Para que las relaciones heridas puedan ser sanadas, ambas partes deben estar dispuestas a perdonar y seguir avanzando. ¿Qué sucede si usted quiere perdonar, pero la otra parte tiene resentimientos?
El perdón es un regalo que podemos hacerle a otros pero usted no puede hacer que otro le perdone a usted. Finalmente, ambas partes tienen que tomar su decisión.
Usted puede evitar que las cosas empeoren
Hay un principio bíblico que puede prevenir que se presenten la ira y el resentimiento en primer lugar. Veamos Proverbios 15:1: “La blanda respuesta quita la ira; más la palabra áspera hace subir el furor”.
Desviar la ira con una respuesta suave o inofensiva puede ser difícil en el momento, pero a largo plazo paga dividendos.
Las palabras ásperas que se pronuncian en momentos tensos o difíciles hacen que para la persona ofendida sea más difícil perdonar y reconciliarse. Proverbios 18:19 lo resume así: “El hermano ofendido es más tenaz que una ciudad fuerte, y las contiendas de los hermanos son como cerrojos de alcázar”. Reducir la tensión cuando apenas está comenzando la situación hace que todo sea más fácil a largo plazo.
Arreglar las cosas rápido
En Mateo 5:25, Jesucristo afirmó: “Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil y seas echado en la cárcel”.
Si transcurre mucho tiempo sin que la situación sea resuelta, los rencores se pueden presentar. Los esfuerzos por resolver la situación más adelante, pueden ser más difíciles y nuevos problemas pueden hacer que los sentimientos anteriores vuelvan a surgir más fácilmente.
Resentimientos: ejemplo para estudiar
La historia bíblica de Jacob y Esaú es familiar para la mayoría de los lectores de la Biblia. Jacob y Esaú eran los hijos de Isaac. Esaú, el hijo mayor, tenía la prerrogativa de recibir la herencia de Isaac. Jacob (ayudado por su madre) logró engañar a su padre con el fin de robar el derecho de primogenitura de su hermano. En Génesis 27 podemos encontrar la historia.
Lo que Jacob hizo no fue algo pequeño. Él no tomó prestado algo de su hermano y después no se lo devolvió. Esta herencia la daría a Jacob las mejores cosas de la vida, incluyendo el dominio sobre su hermano Esaú (Génesis 27:28-29). La reacción de Esaú ante lo que había hecho Jacob estaba llena de ira y resentimiento.
De hecho, Jacob tuvo que irse del lugar porque Esaú planeaba matarlo (Génesis 27:41). En los versículos 42-44 encontramos el consejo que le diera la madre a Jacob: “…He aquí, Esaú tu hermano se consuela acerca de ti con la idea de matarte. Ahora pues, hijo mío, obedece a mi voz; levántate y huye a casa de Labán mi hermano en Harán, y mora con él algunos días, hasta que el enojo de tu hermano se mitigue hasta que se aplaque la ira de tu hermano contra ti, y olvide lo que le has hecho”.
En realidad, trascurrieron por lo menos 20 años antes de que Jacob volviera a ver a Esaú nuevamente. ¿Qué hizo Jacob cuando finalmente volvió a ver a Esaú?
Los esfuerzos de Jacob para hacer las paces
En Génesis 32 Jacob estaba regresando a casa y tenía que pasar por una tierra que estaba ocupada por Esaú y su familia, además de los siervos de Esaú. En el versículo 6, Jacob fue informado por sus siervos que Esaú estaba viniendo para reunirse con él, acompañado de 400 hombres. Jacob sintió temor por las intenciones de Esaú. ¡Obviamente, un grupo de 400 hombres era más de lo que se necesitaba para tener un comité de bienvenida!
El plan de Jacob fue diseñado con el fin de buscar la paz con Esaú. De hecho, él ofreció una sucesión de ofrendas de paz, con poco tiempo entre ofrenda y ofrenda, con la esperanza de que Esaú se calmara y replanteara las cosas si es que aún tenía sentimientos de ira.
Veamos en Génesis 32:13-15, los regalos que Jacob le dio a Esaú: 200 cabras, 20 machos cabríos, 200 ovejas y 20 carneros, 30 camellas paridas con sus crías, 40 vacas y 10 novillos, 20 asnas y 10 borricos. ¡Era un buen regalo!
Las instrucciones que Jacob les dio a los siervos que iban a entregar estos regalos las encontramos en el versículo 16: “Y lo entregó a sus siervos, cada manada de por sí; y dijo a sus siervos; Pasad delante de mí, y poned espacio entre manada y manada”.
Jacob también instruyo a sus siervos para que se refirieran a Esaú como “mi señor”, y a Jacob como “su siervo” (vv. 17-20). Cuando Jacob se encontró finalmente con Esaú en Génesis 33, Jacob se inclinó delante de Esaú siete veces, como señal de respeto.
La Biblia no nos dice lo que Esaú pretendía hacer con Jacob, pero después de la secuencia de regalos y tantas señales de respeto de parte de Jacob, veamos cuál fue la reacción de Esaú: “Pero Esaú corrió a su encuentro y le abrazó, y se echó sobre su cuello, y le besó; y lloraron”. No importa cual haya sido la intención que hubiera tenido, Esaú mostró amor y perdón.
¿Qué podemos aprender acerca de superar los rencores?
Sin dudas, Jacob era un hombre adinerado y podía darse el lujo de dar regalos que la mayoría de nosotros no podemos dar. El valor de los regalos, sin embargo, no era lo importante en esta situación. Lo importante era la humildad de Jacob y su deseo de ser un pacificador.
Debemos estar dispuestos a tomar la iniciativa de la reconciliación, tragándonos nuestro orgullo y refrenando nuestro temperamento cuando sea necesario. Tenemos que sobreponernos a nuestros resentimientos y deseo de venganza y estar dispuestos a ofrecer la rama de olivo. Esto no siempre garantiza el perdón y la restauración de la relación, pero las instrucciones bíblicas que acabamos de ver nos dicen que ¡debemos estar dispuestos a hacer el intento!