El arrepentimiento es un curso de acción intensamente personal —pero también es el proceso que Dios va a utilizar para transformar y salvar a la humanidad.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra”.
Así es como comienza la Biblia. Es una línea tan icónica que es fácil leerla y pasarla por alto, sin realmente considerar lo que se está diciendo
Creó Dios los cielos y la tierra.
El relato de la creación se enfoca en el increíble poder exhibido por Dios que puede convocar a los elementos fundamentales de la vida para que lleguen a existir sin más que con una palabra. ¿Acaso no nos enfoca esto en todos los finos detalles involucrados en este acto de creación?
El Dios que le dijo al sol que brillara a través de la oscuridad es también el Dios que diseñó e implementó las fuerzas de la fusión termonuclear que mantendrían el sol brillando. Todas las ecuaciones imposibles y variables que los físicos y matemáticos todavía están tratando de entender por medio de experimentos cuidadosamente diseñados —Dios planificó perfectamente cada intrincado detalle cuando puso el universo en acción.
El proceso del arrepentimiento
Esto nos trae, de una manera muy poco convencional, al arrepentimiento.
La Biblia registra cómo el primer hombre y la primera mujer que Dios creó decidieron rechazar su perfecta ley y, en lugar de eso, tomar del árbol prohibido por aquél que los había hecho. Los días que han transcurrido desde entonces han expuesto cuán errado estaba su razonamiento.
El imperfecto mundo en el que vivimos hoy es el producto de siglos de rechazo de la humanidad tanto a su Creador como a su perfecto camino de vida —y el único camino de vuelta es el arrepentimiento.
El arrepentimiento es mucho más que sólo decir lo siento o sentirse mal por algo que hemos hecho. Debemos reconocer que para pagar la pena de nuestros pecados nuestro Creador dio su vida para hacer posible que muchos se volvieran a Dios.
A Pablo le fue encomendada una misión, que era la de esparcir el mensaje a todo el mundo conocido: “que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento” (Hechos 26:20).
El arrepentimiento involucra tanto un cambio de camino como un cambio de acción, nosotros nos alejamos de nuestros pecados y vamos hacia Dios —y con el tiempo nuestra conducta externa comienza a reflejar ese cambio interno. Pablo hace notar que este proceso comienza con una “tristeza según Dios” (2 Corintios 7:10), pero el resultado final necesariamente será que debemos trabajar buscando el arrepentimiento.
¿Quién decide qué es bueno y qué es malo?
En otras palabras, el arrepentimiento requiere que nosotros admitamos algo.
Antes de que podamos definir qué significa “errado”, tenemos que encontrar la forma de definir qué es correcto.
El arrepentimiento ante Dios requiere que conectemos todos los puntos y nos volvamos a Él. Esto significa que debemos ser capaces de decirle a Él: “Tu camino es correcto. El mío estaba equivocado. Yo estaba equivocado —lo lamento y a partir de ahora voy a trabajar con diligencia para hacer que tus caminos sean mis caminos”.
¿Qué tiene que ver el arrepentimiento con la creación de Dios del universo?
Sólo esto:
El Dios que creó el universo está capacitado de una manera única para enseñarnos a nosotros la forma correcta de vivir en ese universo.
Piense acerca de eso. La razón por la cual el universo no colapsa en sí mismo es porque Dios ha puesto en acción unas fuerzas que se atraen, que están finamente sintonizadas y que existen tanto entre los cuerpos celestiales como en las partículas subatómicas. Tanto los planetas como los electrones pueden mantenerse en órbitas estables porque Dios ha diseñado las reglas que hacen esas órbitas posibles.
Las estrellas brillan, las células se reproducen, el universo se expande, las mariposas aletean, las galaxias son espirales, las flores florecen, los volcanes hacen erupción, las estaciones cambian —todo por las leyes invisibles que Dios puso en vigencia para gobernar nuestra existencia física.
Pero Dios ha puesto otras leyes en funcionamiento también. Las leyes de lo correcto y lo incorrecto. Las leyes de la moralidad y de la ética. Si Dios es lo suficientemente sabio y poderoso para poner el ángulo de órbita de la Tierra en la zona habitable de nuestro sol (no demasiado caliente y no demasiado frío para poder respaldar su cornucopia de vida), entonces seguramente también es lo suficientemente sabio y poderoso para instruirnos acerca de la forma correcta de vivir la vida que Él nos ha dado a nosotros.
La Biblia revela las leyes invisibles
La Biblia es el libro que establece todas esas reglas invisibles para nosotros. Es la clave para discernir entre “la vida y el bien, la muerte y el mal” (Deuteronomio 30:15).
Las órdenes, los estatutos y las instrucciones que Dios ha establecido para nosotros en su Palabra inspirada son en cada partícula tan impactantes como las reglas que mantienen nuestro planeta atado en una órbita con nuestro sol —y cuando nosotros ignoramos esas reglas las consecuencias son ineludibles.
Arrepentirnos es expresar nuestra creencia en que Dios —y sólo Dios— tiene la perspectiva necesaria y la sabiduría para decirnos cómo debemos vivir nuestra vida. Y lo que es igual de importante, involucra admitir que a nosotros nos hace falta la perspectiva y la sabiduría: “Hay camino que parece derecho al hombre, pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 16:25).
La forma en que vivimos después de arrepentirnos necesita reflejar esa creencia, es la sabiduría sin rival de Dios. “Las obras dignas de arrepentimiento”, son acciones que se derivan de nuestra convicción de que Dios tiene la única autoridad acerca de “la vida y el bien, la muerte y el mal”.
El arrepentimiento involucra un esfuerzo para alinear nuestra vida con los estándares de Dios —para permitir que su forma de vida gobierne las cosas que nosotros hacemos y pensamos.
Finalmente es un cambio que sucede en un nivel individual. Cuando usted se arrepiente usted cambia. Usted cosecha los beneficios de una vida que está sincronizada con las reglas que existen “por su bien” (Deuteronomio 10:13).
¿Qué ocurre si usted no puede cambiar al vecino o su nación? La Biblia nos dice que el arrepentimiento es un proceso iniciado por Dios (Hechos 5:31; 11:18; 2 Timoteo 2:25): “que la bondad de Dios nos guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4). El mundo no va a sobrevivir sin arrepentimiento, pero somos incapaces de lograr esa clase de cambio que se requiere.
Afortunadamente, Dios no es impotente para hacerlo.
Un mundo moldeado por el arrepentimiento
Imagínese un mundo donde todos —todos, desde los líderes más poderosos hasta los menos importantes, reconocen sus pecados ante Dios, se arrepienten de sus pecados y hacen su esfuerzo por cambiar.
¡Imagínese, un mundo entero viviendo por las reglas de Dios!
No habría un cambio que comience y termine con usted o su vecino o su nación. Habría un cambio que abarcaría toda la Tierra, transformando aun los puntos más grandes de maldad y crimen en unos paraísos utópicos por los cuales cualquiera podría caminar sin temor.
Pero el cambio no es sólo un deseo, un pensamiento.
Es un cambio que ya va a venir.
Y comienza con el arrepentimiento.
Cuando el arrepentimiento sea global
En el meollo de este cambio que va a venir hay un importante recordatorio acerca del Dios del universo: “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
Un día el mundo va a experimentar esa clase de arrepentimiento que nos va a llevar a nosotros a la salvación, pero usted no necesita esperar ese mundo. En este momento, hoy, el arrepentimiento puede ponerlo a usted en el camino que conduce a su salvación.
Finalmente, Dios quiere que todos lleguen a ese estado de arrepentimiento. Él quiere que cada ser humano encuentre las bendiciones que produce el vivir de acuerdo con el camino que Él ha diseñado para que la creación funcione. La última cosa que Él quiere es que cualquiera de nosotros rechace la oportunidad de arrepentirse y, como resultado de ello, perezca.
(Si desea entender por qué Dios no está llamando a todos al arrepentimiento ahora, lo invitamos a leer nuestro artículo en línea: “Muchos son llamados, y pocos escogidos”.)
Entremezcladas en las páginas de la Biblia hay continuas promesas de una época futura en que Dios va a garantizar la oportunidad de arrepentimiento para el mundo entero, para llevar a todo hombre, mujer y niño, a un lugar donde ellos pueden empezar a entender su necesidad de aceptar la soberanía del Dios sobre toda la creación como su Dios.
Cuando Jesucristo regrese a la Tierra, va a derrocar los gobiernos de este mundo y va a establecer el Reino de Dios (Apocalipsis 19: 11-16, 20:4-6). Fue el sacrificio de Cristo lo que hizo posible nuestro arrepentimiento y reconciliación con Dios (Juan 3:16-17), y será su regreso el que marque el comienzo de un mundo que va a ser moldeado para que se arrepienta.
Finalmente, nosotros no nos salvamos a nosotros mismos por medio del arrepentimiento. (Lo invitamos a ver nuestro artículo: “¿Qué es salvación?” si desea una explicación más detallada.) Será Jesucristo y Dios el Padre quienes salvarán al mundo de sí mismo —pero solamente aquellos que decidan arrepentirse van a tener un lugar en ese mundo. Como Jesús advirtió a su audiencia: “Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Lucas 13:3).
Sin arrepentimiento el mundo no puede sobrevivir. No podemos sobrevivir.
“Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay más. Por mí mismo hice juramento, de mi boca salió palabra en justicia, y no será revocada: Que a mí se doblará toda rodilla, y jurará toda lengua. Y se dirá de mí: Ciertamente en el Eterno está la justicia y la fuerza; a él vendrán, y todos los que contra él se enardecen serán avergonzados” (Isaías 45:22-24).
Aquellos que estén dispuestos a arrodillarse —a arrepentirse, a comprometerse con el camino de vida de Dios, llegarán a formar parte de un mundo que gradualmente se irá transformando en un paraíso bajo la instrucción y la guía de Dios.
“Así ha dicho el Eterno de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros” (Zacarías (8:23).
“Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte del Eterno, a la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Eterno” (Isaías 2:3).
Como resultado de la intervención y el juicio de Dios, las naciones del mundo: “… volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra” (Isaías 2:4).
Promesas del mundo que vendrá
Esto es sólo el comienzo. Pero hablar del arrepentimiento —el deseo de someter nuestra vida a la sabiduría del arquitecto y sustentador del universo— será la fuerza que guiará todas estas transformaciones. Cuando Dios comience a trabajar con todo el mundo, la raza humana finalmente empezará a entender que el camino de Dios es la única forma de construir un mundo que funcione.
A medida que las personas del mundo empiecen a someter su vida y alinearla con los mandamientos de Dios, se arrepientan y cambien el curso de acción, el mundo empezará a reflejar más la realidad hermosa que fue prometida por los profetas de Dios.
En lugar de hambre y escasez de cosechas: “He aquí vienen días, dice el Eterno, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente; y los montes destilarán mosto, y todos los collados se derretirán” (Amós 9:13).
En lugar de la guerra y de la inequidad económica: “Y se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien los amedrente; porque la boca del Eterno de los ejércitos lo ha hablado” (Miqueas 4:4).
En vez del crimen que causa tantas víctimas y tantas muertes finalmente: “Así ha dicho el Eterno de los ejércitos: Aún han de morar ancianos y ancianas en las calles de Jerusalén, cada cual con bordón en su mano por la multitud de los días. Y las calles de la ciudad estarán llenas de muchachos y muchachas que jugarán en ellas” (Zacarías 8:4-5).
Podemos actuar hoy
Éstas son las bendiciones que van a venir por la obediencia al camino de vida de Dios que comienza con el arrepentimiento.
Pero éste todavía no es el fin de la historia. Más allá de un mundo físico restaurado, Dios tiene planes para compartir la eternidad con todos aquellos que escojan el camino de vida que comienza con el arrepentimiento —una eternidad en donde: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
Pablo entendió que: “la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación” (2 Corintios 7:10).
Un día el mundo va a experimentar esa clase de arrepentimiento que nos va a llevar a nosotros a la salvación, pero usted no necesita esperar ese mundo. En este momento, hoy, el arrepentimiento puede ponerlo a usted en el camino que conduce a su salvación.
El arrepentimiento depende de cierta forma de un pensamiento espiritual. Este estado mental cree que el Dios que creó el universo, que puso de una manera maestra todos los elementos físicos de nuestra existencia en acción, es el único que puede estar calificado para establecer las reglas morales y éticas de esta vida.
Al aceptar la perspectiva del arrepentimiento en la actualidad, constantemente tratando de llevarnos a estar alineados con aquellas reglas y buscando el perdón cuando nosotros nos alejamos o nos desviamos, podemos empezar a experimentar un pequeño anticipo hoy de las bendiciones que van a trasformar el mundo de mañana.
Y aún más, el arrepentimiento nos asegura un lugar en ese mundo de mañana.
Si desea profundizar más en el mundo que el arrepentimiento hará posible, lo invitamos a descargar nuestro folleto gratuito: “El mundo que vendrá: ¿cómo será?”.