El internet inundó al mundo con información, y no estábamos preparados.
Una oleada interminable de pensamientos, opiniones e ideas que parece no tener fin ni dar tregua. Hay mucho más contenido del que cualquiera podría elaborar en mil vidas, y nos hemos convertido en el receptáculo de un torrente de información cuyo caudal no deja de aumentar. ¿Cómo se supone que procesemos todo? ¿Cómo se supone que lo revisemos todo y encontremos lo que realmente importa?
Tan único como pueda ser el internet, ésta no es la primera vez que tenemos este problema. Créalo o no, los europeos se vieron en un dilema similar poco después de que un hombre llamado Johannes Gutenberg inventara la imprenta -un invento que cambiaría el mundo para siempre.
Hasta ese momento, los libros eran un bien escaso y costoso; pero, de la noche a la mañana, se volvieron asequibles y de fácil acceso. Como en una inundación, de pronto libros llenos de pensamientos, opiniones e ideas comenzaron a cruzar las fronteras culturales y políticas, y su contenido era mucho más de lo que cualquiera podía procesar.
De repente, la Europa del siglo XV y XVI se vio enfrentada a una serie de preguntas que no son ajenas para nosotros: “¿Cómo se supone que lo procesemos todo? ¿Cómo se supone que lo revisemos todo y encontremos lo que realmente importa?”
¿La respuesta para ellos? Los libros de citas célebres o commonplace books.
El arte de seleccionar y recopilar
Los libros de citas célebres existen con un fin específico: recolectar lo bueno y tenerlo a mano. Como los diarios, en un principio eran proyectos personales escritos a mano; pero, a diferencia de éstos, su fin era recolectar pensamientos, citas y comentarios de otras personas.
Muchas de las grandes figuras de la historia llevaron sus propios libros de citas célebres. Desde Thomas Jefferson hasta Francis Bacon, y desde Walt Whitman hasta Napoleón Bonaparte, los libros de citas han sido utilizados por pensadores, visionarios, príncipes y pobres como catálogos personales de pensamientos y frases que les parecían importantes.
En el prólogo de A New Method of Making Common-Place-Books [Un nuevo método para crear libros de citas célebres] (1706), John Locke anima a sus lectores a “extraer sólo aquellas cosas que son escogidas y excelentes, ya sea por el tema en sí mismo, o por la elegancia de la expresión”.
Hoy, 310 años después, estos libros están lejos de extinguirse. Su versión manuscrita podrá ya no ser tan común, pero seguramente todos conocemos al menos alguna versión moderna de los libros de citas célebres. Está Evernote, por ejemplo. O Tumblr. O Pinterest. Todas plataformas diseñadas para coleccionar los pedazos del mundo que nos parecen importantes, los pedazos que nos parecen dignos o significativos.
Y ésa es precisamente la esencia de los libros de citas: tener un depósito de ideas progresivo y en desarrollo que crezca con nosotros y se expanda en la medida en que interactuamos con el mundo a nuestro alrededor -tener un catálogo personal de “cosas que son escogidas y excelentes”.
Una colección de costumbres religiosas
Sólo hay un problema: coleccionar citas o ideas implica mirar una obra y decir: “Me gusta esto; esto no. Esto es bueno; esto no es para mí”. Y claro, cuando se trata de literatura, películas o cosas de ese tipo, todo está bien. Pero cuando hacemos lo mismo con cosas como la filosofía y la religión -cuando tomamos de aquí y allá e intentamos crear un cuadro con varias perspectivas opuestas juntas- entonces empiezan los problemas.
Esto sucede todo el tiempo. Vivimos en un mundo en el que prácticamente todo es personalizable; todo se puede editar y ajustar a nuestras preferencias, ¿y por qué no la religión? Hay cientos de religiones en el mundo, muchas de ellas milenarias. ¿Por qué no tomar lo mejor de cada una y mezclarlo para crear algo a nuestra medida?
Porque es imposible. Por eso.
Rompecabezas sin sentido
Si las religiones del mundo fueran rompecabezas, tomar costumbres religiosas de aquí y allá sería como tomar nuestras piezas favoritas de cada rompecabezas e intentar unirlas. Simplemente no funciona. No puede funcionar. Esas piezas no están diseñadas para ir juntas, y aún si las encajáramos a la fuerza, ¿cuál sería la imagen final?
Sería un desastre, un total e ininteligible desastre.
Digamos que a usted le gusta practicar la versión budista de la meditación, pero al mismo tiempo le gusta orarle a un poder superior. Bueno, se encontraría con algunos problemas. En primer lugar, la meditación budista se centra en la creencia de que el universo es una ilusión; pero, si está meditando acerca de su propia inexistencia, ¿a qué poder superior se supone que va a orarle? ¿Cómo podría unificar estos dos conceptos? ¿Cuál sería la imagen final de ese rompecabezas?
Sencillamente, no hay una imagen final; y, mientras más piezas agreguemos al rompecabezas, más confuso se vuelve todo. El resultado sería una especie de “Biblia de costumbres religiosas célebres” llena de ideas que suenan bien pero que son imposibles de unificar (y a menudo se contradicen). Sería una Biblia que tal vez haga el intento de explicar qué hacer, pero fallará por completo cuando se trate de explicar por qué hay que hacerlo.
Pero hay un camino mejor.
Quitar y agregar
La Santa Biblia está llena de advertencias acerca del peligro de fragmentar sus instrucciones. Moisés le dijo a Israel: “No añadiréis a la palabra que yo os mando, ni disminuiréis de ella” (Deuteronomio 4:2); y en el libro de Proverbios leemos: “Toda palabra de Dios es limpia… No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso” (Proverbios 30:5-6).
El apóstol Juan también advierte a los lectores de Apocalipsis: “Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida” (Apocalipsis 22:18-19).
¿Por qué es tan enfática la orden de no modificar la Biblia? Porque si empezamos a ver la Biblia como un simple libro del cual podemos sacar ideas interesantes, perderemos de vista el panorama completo. Desordenaremos las piezas del rompecabezas, y nos será imposible ver lo que Dios está haciendo realmente.
Y lo que Dios está haciendo realmente es increíble.
El panorama completo
La Biblia habla de muchas cosas que sólo tienen sentido dentro de un todo:
Por ejemplo, habla de su propósito en la vida (Eclesiastés 12:13). Habla de la razón de su existencia (Romanos 8:18). Habla de lo que Dios espera de usted (Miqueas 6:8), y le muestra qué hacer cuando inevitablemente se aleje de cumplir sus expectativas (Hechos 2:38). Habla de los límites que debe evitar si desea tener una vida satisfactoria (Deuteronomio 10:13). Y habla de las relaciones humanas importantes en su vida y de cómo alimentarlas (Efesios 5:17-33).
Pero la perspectiva de la Biblia va mucho más allá de usted. También habla acerca del mundo (Génesis 1:1), por qué está como está (Romanos 1:18-25) y qué piensa hacer Dios al respecto (Romanos 8:19-23). Habla de un plan para acabar con la maldad y el sufrimiento para siempre (Apocalipsis 21:4) -un plan para ofrecer esperanza a cada hombre, mujer y niño que haya existido (Apocalipsis 20:12).
Ése es el panorama completo de la Biblia, la cual fue creada e inspirada por un Dios que lo invita a “[Examinarlo] todo; [retener] lo bueno” (1 Tesalonicenses 5:21). Pero con la Biblia, es todo o nada. Hacer nuestra propia colección de ideas religiosas es el camino garantizado hacia un rompecabezas de piezas que no encajan y una imagen sin sentido.
El Dios revelado en las páginas de la Biblia o es el Dios de toda la creación, o no lo es. No hay término medio; no hay espacio para una tercera opción. Usted debe decidir si la Biblia es un libro en el que puede confiar. Si la respuesta es no, entonces todo el libro es un montón de mentiras sin valor.
Pero si la respuesta es sí… si la respuesta es sí, entonces la Biblia es la Palabra de Dios, inspirada y preservada para nosotros a través de las edades por el Dios del universo. Es una línea directa de comunicación de nuestro Creador hacia nosotros y contiene las respuestas a las preguntas más importantes de la vida.
¿Por qué querríamos quitarle o agregarle algo a eso?
Si desea material adicional, descargue nuestra guía de estudio: “¿Es cierta la Biblia?”