Todos queremos y necesitamos tener amigos. Pero lamentablemente no todas las amistades son verdaderas. ¿Nos están lastimando nuestros amigos?
La amistad es algo que todos valoramos. Los niños comienzan a buscar amigos desde muy pequeños y, si tenemos suerte, nuestras amistades de la niñez pueden durar toda la vida.
Como escribiera el sabio rey Salomón: “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Proverbios 17:17).
Lamentablemente, no todas las amistades son buenas. Algunos amigos tienen un impacto muy positivo en nosotros, pero otros no tanto. Ésa es la diferencia entre un amigo verdadero y uno que no lo es.
¿Qué es un amigo verdadero y cómo podemos reconocerlo? ¿Es posible tener amistades que nos hagan daño?
Una amistad nociva puede lastimarnos mucho emocional, mental y hasta físicamente. ¿Cómo saber si tenemos alguna? Veamos algunas de sus características.
Falta de límites
Si usted es de las personas a quienes les cuesta decir “no”, corre gran peligro de verse envuelto en una relación nociva. Siempre habrá gente que querrá aprovecharse de los demás y nos presionarán a hacer cosas que no queremos y hasta cosas incorrectas. Personas como éstas querrán hablar de cosas que le incomodan e intentarán hacer que gaste el dinero que no tiene ―sobre todo en ellos.
Egoísmo
Un amigo nocivo siempre se sale con la suya. Es impositivo y demandante y a menudo se valdrá de críticas, comentarios negativos, y otras manipulaciones emocionales para hacerlo sentir culpable y forzarlo a hacer lo que él quiere. No le interesa su bienestar, sólo lo que puede obtener de usted.
Poco fiables y poco solidarios
Un amigo nocivo nunca está cuando usted lo necesita. Quiere que usted esté cerca cuando tiene una necesidad, pero busca excusas y se auto-justifica cuando la situación es a la inversa. No se puede confiar en él cuando las cosas se ponen difíciles.
Además, sus conversaciones casi siempre giran en torno a él mismo y sus problemas. Cuando usted quiere hablar de algo que le preocupa, probablemente escuchará por un momento, pero luego hará que la conversación gire hacia él otra vez. Simplemente es pésimo para escuchar.
Una relación como ésta lo hará sentir constantemente agotado(a) y hasta utilizado(a) en vez de darle satisfacción y alegría.
Sintiéndose atrapado(a) e infeliz
Si usted tiene un amigo nocivo, lo más probable es que se esté sintiendo mal. Tal vez se da cuenta de que algo anda mal con esa relación, pero no sabe qué hacer al respecto. O tal vez piensa que no sería propio de un buen amigo terminar la amistad o enfrentar a la persona.
¡Tiempo de actuar!
Pero si ha reconocido alguna de estas características en sus amistades, debe hacer algo al respecto. No puede quedarse esperando a que la situación se arregle sola; ¡es tiempo de actuar! Estos son algunos consejos prácticos que puede empezar a practicar ahora:
1. Reconozca el problema sin condenar a la persona.
Una amistad nociva nos daña, y a menudo nos hace sentir frustrados y enojados. Tal vez de repente nos demos cuenta de que nos hemos estado sintiendo así desde hace mucho tiempo. Pero debemos medir nuestras acciones.
Muchas personas estallarían y le dirían a la persona cuán mal amigo ha sido, dejando salir toda la ira y frustración que tenían adentro. Otros simplemente querrán cortar todo contacto sin dar explicaciones. Sin duda ambas cosas pondrían fin a la nociva amistad, pero ninguna de estas reacciones será muy provechosa que digamos.
Una mejor opción es preguntarnos qué habrá sucedido en la vida de nuestro supuesto amigo que lo llevó a ser así. Tal vez sólo necesita algo de comprensión y compasión. Por otro lado, el hecho de que alguien haya tenido dificultades en su vida no significa que debamos sufrir las consecuencias. A menudo es bueno para nosotros —y quizá para nuestro amigo— reconocer la causa de las cosas que suceden, pero también debemos tener cuidado de lo que dejamos entrar en nuestras vidas.
2. Acepte que también es responsable.
Si tenemos una amistad nociva, tenemos la responsabilidad de hacer el cambio. Echarle la culpa al otro puede ser conveniente, pero no solucionará nada. Además, si alguien nos ha estado tratando mal, lo más probable es que se lo hayamos permitido. Más vale admitir nuestra parte de culpa y enfocarnos en lo que debemos cambiar.
3. Establezca límites sanos.
Toda relación necesita límites. Nuestros límites personales definen cómo interactuamos con los demás y cómo dejamos que nos traten. A su vez, estos límites se definen con base a nuestros valores —los cuales dicen mucho de nosotros.
La habilidad de decir “no”, por ejemplo, demuestra que nos respetamos a nosotros mismos —que sabemos alejarnos de una persona o situación dañinas y que, cuando nos vemos sobrecargados de responsabilidades, sabemos ponernos freno para poder cuidar de nosotros mismos o evitar llenarnos de cosas hasta el punto de no poder hacer nada bien.
Una persona con límites débiles se verá constantemente envuelta en relaciones dañinas. Al poner los deseos de los demás antes que los propios, es un blanco fácil para quienes buscan aprovecharse de otros. Si se siente identificado, es hora de definir sus límites y hacerlos respetar.
4. Ponga fin a la relación.
Una amistad verdadera se basa en el amor —no un amor egoísta, sino aquél que piensa en el otro primero. Si establecer límites con su amigo nocivo no ha funcionado, entonces es hora de poner fin a esa amistad, por cruel y difícil que parezca. Una persona así tal vez nunca le tenga respeto ni lo vea como igual; continuar en esa situación sólo le hará más y más daño. ¡Y hay tantas personas allá afuera con las que podría construir verdaderas amistades!
5. Busque ayuda profesional.
Puede suceder que en ciertos casos —especialmente cuando se trata de una relación amorosa— se sienta incapaz de terminar esa nociva amistad. Si es así, debe buscar ayuda. Seguir viviendo de esa forma no resolverá nada, y debe descubrir la razón por la cual está permitiendo que le falten el respeto de tal manera. Sí, cambiar hábitos tan arraigados puede ser difícil; pero no es imposible. El consejo de alguien de afuera, imparcial y profesional puede serle de mucha ayuda para recuperar el equilibrio en sus relaciones y su vida.
6. Pase más tiempo con amigos verdaderos.
La mejor forma de distinguir una amistad verdadera de una amistad nociva es pasar tiempo con buenos amigos. Lo más probable es que conozca al menos a una persona que sí sabe ser un buen amigo. Si no, tal vez debería preguntarse cómo es que llegó a verse rodeado de tantos amigos falsos.
Cuando encuentre a alguien con quien se sienta cómodo y apreciado —que no lo utiliza ni abusa de usted o su tiempo— preste atención a las diferencias entre esa relación y sus amistades nocivas. Cuando se dé cuenta de ellas, sabrá qué cualidades buscar en los demás y cómo ser un buen amigo usted mismo.
Características de un amigo verdadero
La Palabra de Dios nos describe muchas características de una amistad verdadera. Veamos algunas de ellas:
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Un verdadero amigo es leal —está con nosotros en las buenas y en las malas. Como dice Proverbios, “En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia”, y “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; y amigo hay más unido que un hermano” (Proverbios 17:17; 18:24).
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Una amistad verdadera es recíproca y se basa en un balance sano entre dar y recibir.
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Los amigos verdaderos no son halagüeños; dicen la verdad aunque sea dolorosa. En Proverbios 27:6, Salomón escribe: “Fieles son las heridas del que ama; pero importunos los besos del que aborrece”.
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Un buen amigo también es fiable; podemos estar seguros de que guardará nuestros secretos, nos dará un buen consejo cuando se lo pedimos y siempre nos dirá la verdad con amor (Efesios 4:15).
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Una amistad verdadera se basa en el amor. No un amor egoísta, sino aquél que pone primero a los demás. La Biblia describe el verdadero amor diciendo: “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:4-7).
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Un verdadero amigo nunca querrá que hagamos cosas dañinas o incorrectas; por el contrario, nos apoyará y animará a tomar decisiones buenas, sanas y apropiadas (Proverbios 1:10-14; Eclesiastés 4:9-12).
El amigo perfecto
Alcanzar este nivel perfecto de amistad puede parecernos humanamente imposible, ¡y de hecho lo es! Nadie es perfecto; todos decepcionamos o desilusionamos a los demás alguna vez. Una buena amistad no es necesariamente una amistad perfecta.
Sin embargo, el amigo perfecto sí existe y quiere convertirse en su mejor amigo si usted se lo permite.
En Juan 15:13-15, Cristo nos dice: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”.
Cristo murió para que pudiésemos tener vida, y su vida es el ejemplo perfecto del mejor de los amigos.
No tiene por qué sufrir con amistades nocivas. Hay pasos que puede seguir para mejorar sus amistades, y Dios puede guiarlo hacia mejores y más sanas relaciones. Lo que es más importante, puede construir una amistad perfecta con el único amigo que nunca le hará mal ni lo decepcionará —un amigo que siempre estará ahí para escuchar y dar las respuestas correctas en el momento justo.
Conozca más acerca de cómo construir buenas amistades, en los artículos de la sección “Amistad: Claves para hacer y mantener buenos amigos”.