verdadera bendición del sábado va más allá del descanso físico. Este día sagrado, que se remonta a la semana de la creación, también se extenderá hacia la eternidad.
El autor del libro de Hebreos habla acerca de ese primer día de reposo, cuando “reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día” (Hebreos 4:4), y reconoce que los israelitas nunca encontraron el reposo que Dios les había ofrecido. De hecho, debido a su desobediencia, Dios dice: “juré en mi ira, no entrarán en mi reposo” (v. 3).
Pero hay más: “puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia… Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios” (Hebreos 4:6, 9).
En el versículo 9, el autor usa una palabra griega especial para “reposo”. Ésta es la única vez que ese término aparece en el Nuevo Testamento. La palabra es sabbatismos, que se refiere específicamente al acto de guardar el día de reposo. En otras palabras, el versículo 9 nos dice que el pueblo de Dios aún tendrá la oportunidad de guardar ese día, “Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas” (v. 10).
Este aspecto del día de reposo se refiere a nuestro descanso definitivo de esta vida física, cuando nos hayamos despojado “de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:1-2).
Cuando la carrera termine y nuestra vida física acabe, dejaremos de trabajar por un tiempo. El día de reposo señala el verdadero descanso que vendrá cuando nuestro Señor y Salvador nos levante de la tumba y diga “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:23).
El día de reposo fue hecho a causa del hombre, no el hombre a causa del día de reposo.
El día de reposo fue hecho para usted.
Para descubrir más acerca del sábado de Dios, puede descargar nuestro folleto gratuito El sábado: un regalo de Dios que hemos descuidado.