La tecnología ha creado nuevas e interesantes maneras de comunicarse. Pero, ¿se están afectando nuestras amistades por el frenesí de las redes sociales? ¿Cómo podemos hacer amigos más reales?

En cualquier momento podemos compartir con familiares y amigos las experiencias que estamos viviendo; basta con un computador, una tablet o un teléfono inteligente. Con una búsqueda rápida, es posible encontrar y reconectar con amigos de hace años e incluso entablar amistad con personas a las que nunca hemos visto cara a cara.
El número de “amigos” en las redes sociales puede crecer hasta el punto de que una persona bromeó diciendo que tiene más amigos en Facebook que en la vida real.
Cada vez son más los estudios que demuestran el impacto que las redes sociales y los “amigos digitales” pueden tener en nuestra capacidad para relacionarnos personalmente con los demás. Pero al margen de estos retos modernos, cómo hacer amigos ha sido una cuestión perenne de vital interés para las personas a lo largo de los tiempos. El sentimiento de soledad puede ser un problema para personas de todas las edades, incluso teniendo personas a su alrededor. (Lo invitamos a leer más acerca de este tema en nuestro artículo “La epidemia de la soledad”.)
¿Qué dice la Biblia acerca de cómo hacer amigos y ser un buen amigo?
Para hacer amigos, ¡sea amistoso!
Todo el mundo quiere tener amigos que sean leales y sinceros, pero no todo el mundo sabe cómo tener o ser un amigo así.
La Biblia enseña la importancia de tratar a los demás como queremos ser tratados--y todos apreciamos a los que son amistosos (Mateo 7:12; Proverbios 18:24). Las personas que hacen amigos con facilidad son las que expresan interés por los demás y por lo que hacen. Al hacer preguntas y mostrar interés por los demás, esto los hace sentir bienvenidos y apreciados, ayudándoles a sentir que sus esfuerzos valen la pena.
Las personas cordiales no dejarán pasar la oportunidad de decirles a los demás cuando hacen algo bien. Se dan cuenta de lo mucho que les anima que elogien sus esfuerzos, e intentan elogiar también a los demás.
Un amigo anima
El sabio rey Salomón dijo: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante... Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto” (Eclesiastés 4:9-10, 12).
El impacto de un estímulo en el momento oportuno puede ser formidable. Recuerdo cuando hablé con un compañero de clase que no era tan popular después de que tuviera un altercado con el bravucón de la clase. “No le prestes atención”, le dije. “Sólo está celoso de tus notas”. Un par de veces más le di ánimos cuando lo vi desolado.
¡Qué respuesta obtuve! Empezamos a hacer casi todo juntos. Más tarde, este compañero me presentó como su “mejor amigo”. El incidente me enseñó lo importante que es mostrar interés, ¡y hasta el día de hoy somos los “mejores amigos”!
Sea digno de confianza
¿Qué tipo de personas quieren tener a su alrededor los demás? Aquellas en las que pueden confiar. ¿Lo consideran digno de confianza? La forma en que vive su vida, las normas por las que se rige, crearán una impresión en los demás. Jesús así lo confirma: “Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder... Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14, 16).
Nunca comprometa su integridad, sus parámetros o sus creencias porque piensa que alguien no lo aprobará por seguir el camino de Dios. Si la persona es un amigo que vale la pena, apreciará su honestidad y rectitud. Si no, ¡entonces no es un buen amigo!
¿Es usted rencoroso?
Si hablamos desde el punto de vista netamente humano, puede ser muy difícil no aferrarse a las heridas y guardar rencor. El apóstol Pablo exhortó: “No se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26). Si tiene un problema con alguien, acérquese enseguida y solucione el asunto. Después, siga avanzando dejando atrás la ofensa.
Además de olvidar los resentimientos, hay que perdonar a los demás. En Mateo 6:14-15 leemos: “Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; más si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas”. ¡Esto es algo que vale la pena tener en cuenta y reflexionar al respecto!
¿Cuántas amistades se han visto dañadas o destruidas por algún daño —real o imaginario— que nunca se resolvió y, por tanto, nunca se perdonó? ¿Cuánto podrían haber significado después la camaradería, el ánimo y el apoyo? Por no valorar una amistad y aprender a perdonar, muchas personas nunca lo sabrán.
Un interés genuino
En Lucas 6:31 Jesucristo dijo: “Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos”. Este es un pasaje del que extraemos la “regla de oro”. Así pues, si queremos que nuestros amigos muestren interés y preocupación por nosotros, debemos aprender a hacer lo mismo. Nuestra actitud no debe ser intentar aprovecharme de los demás, sino de servir para el bien de ellos.
No hace mucho estuve en un pequeño mercado de radioaficionados. Un hombre tenía una gran cantidad de equipos a la venta en su mesa, y les decía a los transeúntes que hicieran una oferta. Otro hombre inspeccionaba una radio con detenimiento. “Ofrezco 800 por esta radio”, dijo. “No”, respondió el vendedor, “es demasiado; aceptaré 600”. Esto es algo que no ocurre a menudo.
Curiosamente, prácticamente todo lo que tenía se esfumó de su mesa. Esto demuestra lo rápido que uno puede ganarse una reputación de imparcialidad. Simplemente por sus acciones, este señor se había ganado el respeto de todos en la feria. Del mismo modo, la voluntad de detenerse, escuchar y ayudar a los demás es algo que se respetará.
Otros consejos
- Para tener buenos amigos, también debemos aprender a controlar nuestro temperamento. El apóstol Santiago dijo: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse” (Santiago 1:19).
- No tenga miedo de pedir consejo a otras personas. No sólo aprenderá algo, sino que ellos se sentirán útiles y necesitados.
- Si se equivoca, admítalo sin vacilar. La otra persona lo respetará más por ello.
- La confrontación genera ira e incluso odio, así que evítela en la medida de lo posible. El rey Salomón tenía algunas palabras de sabiduría para compartir: “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1). Con mucha frecuencia, esta conducta apacible puede disipar por completo la ira de alguien.
- Nunca avergüence a alguien delante de los demás. Si tiene un problema que quiera plantear, hágalo en privado, donde la persona tenga la oportunidad de defenderse y exponer cosas que no son asunto de los demás.
- Nunca se involucre en chismes ni en la difusión de rumores. Dios condena esta conducta como un pecado muy grave. En Santiago 1:26 se nos dice que “refrenemos [nuestra] lengua”. Santiago 3:8 añade: “pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal”.
- ¡No condene a los demás! Jesús nos dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mateo 7:1). Más bien, debemos buscar los factores positivos relacionados con la conducta de una persona.
El manual de instrucciones de Dios
Todos estos consejos acerca de cómo hacer amigos se encuentran en el manual de instrucciones de Dios: la Santa Biblia. La piedra angular de la verdadera amistad es el amor. Jesús mismo nos dijo: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39). El amor hace que nuestro interés sea genuino, que tengamos altruismo y todos los demás aspectos comentados anteriormente. El amor sincero es la base de toda amistad verdadera.
En Gálatas 5:22-23, Pablo enumera nueve características del “fruto del Espíritu”: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. ¿Cuánto aportaría cada una de estas características a las amistades? Continúa: “No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas 5:26).
Las personas amistosas parecen tener un poco más del preciado recurso del tiempo. Pero su secreto reside en su paciencia y su disposición para compartir su tiempo con los demás. Muy a menudo eso es todo lo que necesitan compartir —su tiempo, con un sincero interés y cuidado por los demás. La inversión de un poco de su tiempo en el lugar adecuado se verá recompensada con creces.
La tecnología moderna ofrece muchas ventajas, como la comunicación casi instantánea en todo el mundo. Pero la comunicación instantánea no equivale necesariamente a una amistad genuina y de confianza.
Si realmente vivimos como Dios nos enseña en su manual de instrucciones, descubriremos que haremos más amigos y que los demás disfrutarán de nuestra compañía. Estaremos mejor preparados para ser buenos amigos, y tendremos la capacidad de ganarnos el respeto de los demás, ¡que también pueden llegar a ser grandes amigos! Si usted desea saber más acerca de cómo mejorar todas nuestras relaciones, lo invitamos a consultar los demás artículos de esta sección “Relaciones“.