¿Qué nos enseña la Biblia acerca de la redención? ¿Por qué todos debemos ser redimidos, y cómo debe vivir una persona redimida? ¿Cómo le debemos responder a nuestro redentor?
Las siguientes tres escrituras describen un panorama sombrío del estado de la humanidad:
- “el pecado es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).
- “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
- “por cuanto todos pecaron” (Romanos 3:23).
En otras palabras, los ocho mil millones de seres humanos que habitan en la Tierra actualmente —y los otros miles de millones que han existido— fueron condenados a la pena de muerte por sus pecados.
Cada condenado va a tener que decidir entre dos opciones: o entregan sus vidas como pago o piden perdón con aflicción —para ser redimidos.
Debemos saber que significa redención, porque la humanidad la necesita y la responsabilidad personal que implica la redención, algo que muy pocas veces se comenta.
¿Qué significa redención?
“Redimir” significa comprar de nuevo. Cuando hablamos de redención, hablamos de recuperar algo. Por ejemplo, usted lleva su reloj a una casa de empeño a cambio de un préstamo. Para recuperar su reloj, usted deberá pagar el préstamo inicial más unos intereses, y así usted lo puede tener de vuelta. Cuando se recupera la propiedad de un objeto mediante el pago, se puede decir que el objeto ha sido redimido.
Naturalmente, cuando se trata de la deuda que tenemos por nuestros pecados —la muerte— no podemos redimirnos a nosotros mismos. Necesitamos un redentor.
La Biblia también utiliza el concepto relacionado con pagar un rescate (Oseas 13:14). Esto puede significar comprar a alguien de vuelta de la esclavitud o, como se usa generalmente hoy en día, de un secuestrador.
Cuando aplicamos el concepto del titulo de Dios como “Redentor” (Salmos 78:35), recordamos el acontecimiento histórico descrito en el libro de Éxodo cuando Dios compró a su pueblo de la esclavitud. Los israelitas sufrieron una esclavitud agotadora que les hizo clamar por su liberación (Éxodo 2:23).
Dios escuchó sus suplicas y sus lamentos.
“Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy el Eterno; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes” (Éxodo 6:6).
Como lo señalan los siguientes capítulos, el faraón no quería dejarlos salir, a pesar de haber presenciado el poder de Dios plaga tras plaga, que culminó con la muerte de miles de primogénitos egipcios.
La nación de Egipto y su pueblo fueron castigados terriblemente a medida que Dios redimía a Israel, y Dios quería que el elevado costo de su libertad les recordara continuamente todo lo que implicó comprar su libertad de la esclavitud.
Naturalmente, su respuesta frente a la redención de parte de Dios debería haber sido una lealtad sincera y absoluta a Dios. Deberían haber estado totalmente agradecidos y sobrecogidos, comprometidos a obedecerle siempre. Pero, desafortunadamente, la historia nos muestra un olvido crónico de parte de ellos acerca de lo que Dios había hecho por ellos.
No obstante, Dios quiere que entendamos el paralelo actual con la historia del Éxodo. Una enseñanza importante de la Biblia es que la esclavitud de los israelitas era sólo un ejemplo de la esclavitud a gran escala que existe en la actualidad.
¡Literalmente, hoy en día miles de millones de personas están esclavizadas!
¿Por qué necesitamos la redención?
Cuando los fariseos de los tiempos de Jesús escucharon como Él les ofreció a sus seguidores la salvación, replicaron: “Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?” (Juan 8:33).
En otras palabras, “nunca hemos sido esclavos de nadie”.
Pero la respuesta de Jesús tiene la clave: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (v. 34, énfasis añadido).
Acerca de esto, David señaló: “El Eterno miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, Para ver si había algún entendido, Que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Salmos 14:2-3, énfasis añadido).
No es una exageración decir que el pecado ha esclavizado a toda la humanidad. Las palabras, “hijos de los hombres”, “todos” y “ni siquiera uno”, comprueban que la condición del hombre es algo que es evidente a nivel global. No obstante, es incorrecto suponer que la esclavitud de cada persona al pecado se manifiesta de la misma manera. De hecho, los efectos visibles de la esclavitud varían de individuo a individuo.
Por ejemplo, el pecado lleva a que una persona cometa fornicación. El pecado se vale del atractivo de la euforia para que personas vulnerables consuman drogas en las que luego quedan atrapadas irremediablemente. El pecado influencia a algunas personas a tomar en exceso. El pecado fomenta la actitud de “hago lo que quiero, cuando quiero” y anima a las personas a ver la ley de Dios con animadversión.
No importa con qué tenga que lidiar la persona, hay un mensaje contundente ahí: cuando el ser humano quebranta los mandamientos de Dios, queda sometido al pecado (Romanos 3:9; 1 Juan 3:4). Por lo tanto, todos los seres humanos se han ganado la pena, han incurrido en una deuda, y es la muerte (Romanos 6:23).
La única esperanza que tiene la humanidad para sobrevivir, es que sea redimida por Dios.
¿Cuál es el precio de nuestra redención?
No hay ninguna cantidad de dinero suficiente para pagar nuestra pena de muerte. Ni un millón ni miles de millones de dólares ni siquiera un billón de dólares.
Y la redención de la humanidad requiere el pago de la pena de muerte por cada pecado cometido por cada uno de los seres humanos a lo largo de la historia.
El único pago que podía satisfacer esta demanda —la única cosa suficientemente valiosa y preciada— era la vida del Hijo de Dios, moralmente perfecto, totalmente inocente y libre de pecado, Jesucristo.
Jesucristo el redentor
Jesús les dijo a sus discípulos: “como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).
Jesús saldó la deuda de toda la humanidad con un solo pago: derramó su sangre.
El autor del libro de Hebreos hace una reflexión acerca de las prácticas de los sacrificios del Antiguo Testamento y nos recuerda: “y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre [Jesús], entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:12).
El valor de su vida superaba con creces la de cualquier otro ser humano hasta el punto de ser imposible de cuantificar. Pero con el deseo de redimir a la humanidad, ofreció su vida voluntariamente para pagar el rescate. Si no hubiera sido por Él, todos los seres humanos hubieran permanecido en esclavitud y hubieran muerto en esclavitud.
¿Es la redención el final de la historia?
Muchas personas hoy en día manifiestan que han sido redimidas por el sacrificio de Jesús, pero continúan viviendo la misma vida llena de pecado que llevaban antes de “ser salvos”. (Si usted desea aprender más acerca de nuestra responsabilidad personal después de la redención, lo invitamos a leer nuestro artículo “Una vez salvo, ¿siempre salvo?”.)
La redención del pecado no es el final. Una vez nuestros pecados han sido pagados por el invaluable precio de la sangre de Jesús, Dios nos ordena solemnemente no regresar al pecado. Cuando volvemos a esa vida, Dios lo describe como cuando un perro vuelve a su vómito o “la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 Pedro 2:22).
Los hijos de Dios que han sido redimidos no deben volver a una vida de pecado, de la misma manera que un ex convicto no debe volver a cometer ninguno de los delitos que lo pusieron tras las rejas en primer lugar. La tasa de reincidencia espiritual es muy alta porque muchas personas no comprenden lo que “andemos en vida nueva” significa y no buscan la ayuda de Dios para hacerlo (Romanos 6:4).
Pablo se encontró con algo parecido en su época.
Aparentemente, algunas personas pensaban que la inmoralidad sexual no era mala o pensaron que se podía tolerar por la gracia de Dios.
Pablo fue muy contundente al rechazar que el concepto de la redención como una licencia para pecar. Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos. “Huid de la fornicación” o aléjense del pecado, los reprendía diciendo (1 Corintios 6:18, énfasis añadido). “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (v. 19, énfasis añadido).
¿Por qué decía que no se pertenecían?
Dios tiene un plan de redención para todo el mundo, y actualmente lo está desarrollando, empezando por aquellos cuyos ojos se abren a su propia esclavitud.
“Porque habéis sido comprados por precio” les recordaba comedidamente (v. 20, énfasis añadido). En otras palabras, nos convertimos en propiedad exclusiva de Dios. Ya no es una opción usar nuestras manos para robar, la boca para mentir, nuestros ojos para codiciar o nuestro cuerpo para fornicar —ya no nos pertenecemos.
En lugar de esto, Pablo les dijo “glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (v. 20).
Ninguna de estas palabras sugiere que Pablo estuviera de acuerdo con un cristianismo sin obras. Él estaba manifestando que la redención conllevaba grandes expectativas.
En Romanos 6:13 Pablo dijo: “ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”.
La redención incluye un cambio de amos. Las personas redimidas por Dios son liberadas de la esclavitud al pecado, y junto con esa libertad viene la responsabilidad de obedecer las leyes de Dios. En pocas palabras, pasamos de ser infractores de la ley a obedecerla.
Como personas que ya no son propiedad del pecado y Satanás el diablo, debemos someternos totalmente a Dios, quien es nuestro Amo y Redentor.
¿Existe una etapa posterior en la redención?
Supongamos que una persona ha sido redimida y se somete a Dios en cada aspecto de su vida hasta el día de su muerte —¿qué pasa después?
Para el hijo de Dios que “persevera” y guarda las “obras hasta el fin”, las obras de Jesús, le están reservadas las inquebrantables promesas de Dios (Apocalipsis 2:26; Romanos 6:22). Jesús llama a esto “resurrección de vida”, y tendrá lugar cuando regrese por segunda vez (Juan 5:29).
(Si usted desea aprender más acerca del significado de la resurrección, lo invitamos a ver nuestro artículo “Resurrecciones: ¿qué son?”.)
Los hijos de Coré expresaron su confianza total en esta promesa y escribieron: “Pero Dios redimirá mi vida del poder del Seol, Porque él me tomará consigo” (Salmos 49:15, énfasis añadido).
Job, que anhelaba el momento en que su Redentor pisara la Tierra (Job 19:25), también dijo: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré, Hasta que venga mi liberación. Entonces llamarás, y yo te responderé; Tendrás afecto a la hechura de tus manos” (Job 14:14-15).
Pablo tenía esa misma convicción, “nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:23, énfasis añadido).
Cada hijo de Dios que ha sido comprado por la sangre del hijo de Dios mantiene viva la esperanza de la resurrección —la redención final— mientras se esfuerza por vencer el pecado.
La redención y el evangelio
Dios tiene un plan de redención para todo el mundo, y actualmente lo está desarrollando, empezando por aquellos cuyos ojos se abren a su propia esclavitud.
Parte de la idea central del evangelio es que Dios ofrece redención. Por medio de un arrepentimiento sincero una persona puede liberarse del poder del pecado y saldar su deuda por medio de la sangre de Cristo. Una vez en ese punto, se espera que la persona se someta completamente a todas las leyes de Dios hasta el momento de su muerte. Luego, en la primera resurrección, la persona finalmente será redimida de la muerte y recibirá la vida eterna.
Todos estos aspectos hacen parte del significado de ser redimido.
(Si usted desea aprender más acerca de cómo las fiestas anuales de Dios representan la redención para la humanidad, lo invitamos a leer nuestro folleto Las fiestas santas de Dios Él tiene un plan para usted.)