De la edición Mayo/Junio 2016 de la revista Discernir

¿Existe Dios? Prueba 4: Profecía cumplida

Si bien todavía hay un gran número de profecías bíblicas que señalan hacia una época futura, ya se han cumplido varias. La profecía cumplida es otra prueba de que Dios existe.

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Más de una tercera parte de la Biblia es profética. Muchas de estas profecías están relacionadas con la segunda venida de Jesucristo para establecer el Reino de Dios. Sin embargo, algunas profecías se enfocan en la era actual y hay varias que ya se han cumplido.

En esta serie de artículos hemos estado analizando la pregunta acerca de la existencia de Dios desde la perspectiva de la evidencia científica. En este artículo buscaremos pruebas en la profecía y la historia.

En números anteriores de Discernir hemos hecho un bosquejo de cinco pruebas de la Biblia. Una prueba es la profecía cumplida (vea el número de Julio/Agosto 2015). Entre las profecías cumplidas que mencionamos, varias están relacionadas con Jerusalén y Babilonia. Estas profecías no sólo sirven para verificar la Biblia sino también la existencia de Dios. Babilonia y Jerusalén han estado relacionadas en las profecías desde el surgimiento del Imperio Babilónico en el siglo VII a.C.

Veamos algunas profecías adicionales que nos ayudan a presentar una prueba concluyente de la existencia de Dios.

El destino de dos ciudades

Isaías profetizó durante el reinado de cuatro reyes de Judá (Isaías 1:1), comenzando alrededor del año 740 a.C.

Leamos lo que Dios le inspiró a Isaías como profecía para Babilonia:

“He aquí que yo despierto contra ellos a los medos, que no se ocuparán de la plata, ni codiciarán oro. Con arco tirarán a los niños, y no tendrán misericordia del fruto del vientre, ni su ojo perdonará a los hijos. Y Babilonia, hermosura de reinos y ornamento de la grandeza de los caldeos, será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios. Nunca más será habitada, ni se morará en ella de generación en generación; ni levantará allí tienda el árabe, ni pastores tendrán allí majada” (Isaías 13:17-20).

Veamos cuatro aspectos de esta profecía:

  1. Los medos atacarían.
  2. Habría un conflicto sangriento.
  3. Babilonia quedaría desolada.
  4. Babilonia no sería reconstruida (vea también Jeremías 25:12).

Así es como se desarrolló la historia de Babilonia.

Anteriormente, Babilonia había sido destruida por el Imperio Asirio. A medida que el Imperio Asirio declinó, Babilonia fue reconstruida por el nuevo Imperio Babilónico que llegó a dominar el Medio Oriente. El imperio alcanzó su apogeo bajo Nabucodonosor (605-562 a.C.)

Babilonia, la capital, estaba localizada en lo que ahora se conoce como la parte sur de Irak, más o menos a 80 kilómetros de Bagdad. La ciudad era una maravilla del mundo antiguo. Era una ciudad amurallada con estructuras magníficas y los famosos jardines colgantes, considerados como una de las siete maravillas del mundo antiguo. También era conocida como un centro de estudio. Los escritores antiguos que se referían a la ciudad resaltaban su gloria. Cuando Nabucodonosor conquistó Judá y eventualmente destruyó Jerusalén en el año 586 a.C., muchos de los judíos cautivos fueron reacomodados en Babilonia.

Luego, en el año 539 a.C., el Imperio Babilónico, junto con la misma Babilonia, cayó ante un imperio que estaba surgiendo, compuesto por los medos y los persas. Pero debido a la predominancia persa, con frecuencia es nombrado como el Imperio Persa. Babilonia fue conquistada, y así se cumplió la primera parte de la profecía de Isaías— pero en ese tiempo no fue destruida.

La ciudad continuó prosperando por un tiempo durante el gobierno persa. Alrededor del año 482 a.C., la ciudad se rebeló contra los persas. El rey Jerjes invadió la ciudad, destruyó sus templos y mató a muchos. Esta sangrienta revuelta parece haber cumplido la segunda parte de la profecía de Isaías.

La ciudad comenzó un largo declive que eventualmente culminó cuando Alejandro Magno la invadió en el año 331 a.C. El imperio de Alejandro se fragmentó en cuatro partes después de su muerte. Sus sucesores lucharon por la ciudad, desterrando a muchos de los residentes. El Imperio Seléucida tomó el control y construyó cerca una nueva ciudad, Seleucia, y esencialmente Babilonia fue abandonada.

En la época en que el Imperio Parto gobernó la región (141 a.C.), Babilonia estaba en ruinas, aunque había personas que todavía vivían allí y alrededor del lugar original de la ciudad. En la época de la conquista musulmana, en el año 650 d.C., la evidencia muestra que Babilonia fue sepultada por la arena, cumpliéndose la tercera parte de la profecía de Isaías. No fue sino hasta el siglo XIX que los arqueólogos pudieron ubicar las ruinas.

A comienzos de 1980, mientras los arqueólogos estaban excavando las ruinas, Saddam Hussein comenzó a reconstruir Babilonia. Para tristeza de los arqueólogos, Saddam barrió las ruinas y comenzó a construir unas pocas estructuras encima de las murallas. En esa época él también decidió construir un majestuoso palacio al borde de las ruinas, y lo terminó poco después de la invasión de Irak en 2003.

Saddam nunca se mudó a su palacio. Fue despojado de él y lo saquearon durante y después de la guerra y ahora es un edificio vacío.

Más adelante, Saddam fue apresado y ejecutado. En Irak todavía hay disturbios. Las ruinas de Babilonia todavía están desoladas. Después de 2.500 años, la cuarta parte de la profecía ha seguido cumpliéndose.

La Biblia también se refiere a un sistema babilónico del tiempo de fin que será destruido al regreso de Cristo y tendrá su base en Europa, no en la antigua ciudad del Medio Oriente. Lea más acerca de esto en nuestro artículo en línea “¿Qué representa Babilonia?”.

La profecía está siendo cumplida tal como Dios dijo: “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mi vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” (Isaías 55:11).

Babilonia, Jerusalén y el Mesías

Si bien Babilonia se convertiría en algo desolado para siempre, Jerusalén sería reconstruida, y esto sería una señal del conteo para la llegada del Mesías. Hay un profecía mesiánica detallada y compleja en Daniel 9:24-27 (vea el artículo de Vida, Esperanza y Verdad: “Las 70 semanas de Daniel: ¿qué significa esta profecía?”).

El versículo 25 revela cuándo esperar al Mesías: “Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y setenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos” (énfasis añadido).

Obviamente, la profecía no se estaba refiriendo a semanas reales. En la Biblia Dios ha utilizado los días proféticos para representar años reales (Ezequiel 4:4-6). Utilizando la representación de un día por año, 69 semanas equivaldrían a 483 años. Según los registros históricos, el rey persa Artajerjes I comenzó su reinado en el año 464 a.C. Esdras recibió permiso para regresar a Jerusalén y completar sus esfuerzos por reconstruir la ciudad en el séptimo año de Artajerjes, 457 a.C. (Esdras 7:6-10; 9:9). Si adelantamos 483 años (con el conocimiento de que el año cero no existe), esto nos llevaría al año 27 d.C. —el año en que Cristo fue bautizado y comenzó su ministerio.

Éstas son tan sólo unas cuantas de muchas profecías cumplidas que confirman la existencia de Dios. Si desea profundizar en el tema, vea nuestros artículos: “Profecía cumplida”, “Profecías cumplidas, evidencia de la existencia de Dios”, “Las profecías de Daniel: prueba de la existencia de Dios” y “Daniel 11: la profecía más detallada de la Biblia”.

¿Puede usted validar personalmente la profecía?

Hasta el momento, el tema sólo ha estado relacionado con las profecías incondicionales que Dios garantiza. Sin embargo, hay también profecías condicionales. Estas profecías tienen la expresión “si —entonces…”. El mensaje es: si usted obedece a Dios, entonces usted recibirá bendiciones.

A los antiguos israelitas Dios les prometió: “Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas. Y por haber oído estos decretos y haberlos guardado y puesto por obra, El Eterno tu Dios guardará contigo el pacto y la misericordia que juró a tus padres. Y te amará, te bendecirá y te multiplicará, y bendecirá el fruto de tu vientre y el fruto de tu tierra, tu grano, tu mosto, tu aceite, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas, en la tierra que juró a tus padres que te daría” (Deuteronomio 7:11-13).

El primer salmo comienza expresando una profecía de esta manera. Si uno no sólo obedece la ley sino que además se deleita en ella, “Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Salmo 1:3; vea también 1 Crónicas 22:13).

Este tema es expresado por la mayoría de los profetas. Por ejemplo, Malaquías hizo énfasis en un aspecto específico: “Traed los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice el Eterno de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).

Jesús resumió todo el mensaje en Mateo 6:33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”.

Usted puede validar personalmente esta profecía condicional. De hecho, la Biblia lo desafía a que lo haga. Pero debe haber un verdadero compromiso para entender y obedecer no sólo la letra de la ley sino su aplicación espiritual. No es sólo seguir lo que usted piensa que la Biblia enseña, sino leer y estudiar para comprobarlo por usted mismo.

Vea cómo David parafrasea el concepto. “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente… Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro; escudo y adarga es su verdad” (Salmo 91:1, 3-4).

Si usted se compromete con la verdad tal como está definida en la Biblia, su vida cambiará y usted será bendecido. Nuestro folleto ¡Cambie su vida! puede ayudarlo. Puede descargarlo hoy de nuestro Centro de Aprendizaje.

¿Puede haber una prueba más grande de Dios?

¡Compruébelo! 

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