A menudo la forma en que las personas se imaginan a Dios y la forma en que Él se revela no suelen coincidir. ¿Está Dios siempre enojado y con una actitud vengativa o es misericordioso y consolador?
Jonathan Edwards fue uno de los ministros norteamericanos más influyentes del siglo XVIII. Fue criado en un hogar puritano y predicó la doctrina del puritanismo. El objetivo de los puritanos en los siglos XVII y XVIII era purificar a la Iglesia de Inglaterra de las prácticas de la Iglesia Católica Romana.
En el proceso de su intento por limpiar la iglesia, adoptaron una visión muy dura de Dios y asumieron que era un Dios irritable y vengativo.
“Pecadores en manos de un dios airado”
Uno de los sermones más famosos de Jonathan Edwards fue titulado “Pecadores en manos de un dios airado” (1741). Igual que con la mayoría de los sermones de la época, se publicó un texto junto con el sermón. Edwards, en el texto de su sermón, escribió (y dijo) lo siguiente:
“Entonces es así que el hombre natural sostenido en la mano de Dios extendida sobre el abismo del infierno, merece ese fuego del abismo, ya está sentenciado a él, y Dios está muy encolerizado: su ira es tan grande hacia él como la que siente por los que de hecho están sufriendo en el infierno la intensidad de su ira y nada han podido hacer para apaciguarla. Ni está Dios comprometido por ninguna promesa de seguir sosteniéndolo ni siquiera un momento. El diablo lo espera, el infierno lo ansía, las llamas se reúnen y centellean a su alrededor y lo atraparán y devorarán. El fuego reprimido en su corazón lucha por escapar y no tiene interés en ningún Mediador. No hay ningún medio a su alcance que le dé seguridad. En resumen, el hombre natural no tiene ningún refugio, nada a que aferrarse. Lo único que lo preserva es la voluntad absoluta de un Dios encolerizado, no de ningún pacto ni ninguna obligación de ser paciente”.
Analicemos que Edwards emplea términos cómo “sufriendo en el infierno la intensidad de su ira”, “ninguna obligación de ser paciente”, “Dios está muy encolerizado”, “ira” y “voluntad absoluta” para describir a Dios. A pesar de que los puritanos prácticamente desaparecieron en el siglo XIX, esa percepción de Dios, de un ser enfurecido y siempre buscando una razón para castigar a la humanidad, continúa vigente.
Hoy en día esas características se asocian con un dios que, algunas personas creen, corresponde a la descripción que se encuentra en la Biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento.
¿Un Dios airado o un Dios amoroso?
Actualmente estamos siendo testigos de una maldad sin precedentes en nuestro mundo moderno —guerras y violencia por doquier. Debido a estas imágenes, algunas personas concluyen que Dios está enfurecido con todos nosotros y siempre está buscando un motivo para castigarnos. ¿Realmente es ese el Dios que adoramos lleno de ira, vengativo, siempre buscando alguna excusa para hacernos daño?
¿Acaso no dice en Juan 3:16 que: “Porque de tal manera amó Dios al mundo”? ¿Cómo podemos concebir la idea de su amor por la humanidad con la violencia y el mal que se ve en nuestro mundo actual?
“Padre de misericordias y Dios de toda consolación”
El apóstol Pablo presenta una imagen de Dios que difiere bastante de la que predicó Jonathan Edwards. Analicemos lo que escribe Pablo en la introducción de 2 Corintios: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3-4).
¿Cómo ve usted a Dios? ¿Se parece más al dios que expone Jonathan Edwards o al que Pablo describe en su carta a los corintios?
Pablo utilizó dos expresiones para describir a Dios el Padre —el Padre de misericordias y Dios de toda consolación.
Padre de misericordias
El término misericordia es muy amplio y se utiliza en la Biblia de diferentes maneras. En lugar de una sola palabra para misericordia, existen siete palabras en el hebreo que se traducen como misericordia. Cada una tiene un significado ligeramente diferente. Una de las palabras se refiere al amor permanente de Dios por Israel, similar al amor de un esposo por su esposa. Otra palabra proviene del término hebreo para útero, lo que implica una conexión maternal entre Dios y el ser humano.
La palabra hebrea para el “propiciatorio” en Éxodo 25:22 es kaporet, y puede significar rescate. El propiciatorio estaba en el lugar santísimo, un espacio restringido dentro del tabernáculo y más adelante el templo. Cubría el Arca del Testimonio y estaba protegido por dos querubines, uno a cada lado.
En el libro de Hebreos lo llama trono de gracia, y es ahí donde acudimos para alcanzar misericordia (Hebreos 4:16).
Podemos analizar el caso del rey David como uno de los mejores ejemplos de alguien que recibe misericordia. El Salmo 51 es el salmo de arrepentimiento de David: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones” (Salmos 51:1).
El Padre de misericordias y Dios de toda consolación ofreció a su hijo para que pudiéramos tener la oportunidad de salvación, y su hijo sacrificó su vida para que fuera posible nuestro perdón por los pecados cuando nos arrepentimos.
David cometió una serie de pecados que merecían el más duro de los castigos —codició a Betsabé; cometió adulterio con ella; e hizo matar a su esposo para poder casarse con ella y cubrir el hecho de que estaba embarazada de él.
A pesar de que el bebe murió, Dios tuvo misericordia de David, le perdonó la vida y perdonó sus pecados.
El pecado es destructivo y totalmente contrario al camino de amor de Dios, así que Él lo aborrece. Su justicia perfecta exige la pena de muerte, pero Él nos ama de tal manera que Jesús estuvo dispuesto a morir para pagar por nuestra pena. Él está dispuesto a perdonarnos si nos arrepentimos. ¿Suena esto a un Dios que siempre está buscando la manera de hacerle daño a los seres humanos?
Dios de toda consolación
Ahora veamos la segunda descripción: Dios de toda consolación. La palabra consolación implica que alguien siente dolor. El dolor puede ser tanto físico como emocional, o ambos.
En 2 Corintios 1:3-7 la palabra consolación o una de sus formas se repite diez veces en cinco versículos, sólo en el versículo 4 se repite cuatro veces. Es evidente que Pablo quería transmitir este concepto entre los corintios.
En la noche anterior a su muerte, Cristo les dijo a sus discípulos que recibirían el Espíritu Santo y se refirió a éste como el “Consolador” (Juan 14:26).
Vivimos en una época donde cada día disminuye más el valor de la vida humana. Niños inocentes son asesinados en las guerras, en el tráfico de personas, en los abusos que se presentan dentro de las familias. Otros están sufriendo de la violencia que aflige a la mayoría de las ciudades en el mundo, lo que se ha visto reflejado en un aumento dramático en la tasa de suicidios.
El significado de la palabra consolador es una persona que viene y ayuda en los tiempos de necesidad, una persona que fortalece, una persona que alivia la soledad en su vida. Un consolador es una persona que llega para mitigar el dolor y mitigar los miedos, para ayudar en tiempos de terrible aflicción.
Consolar a los demás
Veamos que una de las razones por las que Dios nos consuela es porque “nosotros podamos consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:4). Después de ser consolado, nosotros debemos ofrecer ese mismo consuelo para ayudar a los demás.
Hay momentos en los que estamos sufriendo y necesitamos acudir a Dios para que nos consuele, especialmente cuando un ser querido muere. Pero Dios utiliza a otras personas para consolarnos también.
Recuerdo cuando mi padre falleció y cómo otras personas me consolaron. Mi padre tuvo una cirugía de corazón abierto en noviembre de 1997. Nunca salió del hospital y falleció en febrero. El día en que falleció, mi hermana me llamó y me dijo que tenía que ir lo más rápido posible, ya que no creían que mi padre fuera a vivir más allá de ese día. Recuerdo que estaba arrastrando mis pies, estaba petrificado. Yo no quería ver a mi padre morir. Quería recordarlo como un padre fuerte, como siempre lo fue para mi hermana y para mí. Fue un momento desgarrador en mi vida.
Mientras trataba de saber qué hacer, un buen amigo me llamó para preguntarme qué estaba sucediendo. Le expliqué la situación y en pocos minutos me llamó de nuevo para decirme que ya había comprado los tiquetes de avión para que fuéramos a Memphis y que me iba a recoger en 30 minutos. Llegué a Memphis justo cuando mi padre murió. Necesitaba que alguien interviniera y me ayudara.
“Sanar a los quebrantados de corazón”
En Lucas 4, Cristo se dirigió a la sinagoga en Nazaret y leyó del libro del profeta Isaías. Hay dos frases que llaman la atención de este aparte que leyó: “sanar a los quebrantados de corazón” y “pregonar libertad a los cautivos” (v. 18).
Cuando las personas tienen quebrantado su corazón o están cautivos, necesitan que alguien les diga que todo va a estar bien. Parece que Cristo nos estaba animando a consolar a aquellas personas que están sufriendo. La consolación no es una acción unilateral. Así cómo recibimos consuelo de parte de Dios, nosotros debemos hacer lo mismo con las personas que lo necesitan, ¡que en realidad somos todos nosotros!
La Pascua y la misericordia de Dios
Cada primavera, miles de cristianos celebran una fiesta conocida como la Pascua. Se menciona por primera vez en Éxodo 12, pero después de la muerte de Cristo, se convirtió en una noche de solemne observancia para la Iglesia de Dios, una conmemoración anual de la muerte de Cristo. El Padre de misericordias y Dios de toda consolación ofreció a su hijo para que pudiéramos tener la oportunidad de salvación, y su hijo sacrificó su vida para que fuera posible nuestro perdón por los pecados cuando nos arrepentimos.
Todos necesitamos misericordia y consolación a diario, cuando sufrimos en nuestro mundo actual.
El Dios que adoramos
Jonathan Edwards tuvo muchos seguidores en Norteamérica durante el siglo XVIII, pero su descripción de Dios era muy diferente de la descripción que Pablo dio. Dios no es cruel, no es un ser vengativo que busca cualquier oportunidad para destruir a la humanidad ante la más mínima provocación. El Dios que adoramos es paciente y su deseo es que todos nos arrepintamos. Él es el Padre de misericordias y Dios de toda consolación y nos quiere en su Reino y en su familia.
Él está ahí para nosotros —para concedernos el perdón y la misericordia cuando pecamos y nos arrepentimos, para consolarnos cuando estamos sufriendo.
El Dios que adoramos no es el Dios descrito por el famoso predicador, Jonathan Edwards —Él es Padre de misericordias y Dios de toda consolación. Si usted desea estudiar más acerca de Dios, lo invitamos a leer Viaje 1: Conociendo a Dios.