¿Se acabó la paciencia? ¿Qué dice este fruto del espíritu de nosotros y de nuestro Padre celestial, que nos ordena ser pacientes?
Probablemente ha escuchado el dicho que dice: “La paciencia es una virtud”. Pero a juzgar por la sociedad que nos rodea, pareciera que no es una virtud que muchos quisieran desarrollar. A menudo escuchamos expresiones como “se me está acabando la paciencia” o “!no tengo paciencia para la gente como usted!”
¡Hoy en día pocos consideran que la paciencia sea una virtud! (Gálatas 5:22). ¡No queremos esperar, y definitivamente no queremos sufrir!
¿Qué significa paciencia?
De pasar de caminar a utilizar carruajes con caballos, de éstos al automóvil y del automovil al avión, el progreso tecnológico de la humanidad refleja nuestro deseo de velocidad y nuestra creciente impaciencia. La paciencia, que es escasa en el mundo, especialmente ahora que las personas se frustran cuando sus teléfonos celulares tardan más de cinco segundos en lugar de tres segundos en cargar Internet, esta tendencia sin lugar a dudas, afectó nuestras relaciones y nuestras actitudes. ¿Cómo evitarlo?
En Efesios 4:2 dice: “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”. Este versículo asocia la paciencia con trabajar pacientemente con los demás aunque no sea algo placentero para nosotros.
Una parte en Colosenses 3:12-13 utiliza el mismo lenguaje pero le agrega otro componente. Se nos dice que debemos: “de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros”. Esta escritura nos indica que la paciencia está relacionada con el perdón. Estas dos escrituras vienen de secciones que describen cómo debe actuar el “nuevo hombre” lleno del Espíritu Santo.
¿Qué es paciencia? Es la paciencia divina y la misericordia que debemos mostrar a los demás, que refleje lo más fielmente posible la paciencia y la misericordia que Dios tiene con nosotros. Es cuando toleramos a los demás, pasamos por alto sus errores y acciones desconsideradas y sinceramente los perdonamos por sus ofensas reales o imaginarias contra nosotros. Es soportar las pruebas y esperar paciente y fielmente por la intervención de Dios.
¿Por qué quiere Dios que seamos pacientes?
De la misma manera que ocurre con los otros frutos del espíritu, Dios quiere que seamos como Él. Dios se preocupa por toda la humanidad; y lo hace con una compasión impresionante, misericordia y paciencia. El pueblo de Dios está entrenándose para ser reyes y sacerdotes y gobernar con Él en el futuro (Apocalipsis 1:6). Esto implica aprender a perdonar a los demás, tener misericordia y ser tolerante —de lo contrario seríamos igual a los líderes mundanos de hoy.
En Salmos 130:7, dice: “Espere Israel al Eterno, Porque en el Eterno hay misericordia, Y abundante redención con él”.
Dios nos dio el ejemplo de misericordia y redención. Él espera pacientemente (y ha esperado) que nosotros como seres humanos nos arrepintamos y dejemos de destruirnos entre nosotros. Dios quiere que nos volvamos a él, y cuando lo hacemos, incluso nos promete que nos va a ayudar a vencer. El proceso de pasar de una naturaleza humana egoísta (lo que la Biblia llama “el antiguo hombre”) a una nueva creación en Cristo puede ser lento y frustrante, pero Dios nos guía con amor y nos ayuda con una increíble paciencia. Y Él quiere que seamos como Él y seamos igual de pacientes con los demás.
En Lucas 17:3-4 vemos un ejemplo de cómo debería ser esto en nuestra vida diaria: “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere a ti, diciendo: Me arrepiento; perdónale”.
¡Esto requiere de paciencia! Esta escritura no da excusas para un lado o el otro. El pecado no debe ser tolerado y debe señalarse cuando sea nuestra responsabilidad hacerlo. Sin embargo, los pecados que se repiten deben ser perdonados pacientemente, ¡incluso si se repiten siete veces en el día! Esto es lo que Dios hace y quiere que nosotros hagamos.
¿Por qué? Si no aprendemos a mostrar una paciencia piadosa y perdón, Dios no va a perdonar nuestras ofensas en contra de Él (Mateo 6:14-15).
Un ejemplo que debemos imitar
Jeremías, uno de los profetas más importantes del Antiguo Testamento, da un ejemplo asombroso de templanza y paciencia. A Jeremías le fue asignada la tarea aparentemente imposible de decirle al pueblo de Judá que Babilonia los iba a llevar cautivos porque ellos no querían arrepentirse de sus pecados —un mensaje no muy halagüeño.
Jeremías intentó una y otra vez que el pueblo de Dios se arrepintiera y dejara los malos caminos, incluso sufriendo un profundo dolor. Él escribió: “¡Oh, si mi cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore día y noche los muertos de la hija de mi pueblo!” (Jeremías 9:1).
¿Qué consiguió Jeremías con este sincero intento para que la gente se volviera del mal?
Fue destituido y dejado solo con sus pensamientos. Su vida estaba constantemente amenazada por conspiraciones de aquellos que lo rodeaban. Tenía a otros profetas que lo llamaban mentiroso y traidor de Judá. Fue golpeado, perseguido, arrestado y puesto en una cisterna donde se hundió en el cieno (Jeremías 38:6). Un pergamino con todas las profecías que Dios le había revelado, fue cruelmente quemado y tuvieron que ser reescritas.
A pesar de todo, Jeremías continuaba tratando de que el pueblo de Dios se arrepintiera de sus pecados. Nunca se rindió ante ellos, no dejó de hacer lo que Dios le pidió y jamás se alegró del destino que les había profetizado.
Un ejemplo para evitar
Jesucristo narra una parábola muy impactante, que nos muestra el destino de aquellos que no quieren ser pacientes con los demás. Es conocida como la parábola del deudor que no perdona. Después de que Cristo le dijo a Pedro que debía perdonar hasta 70 veces 7, Él comenzó una historia acerca de una deuda enorme que tenía un sirviente con un gran rey.
El sirviente suplicó por misericordia y paciencia, y el gran rey tuvo compasión y le perdonó la gran deuda. Pero cuando salió ese mismo sirviente, se encontró con una persona que le debía una menor cantidad a comparación y le exigió que le pagara enseguida. A pesar que ese hombre le suplicó por misericordia y paciencia, el deudor que no perdona lo mandó a la cárcel hasta que pudiera pagarle.
Cuando el rey se enteró de este acontecimiento, sintió mucha indignación y regañó al sirviente por no haber tenido la misma compasión y piedad que se tuvo con él. Entonces el sirviente fue encarcelado y torturado hasta que pudo pagar la enorme deuda que tenía con el rey.
La parábola termina con: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (v. 35). Cristo fue muy claro al explicar que si queríamos que Dios fuera paciente y misericordioso con nosotros, así mismo deberíamos ser nosotros con los demás.
Autoexamen de paciencia
- ¿Soy lento para la ira o rápido para condenar? ¿Por qué soy así?
- ¿Me describen los demás como alguien calmado y relajado o impaciente y que se ofende fácilmente?
- ¿La paciencia que tengo con los demás refleja la misma paciencia que tiene Dios conmigo? ¿Cómo lo sé?
- ¿Perdono realmente a los demás o guardo rencores? ¿Qué es lo que hace difícil que yo perdone a los demás?
¿Cómo podemos ser más pacientes?
Hemos visto que la paciencia no es sólo una característica deseada por los cristianos, es un componente necesario para llevar una vida hacia la salvación. Si no somos pacientes ni perdonamos a los demás, Dios tampoco lo va a hacer con nosotros.
¿Cómo podemos estar seguros de que nuestra vida está rebosante de este fruto del espíritu?
- Debemos escribir el nombre de una persona con la cual tenemos cierto rencor o no hemos perdonado realmente y después escribir las razones por las cuales no hemos sido pacientes con él o ella. ¿Son razones válidas de acuerdo a la Biblia? ¿Qué podemos hacer para perdonar a esta persona? (Vea más en la sección de perdón y el articulo de resentimientos).
- Con tranquilidad piense en las cosas que dicen y hacen con nosotros, en lugar de reaccionar precipitadamente. Uno de los aspectos más difíciles de controlar con respecto a la paciencia, es el fuerte deseo de que nuestras lenguas hablen libremente.
- Cuando nos ofendan o “pequen contra nosotros”, tenemos que acordarnos de reaccionar de la misma manera que quisiéramos que Dios lo hiciera con nuestros pecados.
Los cristianos deben ser conocidos por su paciencia —la paciencia según el horario de Dios y su plan para ellos, especialmente la paciencia con otros seres humanos. Mostrémosle al resto del mundo la paciencia y la tolerancia que Dios tiene con nosotros.
Lea más acerca de cómo recibir y utilizar el Espíritu Santo en los artículos, “Cristo en nosotros: ¿cómo vive Cristo en usted?” y “¿Cómo saber si usted tiene el espíritu Santo?”.