El arrepentimiento es un tema de gran importancia en la Biblia. ¿Qué significa arrepentirse? ¿Qué es el arrepentimiento?
En el Nuevo Testamento, la palabra “arrepentimiento” viene del término griego que significa “un cambio en nuestra manera de vivir tras cambiar por completo nuestra visión y actitud con respecto al pecado y la justicia” (J.P. Louw y Eugene Nida, Greek-English Lexicon of the New Testament Based on Semantic Domains [Diccionario semántico griego-inglés del Nuevo Testamento de J.P. Louw y Eugene Nida]). El Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento exhaustivo de Vine define esta palabra literalmente como “percibir después de”. En otras palabras, el arrepentimiento implica darnos cuenta de que nuestras acciones pasadas fueron pecaminosas (quebrantaban las leyes buenas y beneficiosas de Dios) y que necesitamos cambiar nuestra manera de vivir para siempre.
Los primeros pasos
El deseo de cambiar hábitos pasados y obedecer a Dios no es natural en el ser humano (Romanos 8:7); es Dios quien nos ayuda a comprender la necesidad del arrepentirnos (Romanos 2:4), que es el primer paso para comprometernos a una nueva vida y a transformar nuestra mente y corazón de carnales a espirituales (Hechos 3:19; Romanos 12:2).
Este arrepentimiento inicial es una decisión personal muy importante que cambia nuestra vida y nos lleva al bautismo, a través del cual recibimos el regalo de Espíritu Santo (Hechos 2:37-39). El arrepentimiento implica comprender la seriedad del pecado (Romanos 6:23; Efesios 2:1-3), desear profundamente el perdón de Dios (Salmos 51:1-3; Hebreos 9:14) y comprometernos decididamente a cambiar hábitos y pensamientos para dejar de pecar (Mateo 3:8; Hechos 26:19-20).
Como enfatizó el apóstol Pablo en 2 Corintios 7:10, “la tristeza que es según Dios” lleva al arrepentimiento, el cual produce cambios permanentes en nuestra vida y, eventualmente, conduce a la salvación. En cambio, “la tristeza del mundo” no provoca cambios permanentes y lleva a la muerte. En el versículo 11 se describen la constante diligencia y el vehemente deseo de cambiar que surgen de la tristeza según Dios.
Parte del evangelio de Jesucristo es el llamado al arrepentimiento (Marcos 1:14-15), a cambiar el rumbo de nuestra vida—la búsqueda natural de la satisfacción de los deseos pecaminosos humanos para obedecer a Dios y buscar su Reino. En Lucas 13:1-5, vemos que Cristo enfatizó el hecho de que la vida humana es vana y caprichosa hasta que decide arrepentirse y comenzar a buscar el Reino de Dios, y lo hizo con ejemplos reales de lo que ocurría a su alrededor.
Luego de su muerte y resurrección, Cristo ordenó a sus discípulos predicar acerca de su sacrificio y “el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:46-47; vea también Mateo 28:18-20).
Jesús estuvo dispuesto a ser azotado y morir de una terrible muerte con el fin de pagar por la pena de nuestros pecados. Este increíble sacrificio nos muestra aun más la seriedad del pecado y lo agradecidos que nos debemos sentir con nuestro misericordioso Dios.
Una manera de pensar
¿Qué es el arrepentimiento? ¿Acaso es una decisión que se toma solo una vez en la vida y que lleva al bautismo? No. El arrepentimiento debe ser más bien una manera de pensar, la conciencia de que vencer el pecado es algo que dura toda la vida. Necesitamos ser perdonados cada vez que desobedecemos la ley de Dios.
En Colosenses 3:1-10, vemos que el apóstol Pablo insta a quienes, tras arrepentirse, se han bautizado y han recibido el Espíritu Santo a hacer “morir” el comportamiento pecaminoso del “viejo hombre” y revestirse del “nuevo”. Y, en Romanos 7:13-25, describe vívidamente la lucha que tenemos contra nuestra propia naturaleza propensa al pecado, y explica que nuestra única esperanza es Jesucristo y su perdón (v. 24-25). Después de arrepentirnos por primera vez y bautizarnos, hay una necesidad continua de arrepentirnos y buscar perdón constantemente:
“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:8-10).
De acuerdo a su plan, Dios dará la oportunidad de salvación a toda la humanidad eventualmente. Pero para esto, todo ser humano deberá pasar por la experiencia personal del arrepentimiento. Como escribió el apóstol Pedro, Dios no quiere “que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).