¿Se requiere de una fe irracional y ciega para creer en Dios? ¿O existen razones lógicas para estar profundamente convencidos de su existencia?
Tomar la decisión de creer en Dios es un desafío para un número cada vez más grande de personas. Un creciente porcentaje de personas tiene dudas con respecto a su existencia.
Una encuesta reciente de Gallup, por ejemplo, encontró que el porcentaje de estadounidenses que cree en Dios ha disminuido hasta 81 por ciento. Este número “corresponde a seis puntos porcentuales menos que en el 2017, y es el menor en las encuestas de Gallup. Entre 1944 y 2011, más del 90 por ciento de los estadounidenses creían en Dios”. Y dado que los jóvenes son el grupo demográfico con menos probabilidad de creer en Dios, se espera que el porcentaje de personas que creen en Él siga disminuyendo en los Estados Unidos.
La misma tendencia se observa en Europa occidental. De hecho, ahí el declive empezó antes y es mayor que en los Estados Unidos.
Las encuestas del Centro de Investigación Pew en esa parte del mundo han demostrado que la mayoría se ha alejado de Dios y la religión. “Entre los países de Europa occidental encuestados, sólo en Portugal (44 %) se observa que un poco más de tres de cada diez personas tienen certeza absoluta acerca de la existencia de Dios”.
Las mayores razones por las que las personas dicen no creer en Dios incluyen la falta de evidencia, la ciencia, la maldad del mundo y el desacuerdo con los valores bíblicos.
El inevitable asunto de la fe
La cruda verdad es que creer en Dios sí requiere de fe. Dado que Dios es invisible y habita en lo que es sobrenatural para los humanos, nunca seremos capaces de verlo físicamente. Dios mora en un ámbito que no puede ser comprobado ni cuantificado por la ciencia. Por lo tanto, creer en Él es una decisión en su mayoría determinada por nuestra fe o la falta de ella.
Los ateos y agnósticos que exigen una prueba física, tangible y medible de que Dios existe para creer en Él, no la encontrarán. Incluso la Biblia reconoce que “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1).
Por otro lado, ya que Dios no es parte del universo físico, los ateos y agnósticos tampoco pueden comprobar que no existe. Cuando las personas concluyen que Dios no existe, en realidad están eligiendo tener fe ya sea en el razonamiento de quienes consideran expertos, o en su propio razonamiento y emociones, los cuales tampoco pueden ser comprobados.
Pero, si decidimos creer que Dios existe, ¿debemos simplemente cerrar los ojos y dar un salto de fe? ¿Es imposible tener evidencia física de su existencia? ¿Debemos tirar nuestra lógica y razón por la ventana?
La respuesta bíblica es “no”.
La Biblia dice que es correcto analizar y buscar evidencia física. Incluso nos enseña a razonar y nos muestra qué evidencia debemos considerar si queremos tener fe en la existencia de Dios.
En un mensaje a los antiguos Israelitas dado por medio del profeta Isaías, Dios dice: “Venid ahora, y razonemos” (Isaías 1:18, Biblia de las Américas). Dios quería que su pueblo considerara detenidamente su comportamiento y se diera cuenta hacia dónde lo estaba llevando.
Si queremos analizar lógicamente qué evidencia física nos da razones para creer que Dios existe, la Biblia nos señala un tema que, cuando se estudia con detenimiento, lleva a muchos a concluir que Dios existe realmente.
¿Cuál es ese tema?
Pablo nos dice: “Porque desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad, se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado” (Romanos 1:20, Biblia de Las Américas).
El mundo físico en que vivimos (“lo creado”) nos da pistas que indican la existencia de un Creador. Dicho de otra forma, las huellas de Dios pueden verse a través de su creación. El orden natural en que vivimos es una manifestación visible del Dios invisible.
¿Cómo?
Estos son tres de los indicativos más obvios:
1. La existencia del mundo material
Cuando consideremos la existencia de nuestro mundo, recordemos que la ciencia no puede explicar de dónde viene la materia. La teoría de la evolución nos plantea un método a través del cual las plantas y los animales supuestamente se desarrollaron en nuestro planeta, pero no puede explicar cómo la materia llegó a existir. La ciencia nos dice que el mundo tuvo un principio y que con el tiempo se deteriora, pero no puede explicar cómo es que el universo y la materia aparecieron en primer lugar.
La Biblia, sin embargo, nos da una respuesta. En el primer versículo leemos: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1:1). Nos explica que no sólo nuestro sistema solar con sus planetas, sino todas las galaxias que podemos ver, fueron creados por Dios.
Cuando realmente la estudiamos, vemos que la Biblia no se contradice, que la ciencia basada en principios válidos y una interpretación correcta de las Escrituras concuerdan, y que Dios ama al mundo entero.
Otros detalles que la Biblia nos da acerca del proceso de creación incluyen el hecho de que Dios creó todas las cosas a través del Ser que luego se convirtió en Jesucristo (Juan 1:3; Colosenses 1:16). La creación se llevó a cabo cuando Dios lo ordenó con sus palabras (Salmos 33:6). “Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió” (v. 9; compare con Salmos 148:3-5).
Los ateos no pueden desmentir esto. Pueden tener fe en su propio razonamiento de que Dios no creó la materia, pero la verdad es que comprender (no se diga evaluar) el mundo espiritual está mucho más allá de sus capacidades.
Considere estos hechos: sabemos que el mundo creado existe y sabemos que la ciencia no puede explicar su existencia. También sabemos que no podemos confiar en las emociones y los prejuicios de las personas con respecto a la respuesta que eligen creer.
Entonces, el próximo paso lógico sería considerar la validez de la fuente que sí nos ofrece una respuesta acerca de la existencia del universo.
2. La singularidad y veracidad de la Biblia
Dado que la Biblia se considera la principal autoridad acerca de Dios, y dado que nos dice que Dios creó todas las cosas, debemos analizar sus credenciales. ¿Hay aspectos de este antiguo texto que nos den razones válidas para confiar en él como una fuente certera y con autoridad?
Los escépticos de la Biblia tienen muchos argumentos que parecen creíbles a simple vista. Algunos de ellos son que la Biblia está llena de contradicciones, que se opone a la ciencia y que el Dios de la Biblia es injusto e incita a la violencia.
Pero cuando realmente la estudiamos, vemos que la Biblia no se contradice, que la ciencia basada en principios válidos y una interpretación correcta de las Escrituras concuerdan, y que Dios ama al mundo entero. De hecho, existen razones válidas para creer que la Biblia realmente es el libro especial, único y acreditado que dice ser.
Si bien los 66 libros de la Biblia fueron escritos por unos 40 autores a lo largo de aproximadamente 1.500 años, sus enseñanzas tienen una consistencia sin precedentes. Ningún otro texto antiguo de renombre ha sido escrito de la misma manera. En el plano humano, es difícil imaginar cómo tantos escritores pudieron proclamar un mensaje tan consistente en tan extenso período de tiempo.
La Biblia explica que la razón por la que sus textos son tan consistentes es que Dios mismo fue el principal Autor. En 2 Timoteo 3:16, Pablo escribe: “Toda la Escritura es inspirada por Dios”.
La autoría de Dios se refleja en el hecho de que “en más de 3.800 ocasiones, se introducen palabras con la fórmula ‘Dice el Eterno’, ‘Así ha dicho el Eterno’ y ‘Vino palabra del Eterno’” (Eerdmans’ Handbook to the Bible [Manual bíblico de Eerdman], p. 33).
Aunque cada autor humano escribió en su propio estilo, todos registraron lo que Dios les inspiró (1 Pedro 1:10-12).
Los arqueólogos siguen descubriendo que personas y lugares que anteriormente sólo se mencionaban en la Biblia realmente existieron. Las profecías cumplidas también indican que la Biblia es confiable, única y diferente de cualquier otro libro.
A partir de estos ejemplos, y muchos más que podríamos considerar, tenemos razones sólidas y válidas para creer que la Biblia es un libro santo y divino cuya descripción acerca de la creación del mundo es cierta. Para estudiar más acerca de la Santa Biblia, descargue nuestro folleto ¿Es cierta la Biblia?
3. El milagro de la vida
Según la teoría de la evolución, la vida provino de la materia inerte.
Hace mucho tiempo, las personas creían que había una generación espontánea cuando aparecían larvas en la carne podrida. Pero después, todos llegaron a comprender que tales ocurrencias no eran prueba de que la vida se originara de la materia inerte. Simplemente, las moscas ponían sus huevos en la carne. La ciencia desmintió la generación espontánea y, hasta el día de hoy, nadie ha podido recrear un ejemplo de vida surgida de materia inerte.
Lógicamente, uno pensaría que la ausencia de evidencia de generación instantánea (tanto en la naturaleza como en los laboratorios) a partir de la materia inerte sería un golpe duro para la teoría de la evolución.
¿No es el milagro de la vida una muy buena razón para creer en Dios?
La inquietante verdad para quienes apoyan esta teoría es que nunca ha habido un experimento en el que se demuestre que la vida puede surgir de lo inerte. Pero quienes creen en la evolución aún tienen fe en que este improbable evento ocurrió. Una premisa fundamental de la ciencia es que una teoría sólo puede ser probada por medio de observaciones o experimentos que pueden repetirse. Sin embargo, muchos aún deciden creer que la vida provino de lo inerte —algo que nunca se ha demostrado y mucho menos repetido.
Algunos simplemente argumentan que “podría haber pasado”. Pero, por otro lado, también debemos considerar si es racional creer que la vida se desarrolló como producto del azar. Las probabilidades en contra de esta idea son astronómicas. (Para descubrir más acerca de las probabilidades de la evolución, vea: “Los problemas de la evolución”, “Diseño inteligente: puede la ciencia responder la pregunta: ¿existe Dios?” y “Complejidad irreducible”.)
La ciencia ha sido una gran ayuda para la humanidad de muchas maneras, pero es importante conocer sus limitaciones. La ciencia puede mostrarnos cómo funcionan las leyes naturales, pero no puede explicar sus orígenes.
Entonces, ¿qué dice la Biblia acerca del milagro de la vida? Génesis 1 dice que Dios creó la vegetación y a los animales. Luego, en el versículo 27 leemos que creó al hombre a su propia imagen en dos versiones: varón y hembra.
Luego, al describir el impresionante proceso de crear vida a partir de materia inerte, Génesis 2:7 dice: “Entonces el Eterno Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”.
Los seres humanos nunca hemos sido capaces de duplicar lo que Dios hizo. Además de darnos vida, nos dio habilidades impresionantes y superiores a las de cualquier otra forma de vida en la Tierra. Algunos de nuestros mayores atributos son la autoconciencia, la capacidad de planificar, la capacidad de crear y la capacidad de apreciar la belleza.
¿Qué indican estos atributos superiores a los de otras formas de vida? ¿No son acaso evidencia de que nuestro Creador nos hizo a su imagen?
¿Y no es el milagro de la vida una muy buena razón para creer en Dios?
La creación revela al Creador
Con este breve repaso acerca de tres evidencias físicas de la existencia de Dios, sólo hemos rozado la superficie de la gran cantidad de evidencia disponible. La ubicación de nuestro planeta, y el diseño perfecto que le permite sustentar la vida, así como la increíble complejidad que existe en el universo, son pruebas adicionales.
Si usted está buscando razones para creer en Dios, o si simplemente quiere reafirmar su fe en cuanto a su existencia, la revista Discernir está aquí para acompañarlo y ayudarlo. Una de las razones por las que incluimos la serie “Maravillas de la creación de Dios” es recordar a los increíbles animales que son un testimonio de la existencia del Creador.
Si desea profundizar en este tema, vea los artículos en la sección de nuestro sitio web “¿Existe Dios” y descargue nuestra guía de estudio ¿Existe Dios?
9 citas de científicos acerca de la existencia de Dios
“Pienso que mientras más estudiamos la ciencia, más nos aleja de cualquier cosa comparable al ateísmo”.
—Lord William Kelvin, físico matemático renombrado mundialmente, conocido por su investigación acerca de termodinámica teórica
“Todo el que está seriamente comprometido con la búsqueda de la ciencia se convence de que las leyes de la naturaleza manifiestan la existencia de un espíritu enormemente superior al de los humanos, uno frente al cual nosotros, con nuestros modestos poderes, debemos sentirnos humildes”.
—Albert Einstein
“Mientras más estudio la naturaleza, más me maravillo ante la obra del Creador. La ciencia acerca a los hombres a Dios”.
—Louis Pasteur, biólogo, microbiólogo y químico
“¿Cuál es la respuesta definitiva al misterio del origen del universo? Las respuestas de los astrónomos son desconcertantes y extraordinarias. Pero lo más extraordinario es el hecho de que en la ciencia, como en la Biblia, el mundo comienza con un acto de creación”.
—Robert Jastrow, astrónomo y autor de Hasta que muera el sol (1977)
“Creo en Dios. De hecho, creo en un Dios personal que actúa e interactúa con la creación. Creo que las observaciones acerca del orden del universo físico, y la aparentemente excepcional sintonía de las condiciones del universo para el desarrollo de la vida, sugieren que un Creador inteligente es responsable”.
—William D. Phillips, premio nobel de física, 1997, y profesor de física en la Universidad de Maryland
“Dios creó todo por número, peso y medida”
—Sir Isaac Newton, uno de los científicos más influyentes de la historia
“Si el universo no se hubiera creado con la precisión más exacta, nunca hubiéramos existido. Mi perspectiva es que tales circunstancias indican que el universo fue creado para que el hombre viviera en él”.
—John A. O’Keefe, astrónomo de la NASA educado en Harvard
“El exquisito orden demostrado por nuestro entendimiento científico del mundo físico evoca lo divino”.
—Vera Kistiakowsky, física del Instituto Tecnológico de Massachusetts
“Es evidente que conocer las leyes naturales equivale a nada menos que tener conocimiento de la mente de Dios que en ellas se expresa”.
—James Joule, físico cuyo trabajo fue el fundamento para descubrir la primera ley de la termodinámica