Pecados por omisión: ¿existen?

¿Qué dice la Biblia acerca de los pecados por omisión? ¿Realmente es posible pecar por olvidar o fallar al hacer algo? ¿Le importa a Dios?

Todos sabemos que dejar asuntos inconclusos puede acarrear graves consecuencias. Una de las fabulas de Esopo cuenta la historia de la hormiga y el saltamontes. En la historia, la hormiga pasa todo el verano almacenando alimentos para el invierno, mientras que el saltamontes pasaba sus días trinando y cantando.

“Por qué te preocupa el invierno?”, preguntaba el saltamontes. “Tenemos comida de sobra”.

Cuando el invierno llega finalmente y el saltamontes está muriendo de hambre, éste le pide comida a la hormiga. La hormiga le recuerda al saltamontes su error al no prepararse durante el verano y le sugiere al saltamontes que baile para que el invierno se vaya así como lo hizo durante el verano.

¿Demasiado tarde?

En su famosa parábola de las 10 vírgenes, Jesucristo habló acerca de los peligros de dejar cosas inconclusas hasta que ya es demasiado tarde. La parábola habla acerca de un reino venidero y un novio que regresa, junto con 10 vírgenes que deben llevar unas lámparas para recibir al novio. Cinco vírgenes “sabias” llevaron una reserva de aceite para sus lámparas y cinco “necias” no llevaron reserva de aceite (Mateo 25:1-4).

Los siguientes versículos relatan cómo el novio se retrasó y las 10 vírgenes se quedaron dormidas. Finalmente, a la media noche el novio llega y las 10 vírgenes se despiertan por un clamor que se escucha a su llegada (vv. 5-6).

La diferencia entre las personas que se han preparado y las que no, se describe a continuación: “Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos! Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco” (vv. 7-12).

La profunda enseñanza de la parábola de Jesús: ¡evidentemente hay un momento en el que ya es demasiado tarde para prepararse para su Reino! No hacer las cosas que deberíamos estar haciendo puede acarrearnos consecuencias muy graves.

Pero, ¿es pecado?

¿Es un “pecado por omisión” sólo una lamentable falta de acción de nuestra parte? O, ¿realmente puede ser un pecado dejar cosas por hacer?

Comencemos con una definición de pecado. El apóstol Juan escribió, “Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).

En pocas palabras, pecado es no obedecer las leyes de Dios.

Ahora veamos los Diez Mandamientos —las más conocidas de las leyes de Dios para la humanidad. Cuando pensamos en los Diez Mandamientos, con frecuencia pensamos en las cosas que Dios nos dice que no debemos hacer.

No obstante, no todos los mandamientos son órdenes en contra de ciertas cosas. Dos de los mandamientos nos ordenan hacer cosas, en lugar de no hacerlas. Son los mandamientos 4 y 5.

“Acuérdate del día de sábado para santificarlo” (Éxodo 20:8). Éste es el Cuarto Mandamiento. El Quinto Mandamiento dice: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Eterno tu Dios te da” (v. 12). Así que, no hacer lo que estos mandamientos nos ordenan —la omisión de estas acciones— es pecado.

También hay otras escrituras que nos muestran que no hacer lo que Dios nos ordena es pecado. “Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17).

Consideremos las revelaciones de Jesucristo acerca de cómo va a juzgar Él a las naciones cuando regrese. Mateo 25:31-34 lo describe regresando, sentado en su trono y juzgando a las naciones. Habla acerca de cómo va a poner a las “ovejas” a su derecha y los “cabritos” a su izquierda.

Los “cabritos” son aquellos que vieron a los demás hambrientos y nos los alimentaron, o los vieron con sed y no les dieron nada para beber o no los visitaron en la prisión (vv. 35-40). Su juicio sobre los “cabritos” es severo: “Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis” (vv. 41-43).

Revelaciones de Pablo

Cuando el apóstol Pablo reflexionaba acerca de las cosas y asuntos que él dejaba sin resolver, junto con las cosas que no debería estar haciendo pero aún así las hacía, las definía como pecado.

“Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago… De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:15, 17).

“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (vv. 19-20).

Evidentemente, Pablo sabía que hacer las cosas que debemos hacer es tan importante como no hacer las cosas que sabemos que debemos dejar de hacer.

“Porque al que tiene…”

Jesús necesita que todos sus discípulos activamente llevemos a cabo buenas obras con las capacidades que se nos han dado, en lugar de simplemente evitar hacer mal las cosas. Él dejó este mensaje muy claro en la parábola de los talentos:

“Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor” (Mateo 25:14-18).

Para esta persona, que no produjo nada con lo que se le había dado, el juicio fue severo.La parábola continúa describiendo cómo fueron recompensados los siervos cuando regresó el amo. A cada uno de los que produjeron algo, se les dio una recompensa. A los dos siervos que duplicaron sus talentos, se les dio autoridad sobre muchas cosas.

El último siervo, que no produjo nada con lo que se le dio, se presentó e informó que simplemente había enterrado su talento en la tierra.

Para esta persona, que no produjo nada con lo que se le había dado, el juicio fue severo: “Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado. Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes” (vv. 26-30).

Haga las cosas que usted sabe que son correctas

¿Existen los pecados por omisión? Por supuesto que sí. Para el apóstol Pablo tenían la misma relevancia que las cosas que él hacía a pesar de que sabía que no las debía hacer. El siguiente mensaje de Jesús para sus discípulos fue: evitar lo malo no es suficiente. Un siervo productivo produce activamente buenos frutos con lo que se le ha dado.

Elegir hacer lo correcto constantemente puede ser difícil en muchas circunstancias, pero es necesario. ¿Qué está haciendo usted con lo que se le ha dado?

Su usted desea estudiar más acerca de lo que Dios quiere que hagamos, lo invitamos a leer nuestro artículo “Siete pasos para vencer el pecado”.

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