Consolaos pueblo mío
Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios.
Muchas de las profecías de la Biblia describen eventos terribles y aterradores, las consecuencias del pecado. Pero éstas son dadas con un propósito: alentar a la gente a arrepentirse y volverse del pecado. Finalmente, las profecías tienen buenas noticias. Dios promete intervenir para ponerle fin a la destrucción y sufrimiento y entonces enseñar a la humanidad cómo evitar los mismos problemas en el futuro.
Dios anhela consolar y sanar a los que se vuelven a Él. Pablo describe a Dios como el “Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3-4 vea nuestro artículo “Padre de misericordias y Dios de toda consolación”.
En el Sermón del Monte, Jesús también prometió que aquellos que lloran serán consolados (Mateo 5:4; vea nuestro artículo “Bienaventurados los que lloran”).
Si desea leer más escrituras alentadoras, vea nuestro artículo “Versículos bíblicos alentadores”.