En 1996 yo formé parte de un grupo de ministros invitados por la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Silver Spring, Maryland. Nuestro grupo fue invitado porque representábamos una nueva iglesia que guardaba el séptimo día, el sábado, y ellos querían hablar acerca de nuestras creencias fundamentales.
Nuestro anfitrión en esta visita fue su director de relaciones con las demás iglesias. Antes de llegar a su sede, él nos llevó aparte para discutir un tema doctrinal importante.
Había leído nuestras creencias fundamentales y había concluido que no éramos trinitarios. Él mencionó que esto sería un problema para la comunidad cristiana. Nos contó cómo los adventistas habían luchado por la doctrina de la Trinidad durante muchos años. No fue sino hasta bien entrado el siglo XX que habían adoptado la Trinidad.
Actualmente, su creencia oficial es trinitaria: “Hay un Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, una unidad de tres personas coeternas”.
Recuerdo claramente esa visita, hace 20 años. Éramos conscientes de lo que la comunidad cristiana pensaría. Pero la pregunta que en verdad debíamos responder es: ¿qué dice la Biblia con respecto al Espíritu Santo?
¿Es el Espíritu Santo una persona igual al Padre y al Hijo? ¿O es el Espíritu Santo el poder que viene de Dios? Puesto de una forma diferente, ¿es el Espíritu Santo un “quién” o un “qué”?
La importancia de la doctrina de la Trinidad
Si usted tiene alguna duda de la importancia de la Trinidad en el cristianismo moderno, veamos algunas citas de los eruditos y escritores religiosos:
- “La verdadera salvación de la persona depende de su aceptación de la doctrina… nadie se atreve a cuestionar la Trinidad por temor o por ser catalogado como ‘hereje’… debemos saber, entender, y amar la Trinidad para ser un cristiano total y completo” (James R. White, The Forgotten Trinity [La Trinidad olvidada], 1998, pp. 14-15).
- “El dogma de la Trinidad es un dogma central de la fe católica. Solamente creyendo en ella puede uno comprender y creer explícitamente otras enseñanzas fundamentales cristianas. ‘Es imposible creer explícitamente en el misterio de Cristo, sin tener fe en la Trinidad’… Ni tampoco puede uno entender el significado de la vida eterna, o la gracia que nos lleva a ella, sin creer en la Trinidad, porque la gracia y la vida eterna son compartidas en la vida trinitaria” (Donald Wuerl, Ronald Lawler, Thomas Lawler y Dris Stubna, The Teaching of Christ, a Catholic Catechism for Adults [La enseñanza de Cristo, un catecismo católico para adultos], 2005, (p. 150).
- “La Iglesia confiesa que la Trinidad es un misterio más allá de la comprensión del hombre. La Trinidad es un misterio, no sólo en el sentido bíblico de que es una verdad, que antiguamente estaba oculto pero ahora ha sido revelado; sino en el sentido de que el hombre no lo puede comprender y hacerlo inteligible” (Louis Berkhof, Systematic Theology [Teología sistemática], 1996, p. 89, énfasis añadido).
Seamos claros: la doctrina de la Trinidad se apoya en una premisa y sólo en una —el Espíritu Santo es una persona y por lo tanto debe ser Dios. Si usted no puede probar con las Escrituras que el Espíritu Santo es una persona, usted no tiene Trinidad.
Arrio y la Iglesia Católica
La historia confirma que no fue sino hasta el siglo IV que la Trinidad fue aceptada como una enseñanza oficial de la Iglesia Católica Romana. Esto fue más de 300 años después de Jesucristo y mucho después de la muerte del último apóstol.
Fue en el año 321 d.C. que un sacerdote de Alejandría, Egipto, llamado Arrio puso en tela de juicio la divinidad de Jesucristo. De esta disputa y el argumento subsecuente con otro sacerdote, Atanasio, surgió un debate acerca de la naturaleza de Cristo que llevó a la adopción de la Trinidad. Con el trabajo de Atanasio y las adiciones subsecuentes a su obra por los “tres padres de Capadocia” (Basil, obispo de Cesárea; Gregorio de Niza; y Gregorio de Nacianzo), la Trinidad fue establecida como una enseñanza oficial de la Iglesia Romana en el año 381 d.C., en el Concilio de Constantinopla.
El debate del siglo IV se convirtió en algo político y dividió la Iglesia Católica en dos bandos: aquellos que seguían a Arrio y aquellos que creían en la Trinidad. La decisión final de la Iglesia Católica de aceptar la Trinidad no estuvo basada en las Escrituras sino en la política.
En lugar de depender de la política de la iglesia y los concilios ecuménicos, debemos preguntarnos: ¿qué dice la Biblia? La Biblia nos dice claramente que Cristo era un ser divino. Pero muchos teólogos coinciden en que no hay una evidencia que respalde la idea de una deidad trina en el Antiguo Testamento. Y algunos eruditos reconocerían que sencillamente no hay suficiente evidencia en el Nuevo Testamento para establecer la persona del Espíritu Santo. Por supuesto, otros están en desacuerdo, pero la Biblia debe ser nuestra guía.
Hechos 5: ¿mentirle a Dios?
Con frecuencia Hechos 5 es usado como prueba de que el Espíritu Santo es la tercera persona de la Deidad.
En este capítulo encontramos la historia de un matrimonio, Ananías y Safira, dos miembros de la Iglesia del Nuevo Testamento. Muchos miembros de la Iglesia primitiva fueron muy generosos y vendieron algunas de sus posesiones para respaldar el mensaje del evangelio. Ananías y Safira también lo hicieron, pero retuvieron una parte del precio de la venta de su propiedad. Esto habría estado bien, según el apóstol Pedro, pero había sólo un problema: ellos mintieron y dijeron que lo habían dado todo.
Dios inspiró a Pedro por medio del Espíritu Santo para que percibiera lo que estaba pasando, y él los confrontó. “Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? Y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres sino a Dios” (vv. 3-4).
¿Qué quiso decir Pedro cuando dijo: “no has mentido a los hombres sino a Dios”? ¿Estaba él equiparando el Espíritu Santo con Dios? Claramente, Ananías y Safira le mintieron a Pedro, un ser humano. Pero Pedro les informó que mentirle a él, que era un representante de Dios (alguien que tenía el Espíritu Santo), era mentirle a Dios.
Si usted argumenta que mentirle al Espíritu Santo es mentirle a Dios, y con eso confirma que el Espíritu Santo es Dios, usted también puede argumentar que Pedro era Dios, ya que ambos le mintieron a él. Esto sencillamente es ilógico y no es verdad. La Biblia muestra que el Espíritu Santo es el poder de Dios y no una tercera persona llamada Dios.
No existe una afirmación categórica en la Biblia que identifique el Espíritu Santo como una persona. Usted pensaría que algo de semejante magnitud sería algo fácil de probar.
¿Es el Espíritu Santo una persona?
En Mateo 1:18, leemos que “estando desposada María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo”.
Pero espere un segundo. ¿No es Dios el Padre el que engendró a Jesucristo? Al fin y al cabo, Cristo es llamado “su Hijo unigénito” (Juan 3:16). Por lo tanto el Espíritu no puede ser una persona ni un miembro igual de la Deidad o entonces el Espíritu Santo sería el padre verdadero de Jesucristo. Por supuesto, nadie cree ni enseña algo así.
Pablo escribió en Romanos 1:7: “Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”. ¿Por qué el Espíritu Santo no se menciona en este saludo? Tal vez Pablo simplemente pasó por alto el Espíritu Santo en Romanos 1.
Una omisión podríamos entenderla, pero él hizo lo mismo en 1 Corintios 1:3, 2 Corintios 1:2; Gálatas 1:3; Efesios 1:2 y Filipenses 1:2. De hecho, Pablo nunca se refiere al Espíritu Santo en ninguno de sus saludos. Sería difícil de creer que el Espíritu Santo fuera igual al Padre y al Hijo.
En Lucas 1:17, leemos que Juan el Bautista “irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías”. El “espíritu de Elías” no es una persona separada de Elías. Ni el Espíritu de Dios es una persona aparte e igual a Dios.
El Espíritu Santo es un don (Hechos 2:38), que viene después del arrepentimiento, el bautismo y la imposición de manos (Hechos 8:17). No es otra persona que entra en usted, sino el poder de Dios que viene a usted.
La idea de la Trinidad ha sido desarrollada en la Iglesia Romana como un argumento contra Arrio en el siglo IV. Los protestantes simplemente la conservaron después de la reforma. Por supuesto, la idea de un Dios trino realmente es anterior al cristianismo y puede encontrarse en varias culturas paganas antiguas.
¿Quién o qué?
Entonces, ¿es el Espíritu Santo “un quién” o “un qué”? Según la Biblia el Espíritu Santo es el poder de Dios (2 Timoteo 1:7). Es la presencia operativa de la mente y la influencia de Dios, así como de su carácter. Es lo que nos hace a cada uno de nosotros un cristiano; porque si no tenemos el Espíritu Santo, no somos “de él” (Romanos 8:9).
La lección que aprendí hace 20 años cuando estaba visitando a los Adventistas del Séptimo Día es que usted nunca debe avergonzarse de creer lo que la Biblia enseña, sin importar lo que otros piensen. Si dejamos que la Biblia sea nuestra guía, no veremos tres dioses en uno sólo, todos iguales y coexistiendo eternamente. La Biblia dice que el Espíritu Santo emana de Dios y es el poder más grande disponible para los seres humanos. Es un don de Dios que transformará su vida.
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