La coraza de justicia es el segundo elemento que se menciona como parte de la armadura de Dios. ¿En qué consiste esta pieza de armadura espiritual y cómo podemos usarla?
¿Qué es una coraza?
El apóstol Pablo enumeró varias piezas de armadura usadas por los soldados romanos de su época e hizo una analogía acerca de la armadura espiritual que los cristianos necesitamos. La coraza es la segunda pieza de armadura y se le compara a la justicia: “Vestidos con la coraza de justicia” (Efesios 6:14).
Los soldados de esa época tenían también otra pieza de armadura protectora para evitar los golpes del enemigo: el escudo. Pero durante el fragor de la batalla, un escudo no ofrecía suficiente protección contra los golpes que venían de diferentes direcciones, o a veces se enfrentaban con demasiados enemigos al mismo tiempo. La coraza sí proporcionaba protección contra golpes inesperados y numerosos enemigos a la vez.
La coraza o pectoral usado por los soldados romanos generalmente estaba hecho de hierro, aunque algunos soldados más ricos podían haber usado una coraza de bronce.
Consistía en piezas de metal superpuestas, y las secciones delanteras y traseras estaban conectadas. Había piezas redondeadas que protegían los hombros, y la coraza generalmente descansaba sobre las caderas del soldado para que todo el peso de la coraza no fuera llevado en los hombros.
Estas piezas superpuestas permitían una mayor flexibilidad de movimiento. Esta pieza de armadura protegía los órganos vitales del soldado durante la batalla.
Adam Clarke’s Commentary [Comentario de Adam Clarke] dice lo siguiente: “Así como la coraza protege el corazón y los pulmones y todas aquellas funciones vitales que están contenidas en lo que se llama la región del tórax; la justicia también protege todo lo que el hombre necesita para su existencia espiritual”.
¿Cómo nos protege la coraza de justicia?
El apóstol Pablo hace otra comparación entre la vida cristiana y la guerra en una de sus cartas a los corintios: “Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10:3-5).
Los enemigos del cristiano descritos en estos versículos son numerosos, y pueden atacarnos de manera inesperada. Pablo menciona “argumentos”, “toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios” y la necesidad de llevar “cautivo todo pensamiento”. Éstas son distracciones que podemos encontrar en la vida cotidiana. La coraza de justicia es una de nuestras principales defensas contra esos enemigos inesperados y peligrosos.
¿Cuán importante es la coraza de justicia? Dios promete grandes recompensas a los que siguen la senda de rectitud: “No aprovecharán las riquezas en el día de la ira; Mas la justicia librará de muerte. La justicia del perfecto enderezará su camino; Mas el impío por su impiedad caerá. La justicia de los rectos los librará; Mas los pecadores serán atrapados en su pecado” (Proverbios 11:4-6).
¿Cúal es la definición de justicia?
Si Dios nos dice que nos pongamos la coraza de justicia como una parte importante de nuestra armadura, ¿cómo se supone que debemos hacerlo? ¿Y qué significa realmente ser justo?
Una de las maneras en que la Biblia define la justicia es en términos de los mandamientos de Dios: “Hablará mi lengua tus dichos, Porque todos tus mandamientos son justicia” (Salmos 119:172).
Una de las maneras en que la Biblia define la justicia es en términos de los mandamientos de Dios: “Hablará mi lengua tus dichos, Porque todos tus mandamientos son justicia” (Salmos 119:172).
Aunque tratemos de ser perfectos, usted no tiene que ser perfecto para ser justo. Romanos 3:23 nos dice que “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.
Esto es muy importante —nos explica que todavía tenemos que practicar la justicia aún cuando no seamos perfectos. Si la perfección completa fuera un requisito, ninguno de nosotros podría alcanzar este estándar.
Fíjese en el relato de Abraham tal como está registrado en Romanos 4: “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia” (Romanos 4:20-22).
Abraham tenía la creencia inquebrantable (fe) de que Dios haría lo que le había dicho. Pero la fe de Abraham no consistía sólo en palabras. ¡Abraham basó las acciones de su vida en su fe en Dios!
Hebreos 11 nos da más detalles acerca de la relación entre la fe de Abraham y sus obras: “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa” (Hebreos 11:8-9).
Los mandamientos de Dios son justos. Abraham demostraba su fe obedeciendo los mandamientos que había recibido de Dios, y si nosotros hacemos lo mismo, nos será contado como justicia, tal como lo fue con Abraham.
¿Cómo pueden personas imperfectas ser justas?
No nos sorprende leer que Abraham fuera incluido en la Biblia como un ejemplo de justicia. Su fe y voluntad de obedecer a Dios en todo lo que le había mandado está bien documentado. Veamos a otro hombre que fue llamado justo en la Biblia, cuya justicia no es tan obvia a primera vista. Consideremos al sobrino de Abraham, Lot, a quien se describe como otro hombre justo.
La historia de Lot está registrada en Génesis 19. Él vivía con su familia en una ciudad llamada Sodoma, que más tarde sería destruida por Dios debido a la gran iniquidad de sus habitantes.
En la primera parte del capítulo, dos ángeles (quienes aparecen en forma de hombres) vinieron a visitar a Lot. Él les dio de comer y se alojaron en su casa (Génesis 19:1-3). Más tarde, los hombres de la ciudad llegaron a su casa exigiéndole que trajera a sus visitantes para abusar sexualmente de ellos, pero en vez de sacarlos, ¡Lot les ofreció a sus hijas!
Con el fin de proteger a Lot, los ángeles hicieron que los hombres de la ciudad quedaran ciegos, y le dijeron que se llevara a su familia y se fuera de la ciudad inmediatamente. Inicialmente, Lot se detuvo, pero los ángeles lo tomaron de la mano diciéndole que escapara sin mirar atrás, y así lo hizo (Génesis 19:4-16).
¿Cómo es que Lot llegó a ser llamado un hombre justo? Fíjese en 2 Pedro 2:6-7: “y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente, y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados”.
Aunque Lot tenía sus faltas y defectos humanos (¡como todos nosotros!), Dios lo consideraba un hombre justo. El versículo 8 nos aclara un poco más por qué Lot era considerado justo: “(porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)”.
En lugar de adoptar el estilo de vida pecaminoso de quienes lo rodeaban, Lot continuó obedeciendo a Dios y estaba profundamente perturbado por la maldad y pecado que veía a su alrededor. Y cuando Dios le mandó que escapara de la ciudad dejando atrás toda su vida pasada, Lot lo hizo sin mirar atrás.
Su obediencia a los mandamientos de Dios y su deseo de seguir el camino de vida de Dios hicieron de Lot un hombre justo. ¡Y esa “coraza de justicia” salvó a Lot de la destrucción!
La justicia de Dios en comparación con la justicia del hombre
Lo que nosotros como seres humanos podríamos considerar justo (y agradable a Dios) no siempre está de acuerdo con lo que Dios considera justo.
Antes de enseñar acerca de la armadura de Dios, y antes de convertirse en un seguidor de Jesucristo, Pablo era un fariseo.
Los fariseos eran judíos que ponían demasiado hincapié en obedecer otras reglas además de los mandamientos de Dios —ellos obedecían un conjunto de mandamientos creados por el hombre que habían sido añadidos a los mandamientos de Dios. Creían que su obediencia a esos mandamientos extras los mantendría alejados del pecado (y por lo tanto los haría justos).
Años después de su conversión, Pablo escribió que su meta era “ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe” (Filipenses 3:8-9).
Pablo se refería a la ley de Dios, no a las leyes farisaicas creadas por el hombre. Y aunque las leyes de Dios definen una conducta que es justa, aun si pudiéramos guardar estas leyes perfectamente (algo que nadie puede), todavía necesitaríamos la purificación de los pecados pasados que sólo puede venir a través de la fe en la muerte redentora de Cristo.
Después de que Pablo explicó cómo la fe de Abraham “le fue contada por justicia”, él añadió: “Y no solamente con respecto a él se escribió que le fue contada, sino también con respecto a nosotros a quienes ha de ser contada, esto es, a los que creemos en el que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:23-25).
En otras palabras, nuestra meta es vestirnos con la justicia de Dios, y esta justicia se convierte en nuestra cuando nos comprometemos a vivir con fe y obedecer los mandamientos de Dios.
¿Cómo nos ponemos la coraza de justicia?
Los mandamientos de Dios son justicia (Salmos 119:172), y cuando obedecemos a Dios en nuestra vida estamos usando activamente la coraza de justicia. ¿Cuál es el primer paso que debemos dar para alcanzar esta meta?
Hay un proverbio que dice que un viaje de mil millas comienza con un solo paso. De igual manera, el proceso de ponernos la coraza de justicia comienza con una sola decisión. Nuestra vida consiste en una serie de decisiones; y podemos empezar un día a la vez. Con la ayuda de Dios podemos elegir que nuestra próxima decisión sea la correcta.
Leamos de nuevo las palabras de Pablo en 2 Corintios 10:5: “derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo”.
Toda acción comienza con un pensamiento, y nuestros pensamientos deben estar de acuerdo con las palabras y mandamientos de Dios. Las decisiones correctas (justas) en la vida nacen de una mente que medita en la Palabra de Dios. ¡El momento de comenzar este proceso es ahora!
¿Cuál será su próxima decisión?
Aprenda más acerca de los mandamientos de Dios que definen la justicia en nuestro folleto gratuito Los Diez Mandamientos: Todavía importan.