Caminar hacia el altar. Escuchar a su bebé llorar por primera vez. Comenzar en un nuevo empleo. Mudarse a otra ciudad. Estar en la camilla de un hospital. Sentarse en una funeraria.
Tiempos de esperanza, incertidumbre, soledad, miedo y lamento.
La montaña rusa de la vida está llena de altos y bajos —momentos decisivos que afectarán nuestro futuro. Muchos de esos momentos demandan decisiones para las que nunca estamos completamente listos. Lo que decidamos y hagamos puede cambiar el resto de nuestra vida.
Otras veces, no son las circunstancias las que nos hacen cambiar. Es algo en lo profundo de nuestro corazón que nos dice que no podemos seguir así. Tal vez el statu quo es cómodo y no tenemos muchas ganas de alterarlo. Pero, en lo más profundo de nosotros, sabemos que se acerca un precipicio y nuestras opciones son dar la vuelta o arriesgarnos a un inminente desastre.
Tocar fondo
En su artículo “7 Famous People Who Hit Bottom—and Turned It Around” [Siete famosos que tocaron fondo y salieron adelante], Fred Cohn cuenta la historia del peor momento de Giuseppe Verdi:
A los 27 años, “su segunda ópera había sido un gran fracaso, cerrando el mismo día de su apertura. Y mucho peor: durante los dos últimos años, su amada esposa y su pequeño hijo habían muerto de cólera. Así que, destrozado, Verdi se convirtió en un recluso, dedicándose a leer novelas victorianas baratas y alejado de escribir una sola nota musical. Su plan era dejar por completo la composición. Entonces, cuando un productor le mandó el texto para una nueva ópera bíblica, Nabucco, Verdi la arrojó con disgusto sobre la mesa”.
Sin embargo, ya sea que lo buscara o no, el compositor vio un nuevo camino dentro de su miseria.
Verdi relata: “El rollo de papel se abrió ante mí y, sin saber cómo, me vi frente al escrito con los ojos fijos en la frase: ‘Va pensiero sull’ali dorati’” (“Ve, pensamiento, sobre alas doradas”). Estas palabras fueron el comienzo de un coro de esclavos hebreos exiliados que sencillamente “sacudieron a Verdi: el compositor vio en el número una metáfora de los patriotas de su nación, quienes luchaban por liberarse del gobierno austriaco. Así comenzó a escribir obsesivamente. Nabucco se convirtió en un éxito rotundo y Verdi, en el compositor italiano más célebre, con obras como Aida y Rigoletto. ‘Va pensiero’, mientras tanto, es una melodía que toda Italia conoce de memoria, y en el 2008 un senador italiano incluso la propuso como himno nacional”.
Sin duda todos pasamos por malos momentos, aunque no todos recibimos sacudidas claras que nos cambian de dirección. De cualquier forma, lo que decidamos hacer en los momentos de crisis puede afectar profundamente el resto de nuestra vida.
Elegir volar
También hay ocasiones en las que nosotros mismos debemos tomar la decisión de cambiar, y esas pueden ser las decisiones más cruciales. Como dijera C.S. Lewis: “Tal vez para un huevo es difícil convertirse en pájaro, pero le sería mucho más difícil aprender a volar si sigue siendo huevo.
“Nosotros somos como huevos ahora. Pero no podemos seguir siendo ‘buenos huevos’ comunes y corrientes para siempre. Nuestras únicas alternativas son ser empollados o podrirnos”.
Tomar la decisión de cambiar cuando estamos cómodos en nuestro cascarón es difícil. Pero si decidimos bien, nuestra vida puede transformarse para siempre.
¿Cómo tomar esas buenas decisiones que nos cambiarán la vida? Sin importar cuán grande sea el desafío, la clave siempre es buscar ayuda en Dios y su Libro de instrucciones. Él es quien creó el ciclo de nuestra vida. Él conoce nuestras necesidades mejor que nadie, y Él quiere vernos prosperar. Usted puede encontrar un plan de acción bíblico para tomar decisiones de todo tipo en nuestro artículo de VidaEsperazayVerdad.org: “Decisiones”.
En el resto de este artículo, nos enfocaremos en un cambio específico que, según la Biblia, es el más importante de todos.
El cambio más importante
Las encrucijadas de la vida vienen de muchas formas y en circunstancias diversas. Pero casi siempre afectan nuestras relaciones personales. La forma en que nos llevamos con Dios y los demás es al fin de cuentas una cuestión espiritual. Cuando no conocemos, o no obedecemos las leyes espirituales que gobiernan las relaciones humanas, lo más seguro es que lastimaremos a otros y nos lastimaremos a nosotros mismos —causaremos tristeza, dolor, sentimientos de culpa y vergüenza.
Sean cuales fueren las circunstancias externas, el mayor cambio que podemos hacer en nuestra vida comienza por el arrepentimiento. Esta palabra, aunque tal vez parezca anticuada, básicamente significa dar un giro de 180°.
Un importante término hebreo traducido como “arrepentirse” en el Antiguo Testamento se pronuncia shuv y significa “darse la vuelta, regresar” a la “dependencia de Dios” (New Bible Dictionary [Nuevo diccionario bíblico]). Un ejemplo de su uso se encuentra en Ezequiel 18:30, donde Dios dice: “Arrepiéntanse y vuelvan de todas sus transgresiones, para que la iniquidad no les sea causa de tropiezo” (Reina Valera Actualizada 2015).
Su equivalente griego, metanoeo, se traduce como “cambiar de parecer”. Pero dado que el significado del Nuevo Testamento depende mucho de las connotaciones hebreas, el New Bible Dictionary [Nuevo diccionario bíblico] explica que metanoeo también puede significar “arrepentimiento, no sólo como un sentimiento o cambio de parecer, sino como una transformación profunda, una alteración completa de la motivación y dirección de la vida de la persona”.
Notemos por ejemplo la tajante encrucijada que Moisés pone ante nosotros en Deuteronomio 30:19: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”.
La Biblia claramente revela que escoger la vida —una vida eterna y plena— comienza cuando nos arrepentimos.
La fuente del arrepentimiento
Aunque parezca imposible, existe Alguien que desea que su vida cambie para bien incluso más que usted. De hecho, ese Alguien es la verdadera fuente del arrepentimiento.
Como el apóstol Pablo advierte, no podemos olvidar el importante papel que Dios tiene en nuestra decisión de cambiar: “¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4). De hecho, Dios mismo dice que sus “entrañas se conmueven” por tener misericordia de quienes se arrepienten (Jeremías 31:20). Ese es su deseo para toda la humanidad:
“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).
Y el deseo de Dios de que nos arrepintamos va de la mano con su esperanza de que todos seamos salvos y nos convirtamos en miembros espirituales de su familia divina (1 Timoteo 2:4; 2 Corintios 6:17-18).
El arrepentimiento en la vida diaria
Sin embargo, el arrepentimiento es sólo el primer paso. ¿Cómo podemos reconocer a una persona arrepentida según la Biblia?
Un ejemplo es la descripción de Pablo de la Iglesia en Corinto, a la cual felicitó por recibir la tristeza según Dios que produce cambios positivos en nuestra vida:
“Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solicitud produjo en vosotros, qué defensa, qué indignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto” (2 Corintios 7:10-11; lea más sobre esto en nuestro artículo “La tristeza según Dios”).
Claramente, el arrepentimiento es un proceso activo, poderoso y profundamente transformador.
Es por eso que Juan el Bautista deseaba ver señales de arrepentimiento en quienes querían bautizarse, y les dijo a los hipócritas: “Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Mateo 3:8). Juan advirtió, por ejemplo, que un cristiano debe ser generoso, estar conforme con lo que tiene, y no debe aprovecharse de los demás ni intimidarlos (Lucas 3:10-14). Estos son algunos ejemplos prácticos de cómo se vive el camino del dar amando a los demás como a nosotros mismos.
Lamentablemente, la tendencia y la motivación naturales del ser humano están lejos de ese ideal. Naturalmente buscamos nuestro propio bien, muchas veces lastimando a quienes nos rodean. Tenemos una capacidad asombrosa de auto justificarnos y auto engañarnos, y nos gusta pensar que somos buenos y estamos siempre en lo correcto, aunque muy a menudo no vemos cómo contribuimos a los problemas que tenemos con otras personas —y con Dios.
Compungidos de corazón
En el día de Pentecostés, al escuchar el poderoso sermón en que Pedro reveló nuestra responsabilidad en la muerte de Cristo, muchas personas “se compungieron de corazón, y dijeron… Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:37).
La respuesta de Pedro resume el proceso de cambio que permite que nuestra culpa sea borrada y podamos recibir el poder que necesitamos para cambiar nuestra vida de una forma real y permanente:
“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (v. 38).
Dios espera que nos arrepintamos de pecar —de cualquier falta cometida en contra de su ley y camino de vida. (Vea nuestro artículo en línea “¿Qué es el pecado?”.) Sus mandamientos son para nuestro propio bien, y quebrantarlos es la causa del dolor y el sufrimiento.
La pena del pecado es la muerte (Romanos 6:23), y Dios no quiere que sigamos lastimándonos (vv.1-2). Precisamente por eso Él espera que dejemos de pecar. Puede leer más acerca de esto en nuestro artículo “Siete pasos para vencer al pecado”.
El proceso que Pedro describe en Hechos también incluye el don de Dios del Espíritu Santo. En la epístola a los hebreos se nos explica cómo este Espíritu transforma nuestra mente: “Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré” (Hebreos 10:16). Con la ayuda del Espíritu de Dios, los cambios espirituales que pueden transformarnos desde el interior se hacen posibles.
Esto no significa que el cambio sea inmediato y completo. Vencer el pecado y aprender a pensar como Dios es un proceso que dura toda la vida. Cuando nos bautizamos, nos comprometemos a arrepentirnos constantemente y a esforzarnos siempre por obedecer a Dios. Esto implica que debemos arrepentirnos cada vez que pecamos a lo largo de nuestra vida (1 Juan 1:8-9).
Los resultados del arrepentimiento
El arrepentimiento es el primer paso hacia el mayor cambio que podemos hacer, un cambio que nos afectará ahora y para siempre. Nos libra de la culpa de nuestros errores a través de la sangre derramada de Cristo (1 Juan 1:7), nos permite tener un nuevo comienzo en un camino de verdadero gozo, y nos brinda la oportunidad de enseñarle ese camino a otros (Salmos 51:7-13). Este cambio nos otorga un nuevo corazón y una nueva vida (Ezequiel 36:26; Colosenses 3:10), e incluso nos hace parte de una nueva familia —la familia más amorosa, perdurable y exitosa del universo (1 Juan 3:2-3).
Sean cuales fueren sus metas para este año, ¿no es tiempo de hacer de su relación con Dios la máxima prioridad? Él desea profundamente que usted se convierta en parte de su familia, y ya ha dado los primeros pasos. Ahora usted está en un momento decisivo: el momento de escoger la vida —¡una vida eterna!
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