Cuando llegó el día de Pentecostés del año 31 d.C., los discípulos de Cristo estaban llenos de expectativas, sin saber exactamente lo que iba a suceder. Cristo se les había aparecido en varias ocasiones durante 40 días después de su resurrección, y luego les dijo a los apóstoles y otros líderes que esperaran en Jerusalén “la promesa del Padre” —el Espíritu Santo (Hechos 1:3-5).
Así que estaban juntos para guardar el día santo en el que algunos sucesos bastante inesperados ocurrieron.
Muchos visitantes de todo el Imperio Romano estaban en Jerusalén para la fiesta. De súbito, muchos de ellos fueron llevados al área en la cual oyeron “un estruendo como de un viento recio que soplaba” (Hechos 2:2).
Luego, ellos vieron lenguas de fuego que se asentaban sobre cada uno de los discípulos.
Y como si eso no fuera suficiente, los discípulos comenzaron a hablar y cada uno de los presentes podía entenderlos en su propio idioma (vv. 3-6).
Mientras que la asombrada muchedumbre aumentaba, alguien dijo: “Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” (vv. 7-8).
Sin lugar a dudas, Dios realizó estos milagros en ese momento para mostrarles a todos que lo que estaba ocurriendo estaba más allá de las posibilidades humanas —Dios mismo estaba directamente involucrado con este grupo. Aquel día fue el verdadero comienzo de la Iglesia del Nuevo Testamento.
¿Es el hablar en lenguas una prueba de conversión?
Desafortunadamente, algunas personas religiosas han tomado este incidente, y algunas declaraciones posteriores del apóstol Pablo, para decir que en la actualidad los cristianos deberían hablar en lenguas si tienen el Espíritu Santo. Y también hay iglesias en las que varios individuos pareciera que de una forma espontánea empezaran a “hablar en lenguas” (algunas veces llamado glosolalia), hablando de una manera totalmente ininteligible para la audiencia. Algunas veces alguien en la audiencia se levanta para “interpretar” lo que se dijo en el idioma nativo de la audiencia.
¿Cuál es el propósito de tales exhibiciones? ¿Es esto lo que se describe en la Biblia? ¿Es lo que Dios desea y espera de su pueblo una vez que recibe su Espíritu Santo? Necesitamos saber la respuesta.
Una mirada detallada a los milagros en Hechos 2
Analicemos más de cerca estos milagros. Dios hizo varias cosas para atraer la atención a los discípulos y que las personas escucharan. Escuchar el sonido de un viento recio, concentrado en un lugar, hizo que las personas sintieran curiosidad. Ellos veían lo que parecía un fuego moviéndose en las cabezas de los discípulos, pero no los quemaba. Esto por supuesto hizo que la atención de la multitud se concentrara totalmente ahí. ¡Algo muy raro estaba pasando!
Entonces los discípulos comenzaron a hablar “en otras lenguas” (v. 4). La palabra griega original utilizada aquí para “lenguas” es glossa. Según el Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento expositivo de Vine, glossa significa “el don sobrenatural de hablar en otro lenguaje sin haberlo aprendido”. No era un balbuceo ni un habla ininteligible; era literalmente otra lengua que algunos de los presentes hablaban desde pequeños.
Actualmente, como en tiempos del Nuevo Testamento, las personas que viajan internacionalmente de modo regular, pueden aprender varios idiomas. Tienen un lenguaje nativo, pero aprenden otro idioma o varios para poder comunicarse de una forma efectiva cuando viajan.
Casi siempre el viajero tendrá un mayor nivel de comprensión de su idioma nativo, ya que nada se pierde en la traducción.
Así que, en ese día de Pentecostés Dios se aseguró de que cada persona que estuviera allí de cualquier parte del mundo pudiera oír el mensaje de “las maravillas de Dios” en el idioma que le fuera más familiar.
¿Qué podemos decir de los escritos de Pablo?
En 1 Corintios 14, el apóstol Pablo escribió un poco acerca de hablar en lenguas. Corinto era un cruce cosmopolita con personas de muchos lugares que hablaban muchos idiomas y un don de lenguas podría ser muy útil allí. Pero parece que este don estaba siendo mal utilizado en Corinto. Algunos hermanos podían incluso volverse vanidosos con esta habilidad, tal vez sintiendo que ellos eran más espirituales que aquellos que no podían hablar en lenguas.
Así que Pablo tuvo que señalarle a la congregación la dirección correcta. Él explicó que esto era importante para la edificación de la congregación y no para utilizarlo para engrandecerse a nivel personal.
Veamos las palabras que pueden ser malentendidas:
“Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí” (1 Corintios 14:9-11).
El don de poder hablar y enseñar en otro idioma era real y provenía de Dios, pero era dado con el propósito de ayudar a alguien que hablaba otro idioma a entender la verdad de Dios.
Pablo continuó diciéndoles que este don era una señal para aquellos que no creían —tal como pasó en Hechos 2. No era una señal para los discípulos, que ya sabían que Dios estaba involucrado y haciendo cosas dramáticas. Tenía la intención de captar la atención de aquellos que todavía no creían (1 Corintios 14:22).
Después Pablo continuó diciendo: “Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos?” (v. 23). Dios nunca pretendió que fuera usado por todos en todo momento. Era para poder llegar a personas que hablaban otro idioma —no a aquellos que no lo hablaban.
¿Da Dios en la actualidad este don?
Lo que comúnmente se denomina “hablar en lenguas” en la actualidad no encaja con el patrón que leemos en el Nuevo Testamento. Numerosos estudios lingüísticos han mostrado que en realidad no es otro idioma y que nadie que escucha lo puede entender como si fuera su idioma nativo. Es generalmente algo muy emocional, y puede hacer que uno se sienta muy bien con uno mismo, pero no cumple con el mandato escritural de enseñar y edificar a los oyentes. Basándonos en todo esto, concluimos que esto no es de Dios.
Dios no parece estar actuando hoy de la misma forma milagrosa que actuó en Hechos 2. ¿Por qué? Tal vez el hecho de que haya tantos traductores de un lenguaje a otro hace que este don hoy no sea tan necesario. Y tal vez Dios está guardándolo para una época en el futuro en que Él nuevamente se lo va a dar a algunos de su pueblo, mostrando de una forma dramática que detrás de estos hombres y del mensaje que se está predicando, hay nada menos que su divino poder respaldándolos.
¿Qué debo hacer yo ahora?
El Espíritu Santo de Dios es una fuerza muy real y poderosa. Es la fuerza por la cual Él creó los cielos y la tierra (Salmos 104:30), y es la misma fuerza por la que Dios abre nuestra mente a su Palabra y nos da poder para arrepentirnos y cambiar.
Si usted se ha arrepentido, se ha bautizado y le han impuesto las manos para recibir el Espíritu de Dios (Hechos 8:17), entonces ore y pídale a Dios que use su Espíritu para cambiar su mente y corazón. A medida que estudie las Escrituras, pídale a Dios que abra su entendimiento a las cosas que están registradas ahí y que le ayude a ver cómo aplicarlas a su vida ahora.
Contrario a lo que muchos creen, la habilidad de hablar en lenguas no está descrita en las Escrituras como la prueba de que un cristiano tiene el Espíritu Santo. La evidencia de tener el Espíritu de Dios debería ser mostrada por nuestro cambio de carácter, a medida que empezamos a desarrollar el fruto del Espíritu —amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22-23).
Vivir una vida de fe y desarrollar un carácter justo es algo mucho más importante que hablar en un idioma extranjero.
Para un resumen conciso de cómo recibir y usar el Espíritu Santo de Dios, estudie nuestro folleto gratuito: ¡Cambie su vida!.