Muchas personas no cristianas se preguntan por qué debería importarles el sacrificio de Cristo si ellos no creen en eso. La respuesta requiere pensar más allá de esta vida.

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El mensaje de salvación es una cosa maravillosa —si usted es cristiano.
Si usted no lo es puede ser frustrante, puede ser divertido o incluso algo ofensivo. El apóstol Pablo tenía mucha experiencia con eso.
“Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura” (1 Corintios 1:22-23).
No puedo contar la cantidad de veces que he encontrado publicaciones en línea que plantean variaciones del mismo tema central.
“¿Por qué debe preocuparme un sacrificio que no pedí y que pretende ser el pago de una deuda en la que no creo?”.
Desde una perspectiva de alguien no cristiano debe ser un poco loco escuchar a alguien decirle que hace 2.000 años el hijo de Dios se sacrificó a sí mismo por usted para pagar la pena en la que usted había incurrido por romper sus leyes, y que usted debería responder cambiando totalmente la forma en que está viviendo su vida.
Pablo tenía razón, esto suena de verdad como una locura —que nos digan que hay reglas que hemos quebrantado, reglas que no conocíamos y que nunca quisimos seguir— y que ahora su vida debe cambiar radicalmente porque alguien pagó la pena antes de que usted estuviera consciente del problema.
Muchas personas responden a esta afirmación con alguna clase de incredulidad. Ellos no pidieron eso. Ellos no lo querían —ellos no están ni siquiera convencidos de que lo necesitan.
Una vida sin sacrificio
Desde una perspectiva física nadie necesita el sacrificio de Cristo a lo largo de su vida.
Somos más que capaces de vivir sin acordarnos de pensar dos veces en Dios —al final, haremos las cosas de la misma forma en que los demás lo hacen.
Todos moriremos.
Algunas versiones del cristianismo van a amenazar a los no creyentes con descripciones vívidas de un infierno que nunca se apaga o una eternidad en aislamiento de Dios, pero esto no es lo que la Biblia dice. Ésta dice que: “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
Cuando pecamos —a sabiendas o sin saber, quebrantamos la ley de Dios (1 Juan 3:4)— nos ganamos lo que miles de millones de personas se han ganado antes que nosotros:
La muerte.
En este estado de pecado, la vida trabaja exactamente como los humanos se imaginan que trabaja. Vivimos durante cierto período de tiempo —tal vez largo, tal vez corto— y nuestra vida está llena de cosas buenas y cosas malas (tal vez, más de una y menos de la otra), invertimos tiempo tratando de encontrar algún propósito, o significado o valor que perdure en todo el mundo y luego morimos.
Sin el sacrificio de Cristo esto es el final.
Y si eso es todo lo que usted quiere de su existencia, si sólo quiere aparecer en el más breve de los momentos en una línea de tiempo de eventos que usted no puede influenciar, si quiere desaparecer de la historia tan rápidamente como apareció en ella, si no quiere entender por qué usted está aquí, entonces los escépticos tienen la razón.
Si sólo le preocupa el aquí y el ahora, usted puede ignorar a Dios. Puede menospreciar sus reglas. Y puede restarle importancia al sacrificio de un hombre que vivió 2.000 años atrás cuando usted ni siquiera había nacido.
El conflicto entre la naturaleza humana y Dios
Pero se supone que la vida debe ser algo más que un punto luminoso en un radar. Y por eso es que el tema del sacrificio cuenta.
Sí, importa, si usted se ha puesto a pensar en su vida y ha dicho: “no, espere un minuto, esto no puede ser todo lo que hay, debe haber un propósito, debe haber una razón”.
Porque sí la hay.
Hay una razón, hay un propósito. El Dios que creó todo el universo, que puso las estrellas y la Tierra dando giros en el espacio —también lo creó a usted por una buena razón.
Pero hay un problema.
Que Dios tiene reglas, expectativas, estándares para la forma en que nosotros vivimos nuestra vida.
No es una lista arbitraria de cosas que podemos hacer y cosas que no —todas son bloques de construcción fundamentales para lo que significa vivir una vida llena de realizaciones. Las leyes de Dios están diseñadas para que nuestra vida y nuestro carácter mejoren. Tienen beneficos claros y tangibles. Cuando las ignoramos o las desobedecemos hacemos que nuestra vida empeore —y la de aquellos que están a nuestro alrededor también.
Las reglas no son el problema. Nosotros somos el problema. “La mente gobernada por la carne es enemiga de Dios, pues no se somete a la Ley de Dios ni es capaz de hacerlo” (Romanos 8:7, Nueva Versión Internacional).
En nuestra precaria condición no podemos estar de acuerdo con las reglas de Dios. Peor que eso, somos inherentemente hostiles hacia ellas.
Lo que significa que vamos a quebrantar esas leyes. Algunas veces (muchas veces) sin hacer un esfuerzo concertado para romperlas.
Eso es lo que va a pasar.
Muchísimo.
Y si el pecado es lo que sucede cuando quebrantamos las leyes de Dios —y nuestras mentes carnales humanas están naturalmente inclinadas a romper esa ley— y si la pena por romper esa ley es la muerte, entonces ya vemos el problema.
En este escenario, si Dios tiene un propósito para nosotros no importa, porque nosotros hemos empezado con el pie equivocado desde el primer día. Moriremos y seguiremos muertos. Eso es lo que nos hemos ganado.
Un maravilloso futuro —por nuestro propio esfuerzo, fuera de nuestro alcance
Éste es el momento en que el valor del sacrificio comienza a surgir.
Usted tiene un propósito para existir. Dios el Padre y Jesucristo quieren que ustede viva para siempre y forme parte de su divina familia.
Ellos quieren llevarnos a un futuro en donde no habrá más muerte ni dolor, ni lloro, ni lamento (Apocalipsis 21:4). Quieren compartir una eternidad productiva y excitante con todos nosotros.
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro” (1 Juan 3:2-3).
Pero sus propias acciones lo han apartado de ese futuro y usted se siente demasiado incapaz de cambiar su vida y darle un giro.
El costo del pecado es la vida. Y desde la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8), Jesús y su Padre resolvieron pagar ese costo por nosotros.
La “benignidad [de Dios] te guía al arrepentimiento” (Romanos 2:4) —porque debido al sacrificio de Cristo, el arrepentimiento puede llevarnos al perdón y el perdón puede conducirnos a la salvación.
Un plan que incluye a todos
Pero nuevamente todo esto marca una diferencia sólo si usted quiere vivir su vida para que ésta tenga significado y propósito. Usted tiene la libertad de ignorarla enteramente mientras usted esté contento con una vida completamente desconectada de la razón de su propia existencia.
Aunque, no creo que alguien esté realmente conforme con perderse eso.
Hay otra faceta de todo este plan y es una que no podemos ignorar.
Jesús dijo: “Ninguno puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trajere” (Juan 6:44).
La única razón por la cual las cosas empiezan a tener sentido en nuestra mente —la única razón por la que llegamos a apreciar el valor del sacrificio que no pedimos y que paga la pena de quebrantar unas reglas que ni siquiera estábamos pensando en quebrantar, es porque el Padre personalmente nos escogió para entenderlo.
No podemos obligarnos a nosotros mismos a entender el futuro que Dios tiene reservado para nosotros. Solamente Dios puede ayudarnos a verlo —y nos va a ayudar a hacerlo. También esto significa que hay miles de millones que han vivido y han muerto sin haber tenido ese entendimiento de Dios.
Pero ellos no murieron sin esperanza.
El plan de Dios es increíble y lo podemos comprender. En este artículo sólo abordaremos brevemente conceptos de increíble profundidad y amplitud. Si usted quiere profundizar aún más, lo invitamos a descargar cuatro de nuestros viajes: “Conociendo a Dios”, “El problema de la maldad”, “El plan de Dios” y “El pueblo de Dios”.
La verdad de Dios acerca de este tema
El mensaje de salvación es una cosa maravillosa —si usted es cristiano. “Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:24).
Para otros, es con frecuencia una piedra de tropiezo o sólo una locura total —por ahora.
Y eso está bien, Dios es paciente y va a ayudar para que cada uno vea la verdad de este tema en el momento correcto y de la manera correcta.
La verdad es que usted no necesita el sacrificio de Jesucristo a menos de que quiera ser parte del futuro que Dios ha planeado. Y detrás de todo esto hay otra verdad igualmente importante:
Usted debe querer ser parte de ese futuro.