La creciente secularización de Gran Bretaña ha ido debilitando sus creencias cristianas con gran rapidez. ¿Cómo sucedió esto y qué consecuencias tendrá en el futuro?
"Dios no es lo nuestro” —interrumpió el director de comunicaciones de Tony Blair cuando en una entrevista alguien preguntó al primer ministro de Gran Bretaña sobre la fe.
Esta cortante afirmación evidencia uno de los mayores problemas de la isla que incluye a Inglaterra, Escocia y Gales: su decreciente y cada vez más deteriorada fe bíblica. El mismo pueblo que produjo la Biblia King James Version —poniendo la Palabra de Dios a disposición del público— ahora ve el cristianismo como un episodio incómodo y vergonzoso de su historia, y la religión ha dejado de ser parte de su presente o futuro.
Estadísticas desalentadoras
El secularismo —la separación de toda conexión, guía o influencia espiritual e invalidación de las reglas de conducta religiosas— ha afectado a todo el mundo occidental. Sin embargo, sus efectos han sido particularmente devastadores en Gran Bretaña. Aquellas inmensas catedrales e iglesias ahora visitadas sólo por turistas curiosos, se convirtieron en museos de una era que pasó hace mucho, y el censo de Inglaterra del 2011 (así como varias encuestas más recientes) reflejan la velocidad de esta transformación.
Aunque el Primer Ministro, David Cameron, asegura que Gran Bretaña aún es un “país cristiano”, los líderes religiosos no opinan lo mismo. Según el antiguo arzobispo de Canterbury George Carey, por ejemplo, el cristianismo está a sólo “una generación de desaparecer” de Gran Bretaña (International Business Times, 19 de noviembre de 2013). Es más, su sucesor, Rowan William, dijo recientemente que Gran Bretaña ya es una nación “post-cristiana” (The Guardian, 27 de abril de 2014).
El censo del año 2011 demuestra que el interés por la religión ha declinado más de lo esperado en la última década, con menos de tres de cada cinco personas (59 por ciento) que se consideran a sí mismas cristianas —una importante caída con respecto al pasado 72 por ciento que había hace tan sólo 10 años atrás. En números reales, la cantidad de cristianos se redujo en 4,1 millones, y sólo un tercio asiste a la iglesia fuera de matrimonios, bautismos y funerales.
Además, más de un cuarto de la población dice no profesar ninguna religión (porcentaje que aumentó en 10 puntos desde el 2001), y en el caso de los jóvenes —especialmente hombres— la religión parece no generar ningún tipo de interés, pues el porcentaje aumenta a 32 por ciento.
Una encuesta más reciente (2013) realizada por YouGov a jóvenes entre 18 y 24 años comprobó que:
- 41 por ciento siente aversión por la religión, creyendo que “con más frecuencia es causa de mal que de bien en el mundo”, mientras sólo 14 por ciento cree que es algo bueno.
- Sólo 25 por ciento cree que Dios existe, mientras que 19 por ciento cree en un “poder espiritual superior”, y 38 por ciento en ninguno de los dos.
- En cuanto a las personalidades que han inspirado sus vidas, los líderes religiosos son los últimos de la lista con 12 por ciento, muy por debajo de los políticos (38 por ciento), tendencias de moda (32 por ciento) y celebridades (21 por ciento).
¿Qué sucedió?
¿Cómo es que la antigua cultura e identidad moral de Gran Bretaña —tan enraizada en la religión y fortalecida por los años— llegó a desaparecer con tanta rapidez? ¿Qué catapultó tal secularización y declive del cristianismo? Más importante aun, ¿qué será de Gran Bretaña en el futuro?
En realidad, las semillas del secularismo en Gran Bretaña y gran parte del mundo occidental fueron plantadas hace mucho. La Revolución Industrial del siglo XVIII jugó un papel importante pues sacó a las personas de su entorno agrícola y se las llevó a ciudades y suburbios donde la religión no tenía cabida. Además, las teorías de Sigmund Freud y Charles Darwin sacaron el concepto de Dios de la mente humana y del universo, y los horrores de dos guerras mundiales sacudieron las creencias morales y teológicas de la humanidad.
Sin embargo, todo esto fue sólo un preámbulo de la gran transformación. En su libro The Death of Christian Britain [La muerte de la Gran Bretaña cristiana], Callum Brown afirma que el verdadero cambio ocurrió en tan solo una década y se debió a la catastrófica y abrupta revolución cultural que comenzó entre los años 1960 y 1975. “La secularización debe atribuirse al menos en parte al florecimiento de un mundo donde los antiguos ‘pecados’ cristianos y sociales pasaron a ser aceptables y morales (al menos por la mayoría) en Gran Bretaña en el año 2000” (Brown, 2001, p. 8).
En otras palabras, los líderes religiosos se adaptaron a la moda y comenzaron a predicar un mensaje que requería muy pocos —y esperaban aun menos— adeptos. Así, la decreciente audiencia pronto se cansó de esta insustancial y vana religión y optó por quedarse en casa.
Durante la crucial década de los sesenta, una revolución sexual marcada por el aumento del feminismo radical y la desaparición de la censura frente a temas como la cohabitación, el divorcio, la pornografía, el aborto y la homosexualidad abrumó a un mundo espiritualmente desprevenido. Y, como explica el antiguo arzobispo Carey, la iglesia ha sido más un reflejo que un autor de las nuevas normas sociales: “las actitudes, deformación y falta de fundamento moral de la iglesia han ocurrido en el contexto de la irreflexiva secularización de Gran Bretaña” (citado por Melanie Phillips, The World Turned Upside Down [El mundo al revés], 2010, p. 355).
En otras palabras, los líderes religiosos se adaptaron a la moda y comenzaron a predicar un mensaje que requería muy pocos —y esperaban aun menos— adeptos. Así, la decreciente audiencia pronto se cansó de esta insustancial y vana religión y optó por quedarse en casa.
“La iglesia de Inglaterra es tan exasperante como es, porque así es como los ingleses prefieren su religión: práctica, cómoda e indiferente… una voz reconfortante para los cómodos” (Jeremy Paxman, The English: A Portrait of a People, [Los ingleses: retrato de un pueblo] 1999, p. 99).
Negligencia moral
Por otro lado, los líderes cristianos también han sido bastante negligentes en su labor: “Las iglesias cristianas han decaído no sólo en tamaño, sino también en prestigio moral. Si bien antes eran un fundamento firme e inamovible de los estándares nacionales, hoy en día la confianza de la gente en la moralidad de sus líderes religiosos se ve sacudida casi cada semana por algún escándalo (Callum Brown, The Death of Christian Britain [La muerte de la Gran Bretaña cristiana], p. 4).
Todo comenzó cuando las escuelas teológicas liberales perdieron la fe en las escrituras y los futuros obispos aprendieron a remplazar los antiguos conceptos de pecado y expiación por una visión más cercana a la psicología liberal.
Como consecuencia de esto, “el Antiguo Testamento y los Salmos, cuyas enseñanzas son más estrictas e intransigentes, fueron desplazados o excluidos” de los mensajes de la iglesia (Peter Hitchens, The Abolition of Britain [La abolición de Gran Bretaña]). Mientras los Diez Mandamientos iban desapareciendo poco a poco de las prédicas, “se fueron introduciendo largas plegarias sobre la crisis internacional en boga” (p. 122).
Más tarde, los líderes religiosos británicos dejaron su dudosa y confusa postura por una radicalmente secular. Ya en los años treinta, William Temple (quien luego se convirtió en arzobispo de Canterbury) afirmó que “la verdad revelada no existe”. Poco después, el obispo anglicano de Durham, David Jenkins, se refirió a la resurrección como un “truco con huesos” y recibió una ovación de pie por parte de un grupo de obispos cuando dijo que el Dios de la Biblia era un “ídolo de culto”.
En el año 2002, el obispo anglicano de Oxford, Richard Harries, llevó la blasfemia un paso más adelante al afirmar que los cristianos deberían orar a “Dios la Madre” (The Times (Londres), 3 de noviembre de 2002). Y en 2005 y 2008, la iglesia pidió disculpas al mundo moderno por la difusión del cristianismo y a Charles Darwin por no aceptar la teoría de la evolución (The Times, 1 de noviembre de 2005; The Telegraph, 13 de septiembre de 2008).
Además, en el año 2013, la iglesia de Inglaterra revocó la prohibición de uniones civiles para el clero homosexual y comenzó a bendecir matrimonios gay extraoficialmente. Este año, tras haber aprobado el sacerdocio de mujeres, la iglesia también abrió la posibilidad de que las mujeres obtengan el rango de obispos con una abrumadora mayoría de votos (Newsweek, 15 de julio de 2014).
Una iglesia sin descendientes
Poco a poco el pueblo británico se fue acostumbrando a esta insustancial e irrelevante forma de religión. Pronto ya no hubo razón para creer o practicar ningún tipo de cristianismo, y la gente simplemente abandonó la fe. Al parecer, el lema de la tan anunciada campaña humanista del 2008 se grabó en la mente de Gran Bretaña: “Dios probablemente no existe. Deja de preocuparte y disfruta la vida”.
Hoy en día los niños son escasos en las iglesias; sólo 35 por ciento de los niños británicos han sido criados en una iglesia (YouGov 2012). Esto contrasta fuertemente con el 80 por ciento de personas mayores de 66 años que sí tuvieron una educación religiosa desde pequeños. Dado que nunca fueron a la iglesia de niños, la mayoría de los adultos jóvenes británicos optan por un agnosticismo más bien vago sin sentir demasiada aversión, pero sí mucha indiferencia. “Creen, pero no pertenecen” a ninguna iglesia en particular y se dicen adeptos casuales a una “espiritualidad” superficial e indefinida de la Nueva Era, cuyas creencias generalmente provienen de la cultura popular y el hedonismo de los famosos, mezclando la ecología, el paganismo, el romanticismo gótico y la Wicca.
Según una encuesta de Ipsos MORI en el 2003, más británicos se sienten inspirados al “pasar tiempo con amigos” (46 por ciento), “pasear por una pradera” (41 por ciento), y escuchar música o poesía (27 por ciento) que por Cristo (24 por ciento) o un texto religioso (6 por ciento).
Prisioneros de placeres pasajeros
Al perder el interés por la Biblia, Gran Bretaña olvidó el lenguaje cultural y moral de sus antepasados, así como el mensaje de las Escrituras.
Como Peter Hitchens explica: “En Gran Bretaña, la moralidad sexual protestante que antes exigía el matrimonio como precio del placer, ahora ve toda actividad sexual como un acto de recreación. Esto supone liberar a la mujer de la esclavitud del hogar y al hombre del peso de mantener una familia. Pero en realidad sólo encarcela a los niños en un mundo donde el placer de los adultos siempre será más importante que ellos, a las mujeres un una competencia incesante por diversión (donde las únicas ganadoras son las bellas y adineradas, sólo mientras lo sean y ni un segundo más), y a los hombres en una continua e infructuosa búsqueda de placeres pasajeros” (The Abolition of Britain [La abolición de Gran Bretaña], p. 298).
¿En qué terminará este desierto moral? Los devastadores efectos de este salto hacia el analfabetismo espiritual y el relativismo moral ya son evidentes:
- Gran Bretaña es el tercer país del mundo con mayor actividad sexual de adolecentes (Daily Mail, 24 de abril de 2012).
- Casi la mitad (47,5 por ciento) de los niños nacidos en Gran Bretaña son hijos de madres solteras, porcentaje superado sólo por Latvia en toda la Unión Europea (The Telegraph, 10 de julio de 2013; 17 de enero de 2014).
- Gran Bretaña es el lugar con más divorcios de la Unión Europea (Daily Mail, 21 julio, 2014).
- El Reino Unido se conoce como la “capital de las adicciones”, con una de las mayores tasas de abuso de alcohol y medicamentos (BBC News, 1 de septiembre de 2013).
¡Atención a las advertencias de Dios!
Lamentablemente, los habitantes de Gran Bretaña (y de muchos otros países, como los Estados Unidos, Canadá y Australia) han sido sordos a las advertencias de Dios. Una de estas advertencias fue dada a sus padres físicos y espirituales, el antiguo Israel, acerca del severo castigo que sufrirían por haberse olvidado de Él en tiempos de abundancia (Deuteronomio 8:11-20). (Si desea más detalles de la identidad de Gran Bretaña según la profecía, consulte el artículo “¿Quiénes son los Estados Unidos y Gran Bretaña en la profecía?” en nuestro sitio web Vidaesperanzayverdad.org.)
Gran Bretaña ha decidido neciamente seguir las ideas de quienes niegan la existencia de Dios, llaman locura a su Palabra y predican un evangelio diferente de sincretismo buscando agradar a los hombres antes que a Dios (Salmos 14:1-3; 1 Corintios 2:13-14; Romanos 1:18-32; 2 Corintios 11:4; Gálatas 1:8-10).
Como Dios dijera a través del profeta Jeremías: “mi pueblo es necio, no me conocieron… sabios para hacer el mal, pero hacer el bien no supieron… los profetas profetizaron mentira” (Jeremías 4:22; 5:31).
En Isaías 3:12, Isaías advirtió al pueblo de Israel: “los que te guían te engañan”, y Oseas dijo algo similar: “Necio es el profeta, insensato es el varón de espíritu, a causa de la multitud de tu maldad, y grande odio” (Oseas 9:7).
Tal como sucedió con el antiguo Israel, sus descendientes actuales sufrirán un gran castigo y una repentina caída si no reconocen sus pecados y se arrepienten individualmente y como nación (Deuteronomio 28:20; Isaías 9:13-14; 30:10-13).
Entérese más acerca de la importancia del arrepentimiento en nuestro folleto gratuito: Cambie su vida.