Derrotando a los enemigos: Superar las fortalezas espirituales
¿Luchas contra el pecado? ¿Qué podemos aprender sobre cómo vencer el pecado al ver cómo Israel venció uno de sus enemigos y obstáculos más fuertes: la fortaleza de Jericó?

Con esta publicación, lanzamos una nueva serie que explora las batallas espirituales que los cristianos deben librar aprendiendo lecciones de los encuentros del antiguo Israel con sus enemigos. Estas enseñanzas pueden proporcionar ideas valiosas para vencer y luchar contra el pecado.
Israel no era ajeno a la guerra. A veces era liberado milagrosamente. Otras veces tuvo que luchar desesperadamente por su supervivencia. Y otras fue derrotado por sus enemigos.
Al igual que el pueblo del antiguo Israel, los cristianos también están en una guerra, una espiritual con numerosas batallas. Luchando para superar las atracciones del pecado y de este mundo para entrar en la Tierra Prometida definitiva: el Reino de Dios.
En esta publicación, examinaremos la confrontación de Israel con la ciudad de Jericó para encontrar lecciones que podamos aplicar en nuestras batallas contra el pecado.
La fortaleza de Jericó
De acuerdo a la Enciclopedia Británica, los muros de Jericó se construyeron con piedras enormes que medían alrededor de 13 pies (4 metros) de altura. Para los israelitas, esos muros debieron parecer intimidantes e imposibles de traspasar. Ésta puede ser la razón por la que Josué envió espías, para explorar cómo tomar la ciudad sigilosamente (Josué 2:1). En ese momento no sabía que Dios tenía un plan diferente en mente.
Dios ordenó a los israelitas que marcharan alrededor de la ciudad una vez al día durante seis días y luego siete veces el séptimo día (Josué 6:3-4). Al séptimo día, los muros de Jericó se derrumbarían por sí solos (versículos 5, 20).
Los israelitas sólo podían vencer al enemigo en su fortaleza mediante la fe y la intervención divina.
Ningún estratega militar habría recomendado esto como plan de batalla para tomar la ciudad. De hecho, los expertos se habrían opuesto y se habrían burlado.
The Expositor's Bible Commentary [El comentario bíblico del expositor] hace este comentario revelador sobre cómo pensarían los humanos acerca de la estrategia ordenada por Dios: “¿Qué había para impedir que los hombres de Jericó salieran por cada una de las puertas, rompieran la línea de Israel en secciones, los separaran unos de otros e infligieran espantosa matanza en cada uno? Una marcha así por la ciudad parece ser la forma perfecta de invitar a un ataque asesino. Pero era el mandato Divino”.
Pero, como señala el libro de Hebreos, los siete días de caminar por la ciudad fueron un acto de fe (Hebreos 11:30). Los israelitas sólo podían vencer al enemigo en su fortaleza mediante la fe y la intervención divina.
De manera similar, necesitamos fe y la intervención divina para derrotar a nuestro enemigo el pecado, que también se esconde detrás de fortalezas.
La fortaleza de nuestra mente
El apóstol Pablo escribió acerca de las fortalezas. “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas” (2 Corintios 10:3-4). De acuerdo a The Thayer, la palabra griega traducida fortaleza significa baluarte.
¿Contra qué fortalezas luchan los cristianos?
Así como los habitantes de Jericó se escondieron detrás de los altos muros de su ciudad, así el pecado se esconde en nuestras vidas.
Pablo responde eso en los versículos 4 y 5: “...las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios”.
Esta guerra no es contra de carne y sangre (personas); en cambio, es una guerra espiritual. Pero aunque las fortalezas que enfrentamos no pueden verse con el ojo humano, son tan reales y fuertes como los muros de piedra de Jericó.
Existen fortalezas del pecado en nuestras mentes, nuestros pensamientos, nuestro razonamiento humano y en nuestras emociones. Así como los habitantes de Jericó se escondieron detrás de los altos muros de su ciudad, así el pecado se esconde en nuestras vidas. Y así como los muros se derrumbaron con la ayuda de Dios, también nosotros podemos vencer el pecado con su ayuda.
Derribar la fortaleza del pecado
Inmediatamente después de entrar a la Tierra Prometida, los israelitas celebraron la Pascua (Josué 5:10). Entonces, los siete días que caminaron alrededor de Jericó probablemente fueron los siete días de los Panes sin Levadura, lo que podría significar que los muros de Jericó cayeron en el séptimo día de los Panes sin Levadura.
Al considerar el Éxodo, notamos que los principales acontecimientos de la salida de Israel de Egipto se alinearon con las fiestas de Dios. En la Pascua, el día 14 del primer mes, los israelitas sacrificaron un cordero y pusieron su sangre en la puerta de sus casas (Éxodo 12:6-11, comparar con Levítico 23:4-5). Salieron durante la noche siguiente, el primer día de Panes sin Levadura. Aunque no se especifica en la Biblia, el día en que cruzaron el Mar Rojo puede haber sido el séptimo día de los Panes sin Levadura. Pablo comparó el cruce del Mar Rojo con el bautismo (1 Corintios 10:1-2).
Para los cristianos, el bautismo representa el comienzo del desmantelamiento de las fortalezas del pecado en nuestras mentes. Simboliza el arrepentimiento del pecado de un cristiano y el compromiso de transformar su vida de caminar en contra de Dios a caminar alineado con Él. La batalla cristiana requiere que llevemos “cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:5).
Al igual que los israelitas frente a los muros de Jericó, no podemos derribar las fortalezas del pecado con nuestras propias fuerzas. Necesitamos la intervención y ayuda divina.
Cuando los cristianos reciben el Espíritu Santo de Dios mediante la imposición de manos (Hechos 19:5-6), reciben el poder de Dios para cambiar de adentro hacia afuera: el poder de alinear sus mentes con la mente de Jesucristo (Filipenses 2:5).
La lección fundamental es ésta: sólo podemos demoler las fortalezas del pecado comprometiéndonos con Dios mediante el arrepentimiento, el bautismo y la recepción del Espíritu Santo.
La ironía de la guerra cristiana es que, para ganar nuestras batallas contra el pecado, debemos rendirnos por completo y el yo debe morir (Mateo 16:24; Romanos 6:2-7). ¡Qué estrategia: rendirse y morir para ganar!
Sólo Dios podría idear una estrategia militar como ésta.
Para obtener más información, lea “¿Qué es el arrepentimiento?" y "¿Qué representan los símbolos del bautismo?".
Sé muy valiente
En el primer capítulo de Josué, Dios le dijo a Josué que fuera “fuerte y valiente” (versículo 6) y “fuerte y muy valiente” (versículo 7).
De la misma manera, los cristianos de hoy necesitan fortaleza y coraje en su batalla espiritual contra el pecado. Se requiere mucho más coraje para pelear esa batalla espiritual que para pelear una guerra física.
Resistir al mundo y su dirección requiere coraje y fuerza. Pero la batalla más grande es contra uno mismo, las fortalezas de nuestra mente. Se necesita mucho valor para mirar profundamente dentro de nosotros mismos, para ser honestos acerca de cualquier oscuridad en nuestros corazones (1 Reyes 8:38) y traerla ante Dios (1 Juan 1:9).
Al que venciere
El pecado es un enemigo insidioso que se esconde en las fortalezas de nuestra mente. Necesitamos conquistarlo y superarlo. Los cristianos deben esforzarse, con la ayuda de Dios, por eliminar y destruir las fortalezas del pecado (Apocalipsis 2:7, 11, 17).
Estamos en guerra, una guerra espiritual, por nuestras vidas.
Estamos en guerra contra las fortalezas del pecado en nuestros pensamientos. El pecado a menudo se esconde detrás de altos muros, como los de Jericó. Por eso caminamos con valentía y fe en que Dios nos ayudará a derribarlos.
Fecha de publicación: Enero 17, 2025