Resolución de conflictos: ¿qué debo hacer después?

La última publicación de esta serie trata acerca de qué hacer después de que intentamos resolver un conflicto. ¿Cómo puede sobrevivir la relación? ¿Qué actitud debemos tener?

Así que después de decidir hablar con alguien acerca de una ofensa o un mal comportamiento, y luego seguir adelante con la reunión, ya todo ha terminado, ¿verdad? Bueno, no exactamente. Aunque parezca que las cosas salieron bien, eso no siempre significa que haya salido bien. Además, es poco probable que las discusiones para resolver un conflicto que no hayan salido para nada bien, desaparezcan de la memoria en un futuro cercano.

Queremos que nuestras relaciones sobrevivan, y el que lo hagan o no depende de lo que suceda después. Así como para antes y durante el conflicto, la Biblia nos da una perspectiva acerca de qué hacer después del conflicto.

Cuando Jesucristo estaba muriendo a manos de delincuentes que no se habían arrepentido, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

En Gálatas 6:1 el apóstol Pablo escribió: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”.

El Salmo 147:3 dice que Dios “sana a los quebrantados de corazón y venda sus heridas”.

Estas escrituras identifican varias acciones que se necesitan después de una reunión: sanar, perdonar, vendar heridas y restaurar.

Así que, acerca de lo de ayer....

A menos que se haya acordado mutuamente para el perdón y el olvido, pretender que una confrontación nunca ocurrió no es una buena idea. Esto generalmente conlleva a chismes, rencores, amargura y otros problemas. Las relaciones sobreviven con la franqueza y la comunicación. Aquí hay algunas ideas:

  • Debemos intentar demostrarle al ofensor que no estamos tomando las cosas como algo personal y que valoramos la relación. Debemos seguir conversando y no evitar a la persona por largos períodos de tiempo.
  • Debemos pedir perdón por cualquier parte de la discusión que no hayamos manejado de una manera adecuada. Esto puede ser el inicio de una conversación que comienza con humildad y corta un poco con esa situación incómoda de pasar de la confrontación a la normalidad.
  • De ahora en adelante debemos ser honestos y abiertos en la relación. Es mucho más fácil convertirse en una “víctima” y quejarse a los demás acerca de las ofensas, pero se requiere esfuerzo y algunas conversaciones incómodas pero necesarias para realmente mejorar y mantener las relaciones. Una relación que se ha cultivado tiene conversaciones más francas y menos confrontaciones débiles con el tiempo.

Tres cosas para recordar después de decir algo

1. La gente tiene que querer cambiar con la ayuda de Dios.

Muchas veces los intentos para resolver un conflicto (sea mayor o menor) no conducen a ningún cambio. Los consejeros constantemente nos recuerdan que no podemos cambiar a otras personas, y tampoco es nuestro trabajo. Como dice el viejo dicho: “un hombre convencido contra su voluntad conserva su opinión en realidad”. Pero sí tenemos control sobre nuestro comportamiento y reacciones con los demás.

Es importante recordar que Dios se toma su tiempo con cada uno de nosotros para ayudarnos a conocerlo y cambiar nuestra vida para bien. A veces nosotros también tenemos que ser pacientes y darle tiempo a la gente para que cambie.

El futuro es siempre un mejor tema para meditar que afligirse por los errores del pasado.2. Como cristianos debemos ayudarnos los unos a los otros, no estar en contra.

El concepto de mezclar en la consejería (minimizar las diferencias percibidas entre nosotros mismos y otros en conflicto) se basa en la idea de que a la gente no le gusta escuchar o cooperar con alguien que ellos perciben que está en contra de ellos. Después de una confrontación, y definitivamente durante una, es de suma importancia que le hagamos entender al ofensor por medio de acciones y palabras que no estamos en contra de él o ella, sino que estamos de su lado.

Nunca debemos hacer que la otra persona se sienta como si estuviéramos decididos “a buscar la caída” de él o ella. Esto sería totalmente opuesto a la actitud que Cristo espera de sus seguidores. Así que, después de resolver el problema, debemos perdonar y olvidar. Si la reunión dio como resultado una resistencia y rechazo al cambio, sólo tenemos que comprometernos a vivir con la persona en paz y confiar en nuestro buen ejemplo como una herramienta para poder sanar la relación algún día.

3. Siempre mirando hacia el futuro, pero sin pasar por alto el pasado.

El futuro es siempre un mejor tema para meditar que afligirse por los errores del pasado. Las personas que son complicadas toman una decisión acerca de cómo se comportan, ya sea como resultado de años de éxito consiguiendo lo que quieren o a que se refuerce su comportamiento sin que nos demos cuenta. Nosotros también decidimos acerca de cómo proceder después de un intento para resolver un conflicto: ¿vamos a reaccionar positiva o negativamente ante él o ella?

Los conflictos del pasado, especialmente los que no se han resuelto, deben darnos una idea de nuestro futuro con esa persona —pero no predeterminar o destruir nuestro futuro con él o ella.

El amor es la diferencia

La resolución de conflictos de un cristiano —ya sea para decidir si decir algo, lo que decimos durante una reunión o lo que hacemos después— todo depende del amor. Tenemos que amar a la persona que cometió la ofensa lo suficiente como para posiblemente tener una conversación difícil con él o ella para salvar la relación o frenar un comportamiento destructivo. También tenemos que amar a Dios lo suficiente como para poner la situación en sus manos y pedir su ayuda en cada momento.

Recuerde esto la próxima vez que aparezcan en su vida situaciones difíciles, pecados destructivos y ofensas —porque siempre surgen y surgirán.

Lea la parte 1 y parte 2 de esta serie.

Para más información acerca de cómo resolver conflictos, lea “Siete claves para tener mejores relaciones”.

Acerca del autor

Eddie Foster

Eddie Foster

Eddie Foster nació en Ohio, y después de vivir en varias partes del noreste de los Estados Unidos, una vez más vive en Ohio, probablemente de manera definitiva esta vez. Vive en el área de Dayton con su esposa, Shannon, y su hija, Isabella. Ellos asisten a la congregación de la Iglesia de Dios, una Asociación Mundial de Cincinnati/Dayton.

Eddie es graduado en ciencias de la educación infantil de la primera y segunda infancia del Bluefield State College (West Virginia) y una maestría en patología del habla y el lenguaje de la Universidad de Cincinnati. Trabaja en escuelas públicas, atendiendo a estudiantes de primaria y secundaria con impedimentos de habla y lenguaje y tambien a niños con otras discapacidades.

También le gusta escribir, especialmente sobre temas que ayudan a la gente a luchar y ganar la batalla contra los pecados, que él cree son la causa principal de la miseria. Es un apasionado en compartir los métodos de “cómo hacerlo” y los conocimientos que ha aprendido mientras pelea sus propias batallas para vencer el pecado y aprender del Dios de amor y sabiduría.

En su tiempo libre, disfruta viendo películas épicas de ciencia ficción. También le gusta el debate respetuoso de diferentes ideas, el jazz y el ritmo y los blues de los 70´s, escribir poesía y tratar de llevar alegría a la gente a través de la risa.

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