El amor de Dios

¿Qué es el amor de Dios en realidad? ¿Es simplemente una actitud de afecto y calidez? ¡La Biblia tiene una respuesta que puede sorprenderle!

La Biblia nos habla constantemente de la importancia del amor en nuestras vidas. De hecho, 1 Juan 4:16 incluso nos dice que “Dios es amor”. Además, las Escrituras también nos exhortan a buscar la perfección del amor de Dios en nuestras vidas.

Pero, ¿qué es el amor de Dios exactamente? ¿Y cómo se desarrolla? ¿Es realmente posible amar como Dios lo hace? Algunas personan describen este tipo de amor como “amor altruista”. Pero, ¿es el amor altruista el amor de Dios?

¿De dónde proviene el amor divino?

El amor es un sentimiento exclusivamente humano que no puede reducirse a un producto de la evolución; más bien, es algo que proviene directamente de nuestro Creador. Como leemos en Génesis 1:26, Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza. Y, dado que tenemos la capacidad de amar y fuimos creados a imagen de Dios, ¿quién más que Él podría ser la fuente del amor?

Jesucristo, cuando vino a la tierra como Dios en la carne, nos dejó el ejemplo perfecto del amor de Dios. El día anterior a su dolorosa flagelación y muerte en la cruz, Cristo describió el amor más grande que un humano puede expresar diciendo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).

Pero, si bien este tipo de amor es sin duda admirable, el amor de Dios va mucho más allá. Como Cristo también explicó en los comienzos de su ministerio, amar a nuestros amigos no es suficiente para tener el amor de Dios.

La magnitud del amor de Dios

En Mateo 5:43-46, Jesucristo nos dice: “Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos?”.

Pero no sólo lo predicó, ¡sino que además lo practicó! Al ser el único ser humano libre de pecado, Cristo no merecía morir, “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna” (Romanos 6:23). Por el contrario, estaba en todo su derecho de pedir la vida eterna. Sin embargo, Cristo decidió sacrificarse por nosotros y dijo a su Padre que daría su propia vida para pagar por los pecados de sus amigos —y, lo que es más, los de sus enemigos también.

Este increíble ejemplo es indispensable para comprender el amor de Dios. Aun en la agonía de su crucifixión, y mientas sus enemigos lo mataban, Cristo pidió por ellos diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

¿Sería usted capaz de amar de esta manera? Sin duda, este tipo de amor es una de las cosas más difíciles de desarrollar. ¡Pero la recompensa vale la pena! Y aun hay más que decir sobre el amor de Dios.

¿Es el amor altruista suficiente?

Claramente, el amor altruista —sacrificarse uno mismo por el beneficio de los demás— es una de las expresiones más puras del amor humano. Y ¿qué mejor ejemplo de amor altruista que dar la vida por alguien más?

Pues bien, en 1 Corintios 13:3, Pablo nos explica que el hecho de dar la vida por alguien no implica que tengamos el amor de Dios: “Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve” (énfasis añadido).

Así es. Estar dispuestos a sacrificarnos por los demás —aun al punto de dar la vida— es uno de los requisitos para desarrollar el amor de Dios; pero tampoco es suficiente. Se requiere aun más que esto (Romanos 5:7). Pero ¿cómo puede ser posible?

¿Cómo se desarrolla el amor de Dios?

Muy pocas personas en el mundo entienden el plan Dios. Si usted desea más información al respecto, le invitamos a explorar las secciones relacionadas en nuestro sitio web (consulte “El plan de salvación”). En pocas palabras, este plan comienza con el ofrecimiento de la vida eterna para todo ser humano: “En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él” (1 Juan 4:9). Como vemos, Dios expresa su amor al darnos la posibilidad de formar parte de su familia espiritual y vivir eternamente.

¿Qué espera Dios de nosotros? Espera que sigamos los pasos de Jesucristo y desarrollemos el mismo amor que Él tuvo, que “el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo”, como Pablo bien nos aconseja (1 Tesalonicenses 3:5, énfasis añadido).

Pero ¿en qué consiste esta trasformación? El primer paso es reconocer que Dios existe (consulte “¿Existe Dios?”); luego, reconocer que la Biblia es la palabra de Dios (consulte “¿Es la Biblia veraz?”). Y, por último, debemos estudiar su palabra y obedecerla (consulte “Los Diez Mandamientos”); “el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él” (1 Juan 2:5).

Jesucristo expresó el amor de Dios no solo muriendo por la humanidad, sino también viviendo para nosotros. En nuestro caso, expresar este tipo de amor significa vivir como Él vivió.

Cuando uno de los líderes judíos le preguntó cuál era el mandamiento más importante, “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:37-40, énfasis añadido).

Con esta respuesta, Cristo sintetizó la esencia de los Diez Mandamientos. Los primeros cuatro describen formas prácticas —presentes en nuestro diario vivir— en que expresamos amor a Dios cuando nuestro corazón, mente y alma están enfocados en amar al Creador. Y los seis últimos describen cómo debemos expresar amor hacia los demás, ya sea con nuestros pensamientos o con nuestras acciones.

En otras palabras, los mandamientos de Dios son su amor en acción: tanto el amor que debemos expresarle a Él como el que debemos expresar a los demás. Sus leyes nos ayudan a comprender y practicar su amor en nuestra vida (Romanos 13:8-10).

Vivir por quienes amamos

Por increíble que parezca, Dios espera que alcancemos la perfección, llegando a tener el mismo amor que Jesucristo tiene —un amor tan grande que, sí, lo llevó a morir no sólo por sus amigos o sus futuros seguidores, sino por la humanidad entera.

Más aun, ¡lo llevó a guardar los mandamientos de Dios a la perfección durante toda su vida!

Éste es el tipo de amor que nosotros debemos desarrollar, y hacerlo debería ser el propósito de nuestras vidas. Si bien es cierto que nunca lograremos ser perfectos en amor (como Dios es) en esta vida, Dios quiere que esa sea nuestra meta. Y el camino hacia el amor de Dios requiere de nuestra dedicación para conocer y obedecer su palabra, “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos” (1 Juan 5:3).

¿Conocemos realmente la Palabra de Dios, o sólo creemos conocerla? En el mundo, los actos heroicos de amor y sacrificio son recompensados con medallas, premios, honores o incluso monumentos. Pero Dios nos ofrece algo mucho más grande. ¿Le gustaría saber más al respecto? No pierda la oportunidad de descubrir lo que la Biblia enseña acerca del amor de Dios, su Palabra y el plan que Él tiene para usted. ¡La verdad le sorprenderá!

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