Jesús vino a predicar el mensaje del arrepentimiento. Como todos hemos pecado, todos necesitamos arrepentirnos. ¿Pero qué significa arrepentirnos? Así es como nos arrepentimos.
El tema del arrepentimiento se encuentra a lo largo de las páginas de la Biblia. Cuando Jesús habló, Él con frecuencia dijo a su audiencia que necesitaba arrepentirse. Él dijo que Él había venido para llamar “a los pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:32).
Ese mensaje se aplica a nosotros en la actualidad, así como se aplicó a las personas que vivían 2.000 años atrás. Todos necesitamos aprender cómo arrepentirnos del pecado, porque: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Porque nadie puede recibir el don de la vida eterna sin primero arrepentirse del pecado.
Sin embargo, el arrepentimiento es algo que no se entiende muy bien en el mundo religioso. Muchos lo ven como una rección emocional de culpa, de sentir remordimiento por nuestros pecados o simplemente pedirle a Dios perdón. El verdadero arrepentimiento incluye esas cosas, pero la Biblia muestra que hay mucho más que eso.
El verdadero arrepentimiento es mucho más que una reacción emocional momentánea. Es realmente un proceso que toma toda la vida. Muchas personas ven la necesidad de cambiar algo en su vida, pero, ¿qué es exactamente lo que necesitan cambiar? ¿Qué es lo que uno debe hacer para tener una actitud de continuo arrepentimiento?
¿Qué dice la Biblia acerca de cómo debemos arrepentirnos?
En este artículo hablaremos de cinco pasos básicos en el proceso del arrepentimiento. Estos pasos son:
Paso uno: Reconocer que los pensamientos de Dios son mas elevados y mejores que los nuestros.
Paso dos: Reconocer que somos personalmente culpables de pecado.
Paso tres: Volvernos de nuestros pensamientos y caminos pecaminosos.
Paso cuatro: Buscar vivir por cada palabra de Dios.
Paso cinco: Continuar buscando el arrepentimiento y depender del sacrificio de Cristo.
Paso uno: Reconocer que los pensamientos de Dios son más altos y mejores que los nuestros.
El primer paso para el arrepentimiento verdadero es cambiar la forma en que pensamos. Necesitamos reconocer que la mente y los pensamientos de Dios son verdaderamente más altos y mejores que los nuestros. “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo el Eterno. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).
Nosotros no pensamos naturalmente de esta forma. El apóstol Pablo identificó la forma en que los seres humanos piensan típicamente: “Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5).
La mente humana no piensa como Dios piensa. La mente humana piensa de una manera carnal. Pablo también escribió que: “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7). Enemistad significa que resistimos naturalmente y nos oponemos a lo que la ley de Dios nos dice que debemos hacer.
¿Qué significa carnal?
El significado básico de carnal es algo que es guiado por motivaciones mundanas y carnales —en otras palabras, pensar y hacer lo que queremos hacer y lo que sentimos como bueno sin tener en cuenta la ley y la guía de Dios.
Jesucristo identificó esta clase de pensamientos carnales que proceden de nuestra mente: “Pero decía, que lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre” (Marcos 7:20-23, énfasis añadido).
Nuestra mente carnal humana produce pensamientos y acciones que son pecado según Dios. Las obras de la carne son: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21).
Todas esas cosas malas son pecado; ellas quebrantan la ley de Dios (1 Juan 3:4). Si desea aprender más acerca del pecado lea nuestro artículo, “¿Qué es el pecado?”
Así que para poder arrepentirnos y agradar a Dios primero debemos reconocer en dónde nuestros pensamientos y nuestros hábitos están fuera de línea con los pensamientos y las leyes de Dios. Pero no podemos hacer esto hasta que reconozcamos que sus pensamientos y caminos son más altos que los nuestros y son correctos.
Y necesitamos reconocer que Dios mismo es el que nos guía a este entendimiento, como Pablo escribió: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4).
Paso dos: Reconocer que somos personalmente culpables de pecado.
El segundo paso del verdadero arrepentimiento es reconocer humildemente nuestra culpa personal ante Dios —que significa confesar nuestros pecados y darnos cuenta de cuanto hemos caído, cuánto nos hemos quedado cortos frente a los pensamientos y caminos de Dios en nuestra vida.
El conmovedor sermón del apóstol Pedro en la fiesta de Pentecostés en Jerusalén estremeció la conciencia de su audiencia. Miles de personas “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37).
Ellos reconocieron internamente su culpa y la reconocieron abiertamente. Su culpa exigía que ellos encontraran la forma de arrepentirse y empezar a cambiar su vida.
Debemos admitir nuestra culpa personal ante Dios por quebrantar su santa ley. El arrepentimiento debe ir más profundamente que el solo reconocer qué es correcto o errado, o sentirnos mal acerca de nuestros pecados. El arrepentimiento cristiano es un dolor según Dios que es tan profundo y tan intenso que nos lleva a buscar con diligencia la forma de cambiar nuestra vida (2 Corintios 7:9-10).
El arrepentimiento es reconocer que toda nuestra forma de vivir es algo que Dios no acepta —y necesita cambiar. Debemos reconocer que todos nuestros pecados nos han apartado de Dios y requieren la muerte de Jesucristo el Hijo de Dios.
El arrepentimiento es reconocer que toda nuestra forma de vivir es algo que Dios no acepta —y necesita cambiar. Debemos reconocer que todos nuestros pecados nos han apartado de Dios y requieren la muerte de Jesucristo el Hijo de Dios. Nuestro deseo de ser perdonados y obedecer a Dios a partir de ahora debe estar motivado desde el fondo del corazón.
El rey David fue víctima de unas fuerzas muy poderosas de su carnalidad. Cuando fue confrontado con sus pecados él no se defendió ni se excusó. Inmediatamente reconoció cuan ofensivos habían sido sus pecados para Dios. Él dijo: “Pequé contra el Eterno” (2 Samuel 12:13; Salmos 51:4). Debemos recordar siempre que debemos arrepentirnos ante Dios (Hechos 20:21), no ante un ser humano.
David entendió lo que Isaías escribió más tarde: “pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír” (Isaías 59:2). David entendió la gravedad de sus pecados y no quería destruir su relación con Dios. Él confesó estos pecados de una manera abierta y se arrepintió amargamente ante Dios (Salmos 51).
Debemos ir delante de Dios directamente reconociendo nuestros pecados y pidiéndole a Dios que intervenga en nuestra vida y nos perdone.
Paso tres: Volvernos de nuestros pensamientos y caminos pecaminosos.
El tercer paso del verdadero arrepentimiento es volvernos (o abandonar) el pecado en nuestra vida. El profeta Isaías afirmó: “Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Eterno, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7).
Nadie es inmune a pecar: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Aun después del bautismo y la conversión, Dios les dice a los cristianos “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros… Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:8, 10).
El resultado final de pecar es la muerte —la muerte eterna. La Biblia lo aclara muy bien: “Porque la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23, énfasis añadido). Jesús afirmó: “si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3, 5).
Muchos creen que la consecuencia del pecado es ser atormentados en el infierno, pero estos versículos —y muchos otros dejan claro que la muerte es la consecuencia y el castigo definitivo para el pecado.
Dios no quiere que tengamos que pagar ese precio definitivo. Él desea que cada uno de nosotros aprenda cómo arrepentirse para que pueda ser perdonado de sus pecados y la pena de muerte sea removida. “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
Arrepentirse requiere que nosotros nos volvamos de nuestros pecados —tanto de las acciones como de los pensamientos— y nos volvamos a Dios. Debemos confesar nuestros pecados a Dios y dejar de pecar. Para aquellos que sinceramente quieren agradar a Dios este proceso requiere un compromiso que dura toda la vida. Nosotros hacemos ese compromiso por medio del bautismo por inmersión en agua.
El bautismo es un tema muy importante que no podemos cubrir en este artículo. Para aprender más acerca de esto puede leer “¿Qué es el bautismo?”.
Paso cuatro: Buscar vivir por cada palabra de Dios
El cuarto paso del verdadero arrepentimiento es cambiar nuestra vida para que nosotros estemos de acuerdo con Dios. Las leyes de Dios definen lo que debemos cambiar. Debemos tomar las instrucciones de Dios en serio. Esto es lo que la Biblia llama ser convertido. Pedro dijo que la conversión, (cambio de nuestra vida) está ligado al arrepentimiento: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3:19).
El querer cambiar nuestra vida para que esté de acuerdo con los caminos de Dios requiere humildad: “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice el Eterno; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Isaías 66:2). Una persona arrepentida respetará la Palabra de Dios y buscará vivir por lo que ésta enseña.
Cuando nosotros respetamos la Palabra de Dios buscaremos cumplir las palabras de Jesús en Mateo 4:4: “Él respondió y dijo: Escrito está: No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Una persona que está buscando arrepentirse empezará a obedecer a Dios guardando sus mandamientos. “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3). El último libro de la Biblia se enfoca en esos cristianos del tiempo del fin “que guardan los mandamientos de Dios” (Apocalipsis 12:17; 14:12).
Dios promete proveernos con la determinación y la fortaleza para enfrentar nuestros pecados y vencerlos sin que nos desanimemos. Esta batalla espiritual requiere mucho más que una determinación humana. Sin importar cuanto tiempo nos implique tener éxito en este proceso, Dios debe estar involucrado. Él nos ofrece una fortaleza extra: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13).
Si desea aprender más acerca de lo que significa ser convertido y vivir por la Palabra de Dios puede leer “¿Qué es conversión?”.
Paso cinco: Continuar buscando el arrepentimiento y depender del sacrificio de Cristo.
El quinto paso del verdadero arrepentimiento es tener “la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hechos 20:21). Nosotros confesamos nuestros pecados a Dios y Él nos perdona por el sacrificio de Jesucristo. Necesitamos tener fe no sólo en que Cristo se sacrificó por nuestros pecados, sino también en que su sacrificio sí remueve nuestros pecados.
Jesucristo es nuestro salvador. Su muerte pagó la pena de nuestros pecados. “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Nuestra fe hacia Cristo, en lo que Él hizo por nosotros, continúa por el resto de nuestra vida. Cada vez que nosotros pecamos debemos ir delante Dios el Padre y pedirle su perdón que ha sido hecho posible por el sacrificio de nuestro Salvador. Debemos tener una fe absoluta y la confianza en que el sacrificio de Cristo será aplicado a nosotros cada vez que nos arrepentimos.
Cristo cumple el papel de nuestro Sumo Sacerdote en el cielo a la diestra del Padre. “Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión” (Hebreos 4:14).
En esta posición Él funciona no sólo como nuestro Salvador sino también como el Mediador entre Dios y el hombre.
Por la muerte de Cristo somos reconciliados con Dios por el perdón de nuestros pecados. Debemos ejercer fe diariamente hacia el Cristo viviente a medida que Él nos guía por el camino de la salvación. Nosotros “seremos salvos por su vida” (Romanos 5:10). Crecemos en carácter justo al permitir que Jesucristo viva su vida en nosotros (Romanos 8:10; Gálatas 2:20; Colosenses 1:27).
Si desea aprender más acerca de cómo tener fe en Cristo y su sacrificio puede leer el artículo “¿Qué significa creer en Jesucristo?”
Debemos tener una mente arrepentida por el resto de nuestra vida
Nuestra naturaleza humana se ve afectada por la mente carnal y nunca va a desaparecer en esta vida. En lo que nos reste de vida tendremos que luchar contra los deseos de nuestra naturaleza. Ganaremos algunas batallas, perderemos otras. Pero mientras Dios vea en nosotros un deseo sincero de no pecar y que odiamos el pecado y luchamos contra él, si nos arrepentimos continuamente, Él es misericordioso.
“Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, engrandeció su misericordia sobre los que le temen. Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones. Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen” (Salmos 103:11-13). Él entiende que somos carne y está dispuesto a perdonarnos cada vez que nos arrepentimos.
El apóstol Pablo resumió la forma en que nos arrepentimos y la respuesta misericordiosa de Dios ante nuestro arrepentimiento: “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:7-9; ver además Salmos 51:2,7).
Es vitalmente importante entender y actuar de acuerdo con el proceso de arrepentimiento y conversión que vemos claramente definido en la Biblia.
Esto es un tema muy extenso. Sólo hemos tocado la superficie en este artículo. Si usted quiere aprender más acerca de cómo arrepentirse y hacer que su vida esté de acuerdo con Dios, no vacile en descargar nuestro folleto gratuito ¡Cambie su vida!