La sangre preciosa de Cristo
Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.
Ninguna cantidad de dinero puede pagar la pena de nuestros pecados, pero Jesucristo dio su invaluable sangre por nosotros. Pedro nos recuerda cuán asombroso es este sacrificio y cómo eso debe motivarnos al arrepentimiento y a ser temerosos de continuar en pecado.
Dios no dejó a Jesús en el sepulcro, sino que lo resucitó y le dio la gloria que Él tuvo antes de venir como un ser humano. El sacrificio y la resurrección de Jesucristo confirman nuestra fe y esperanza en Dios, quien promete perdonar y resucitar a quienes se arrepienten, creen en Él y lo obedecen.
Usted puede estudiar más acerca del Cordero de Dios y su sacrificio en nuestros artículos titulados “El sacrificio de Jesús” y “El más grande sacrificio de todos”.