La amistad es un regalo, pero ¿le ayudan sus relaciones más cercanas a crecer en fe? Nuestros amigos en la fe pueden ayudarnos a desarrollar una fortaleza espiritual duradera.
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Bajo la sombra de una imponente imagen de oro, tres amigos permanecían de pie ante el rey, enfrentándose a una difícil pregunta: “¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado?” (Daniel 3:14).
Era un asunto de vida o muerte. Pero con su fe conjunta, los amigos tuvieron el valor para decir: “nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará” (v. 17).
Amigos en medio del fuego
Sadrac, Mesac y Abed-nego se enfrentaron a la mayor prueba de fe y conocemos el final de la historia. Aunque estaban dispuestos a perder su vida, Dios los libró del horno de fuego, demostrando su poder ante el rey y toda Babilonia.
Pero mucho antes de protegerlos del fuego del horno, Dios hizo algo más por Sadrac, Mesac y Abed-nego. Mientras los tres jóvenes se preparaban para esa y otras pruebas, Dios les dio un regalo muy poderoso: amigos que compartían su fe.
Obligados a vivir en una tierra extraña, entre personas cuyas creencias eran opuestas a las suyas, los tres amigos se tenían el uno al otro. Y, aunque cada uno demostró su fe en lo individual, sin duda los tres se beneficiaron mutuamente de su determinación para permanecer fieles a Dios incluso en circunstancias difíciles.
Estos tres amigos y la fe que demostraron son una prueba de la poderosa verdad revelada en Eclesiastés 4:9-12: “Mejores son dos que uno… Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero… Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”.
Cuando la multitud se inclinó ante la imagen de oro, Sadrac, Mesac y Abed-nego permanecieron de pie, uno al lado del otro. Fortalecidos por su amistad, mantuvieron su fe firme. Su cordón de tres dobleces no se rompió.
David y Jonatán: una amistad cimentada en la fe
Cuando se trata de relaciones profundas y significativas, pocas se comparan a la amistad entre David y Jonatán. La Biblia dice que “amó Jonatán [a David] como a sí mismo” (1 Samuel 18:1).
Jonatán tenía razones suficientes para odiar a David. Los éxitos de David hacían que su padre, Saúl, lo percibiera como un enemigo y una amenaza para el futuro de su hijo (1 Samuel 20:31). Pero Jonatán no dejó que esas cosas lo consumieran como le ocurrió a Saúl. Él tenía fe en Dios, y esa fe le permitió ver lo que su padre no pudo.
En medio de una situación difícil que podría haber separado a los dos amigos, la amistad entre David y Jonatán floreció. Jonatán no sólo fue fiel a David —incluso mientras su padre lo perseguía— sino que además usó su fe para animarlo durante su difícil y desalentadora prueba.
“Viendo, pues, David que Saúl había salido en busca de su vida… se levantó Jonatán hijo de Saúl y vino a David a Hores, y fortaleció su mano en Dios. Y le dijo: No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tú reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti; y aun Saúl mi padre así lo sabe” (1 Samuel 23:15-17, énfasis añadido).
Jonatán fue un excelente amigo para David, pero no solamente era muy leal, sino realmente creía que Dios tenía grandes planes para David y que lo libraría de su padre, su fe le permitió apoyar a su amigo de una manera profunda. No sólo le ofreció consuelo a través de palabras amables, sino que también lo fortaleció con la verdad de Dios.
Para David, esta amistad no fue sólo una fuente de consuelo —fue una amistad que le salvó la vida. El impacto de la fe de Jonatán se quedó con David por el resto de su vida, por ello él honró a su amigo al cuidar de su hijo tras su muerte.
Compatibilidad espiritual: un ingrediente vital en las amistades más profundas
No cabe duda de que éstas y las muchas otras amistades que encontramos en la Biblia impactaron profundamente las vidas de las personas involucradas. Pero ¿por qué quedaron registradas para nosotros? ¿Qué podemos aprender de estas relaciones para construir nuestras propias amistades?
Así como hierro con hierro se aguzan, busquemos amistades que fortalezcan nuestra fe, y seamos amigos que fortalecen a los demás (Proverbios 27:17).
Hay muchas cualidades importantes que podríamos buscar en un potencial amigo. Lealtad, honradez, fidelidad, apoyo, sentido del humor e intereses en común son sólo algunas de las cosas que inconscientemente buscamos cuando conocemos a otros.
Pero ¿qué tan a menudo nos detenemos a considerar nuestra compatibilidad espiritual? Cuando enfrentamos pruebas y dificultades, ¿tenemos amigos que no solamente nos animan en nuestro caminar con Cristo, sino que también buscan la voluntad de Dios con todo su corazón?
Sabemos que los amigos fieles son importantes. Pero ¿qué hay de amigos en la fe —amigos que serán fieles a Dios, pase lo que pase?
Los ejemplos bíblicos nos invitan a reflexionar
Sadrac, Mesac y Abed-nego, así como David y Jonatán, compartían algo profundo: una amistad basada en una fe común. Aunque muchos otros factores contribuyeron a la fortaleza de estas relaciones, a fin de cuentas, el fundamento de su profundo lazo era su confianza en Dios.
¿Qué hay de nosotros? ¿Tenemos amigos en cuyo ejemplo podemos apoyarnos y de quienes podemos aprender? Si carecemos de este tipo de amistades en la fe, ¿cómo podemos conseguirlas?
Construir amistades basadas en la fe
Pida ayuda a Dios: Uno de los muchos atributos admirables de nuestro Creador es su voluntad para ayudarnos en cada aspecto de nuestra vida. Aunque encontrar amigos creyentes puede parecer un problema demasiado pequeño para pedir ayuda a Dios, no lo es. A Dios le importa el tipo de influencias que tenemos, Él nos guiará hacia personas que aman su Palabra y desean obedecer su ley tanto como nosotros si se lo pedimos.
Ejercite su poder de elegir: Proverbios 12:26 nos enseña un principio vital: “El buen amigo da buenos consejos” (Traducción en lenguaje actual). Es fácil conformarnos con amistades convenientes en la escuela o el trabajo, pero hacer esto nos privará de las conexiones profundas y basadas en la fe que realmente necesitamos.
Sea proactivo. No tiene que conformarse con relaciones que desaceleran o, peor aún, obstaculizan su crecimiento espiritual. El camino de vida cristiano es un viaje de toda la vida y necesitamos a las personas correctas a nuestro lado. Esto puede implicar salir de nuestros círculos sociales regulares, pero la recompensa definitivamente vale la pena.
Busque mentores: Probablemente no siempre relacionamos la amistad con el aprendizaje, pero hay un valor inmenso en escoger como amigos a quienes admiramos por su carácter espiritual y a quienes deseamos imitar. Así como los profesores correctos pueden ayudarnos a crecer en áreas específicas de nuestra vida, los amigos que se convierten en mentores espirituales pueden ayudarnos a refinar nuestro carácter y fortalecer nuestra fe.
La relación entre Pablo y Timoteo es un ejemplo poderoso de instrucción espiritual en acción. Los libros de 1 y 2 de Timoteo nos muestran una amistad marcada por el crecimiento, la guía y el profundo afecto mutuo.
No se desanime: Aunque algunas amistades pueden durar toda una vida, muchas personas llegan a nuestra vida solamente por una temporada. Las relaciones van y vienen, y es normal que a veces nos sintamos solos durante circunstancias difíciles o inciertas.
El profeta Elías se sintió así. Incluso tras presenciar la derrota de los profetas de Baal, Elías luchó con sentimientos de aislamiento y temió ser el único fiel en todo el pueblo: “Sólo yo estoy vivo, pero me están buscando para matarme” (1 Reyes 19:10). Pero Dios le aseguró que no estaba solo (v. 18).
Sentirnos solos no significa que en realidad lo estemos. Con el tiempo, Dios nos proveerá de amigos que compartan nuestras creencias, nos fortalezcan, y de cuyo ejemplo podamos aprender.
Sea el amigo en la fe que desea tener: Buscar amistades profundas en la fe sin ser primero una persona de fe, simplemente no funciona. Debemos asegurarnos de que nuestra propia fe y conducta reflejan los mismos estándares que esperamos encontrar en otros. Cuando nuestra luz brilla, podemos ayudar a fortalecer la fe de otras personas, así como otros nos fortalecen a nosotros.
Hierro con hierro se aguza
Dios nos llama a caminar por fe y no podemos depender por completo de la fe de alguien más. Pero, como demostraron Sadrac, Mesac y Abed-nego tan poderosamente, tener amigos que comparten nuestras creencias y nuestro compromiso es uno de los regalos más grandes que Dios nos da. Y, como les sucedió a David y Jonatán, cuando dos personas fieles se convierten en amigos, el impacto espiritual es mutuo y duradero.
Así como hierro con hierro se aguzan, busquemos amistades que fortalezcan nuestra fe, y seamos amigos que fortalecen a los demás (Proverbios 27:17).
Estudie más acerca de este tema en nuestro artículo en línea “Seis características de una amistad según la Biblia”.