En un mundo en el que se celebra cuando dos atletas chocan entre si y aplaude los insultos como una forma de entretenimiento, ¿todavía está vigente la mansedumbre?
Cuando escuchamos la palabra manso, nos imaginamos a una mamá que toma a su pequeño hijo de la cuna. Lo sostiene suavemente y le acaricia su cabeza, lo mueve despacio y lo sostiene sin apretarlo demasiado.
También podemos pensar en un arqueólogo dentro de una excavación, desenterrando artefactos paciente y cuidadosamente, con suaves movimientos de sus delicados instrumentos.
Ahora, imaginemos a la mama agarrando al bebe por la pierna y sacándolo de su cuna como un bulto de papas. También imaginemos al arqueólogo tomando una pala y picando la tierra alrededor del artefacto sin ningún cuidado, aplastando el valioso vestigio de la historia.
¿Cuál ejemplo describe mejor la forma en que se trata la gente hoy en día?
El ejemplo de mansedumbre de Jesus
Jesucristo, incluso después de resaltar la hipocresía de los escribas y fariseos, explicó el espíritu de la mansedumbre y mostró como se sentía verdaderamente frente a aquellos que se oponían a él. En Mateo 23:37 se lamenta: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”
Tener estos sentimientos hacia otro ser humano es una muestra de mansedumbre.
Cristo dijo en Mateo 11:29: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.
Esta conexión está presente en otras partes de la Biblia. El apóstol Pablo reforzó esta idea en 2 Corintios 10:1: “Yo Pablo os ruego por la mansedumbre y ternura de Cristo, yo que estando presente ciertamente soy humilde entre vosotros, mas ausente soy osado para con vosotros”.
Pablo incluyó las palabras ternura y humildad conjuntamente con mansedumbre. Estas palabras ayudan a mostrar que la mansedumbre requiere de humildad, porque junto con el orgullo y sentimientos de superioridad vienen reacciones bruscas y de terquedad, como las de un sabelotodo.
¿Qué es la mansedumbre? Es la actitud humilde y tierna de querer ayudar a otras personas en vez de querer ser superior a ellos. Esta actitud proviene de un espíritu de amor real por el individuo —teniendo una verdadera y genuina preocupación por su bienestar. Esta actitud se muestra en la forma en que pensamos de los demás y los tratamos y en lo que les decimos.
¿Por qué Dios quiere que demostremos mansedumbre?
Filipenses 4:5 nos dice que “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca”. ¿Por qué quiere Dios que las personas con las que Él está trabajando se preocupen por pensar, actuar o hablar de manera gentil? Dios tiene todo el poder en el universo, sin embargo es muy manso con nosotros y Él quiere que nosotros aprendamos a ser como Él. Así cuando Él nos dé poder, sabrá que no lo vamos a utilizar de manera cruel o imprudente.
Como lo hemos visto, la humildad está directamente relacionada con la mansedumbre, entonces deberíamos saber también cómo ve Dios la humildad. Santiago 4:6 y 1 Pedro 5:5 dicen: “Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes” (citando a Proverbios 3:34). Dios rechaza el orgullo, incluyendo nuestras justificaciones orgullosas para no ser mansos con aquellos que nos han ofendido, han sido duros o simplemente pensamos que no merecen mansedumbre. Estas actitudes son orgullosas y nos llevan a dejar a un lado la necesidad de ser mansos.
Dios nos quiere mostrar la misma mansedumbre que Jesús mostró con la mujer que fue sorprendida en adulterio (Juan 8:1-11). En lugar de estar llenos de orgullo y de manera autojusta lanzar la primera piedra al pecador, debemos seguir el ejemplo de Cristo, de manera gentil decirle a la persona que se vaya y no peque más. Éste es un ejemplo de mansedumbre del cual Dios quiere que aprendamos.
¿Por qué? Hay varias razones: Dios es abrumadoramente amable con nosotros cuando pecamos y necesitamos corrección, y Él espera que nosotros seamos igual con las demás personas. También la mansedumbre le muestra al mundo que el camino de los encuentros violentos y las situaciones regidas por las emociones no son las mejores. Dios también quiere que mostremos mansedumbre porque los seres humanos necesitan un toque amable para poder cambiar verdaderamente sus vidas y volverse a Dios.
Un ejemplo de mansedumbre que debemos seguir
En Hechos 17 encontramos un ejemplo de cuan ingeniosa e interesante puede ser la mansedumbre. Cuando Pablo empezó su mensaje a los atenienses tuvo muy en cuenta los antecedentes y la situación del pueblo con todos sus dioses. Empezó señalando que eran muy religiosos y después comentó acerca de un altar que había visto con la siguiente inscripción: “al Dios no conocido”. “Al que vosotros adoráis, pues, sin conocerle, es a quien yo os anuncio” (v. 23).
Ésta fue una manera amable de mitigar la idea de docenas de dioses y centrarse en el verdadero Dios. Aunque algunos se burlaron, otros quisieron escuchar más, incluso otros se unieron y creyeron.
Imagínese que Pablo no hubiera sido amable en esta situación y hubiera dicho: “pueblo de Atenas, ¡han pecado gravemente con sus terribles dioses! ¡Ustedes ignoran todo lo religioso! ¡Oren por misericordia pecadores malvados para que no sean derribados como los impíos!” ¿Hubiera tenido seguidores? Probablemente no. Pablo comprobó lo que dice en Proverbios 15:1: “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor”.
Un ejemplo para evitar
Dos de los discípulos dieron un ejemplo de falta de mansedumbre. La historia (Lucas 9:51-56) involucra a Jesucristo viajando con sus discípulos hacia Jerusalén. Cuando intentaron pasar a través de una aldea samaritana, sus habitantes no los quisieron recibir porque su aspecto era como de ir a Jerusalén.
Jacobo y Juan (que también eran conocidos como “hijos del trueno”, Marcos 3:17) le preguntaron a Jesús: “¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (v. 54).
Jesús los reprendió y les dijo: “Vosotros no sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas”.
Jesucristo estaba interesado en servir a esas personas, no en venganzas ni en demostraciones orgullosas de poder. Él demostró lo que dice en Ezequiel 33:11: “Diles: Vivo yo, dice el Eterno el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos”.
Juan y Jacobo, a quienes Jesús les había dado el sobrenombre de “hijos del trueno” (Marcos 3:17), tenían mucho que aprender del ejemplo de Jesús, ayudando gentilmente a estas personas a arrepentirse.
Autoexamen de mansedumbre
- ¿Fui manso en las situaciones que enfrente hoy? Si no, ¿por qué? ¿Fue orgullosa mi forma de razonar?
- ¿Muestro con los demás la misma mansedumbre que Dios muestra conmigo ? ¿Cómo?
- ¿Me describen como gentil las demás personas? ¿O me describen como crítico e insolente? ¿Por qué?
- ¿Animo gentilmente a que la gente “no peque más”? ¿O de manera autojusta arrojo la primera piedra?
¿Cómo podemos mostrar mayor mansedumbre?
La mansedumbre por lo regular se asocia con algo débil, suave o no asertivo. Pero cuando vemos que se considera un resultado (fruto) del Espíritu Santo de Dios actuando en nuestras vidas, y que ser manso requiere la fuerza del autocontrol, consideración, tacto y preocupación —la vemos de una manera totalmente distinta.
Actualmente los ejemplos de mansedumbre son cada vez más escasos. ¿Cómo mantenernos por encima de este mundo cruel, duro y airado que nos rodea?
- Después de un “arrebato emocional” o de “vociferar” discúlpese cuanto antes. Somos seres humanos con emociones muy poderosas y esto nos puede pasar, pero una persona mansa se dará cuenta que las cosas que dijo podrían haber afectado a otras personas y pedirá perdón, buscará corregir y alcanzar el auto control necesario para que esos arrebatos no se repitan en el futuro.
- Recordemos la mansedumbre de Dios con nosotros. Lo más probable es que nosotros no quisiéramos estar en el lado que va a recibir nuestra “mansedumbre”; y eso es un problema. ¿Como quisiéramos que Dios nos corrigiera o nos hiciera caer en cuenta de algo? ¿De la misma manera que lo hacemos nosotros con los demás? En muchas ocasiones, probablemente no.
- Pensemos qué refleja nuestra actitud. Por ejemplo: ¿Cuándo vemos a alguien haciendo algo malo, estamos prestos a golpearlo? O, en lugar de eso, ¿tenemos listo un cuaderno con ideas de cómo ayudar a la persona a superar el pecado? Teniendo estas situaciones en mente, a menudo nos puede ayudar a darnos cuenta de nuestra falta de mansedumbre y eventualmente nos va a ayudar a preferir un cuaderno o la Biblia en vez de un palo y duras palabras.
Ser manso no significa que no debamos ser firmes con nuestras creencias, pero sí implica que debemos ser sabios y amorosos al expresar esas creencias a los demás. Dios muestra un amor firme y enseña duras lecciones a los seres humanos, pero siempre bajo la perfecta definición de mansedumbre.
Ahora es nuestro turno.
Si desea profundizar más acerca de vivir una vida cristiana, vea nuestra sección “Conversión cristiana”.