Pablo hace mención del yelmo de la salvación como el quinto componente de la armadura de Dios. ¿Qué significa para nosotros hoy? ¿Cómo podemos usarlo y cómo nos protege?
“Y tomad el yelmo de la salvación” (Efesios 6:17).
En la época de Pablo, cuando un soldado se preparaba para batalla, el yelmo (el casco) era la última pieza de armamento que se ponía. De hecho, sin el casco, un soldado sería tan vulnerable que el resto de la armadura no sería de mucha utilidad. En realidad, la afirmación de Pablo de: “tomad el yelmo de la salvación” es la descripción más corta dada a cualquiera de las piezas de armadura mencionadas en Efesios 6, ya que realmente no necesitaba de una explicación en términos de su importancia.
El casco romano, conocido como galea, podría variar bastante en diseño, ya que la fabricación masiva no existía en ese tiempo, y cada casco era hecho individualmente. A través del tiempo, hubo también algunas variaciones de diseño del casco en el Imperio Romano. Por lo general, los cascos eran de metal, aunque los soldados más pobres, o soldados de los primeros días del imperio pueden haber tenido cascos de cuero fortificados con piezas de metal.
Obviamente, el uso más importante del casco era proteger la cabeza de los golpes.
Los cascos generalmente tenían placas en las mejillas para protegerse de los golpes en la cara, y una pieza de metal en la espalda para proteger de los golpes en la parte posterior del cuello. Además, a principios del primer siglo los cascos comenzaron a incluir una cresta para las cejas que protegían los ojos.
¿Qué es la salvación?
La salvación significa ser salvo —recibir libertad o ser rescatados de algo. Fíjese en lo que Pablo dijo acerca de qué necesitamos ser salvos, cómo y por quién somos salvos: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:8-10).
¿De qué “ira” necesitamos ser salvos? Se refiere a la ira de Dios contra el pecado. Debido a que todos hemos pecado, todos tendríamos que enfrentar la pena de muerte eterna sino fuera por el sacrificio de Jesucristo. “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
La salvación y vida eterna son dones que Dios desea dar a la humanidad en gran medida: “Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:3-4).
¿Cómo recibimos la salvación?
Pablo afirma en Romanos 6:23 que la salvación es “la dádiva [don] de Dios”. No es algo que podamos ganar o adquirir por nuestro propio esfuerzo.
Sin embargo, ¿podemos recibir salvación independientemente de lo que hagamos en esta vida? La Biblia nos dice lo siguiente: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38). Para recibir el perdón de los pecados, debemos primeramente arrepentirnos y bautizarnos.
También debemos andar en los caminos de Dios: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21).
Para obtener más información acerca de la salvación, por favor vea “¿Qué es salvación” y “Cómo obtener la salvación” en este sitio web.
¿Qué tiene que ver un yelmo (casco) con la salvación?
Un casco protege a un soldado contra golpes dañinos y mortales en la cabeza. Espiritualmente hablando, el yelmo de la salvación da esperanza y protege la mente de cualquier cosa que desoriente o destruya a un cristiano, tales como el desaliento o engaño.
Un casco protege a un soldado contra golpes dañinos y mortales en la cabeza. Espiritualmente hablando, el yelmo de la salvación da esperanza y protege la mente de cualquier cosa que desoriente o destruya a un cristiano, tales como el desaliento o engaño.
Observe 1 Tesalonicenses 5:8-9: “seamos sobrios, habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de salvación como yelmo. Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo”.
El autor del libro de Hebreos compara la esperanza con un ancla, la cual nos da estabilidad y la capacidad de resistir la peor de las tormentas: “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” (Hebreos 6:17-19).
¡La promesa de Dios de hacer todo de su parte para darnos su salvación es inquebrantable!
El apóstol Pedro se refiere a esta esperanza como algo viviente, algo que no puede descomponerse, no puede ser profanado ni contaminado. Es algo que nos motiva y sostiene espiritualmente a lo largo de nuestra vida.
“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Pedro 1:3-4, énfasis añadido).
En un mundo donde nada es permanente, la promesa de salvación que es posible gracias al sacrificio de Jesucristo nunca va a desaparecer. Representa estabilidad en un mundo inestable. ¡Nos da esperanza en las peores circunstancias, permitiéndonos luchar contra la desesperación y el desaliento!
El yelmo de la salvación protege nuestra visión
El casco también protegía los ojos del soldado, lo que le permitía mantener la visión física. Así mismo, la visión espiritual permite al cristiano fijar sus ojos en la meta, avanzando siempre hacia adelante sin distracciones ni desvíos.
“Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios” (Hebreos 12:1-2).
El apóstol Pablo nos dio el ejemplo de seguir firmes hacia adelante con los ojos puestos en la meta en todo momento, e instó a los hermanos de la iglesia de Filipos a hacer lo mismo: “No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús. Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos” (Filipenses 3:12-15).
Con el yelmo de la salvación bien puesto, un cristiano puede concentrarse en la meta de la salvación, imitando la vida de Jesucristo para alcanzar el objetivo que Él hizo posible para todos nosotros. Tenemos una esperanza que puede sostenernos en el camino, y la visión para poner nuestros ojos firmemente en la meta.
¡Qué valiosa pieza de armadura es el yelmo!
Tomar el yelmo
Un soldado que entraba en batalla sin un casco se exponía instantáneamente a los golpes más mortíferos. Dejar fuera cualquier pieza de la armadura sería muy peligroso, pero ir sin el casco habría sido impensable. Así mismo, hoy en día no podemos continuar sin tener el yelmo de la salvación.
Cuando el apóstol Pablo escribió acerca de la coraza de la rectitud y el yelmo de salvación, es posible que haya hecho una referencia a un pasaje de Isaías donde Dios, el Redentor de Sión, se pone estas mismas piezas de armadura:
“Pues de justicia se vistió como de una coraza, con yelmo de salvación en su cabeza; tomó ropas de venganza por vestidura, y se cubrió de celo como de manto” (Isaías 59:17).
La salvación es la meta final de un cristiano. Es indispensable que usemos la armadura si es que queremos alcanzar la salvación . ¡Póngase el yelmo de la salvación ahora!
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