Una de las características del fruto del Espíritu se traduce como fe en algunas ocasiones y en otras como fidelidad. ¿Cuál traducción es la correcta? ¿El fruto del espíritu produce fe en Dios o fidelidad hacia Él?
Uno de los dones más impresionantes que Dios les concede a sus hijos que se han arrepentido y bautizado es su Espíritu Santo (Hechos 2:38). Y por medio del Espíritu Santo, Él produce el fruto del Espíritu que Pablo describe en Gálatas 5.
El fruto del Espíritu es un aspecto fundamental el cual debemos estudiar y también aprovechar para crecer en él. En Vida, Esperanza y Verdad tenemos artículos que hablan acerca de cada una de sus características. En este artículo nos vamos a enfocar en sólo uno de estos aspectos, pero éste en especial, se traduce de diferentes maneras.
Dos traducciones
Muchas personas conocen el fruto del Espíritu de la siguiente manera:
“Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23, énfasis añadido).
Otros, lo aprendieron de esta forma:
“Amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio” (NTV).
Cinco de las nueve palabras se traducen diferente en la versión Nueva Traducción Viviente. Analicemos una de ellas.
¿El fruto del Espíritu es fe o la fidelidad?
Primero, veamos que dicen algunos eruditos acerca de la palabra que se traduce como “fe” o “fidelidad”.
En la Biblia de Estudio de William Barclay, la palabra se traduce como “fidelidad”: “Esta palabra (pistis, griego #4102) es común en el griego secular para referirse a fiabilidad. Es la característica del hombre que es confiable”.
El Comentario Bíblico NVI de Zondervan dice que los cristianos “se deben caracterizar por su “fidelidad”… una palabra que también significa ‘fe’, pero sin duda aquí significa lo que hace que una persona sea alguien en quien los demás pueden confiar, es decir, la confiabilidad o fiabilidad. Esta palabra describe a un siervo fiel (Lucas 16:10-12), incluidos los siervos del evangelio y de Cristo (1 Timoteo 1:12; 2 Timoteo 2:2). Describe el carácter de los que morirán por su confesión de Cristo (Apocalipsis 2:10; 3:14). Claramente, también describe el carácter de Cristo, el testigo fiel (Apocalipsis 1:5), y de Dios Padre, que siempre actúa con fidelidad hacia su pueblo (1 Corintios 1:9; 10:13; 1 Tesalonicenses 5:24; 2 Tesalonicenses 3:3)”.
Al parecer, los traductores de la Nueva Traducción Viviente tenían buenas razones para cambiarla por “fidelidad” como lo demuestran algunos estudios más modernos. Pero esto no significa que sea un nuevo entendimiento de la palabra. Si miramos algunos Comentarios más antiguos, también podemos encontrarlo. El Comentario de Adam Clarke dice lo siguiente al respecto:
“Fe. Usada aquí en lugar de ‘fidelidad’. Cumpliendo puntualmente lo prometido. Cuidando conscientemente lo que nos ha sido encomendado, restaurándolo a sus legítimos dueños, honestos en los negocios puestos en nuestras manos, no traicionando el secreto de nuestro amigo ni defraudando la confianza de nuestro empleado”.
Todo parece indicar qué, la mejor traducción para la característica del fruto del Espíritu en Gálatas 5, es “fidelidad”.
Pero, ¿y qué pasa con la fe?
¿Significa esto que la fe no es una característica del fruto del Espíritu o no es importante? ¡Nada de eso!
La Biblia nos muestra que la fe es un elemento fundamental en la vida de un hijo de Dios. Como dato interesante, ¡la fe es importante incluso antes de que recibimos el Espíritu Santo!
Incluso debemos tener fe antes de comprometernos a ser bautizados y recibir el Espíritu Santo. Pero, ¿cuál es la verdadera gracia de esa fe?
“Dios los salvó por su gracia cuando creyeron. Ustedes no tienen ningún mérito en eso; es un regalo de Dios” (Efesios 2:8).
Dios es el que nos llama (Juan 6:44), y un aspecto de ese llamamiento es la semilla inicial de la fe.
En definitiva, todo comienza con Dios: ¡la gracia, la salvación e incluso la fe! Por supuesto, debe haber una respuesta de nuestra parte. Debemos confiar en Él y esforzarnos por creer y hacer lo que Él nos ordena. Debemos rendirnos ante Él y buscar siempre crecer en fe. Y esa fe y el perdón que recibimos, nos debe motivar a producir, con la ayuda del Espíritu Santo, el fruto del Espíritu.
Debemos poner en práctica nuestra fe personal, nuestra creencia y confianza desde el comienzo de nuestro viaje y a lo largo de él, pero sólo nos pueden llevar hasta cierto punto. Cuando recibimos el don del Espíritu Santo, Cristo puede comenzar a vivir en nosotros y nos permite crecer en la fe del Hijo de Dios.
Hay muchas personas que no comprenden la escritura de Efesios 2:8-9, y piensan que Pablo estaba restándole importancia a las “obras” —de nuestra obediencia, nuestras acciones cuando hacemos el bien y tratamos de ser como Cristo. Pablo dijo, en el versículo 9, que la gracia de Dios “no es un premio por las cosas buenas que hayamos hecho, así que ninguno de nosotros puede jactarse de ser salvo”.
No hay nada que podamos hacer para enmendar nuestros pecados del pasado. No podemos hacer nada para recibir el perdón y ser justificados. Eso requiere la muerte —nuestra o la de Cristo.
Pero una vez que aceptamos el sacrificio de Cristo y somos perdonados, ¿qué dice Pablo que debemos hacer?
El versículo 10 dice: “Pues somos la obra maestra de Dios. Él nos creó de nuevo en Cristo Jesús, a fin de que hagamos las cosas buenas que preparó para nosotros tiempo atrás”.
Dios nos creó para que hiciéramos buenas obras. Él quiere que creamos y hagamos. Quiere que sigamos el ejemplo de Jesucristo, que tengamos fe —y que seamos fieles.
¿Cómo podemos crecer en fe?
La fe se demuestra y se prueba con nuestras acciones. Creer y la obediencia van de la mano. La fe viva y la fidelidad son inseparables.
Cuando leemos Efesios 2, vemos que la fe se da antes del bautismo, pero eso sólo es el principio. Debemos crecer en fe. ¿Cómo lo podemos hacer? ¿Podemos decir que la fe también es una característica del fruto del Espíritu? Si buscamos las palabras “fe” y “espíritu” en una concordancia bíblica o en una versión de la Biblia en línea, vemos bastantes conexiones.
Por ejemplo, en 1 Corintios 12:9 Pablo incluyó la “fe” como parte de una lista de dones que se dan por medio del Espíritu Santo. Y en 2 Corintios 4:13 habló acerca de tener la “misma clase de fe”. El apóstol Pedro habló acerca del divino poder y naturaleza divina —otras formas de describir el Espíritu Santo de Dios— que le ayudan a un hijo de Dios a “añadid a vuestra fe virtud” y las demás cosas que describe allí (2 Pedro 1:3-5).
Así que, a pesar de que Pablo no incluyó la “fe” en la lista de Gálatas 5, es un aspecto en el cual debemos crecer por medio del Espíritu Santo.
Completar el ciclo de la fe
Para completar el ciclo, analicemos lo que dijo Santiago acerca de la fe. La fe por sí misma tiene frutos. Santiago, en su primer capítulo, dijo que debíamos ser más que oidores, debíamos ser hacedores. En el capítulo 2 agregó que no debíamos ser simplemente creyentes, sino también hacedores del camino del amor de Dios.
“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma” (Santiago 2:14-17).
La fe se demuestra y se prueba con nuestras acciones. Creer y la obediencia van de la mano. La fe viva y la fidelidad son inseparables.
Debemos recibir la fe incluso para bautizarnos y recibir el Espíritu Santo. Luego, debemos crecer en fe por medio del Espíritu Santo. Y nuestra fe se demuestra por los frutos de obediencia y fidelidad.
Asi que, no importa la forma en que usted haya memorizado las características del fruto del Espíritu, tiene la razón. No se trata de fe o fidelidad. Dios quiere que crezcamos tanto en fe como en fidelidad.
Si usted desea estudiar más acerca de este tema, lo invitamos a leer nuestros artículos: “El fruto del Espíritu: la fe” y “Cómo crecer en fe”.