De la edición Noviembre/Diciembre 2014 de la revista Discernir

El Premio de la Paz

El Premio Nobel de la Paz trae prestigio, pero, ¿ha contribuido a la armonía entre las personas? ¿Entienden los pacificadores de esta época la fuente de la verdadera paz?

El ganador anual del Premio Nobel de la Paz lo recibe como un reconocimiento global de que es un campeón de la paz. Aunque con frecuencia los elegidos son objeto de controversia —y aunque el premio es uno de los 300 premios de paz que se otorgan cada año— el Premio Nobel de la Paz es considerado por muchos como el honor más grande que se concede en el mundo.

Alabados como ejemplo, guías morales y símbolos de buena voluntad y pureza, los ganadores súbitamente se enfrentan a una fama que no tiene rival. Como ganador del Premio en 1984, Bishop Desmond Tutu, más tarde reflexionó: “No bien había ganado el Premio Nobel de la Paz, me convertí en un oráculo instantáneamente. Virtualmente todo lo que había dicho antes era ahora recibido con admiración”.

Establecido para animar “la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos y para mantener y promocionar el congreso de la paz”, el Premio Nobel fue otorgado por primera vez en 1901. En 2014, un récord de 231 personas y 47 organizaciones han sido nominadas para el premio por sus contribuciones a la humanidad.

En el momento en que se anuncia al ganador del Nobel, a las personas les gusta recitar la bienaventuranza, “Bienaventurados los pacificadores”, pero, ¿en verdad ha llevado a la paz el Premio Nobel de la Paz? ¿O ha sido una ostentación costosa que ilustra la búsqueda infructuosa de la humanidad?

¿Quién fue el hombre que le dio un premio a la paz?

Alfred Nobel, nacido en Estocolmo, Suecia, el 21 de octubre de 1833, fue el cuarto hijo de un emprendedor genio de la ingeniería, Immanuel Nobel. A la edad de 9 años, un frágil y enfermizo Alfred viajó a través del Mar Báltico a la metrópolis internacional de San Petersburgo, Rusia, para reunirse con su padre, quien se recuperó de la bancarrota por medio de la fortuna que adquirió haciendo municiones —especialmente minas subacuáticas— durante la Guerra de Crimea.

Él recibió una educación sobresaliente, en donde era excelente tanto en humanidades como en ciencia. Alfred Nobel hablaba cinco idiomas fluidamente, y desarrolló una carrera como un ingeniero mecánico muy destacado. Quería trabajar con su padre en el taller de Mecánica y Fundición del Hierro de Nobel & Hijos, diseñando minas explosivas, Su torrente de ideas hizo que desarrollara 355 patentes.

La nitroglicerina, que había sido creada antes y abandonada por su inestabilidad inherente, se convirtió en la pasión de Nobel. A pesar de que su hermano Emil murió en una explosión provocada por la nitroglicerina, él continuó con sus experimentos. En 1866 él había domesticado y logrado dominar la nitroglicerina, al descubrir un proceso para formar barras que eran más seguras de transportar. El llamó a este nuevo producto dinamita, tomando el nombre de la palabra griega dynamis, que significa poder.

A mediados del siglo 19 se experimentó una explosión sin precedentes en la construcción de proyectos masivos en ambos lados del Atlántico: bahías, puentes, presas, grandes canales y vías férreas transnacionales. El poder que tiene la dinamita para desalojar y pulverizar la roca —hasta literalmente mover montañas— hizo posible todos estos proyectos.

“Alfred Nobel inventó el explosivo más grande y poderoso que conocemos —un medio increíblemente efectivo de destrucción masiva. Para estar a tono con este ‘logro’, y para aliviar su conciencia, él instituyó su premio para la promoción de la paz”.La dinamita se convirtió en una de las grandes invenciones constructivas del siglo, pero su principal componente también es una de las más destructivas armas de la historia. A medida que los militares descubrieron usos para ella, el denominado rey de la dinamita tuvo grandes ganancias al vender su asesina creación durante la mayoría de los conflictos en Europa —con frecuencia a ambos bandos.

El solitario Nobel detestaba la fama y era ambivalente en cuanto a la opulencia, pero su imperio de negocios creció hasta alcanzar 93 almacenes en cerca de dos docenas de naciones. Nobel, “el vagabundo más rico de Europa” nunca se casó y parecía preferir las fábricas a las amistades.

Leyó su propio obituario

Un extraño incidente ocurrió en 1888, cuando se informó acerca de la muerte de su hermano Ludwig como si hubiera sido la de él. Nobel tenía una perspectiva exclusiva de su propio legado como se deja entrever en este titular tan punzante: “El mercader de la muerte está muerto”. Su prematuro obituario lo describía sarcásticamente como alguien que se beneficiaba de la guerra: “aquél que se enriqueció al encontrar nuevas formas de matar a las personas, más rápido que nunca antes”.

Después de su muerte, ocurrida en 1896, la apertura del testamento de Nobel atrajo la atención del mundo, porque puso en evidencia que el grueso de su enorme fortuna sería usada para financiar “premios para aquellos que en el año anterior, hubieran hecho un gran servicio y beneficio a la humanidad”. Se crearon premios en el campo de la química, física, fisiología o medicina, literatura —y la paz.

La paz por medio del armamento de la guerra

Muchos sintieron que Nobel creó este premio para la paz porque se sentía culpable —una compensación o arrepentimiento póstumo. Aun Albert Einstein, en un discurso pronunciado después de que se lanzaran las bombas en Hiroshima y Nagasaki en 1945, sopesó el dilema del descubrimiento científico en relación con la paz y concluyó que la situación de Nobel era un reflejo de la suya.

Él dijo: “Alfred Nobel inventó el explosivo más grande y poderoso que conocemos —un medio increíblemente efectivo de destrucción masiva. Para estar a tono con este ‘logro’, y para aliviar su conciencia, él instituyó su premio para la promoción de la paz”.

En realidad, Nobel estaba muy orgulloso de sus inventos, y se enfocaba en su gran utilidad constructiva. Si bien Nobel se oponía visceralmente al conflicto, como explicara Jay Nordlinger, autor de Paz, dicen ellos: “él con frecuencia se refería con cierta dosis de cinismo a las asociaciones para la paz, los congresos para la paz y los esfuerzos pacificadores en general” (2012, p. 17).

Un realista frío, Nobel irónicamente proclamaba que “las buenas intenciones por sí mismas no conseguirán la paz” y se burlaba “de los esfuerzos absurdos e inútiles de charlatanes capaces de estorbar las mejores intenciones”. En vez de esto, él creía en la capacidad disuasiva de los horribles armamentos y una fuerza aplastante, y escribió esto: “Tal vez mis fábricas podrán ponerle fin a la guerra más pronto que sus congresos. En el momento en que dos fuerzas armadas se puedan aniquilar mutuamente en un segundo, todas las naciones civilizadas seguramente van a retroceder con horror y sus tropas huirán en desbandada”.

Él se consideraba a sí mismo un pacifista, y los conflictos de cualquier clase, bien entre individuos o entre naciones, siempre fueron repugnantes para Nobel. Al invocar la conciliación aunque esto implicara una pérdida personal, él escribió una vez: “Yo evito las disputas como si fueran una plaga, aun con personas que me dan toda clase de motivos para pelear”. También aborrecía las hostilidades entre los ejércitos de las naciones, y llamaba a la guerra: “El horror de horrores y el mayor de todos los crímenes”.

¿Qué tipo de paz es el que se premia?

El Premio Nobel de la Paz tiene una historia con altibajos, pero ha habido ejemplos de “fraternidad entre las naciones”. El premio de 1978 fue compartido entre los antiguos enemigos a muerte, Anwar Sadat de Egipto y Menachem Begin de Israel y el premio de 1953, concedido a George Marshall —que había confrontado el mal y luego había impulsado la paz en Europa por medio del Acto de Rescate de Europa (o el Plan Marshall)— sobresalen entre otros.

Al analizarlo en retrospectiva, otros Premios Nobel de la Paz algunas veces parecen tontos y en otros casos sencillamente fraudulentos. En 1929, el antiguo secretario de estado Frank Kellogg, cuyo nombre estaba en el famoso pacto de Kellogg-Briand, ganó el premio por “proscribir la guerra”, pero de una forma vergonzosa no hizo nada para detener el derramamiento de sangre, lo que da la impresión de ser escandalosamente cándido.

La visión original de Nobel fue empañada desde el principio, puesto que entre los nominados han sido incluidos una larga lista de algunos de los hombres más violentos y déspotas del mundo, tales como Adolfo Hitler, José Stalin y Roberto Mugabe. La paz se ha vuelto algo tan subjetivo en años recientes que los premios se han ido otorgando progresivamente a causas aspiracionales liberales (Al Gore, por conciencia ambiental), celebridades (Barack Obama, nominado tan sólo 12 días después de estar en su puesto) o instituciones politizadas (las Naciones Unidas en 2001, y la Unión Europea en 2012), en lugar de otorgarse a personas con logros tangibles en pro de la elusiva paz.

Los nominados del 2014 abarcan un rango que va desde el presidente Vladimir Putin hasta el Papa Francisco I, desde personas que han filtrado información como Edward Snowden y Chelsea Manning (el prisionero veterano transexual) hasta Malala Yousafzai (el pakistaní de 17 años que hace campaña para la reforma de la educación de las mujeres).

En cuanto a la orientación del premio, “muchos se han sentido preocupados o desalentados” de acuerdo con Jay Nordlinger, “de que el comité haya dado una definición tan elástica de la paz. Algunos temen que ellos se van a ajustar hasta conformarse con básicamente nada. Algunas veces el comité pareciera decir: “nosotros lo admiramos, lo respaldamos, es ‘nuestro sabor del mes’. Por lo tanto, lo vamos a recompensar. Y lo llamaremos paz”.

¿Hasta dónde va a expandir su definición de paz el comité en el futuro? ¿Cuáles serán los próximos límites? No sería extraño ver que el comité premie activistas en pro de los derechos de los animales o personas que hacen campaña a favor de los matrimonios entre homosexuales. En donde quiera que se encuentren, habrá nuevas fronteras (Paz, dicen ellos, p. 103).

Un futuro de verdadera paz

El Premio Nobel de la Paz considerado aún como un indicador de la paz global, muestra que de las 162 naciones cubiertas, sólo 11 no se han visto involucradas en la guerra o en un conflicto interno en 2014 (Instituto para Economía y Paz: Índice de Paz Global 2014). Peor aún, el estudio concluyó que el estado de paz en nuestra mente está “decreciendo lento pero sostenidamente”.

El profeta Jeremías habló acerca de esta época de confusión, cuando los líderes nacionales estarían proclamando: “Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14; 8:11). El apóstol Pablo también predijo que las personas dirían “paz y seguridad”, antes del clímax de la destrucción que sobrevendría en el venidero “Día del Señor” (1 Tesalonicenses 5:3).

La paz, si bien es un concepto glorioso, se ha convertido en una de las palabras más abusadas en la actualidad, repetida tantas veces que se ha vuelto un término trillado e insulso, sin un significado concreto.

La Biblia contiene cerca de 400 referencias a la paz, con frecuencia haciendo énfasis en el fracaso de la humanidad para admitir, o aun reconocer, la imposibilidad de encontrar la verdadera paz sin el conocimiento de nuestro Creador: “No conocieron camino de paz, ni hay justicia en sus caminos; sus veredas son torcidas; cualquiera que por ellas fuere, no conocerá paz” (Isaías 59:8).

El presidente estadounidense Theodore Roosevelt, el ganador en 1906 por el fin de la Guerra Ruso-Japonesa, pero también llamado “el ciudadano de Estados Unidos más aficionado a la guerra”, dijo algo de verdad cuando elocuentemente afirmó en su discurso de aceptación: “Generalmente, la paz es buena en sí misma, pero nunca es el bien mayor a menos que sea la sierva de la justicia”.

Jesucristo prometió una paz diferente de lo que la humanidad puede ofrecer (Juan 14:27), porque será la paz relacionada con la justicia. Él la traerá cuando regrese a la Tierra como el “Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo del Eterno de los ejércitos hará esto” (Isaías 9:6-7).

Las buenas noticias

Si bien los sobresalientes esfuerzos por la paz que han hecho algunos son dignos de reconocimiento, desafortunadamente, en retrospectiva, los premios que Nobel estableció han logrado poco en esta lucha.

Las buenas noticias son que por medio de Jesucristo, el autor y creador de la paz, (Isaías 45:7), un fundamento de paz será establecido durante un reinado milenial pacífico (Apocalipsis 20:4-6). El Rey de Reyes y Señor de Señores, el Jesucristo que va a retornar, tendrá tal autoridad y poder. Sólo entonces las naciones convertirán en herramientas de paz, los instrumentos de la guerra (Isaías 2:2-4).

Mientras el mundo espera la paz que Jesús va a traer, nos han ordenado “arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). Aquellos que escojan esta forma de vida vivirán según el mandato de: “Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz y síguela” (Salmo 34:14). Si desea aprender más acerca de cómo puede responder al deseo que Dios tiene para nosotros, vea el artículo de VidaEsperanzayVerdad.org, “El camino a la paz”.

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